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Calentamiento global: sospechas y confusiones

Fuentes: Zmag

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

En los últimos años, una serie de importantes contribuciones han influenciado el creciente debate sobre el calentamiento global. El libro de Paul Baer y Tom Athanasiou: «Dead Heat,» de hace algunos años, fue excelente. El último libro de Noam Chomsky «Failed States,» menciona el calentamiento global como uno de los tres problemas más urgentes que enfrenta la humanidad (los otros son la guerra y la falta de instituciones democráticas para encarar los problemas). El nuevo libro de George Monbiot: «Heat,» suministra un conjunto de proposiciones factibles para estabilizar el clima sin sacrificios draconianos (con la excepción de los vuelos comerciales).

La película de Al Gore: «An Inconvenient Truth» [«Una verdad inconveniente»] va y viene entre explicaciones convincentes de la ciencia climática y el autobombo (Gore en la granja, Gore caminando hacia el escenario, Gore cambiando aviones en el aeropuerto, Gore haciendo publicidad indirecta tipeando en su ordenador Mac). Bien filtrado, sin embargo, suministra una excelente disertación introductoria sobre el cambio climático. Ojalá hubiera provenido de otra persona, alguien que no haya vicepresidido sobre el régimen de sanciones contra Iraq y el bombardeo de Yugoslavia. Pero el que Gore lo haya popularizado no lo convierte en un engaño. Los términos de discusión para cualquier problema importante son usualmente fijados por las elites, y el resto de nosotros tratamos de separar posteriormente la verdad de las falsedades y la política sensata de la propaganda corporativa.

Los temas científicos, como cualquier tema, requieren esfuerzo y tiempo para ser comprendidos. Los que no se pueden tomar el tiempo necesario para investigar a fondo los temas, y nadie puede investigar todo a fondo, buscan fuentes verosímiles. Para los izquierdistas, Gore simplemente no es una fuente verosímil. Es visto como un apólogo de los poderosos intereses que sirvió mientras estaba en el poder e insensible ante la gente que sufrió bajo su gobierno. Además, los izquierdistas sienten sospechas ante todo consenso de la elite, incluso si este es científico. Saben que a menudo se sale con sabiduría dudosa para explicar por qué se justifica una u otra política regresiva. Por ello, los izquierdistas necesitan gente que les sea creíble como referencia y que haga lo que hicieron Gore y Flannery – explicar la base de la ciencia climática. Gran parte de lo que explicarían sería lo mismo que Gore, y de la misma manera – pero no provendría de una fuente mancillada, ni estaría mancillada por las campañas políticas. Tanto «Dead Heat» de Baer/Athanasiou como «Heat» de Monbiot aceptan el consenso científico sobre el calentamiento global y no pierden mucho tiempo con la ciencia básica, dejando ese terreno a gente como Gore y escritores científicos populares como Tim Flannery, que escribió «The Weather Makers.»

El primer problema para izquierdistas que tratan de comprender la ciencia climática es que no pueden confiar en Gore y no pueden confiar automáticamente en el consenso científico. El problema siguiente es que las soluciones propuestas mejor conocidas para encarar el problema son defectuosas. El Protocolo de Kyoto, por ejemplo es totalmente inadecuado para estabilizar las emisiones. El comercio y los mercados con emisiones de carbono han sido diseñados para suministrar incentivos para los emisores corporativos. Los biocombustibles, en la forma de aceite de palma y plantaciones de caña de azúcar, ayudan a desplazar a campesinos mediante masacres paramilitares en Colombia, contribuyendo a una peligrosa escasez de alimentos, y en todo caso causan emisiones de CO2 tal como lo hacen los combustibles fósiles. Si la ciencia creíble es mezclada con una dudosa política a favor de las corporaciones, que es lo que Gore ofrece, los izquierdistas pueden sentir que lo sensato es rechazar todo el paquete.

