El 22 de febrero dos articulistas afirmaban en el periódico que usted dirige que la obra de Guillermo Cabrera Infante ha sido prohibida en Cuba. Esto no es cierto. Los editores cubanos hicimos lo posible por lograr la publicación de algunos de sus títulos y, junto con su muerte, deploramos que en vida Cabrera Infante, […]
El 22 de febrero dos articulistas afirmaban en el periódico que usted dirige que la obra de Guillermo Cabrera Infante ha sido prohibida en Cuba. Esto no es cierto. Los editores cubanos hicimos lo posible por lograr la publicación de algunos de sus títulos y, junto con su muerte, deploramos que en vida Cabrera Infante, de manera expresa, prohibiera que se le publicara en nuestro país, anteponiendo a la literatura y al conocimiento de su obra por el público lector cubano su obsesión política contra la Revolución, amplificada en sistemáticas declaraciones que la propaganda tendenciosa se encargaba de agigantar.
Nuestra editorial, usando la intermediación de algunos escritores cubanos que lo conocían y que viajaban a Londres por diferentes motivos, hizo varios intentos por lograr su aprobación para publicar títulos representativos dentro de su obra, como Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto. Sin embargo, siempre chocamos o con la inaccesibilidad del autor, o con la negativa pública de no permitir que sus libros circularan en Cuba mientras viviéramos en Revolución.
Quizá el ejemplo más ilustrativo haya sido las gestiones que se hicieron para publicar un cuento suyo en la antología Aire de luz. Cuentos cubanos del siglo XX, Editorial Letras Cubanas, 1999. Ante la imposibilidad de lograr esa autorización, el antologador (el escritor Alberto Garrandés) se vio obligado a añadir a su prólogo este post scriptum: «Los escritores Guillermo Cabrera Infante y Norberto Fuentes, de quienes yo había seleccionado ya, respectivamente, En el gran ecbó y El capitán descalzo, no aceptan figurar en esta antología» (p. 15).
Era necesaria la aclaración, pues podía resultar incompleto para un trabajo que pretende dar un balance del género durante un siglo no incluir a esos autores. Se hubiera dicho, de no hacerlo, que «el régimen» los había censurado. Y nada más alejado del esfuerzo editorial que desde hace años viene realizando nuestra editorial con la literatura cubana que se crea fuera del país, y que hoy nutre nuestro catálogo de publicaciones con más de una treintena de títulos y un número mucho mayor de autores si consideramos las diversas antologías que los incluyen. Muchas veces hemos contado con la presencia de los propios autores en el país para asistir a las presentaciones de esos títulos.
Nuestra intención nunca fue excluir a Cabrera Infante del panorama literario publicado en la isla. Por el contrario, ante su negativa de que se publicara en Cuba, la decisión fue colocar en bibliotecas sus novelas Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto.
Guillermo Cabrera Infante en realidad se autoprohibió para los lectores cubanos. Esperamos que, como sucedió en el caso de Reinaldo Arenas, esa autocensura no sea legada a sus herederos.