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Bush y sus terroristas

Fuentes: La Jornada

E l ingreso ilegal del conocido terrorista anticubano y ex agente de la CIA Luis Posada Carriles a territorio estadunidense hace aproximadamente un mes ha puesto en grave predicamento al gobierno de George W. Bush, así como la legitimidad de su llamada «guerra contra el terrorismo». Hace una semana Posada solicitó asilo político en Estados […]

E l ingreso ilegal del conocido terrorista anticubano y ex agente de la CIA Luis Posada Carriles a territorio estadunidense hace aproximadamente un mes ha puesto en grave predicamento al gobierno de George W. Bush, así como la legitimidad de su llamada «guerra contra el terrorismo».

Hace una semana Posada solicitó asilo político en Estados Unidos por conducto de su abogado, pero las autoridades del imperio no se han dado por enteradas de estos acontecimientos ni han respondido a las reiteradas denuncias que ha formulado Fidel Castro en días recientes. Hagamos un poco de historia para desentrañar el origen de este silencio.

Cuando el architerrorista estaba aún preso en Panamá -después de un frustrado intento de volar el auditorio de la universidad mientras el presidente cubano se dirigía a cientos de estudiantes y profesores-, la mandataria de ese país, Mireya Moscoso, recibió la solicitud de indulto proveniente del entonces secretario de Estado, Colin Powell, y el encargado de América Latina en la Casa Blanca, Otto Reich. Un generoso estímulo económico procedente de Miami reforzó la petición, satisfecha a cabalidad por Moscoso en los últimos días de su administración. A Posada y sus cómplices los sacó de la cárcel en horas de la madrugada el propio jefe de la policía nacional panameña y los puso a bordo de dos aviones fletados: uno con rumbo a Miami, que llevó a tres de los terroristas, y otro que se dirigió a San Pedro Sula, en Honduras, conduciendo a Posada. Obviamente, para Washington era un grave contratiempo recibir a quien fue catalogado en su momento por el procurador general estadunidense como el más peligroso terrorista del hemisferio, en medio del escándalo sobre el indulto de Moscoso, calificado de ilegal por numerosos juristas panameños y repudiado por las organizaciones populares del istmo, así que todo parece indicar que decidió aplazar una decisión definitiva sobre el tema. Pero resulta que Orlando Bosh, el cómplice principal de Posada en la voladura de un avión de Cubana sobre Barbados que dejó un saldo de 73 muertos y, como aquel autor de otros muchos atentados, goza de plena libertad en Estados Unidos, donde fue condenado a prisión y posteriormente indultado por George Bush padre. De modo que Posada y sus promotores de la contrarrevolución cubana en Miami no tenían por qué pensar que su suerte debía ser diferente. Si en Miami existe un día del año dedicado a homenajear a Bosh, ¿qué puede tener de extraño que Posada regresara a la madriguera y también recibiera un lauro equivalente?

Llegado este punto hay que preguntarse por el papel desempeñado en esta trama por Dimitri Negroponte, actual zar del espionaje de Estados Unidos, quien fue compinche de Posada en la guerra sucia contra Nicaragua y en el Irangate cuando servía como embajador en Honduras. Y, sobre todo, hay que tomar muy en cuenta -según destacó un periodista del Washington Post a propósito del ingreso de Posada en territorio estadunidense- que para Bush hijo (…) «hacer el juego al lobby cubano en Florida (es) la piedra estratégica de su juego político.»

Es totalmente imposible, por otra parte, que a estas alturas el paradero de Posada en Estados Unidos no esté perfectamente ubicado por sus servicios de espionaje. De manera que Washington ha tenido responsabilidad en este asunto desde antes que fuera indultado hasta que recibió refugio en Honduras, pasara recientemente por México y se introdujera vía marítima en el país del norte. Cuba ha documentado la trayectoria de Posada desde Isla Mujeres hasta Miami basándose en fuentes periodísticas de México y Estados Unidos, aunque Fidel Castro ha advertido que «sabemos mucho más».

Los terroristas anticubanos han recibido de Washington refugio, entrenamiento, medios financieros y logísticos y una inaudita impunidad ante su propio sistema judicial durante más de cuatro décadas. No sólo han actuado contra ciudadanos e intereses cubanos dentro y fuera de la isla, sino servido de verdugos de la CIA contra movimientos de liberación en Africa, Asia y América Latina. Para colmo, han llevado a cabo 360 acciones en territorio estadunidense en las que han muerto 35 ciudadanos de ese país.

Ya es insostenible este doble patrón mediante el cual Bush hace de la «guerra contra el terrorismo» el eje de su gobierno y a la vez apoya el terrorismo contra Cuba. Que el emperador se aplique su propia sentencia: «también es terrorista el que alberga a terroristas».