No necesitan hacerlo, sin embargo. El libro de Monbiot, «Heat» es principalmente sobre la política climática, y qué políticas serían necesarias para estabilizar el clima. No propugna los mercados de carbono, que reconoce como suministro de incentivos a los contaminadores corporativos. Lo que defiende, como Baer & Athanasiou lo propugnaron en «Dead Heat,» es una cuota de emisiones per capita, la misma para todos en el mundo. Si sólo una cierta cantidad de emisión total de CO2 es compatible con un clima estable, entonces el derecho a emitir debiera ser el mismo para todos. El libro de Baer & Athanasiou, y su sitio en la Red, ecoequity.org, discuten una política de estabilización basada en una cuota de emisiones per capita. Argumentan que, porque la gente en los países pobres emite mucho menos que lo que es su derecho y la gente en los países ricos emite mucho mas, una política de estabilización verosímil incluiría tanto la reducción de las emisiones en los países ricos como la reducción de la desigualdad global. El libro de Monbiot se concentra en los cambios tecnológicos y políticos factibles para reducir las emisiones de CO2 de los países del primer mundo a la cuota per capita. Al mostrar que los peores emisores pueden lograr la reducción necesaria sin sufrimientos significativos, Monbiot desenmascara la noción de que la estabilización del clima requiere una brutal austeridad o la continuación de la pobreza del tercer mundo.

Monbiot también es claro sobre otro punto: que los impactos del calentamiento global, como los problemas medioambientales en general, no son los mismos para todos. Muchos ecologistas, incluyendo a activistas del clima, creen que porque todos tenemos que vivir en el planeta, podemos todos estar de acuerdo en que los problemas medioambientales deben ser resueltos. Pero los ricos y poderosos siempre han podido aislarse de los efectos de los problemas medioambientales. Se apropian de los territorios y de los recursos que quieren y dejan que otros pasen hambre o mueran. Los pueblos más afectados, en países como Bangladesh y Etiopia, son los que ya están sufriendo tremendamente. El huracán Katrina en USA es otro ejemplo de cómo un desastre «natural» no une a las elites con la gente sino, al contrario, puede ser utilizado para afianzar relaciones aún más regresivas.

Si las elites también controlan los parámetros de la discusión sobre un problema como el calentamiento global, se puede esperar que no propugnen su solución, ya que saben que sus intereses serán protegidos a pesar de todo. Si las elites postulan soluciones, propugnarán soluciones que protejan sus intereses, solucionen o no realmente el problema. La propugnación que ignora o niega el problema es el modelo para partes de la industria del petróleo, políticos y movimientos derechistas, y su maquinaria de relaciones públicas, lo que Monbiot llama «la industria de la negación.» La defensa de «soluciones» que sirven los intereses de la elite es el modelo para los propugnadores de mercados de carbono y de versiones diluidas de Kyoto.

Esto deja dos opciones a los izquierdistas que se oponen a las agendas de las elites. Primero, su sospecha de las fuentes sobre la erudición puede conducirlos a la posición de que el consenso científico es erróneo. Alternativamente, pueden aceptar la ciencia y luego rechazar las propuestas de la elite para encarar el problema y proponer sugerencias de políticas alternativas a la luz de sus propios valores y prioridades, que es lo que creo que ha hecho Monbiot, y Baer/Athanasiou antes que él.

Recientes ensayos por los izquierdistas Alexander Cockburn, Denis Rancourt, y David Noble, al contrario, adoptan la primera posición. Reaccionan ante un reciente cambio en la estrategia de la elite, sobre el problema del calentamiento global. La estrategia inicial de la elite fue una negación total, y tuvo éxito en el retraso de toda acción respecto al cambio climático durante años vitales. El reciente cambio de estrategia por parte de la elite (provocado tal vez por la creciente evidencia en todos los terrenos de que está ocurriendo el calentamiento global) parece ser el intento de apropiarse de, y controlar, la discusión, si no del propio problema, por lo menos de su posible solución. Estos tres activistas (Cockburn, Rancourt, & Noble, o CRN) albergan sospechas razonables respecto a este rápido cambio de estrategia de la elite y su expresión en exageración mediática sobre el cambio climático. Sus reacciones, sin embargo, son equivocadas. Si sus puntos de vista son adoptados por muchos izquierdistas, las elites podrán afirmar que los izquierdistas son contrarios a la ciencia y contrarios a los verdes, cuando lo que la gente más necesita son propuestas verdes sensatas que también estén de acuerdo con los valores de justicia, igualdad y solidaridad.

