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62 aniversario de la Nakba

Bosquejando el horror y el error de la Partición de Palestina

Fuentes: www.suhailakeljerusalem.com

Obligados a pagar los vejámenes de Europa, los palestinos fueron arrancados de sus tierras para convertirlos en los mendigos del mundo. Sin hogar, sin tierra y con una fuerte carga de dolor e injusticia, transcurrieron con el peso de su vida estos fatídicos 62 años. En el que un Estado ajeno y un pueblo extranjero […]

Obligados a pagar los vejámenes de Europa, los palestinos fueron arrancados de sus tierras para convertirlos en los mendigos del mundo. Sin hogar, sin tierra y con una fuerte carga de dolor e injusticia, transcurrieron con el peso de su vida estos fatídicos 62 años. En el que un Estado ajeno y un pueblo extranjero se establecieron sobre una precaria legalidad internacional en su milenaria tierra. 

Al bosquejar el horror de decenios y buscar el porqué es necesario hurgar en la esencia de la Nakba (catástrofe). Como consecuencia de la Partición y la creación del Estado judío llamado Israel.

En febrero de 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, el soviético José Stalin, el ingles Winston Churchil y el estadounidense Franklin Roosevelt, representando a las potencias triunfantes muy cercanas al sionismo, firmaron el ‘Acuerdo de Yalta’. Probeta de nacimiento de las Naciones Unidas, asegurándose estos osos imperialistas el veto del Consejo de Seguridad, principal controlador de las naciones en el proceso del nuevo orden internacional. 

El surgimiento de las Naciones Unidas en 1945, configurada como una institución internacional para mantener el orden y la paz, quedó encadenado en 1947. Víctima de presiones e irresponsabilidades propias, la ONU cometió su primer grave pecado por omisión. La Partición de Palestina. 

Crítico con la decisión y luego del fracasado tiempo transcurrido. Es necesario un accionar político para rever la situación de Palestina, la ilegitimidad de la Partición y la reparación de la disonancia sufrida. Del resultante jurídico Israel amerita ser considerado ilegal y la ilegitimidad de su existencia como Estado. 

Analizando los XIX Capítulos que contienen los 111 artículos de su Carta Magna, refrendada desde el 25 de abril al 26 de junio de 194, no existe una sola referencia donde la ONU pueda sustentar una legitimidad jurídica aplicable a la partición de un territorio, la reubicación y el destino del mismo. 

Por el contrario. De sus propósitos expresados en la Carta, sobresalen: a) Mantener la paz y la seguridad internacional. b) Fomentar entre las naciones relaciones de amistad. c) Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales. d) Servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar los propósitos comunes. 

Estos principios son definitivamente distantes con la Partición. La larga, aburrida y tediosa resolución 181 del 29/11/1947 fue un preámbulo de la injusticia instrumentada en la legalidad internacional para quitarle el milenario territorio al pueblo palestino. Dejarlos sin derecho de identidad y montarles el criterio de dos Estados. Imposible de aceptar por sus habitantes indígenas conformados por una mayoría musulmana y cristiana, y una minoría judía, todos de nacionalidad palestina. Siendo los de fe judía, diametralmente opuestos a la telaraña que venían tejiendo los europeos judíos-sionistas para la caída de Palestina desde 1897. El recientemente fallecido rabino Moshe Hirsch, con pasaporte palestino, reflejaba: «Israel no es un Estado judío, sino un Estado sionista». 

La ONU no estaba acéfala jurídicamente. Contaba con las herramientas legales para solucionar el conflicto que se daba en el territorio palestino bajo la ocupación británica y el avasallamiento del terrorismo sionista. «Las partes en una controversia cuya continuación sea susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional tratarán de buscarle solución, ante todo, mediante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje y el arreglo judicial» (Cap.VI, Art.33.1, ONU). 

Soslayando sus principios en la desafortunada acción, la ONU delimitó su ideal de Partición. Por un lado, un ‘Estado judío’,otorgándole parte del territorio palestino a los europeos judíos askenazíes, descendientes de los caucasianos Kahazares. Sin que estos registren antecedentes de una presencia física natural en la región, ni una genética similar a los prebíblicos hebreos que procedentes de Egipto, entraron -según el capítulo de Josué- por la fuerza de la espada en Jericó. Estableciendo más adelante en algunas regiones de Palestina los reinados de Israel y Judea. Traumática ocupación cargada con la ferocidad de la violencia hasta el 66 dC. Disueltos los reinos, la mayoría de ellos se fusionaron en convivencia con los filisteos (palestinos), los babilonios (iraquíes) y los asirios (sirios) y nunca más regresaron de manera hostil a Palestina. 

Por el otro lado. La Partición impulsó un ‘Estado árabe’. Llamado de este modo. De manera abusiva y frente a las miradas atónitas palestinas, la ONU, desnaturalizó y alejó la identidad nacional palestina de su tierra y de sus raíces, cambiando ilegalmente su milenario nombre por el de ‘árabe’. Tampoco se tomó en cuenta la rica historia cananea-palestina y su presencia efectiva pre y pos árabe en Filistin, nombre arameo de Palestina, tal como figuró en los mapas de La Biblia antigua. 

