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Carta abierta al Presidente de la República Italiana

Fuentes: Tlaxcala

Traducido del italiano para Rebelión por S. Seguí

Señor Presidente

Según leo, usted habría declarado:

«No al antisemitismo, aun cuando se disfrace éste de antisionismo».

«Antisionismo significa la negación de la fuente de inspiración del Estado judío, de las razones de su nacimiento, ayer, y de su seguridad, hoy, más allá de los gobiernos que se alternan en la dirección de Israel.»

Si éste es su pensamiento, y naturalmente espero que no lo sea, permítame decirle que se trata de afirmaciones equivocadas y graves, que supongo suscitarán entre numerosos italianos una reacción tranquila y razonada, pero firme.

Señor Presidente:

Permítame manifestarle mi desacuerdo con la primera frase. Sostiene usted que la oposición al sionismo es un antisemitismo enmascarado. Puede pensarse que haya querido usted decir que algunos antisemitas esconden su antisemitismo real tras un pretendido o falso antisionismo. La formulación que usted realiza es inequívoca: para usted, quien sea antisionista será antisemita sic et simpliciter. Estoy de acuerdo con usted en que el antisionismo es la negación de la fuente inspiradora del Estado judío y de las razones de su nacimiento, pero afirmo decididamente que la negación de las razones del nacimiento del Estado hebreo y su sustitución por un Estado democrático único de judíos y palestinos en toda Palestina sólo podrá traer ventajas a los judíos, los palestinos, los pueblos de Oriente Próximo y el mundo entero. Considero, y no soy el único, teniendo en cuenta que numerosos judíos antisionistas comparten esta opinión, que un Estado sionista destinado únicamente a los judíos es un Estado racista, colonial y expansionista, no muy distinto de lo que era el Estado racista sólo para blancos de África del Sur. La naturaleza sionista de Israel es una amenaza para la paz mundial y para los mismos judíos.

Señor Presidente:

No soy un negacionista del Holocausto y no alimento sentimientos antijudíos. Solamente deseo que los judíos de Palestina no nieguen a los palestinos un derecho que reivindican para sí. Los palestinos, tanto los expatriados como los residentes en Israel o en los territorios ocupados, tienen derecho a vivir en Palestina en paz y armonía, disfrutando de las libertades democráticas que todos los pueblos del mundo merecen. Este principio que nosotros no negamos a los judíos de Palestina, Israel lo niega a los palestinos.

¿Es usted acaso favorable a los Estados étnicos? Me parecía haber comprendido que usted y el partido del que es miembro eran favorables a los estados democráticos en los que todos los ciudadanos se hallan en pie de igualdad, con independencia de la religión, etnia, cultura u otros a la que pertenezcan. Quizás me he equivocado. No comprendo por qué Italia y la Unión Europea se han comprometido en favor de la igualdad de derechos entre blancos y negros en África del Sur y siguen comprometidos hoy día con la igualdad y la convivencia entre serbios y kosovares en Kosovo, entre macedonios y albaneses en Macedonia, entre musulmanes, ortodoxos y cristianos en Bosnia, entre chiítas, sunitas y cristianos del Líbano, y a la vez apoyan el carácter exclusivamente judío de Israel.

¿Es acaso porque Olmert le ha pedido a usted, como hizo con el señor Prodi, que defienda a Israel como estado exclusivamente judío y sionista?

Si es esto lo que usted piensa, permítame preguntarle:

  • si Israel decidiese deportar a los ciudadanos israelíes no judíos, como pide desde hace ya tiempo el ministro racista Avigdor Lieberman, ¿apoyaría usted esta política en nombre de la defensa del carácter judío del estado israelí?

  • ¿ignora acaso que los ciudadanos no judíos de Israel no tienen los mismos derechos que los ciudadanos judíos?, ¿no sabe que está prohibido por ley a un ciudadano israelí no hebreo adquirir tierras de un judío? ¿ignora quizás que existen carreteras que comunican Israel con las colonias en los territorios ocupados, por las cuales no pueden circular no ya a los palestinos de los territorios ocupados, cosa sabida por todos, sino tampoco los ciudadanos árabes de Israel? Me permito recordarle, entre otras cosas, que también se le niega el reagrupamiento conyugal a los ciudadanos árabe de Israel cuando los cónyuges provienen de los territorios ocupados. Espero asimismo que le informen de la propuesta de ley presentada al Knesset que prevé la retirada de la nacionalidad israelí a un ciudadano árabe de Israel si éste no manifiesta su fidelidad al sionismo. Como puede usted darse cuenta, ello corresponde a exigir la aceptación de la injusticia histórica que el sionismo ha cometido con los palestinos por parte de las víctimas mismas de la injusticia.