En un ensayo en Counterpunch, Alexander Cockburn hace una serie de afirmaciones sobre la ciencia climática que indican un rechazo del consenso científico. Por ejemplo, afirma «todavía hay cero evidencias empíricas de que la producción antropogénica de CO2 esté haciendo una contribución mensurable a la actual tendencia al calentamiento del mundo.» Pero el mecanismo por el que el CO2 atmosférico causa el calentamiento («el efecto invernadero») ha sido bien comprendido. También el hecho de que la producción antropogénica de CO2 está aumentando los niveles de CO2 en la atmósfera. Y lo mismo ocurre, también, con la actual tendencia de calentamiento, lo que Cockburn admite. Cockburn trata de romper la cadena de razonamiento (de la causa de calentamiento por el CO2, a los aumentos antropogénicos de CO2 en la atmósfera y su contribución al calentamiento) sugiriendo que las emisiones antropogénicas de CO2 no cambian los niveles atmosféricos de CO2. Lo hace a través de la referencia a algunos datos sobre emisiones de CO2 y concentración de CO2 en la atmósfera de los años veinte y treinta que dicen que cuando las emisiones antropogénicas fueron bajas por la Gran Depresión el CO2 en la atmósfera no cambió. Interpreta esto como queriendo decir que «es imposible afirmar que el aumento en el CO2 atmosférico proviene de la quema humana de combustibles fósiles.» Pero es el propio hecho de que el CO2 sea duradero en la atmósfera (en comparación con el vapor de agua, por ejemplo) lo que hace que las emisiones de CO2 sean un problema tan serio. Incluso si los datos que presenta son exactos (los antecedentes más fiables sobre el CO2 atmosférico comienzan en los años sesenta) no pueden ser considerados como si significaran lo que él dice que significan. Podrían, en su lugar, significar simplemente que hay un lapso entre los cambios en la emisión de CO2 y los cambios en la concentración atmosférica. Una analogía sugerida por un lector del artículo en realclimate.org era: si estás llenando una bañera y cierras el grifo, la bañera no se vacía de inmediato, ni el hecho de que no se vacíe imposibilita que se establezca una conexión entre el grifo y la cantidad de agua en la bañera.

A Cockburn también le respondió Monbiot en términos más generales, quien advirtió contra el descarte de todo un cuerpo de ciencia con una serie de afirmaciones hechas bastante al azar. Algunas de las afirmaciones científicas específicas de Cockburn fueron respondidas por científicos climáticos en realclimate.org. Cockburn estaba utilizando sus afirmaciones científicas como parte de un argumento más amplio de que el mercado en emisiones de CO2 era como el mercado en indulgencias papales en tiempos medievales – un liberación para las conciencias de la gente que producía beneficios para elites (la iglesia en tiempos medievales, las corporaciones en la actualidad) mientras explotaba la culpa de la gente (por pecados entonces, o emisiones ahora) sin cambiar nada fundamentalmente. Este punto válido sobre los mercados del carbono es por lo tanto combinado con un rechazo de la ciencia climática y del calentamiento global como un problema serio, utilizando como evidencia una serie de afirmaciones falsas y desacreditadas. Es una lástima, porque llevará a los lectores a dudar de sus otras perspectivas, y favorece a los negacionistas del clima.