Los citados Khazares, fueron la esencia del europeo judío desde finales del siglo VII y de los actuales sionistas a finales del siglo XIX. Este grupo humano del Cáucaso vivió en Europa Oriental y en el Oeste de Rusia. Ávidos de poder. Buscaron una religión para canalizar el control de su gente. Cotejaron su origen cristiano y optaron por el judaísmo. En términos geográficos fueron llamados ‘askenaz’ a causa de su similitud con Sajonia, uno de los 16 estados federados de Alemania, el que pasó a ser el centro vital del judaísmo político-financiero centroeuropeo. Luego se expandieron a otras zonas de Alemania, Rusia, Hungría, Polonia y en las naciones de Europa del Este. Sin importarles Palestina y Jerusalén hasta finales del siglo XIX, con el advenimiento del sionismo. 

Enemigos de los antiguos judíos sefaradíes de oriente y España, sin su participación, los askenazíes se congregaron en 1897 en el primer Congreso Sionista en Basilea. Oportunida en que el húngaro judío askenazí Benyamin Ze’ev (Theodoro) Herzl, pregonó un futuro Estado judío en Palestina. El fuerte poder político y su poderoso lobby económico de presión controló los regímenes monárquicos de Europa: el comunismo soviético; la banca económica de Europa y actualmente la de Estados Unidos; la Cámara de los Lores y algunos regímenes de la monarquía árabe. Como fue el acuerdo secreto a voces (30/4/1948) de la terrorista ucraniana judía Golda Meir, con el rey Abdallah de Transjordania (Jordania), para que éste ocupará los territorios palestinos luego de la creación de Israel. 

Influyentes en la Primera y Segunda Guerra Mundial, los judíos askenazíes permitieron el triunfo británico en la Primera Guerra por el aporte de una acetona sintética descubierta por el científico químico polaco judío Chain Waizman, presidente de la Agencia Sionista, que les restableció el poder del fuego naval, decisivo en la victoria. 

Poseídos en las conspiraciones del siglo pasado, aliados al Führer, los sionistas consiguieron de Hitler el ‘Acuerdo Havara’, que les permitió desde 1933 la emigración de alemanes y europeos judíos a Palestina para colonizar y fijar los designios de Herzl, fallecido en 1904. 

En el pasaje de los párrafos históricos se advierte la falta del cordón umbilical entre los sionistas askenazíes con la tierra Palestina. El origen primario Khazar de los judíos askenazíes invalida la tesis sionista de legitimar a los judíos contemporáneos como semitas con derecho del retorno a Palestina. Tampoco fue examinados por la ONU a la hora del recambio de la población autóctona que irrevisablemente se daría con la Partición. 

Al bosquejar el error jurídico la ONU, en medio de las presiones sionistas, estadounidenses, soviéticas y europeas, evitó reconocer al Estado palestino y admitió en 1949 la creación unilateral del Estado de Israel 15/5/1948), proclamado -nueve horas después del fin de la ocupación británica de Palestina- por el askenazí ruso judío David Ben Gurion. Lejos de la letra de la resolución 181 se avaló en el terrorismo sionista que demolió 418 ciudades palestinas y expulsó a 750.000 nativos de sus hogares. «Gracias al terror fundamos el Estado judío» Yitzhak Shamir, (Reuters 4/5/1991). 

En la inserción de los hechos la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la ONU (10/12/1948), dejó al descubierto en sus 30 Artículos la precariedad jurídica de la Partición y la gravedad de la expulsión del pueblo palestino tras arrancarle sus casas y su país. «Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad» (Art.17.2) y «A nadie se le privará arbitrariamente de su nacionalidad» (Art. 15.2). La potencia ocupante emite a los habitantes palestinos de Jerusalén un ilegal carnet que en nacionalidad, figura: ‘jordano’. 

Pasaron 113 años del primer Congreso Sionista; 93 años de la declaración británica Balfour de un ‘Hogar Nacional Judío en Palestina’; 63 años de la irregular Partición de Palestina; 62 años de la caída de Palestina y la creación del Estado de Israel; 43 años de ocupación militar israelí en Jerusalén Este y el resto de Palestina (Ribera Occidental y Gaza); 17 años de los fracasados Acuerdos de Oslo y la obsesiva negativa de Israel al legitimo derecho soberano del Estado palestino con su capital Jerusalén. 

Es necesaria una profunda revisión de la irregularidad del derecho internacional en la Partición de Palestina y hasta dónde llega la legalidad de Israel, creado sin base jurídica. La Corte Internacional de Justicia, despojada de presiones y vicios preferenciales y con el objetivo sincero frente a la catástrofe del pueblo palestino, puede ser la jurisdicción competente. 

Luego de la ignominia de 62 años, la elección es ser libres y dignos o esclavos de la ocupación, el apartheid y de una comunidad internacional que hoy considera correctamente político hablar de un Estado palestino mientras lo socava por las presiones sionistas.

 

(*) Fue el Primer Embajador del Estado de Palestina en la Argentina. Analista Internacional sobre la Situación Palestina

 

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