  • ¿no está usted de acuerdo en que es beneficioso, tanto para los palestinos como para los judíos, ayudar a aquéllos que trabajan por la liberación de Israel de una clase de Estado que discrimina a los ciudadanos no judíos, que implanta colonias sobre territorios alejados de sus fronteras, que impone la guerra a una población ocupada e indefensa, que posee armas nucleares y no se adhiere a los tratados de no-proliferación nuclear y al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), y que ha sido condenado mil veces en el ámbito de la ONU?

  • por último, permítame hacerle una pregunta: si Italia -como sucedió en el pasado- llegase a aplicar una política discriminatoria hacia sus ciudadanos judíos, del mismo modo que Israel discrimina a sus ciudadanos no judíos, y si iniciase de nuevo, desgraciadamente, una política colonial, ¿no volvería usted a iniciar la lucha contra el régimen o el gobierno que así se comportase? Si es así, ¿por qué no se puede combatir un régimen como el sionista que es discriminatorio, racista y colonialista? Nadie propone aquí un nuevo holocausto judío; lo que los antisionistas proponen es un Estado no confesional, no étnico, no racista en Palestina, para los judíos y los palestinos. Nada distinto a aquello que son todos los Estados auténticamente democráticos del mundo.

Señor Presidente:

Se da el caso de que soy un estudioso del sionismo y es basándome en mis estudios de esta ideología política que le transmito estas líneas. Permítame recordarle a continuación algunos hechos.

En primer lugar, la colaboración de los sionistas (de derechas como de izquierdas) con los antisemitas y con el fascismo y el régimen nazi. Fue una colaboración larga y extremadamente perjudicial para los judíos no sionistas (que eran entonces la inmensa mayoría). Aun cuando pueda parecer increíble, la colaboración de los sionistas con fascistas, nazis y antisemitas, históricamente documentada, se fundaba en una lógica de intercambio criminal en perjuicio de los judíos. Los sionistas apoyaron los regímenes fascistas y antisemitas antes y durante la Segunda Guerra Mundial, a cambio de que se les permitiera transportar judíos a Palestina para realizar su proyecto colonial. Los judíos que no aceptaban emigrar a Palestina eran abandonados a su suerte; los antisemitas estaban muy felices de librarse de este modo de los judíos. No es cierto que los antisemitas sean antisionistas, como usted sostiene, sino que es en realidad lo contrario. Espero que no ponga en duda las palabras del escritor israelí Yehoshua, que declaró hace unos años:

«Los gentiles han apoyado siempre el sionismo, esperando que les ayudaría a librarse de los judíos que vivían en sus países. Incluso hoy, de una manera perversa, un verdadero antisemita debe ser sionista.» [1]

El escritor israelí olvida, sin embargo, que también los sionistas, de manera perversa, han apoyado a los antisemitas a fin de que alejasen a los judíos de sus países y los pusiesen en manos de los activistas sionistas, dispuestos a llevarlos a las colonias de Palestina. Un verdadero sionista es un amigo de los antisemitas.

Este aspecto vergonzante de la historia del sionismo se inicia con su propio fundador, Theodor Herzl. En agosto de 1903, Herzl viajó a Rusia para celebrar una serie de encuentros con el conde von Plehve, ministro antisemita del zar Nicolás II, y con Witte, ministro de Finanzas. Los encuentros tuvieron lugar menos de cuatro meses después del horrendo pogromo de Kishinev, del que fue directamente responsable von Plehve. Herzl propuso una alianza, basada en el deseo común de hacer salir de Rusia a la mayor parte de sus judíos y, a más corto plazo, alejar a los judíos rusos del movimiento socialista y comunista. Al comienzo del primer encuentro, celebrado el ocho de agosto, von Plehve manifestó que se consideraba «un ardiente sostenedor del sionismo». Cuando Herzl comenzó a describir el objetivo del sionismo, el conde lo interrumpió afirmando: «Está usted predicando a un converso».