Denis Rancourt, profesor de física y activista en la Universidad de Ottawa, publicó un ensayo similar en su blog hace algunas semanas. Presenta algunas de las afirmaciones científicas corrientes presentadas por portavoces de la industria de la negación. Incluyen nociones de que el vapor de agua y la radiación solar son los verdaderos culpables, no las emisiones de CO2, que el calentamiento no es para tanto, y otros argumentos. Realclimate.org explica cómo el vapor de agua es un gas invernadero, y de importancia, pero que tiene mucho menos duración en la atmósfera que el CO2, y esto lo convierte en una «retroacción,» no es un «forzante» como el CO2. Realclimate.org también explica el «forzante solar»: Hay fluctuaciones en la radiación solar, pero no son suficientes para explicar la tendencia al calentamiento, ni siquiera la presencia de fluctuaciones significativas en la radiación solar haría que el CO2 fuera irrelevante. También explican el lapso entre el CO2 y la temperatura en la evidencia glacial. Otro recurso útil para acompañar el ensayo de Rancourt es esta colección de preguntas y respuestas en «How to talk to a climate skeptic» [Cómo hablar a un escéptico sobre el clima], de Coby Beck.

El ensayo de Rancourt termina con una larga lista de «referencias acreditativas seleccionadas,» pero no hay citas en cuanto a sus afirmaciones individuales, y por lo tanto no hay modo de saber qué referencias ha seleccionado o si realmente acreditan lo que está diciendo. Entre sus propias afirmaciones científicas, que supuestamente debemos aceptar sobre la base de su autoridad como físico, argumenta que no hay que creer a los científicos y que no hay que confiar en el consenso científico porque «los científicos son seres simples» que siguen al rebaño. En esto hay una contradicción, entre Rancourt que hace afirmaciones científicas en su blog, que supuestamente debemos aceptar porque es científico, y sus ataques contra todos los científicos y toda la ciencia como conformistas y conservadores, que se espera aceptemos por su autoridad, tal vez por su conocimiento íntimo de los científicos.

Estoy en desacuerdo con Rancourt en todo el tema de la ciencia. Aunque la ciencia puede ser manipulada y siempre es posible encontrar a unos pocos científicos para proveer la declaración adecuada por el precio adecuado (sea sobre el clima, el tabaco o los medicamentos) creo que hay algunas cosas que pueden ser conocidas sobre el mundo natural, y los científicos han revelado algunas de esas cosas, incluyendo el sistema climático. Cómo es manipulado ese conocimiento o utilizado o ignorado es otro asunto. Pero el atractivo de la ciencia es que, con el debido tiempo y esfuerzo, podemos comprender cosas sobre el mundo. Aunque no existen motivos para basarse enteramente en científicos, hay motivos para otorgar peso a argumentos que son apoyados por los esfuerzos acumulados de miles de personas que han invertido tiempo y cuidado estudiando un tema – más peso, en todo caso, que a argumentos reciclados del negocio de la negación financiado con el petróleo.

Al contrario, los argumentos contra la ciencia de Rancourt sugieren que no hay manera de lograr un entendimiento objetivo del clima o, por extensión, ninguna otra situación. Rancourt limita a los lectores a aceptar sólo su autoridad. El núcleo político o de principio del ensayo de Rancourt es, una vez más, un ataque contra los mercados del CO2. Postula diversas políticas izquierdistas, y argumenta que los izquierdistas deberían defenderlas sin referirse a las emisiones de CO2 o al calentamiento global que, para él, constituyen una peligrosa diversión. Al combinar afirmaciones científicas desacreditadas sobre el calentamiento global, un ataque contra la ciencia en sí, y posiciones izquierdistas sobre numerosos temas, Rancourt asocia posiciones decentes de izquierda con afirmaciones y argumentos falsos y desacreditados.

David Noble, amigo de Rancourt, profesor en la Universidad York y activista se inspiró, según el blog de Rancourt, en Rancourt para escribir sobre «el golpe climático global» para Canadian Dimension. El argumento de Noble es que las políticas de calentamiento global han descarrilado el movimiento por la justicia global y lo han desviado hacia el callejón sin salida de los mercados del CO2. Muestra cómo los think-tanks de la elite y las corporaciones han apoyado «soluciones» al calentamiento global que aumentarán sus beneficios y su poder. Su investigación sobre las conexiones corporativas de diversos grupos, primero de la persuasión denegacionista, y luego de la persuasión de las soluciones de mercado, es útil. Pero pierde la mayor parte de su credibilidad en su introducción, que implica que el calentamiento global es un chiste divertido.

«No respires. Hay una guerra total contra las emisiones de CO2, y estás liberando CO2 con cada aliento. La campaña multimedia contra el calentamiento global que ahora satura nuestros sentidos, que insiste en que el enemigo es un creciente componente de CO2 en los gases invernadero, que no hace prisioneros: estás con nosotros o estás con los «negacionistas.» Nadie puede cuestionar la nueva ortodoxia o atreverse a arriesgar el pecado de la emisión. Su credibilidad es aún más dañada por su conclusión, en la que califica a Monbiot de crédulo víctima del grupo de la elite que crea la exageración sobre el calentamiento global, cuyo mensaje Monbiot «pregona inconscientemente con tanta pasión.» Noble califica al libro de Monbiot de «embarazoso en su enfoque estrecho de miras y su deferencia ingenua ante la autoridad de la ciencia… como si hubiera algo como ciencia que no sea al mismo tiempo política.» A diferencia de Cockburn y Rancourt, Noble no se lanza a afirmaciones científicas dudosas, pero presenta el calentamiento global como si fuera una campaña de distracción de la elite, o simplemente un chiste, y no un problema serio. Podría haber expuesto los argumentos a favor de que las elites tratan de distraer la atención de las soluciones reales al problema (la parte de peso del libro de Monbiot, del que Noble sólo cita la introducción) y hacia la creación de nuevos mercados y nuevos privilegios y poderes para sí mismos, sin descartar tan impertinentemente la preocupación por el clima, presentando esa preocupación como nada más que una agenda de la elite, o sugiriendo que toda la ciencia está politizada. Al hacerlo, asocia una crítica útil de la apropiación por la elite de la política del clima con una mala representación del problema, su urgencia, y el potencial para sus soluciones.

La fuerza del libro de Monbiot es su presentación como un conjunto de políticas que podrían estabilizar el clima de acuerdo con los valores de justicia y equidad. Monbiot es tan duro frente a supuestas artimañas climáticas capitalistas como Cockburn, Rancourt, o Noble (CRN), pero no basa su análisis político en un ataque contra un cuerpo de ciencia (como lo hacen Cockburn y Rancourt), o en un ataque contra la ciencia en sí (como lo hacen Rancourt y Noble). El problema con la mezcla de propuestas políticas sensatas y advertencias con falsas afirmaciones científicas y un tono anticientífico de estos autores es análogo al problema de la mezcla por Gore de ciencia sensata con agendas de la elite. Si la sospecha ante Gore y la propugnación del mercado del CO2 de la elite puede conducir a izquierdistas como CRN hacia una posición que niega que el calentamiento global sea un problema, entonces una confianza en ciencia desacreditada o posiciones contrarias a la ciencia por izquierdistas como CRN pueden llevar a la gente a alejarse de los izquierdistas (y los izquierdistas ciertamente no necesitan de más maneras de alejar a la gente). Lo que se requiere es que los izquierdistas comprendan y expliquen la ciencia del calentamiento global y que piensen en, y postulen propuestas para, solucionar el problema de acuerdo con valores de igualdad y solidaridad. Tanto Monbiot como Baer/Athanasiou han realizado parte de ese trabajo. En su lugar, CRN rechazan la ciencia y descartan las soluciones como Kyoto o los mercados del CO2 no porque sean inadecuados (lo que son) o porque sirvan las agendas de la elite (lo que hacen), sino porque concluyen que no hay un problema que resolver para comenzar. CRN tratan de abrir el debate equivocado. En lugar de un debate sobre la validez de posiciones científicas desacreditadas, lo que se requiere es un debate sobre cómo resistir a las agendas de la elite que han llevado al calentamiento, luego a su negación, y que ahora tratan de apropiarse de los movimientos por el cambio. Espero que al respecto CRN puedan terminar por estar de acuerdo.

Justin Podur es escritor y editor de ZNet. Para contactos escriba a : [email protected].

http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=57&ItemID=12796