En la siguiente reunión con Witte, el fundador del sionismo pudo escuchar la siguiente afirmación: «Solía decirle al pobre zar Alejandro III que si fuese posible ahogar en el Mar Negro a seis o siete millones de judíos estaría perfectamente satisfecho; sin embargo no es posible, por lo que debemos dejarlos vivir». Y cuando Herzl manifestó que esperaba algún tipo de apoyo del gobierno ruso, Witte respondió: «Mire, nosotros incitamos a los judíos a que emigren, por ejemplo a base de patadas en el trasero.»[2]

El resultado de estas reuniones fue la promesa de von Plehve y del gobierno ruso de «proporcionar apoyo moral y material al sionismo llegado el momento en que alguna de sus acciones concretas contribuyera a disminuir la población judía de Rusia».[3]

«Si nosotros los sionistas -decía Jacob Klatzkin- no admitimos que los demás tengan derecho a ser antisemitas, entonces estamos negándonos a nosotros mismos el derecho de ser nacionalistas. Si nuestro pueblo merece y desea vivir su propia existencia nacional, es natural que se considere un cuerpo extraño obligado a existir en las naciones en cuyo seno vive, un cuerpo extraño que insiste en poseer su propia identidad y que por ello está obligado a reducir la esfera de su propia existencia. Por consiguiente, es justo que ellos (los antisemitas) luchen contra nosotros por su integridad nacional. En lugar de constituir organizaciones destinadas a defender a los judíos de los antisemitas, que desean limitar nuestros derechos, debemos establecer organizaciones que defiendan a los judíos de nuestros amigos que desean defender nuestros derechos.»[4]

Estas palabras, y la consiguiente actitud de los sionistas, han proporcionado sin duda preciosos argumentos a los nazis que sostenían precisamente que los judíos constituían una nación ajena a su propia nación.

«Para los sionistas -afirmaba sin reparos Harry Sacher, un sionista inglés- el enemigo es el liberalismo, que es también el enemigo del nazismo; por consiguiente, el sionismo debería tener mucha simpatía y comprensión por el nazismo, del que el antisemitismo es probablemente un aspecto pasajero.» [5]

No se trata únicamente de ceguera política, se trata de una colaboración criminal con el enemigo de los judíos. Y usted, señor Presidente, ¿desea cerrar los ojos a este aspecto de la historia del sionismo? Le recuerdo también que los nazis respondían muy positivamente a las ofertas de los sionistas, como demuestra este párrafo de su circular: «Los miembros de las organizaciones sionistas, en lo que respecta a sus actividades dirigidas a la emigración a Palestina, no deben ser tratados con el mismo rigor que, en cambio, es necesario en relación con los miembros de las organizaciones judeo-germanas (es decir los asimilacionistas).»[6]

Y Reinhardt Heyndrich, jefe de los servicios secretos de las SS declaraba:

«Ya no podemos estar lejos del momento en que Palestina pueda acoger de nuevo a sus hijos perdidos hace más de mil años. Nuestros mejores deseos y nuestra benevolencia los acompañan.» [7]

La colonización de Palestina estaba bien vista por los nazis: los colonialistas se entienden bien entre sí. Con esto deseo recordarle que los nazis, con la ayuda consciente de los sionistas, han atacado solo a aquellos judíos que deseaban vivir en los países en los que habían nacido, y que no deseaban hacerse responsables de la ocupación de Palestina y la consiguiente e inevitable expulsión de los palestinos. Estas víctimas judías no eran sionistas, eran en todo caso asimilacionistas o antisionistas. Tras el Holocausto, Occidente no ha hecho otra cosa que premiar a los sionistas, entregándoles la tierra de los palestinos y haciendo pagar a quien no tenía ninguna culpa el caro precio del exterminio de los judíos, responsabilidad directa de algunos países europeos y de la indiferencia de otros, así como por el insensato plan sionista. La colaboración entre sionistas y nazis ha sido posible también, más allá del aspecto práctico de su común voluntad de conducir los judíos a Palestina, porque la ideología sionista y la ideología nazi tenían un punto en común, tal y como reconoce el judío sionista Prinz: «Un estado constituido sobre el principio de la pureza de la nación y de la raza (es decir, la Alemania nazi) únicamente puede respetar a aquellos judíos que se vean a sí mismos bajo esa misma luz.» [8]

Ese mismo personaje se daba perfecta cuenta de la paradójica situación que se estaba creando, y admitía:

«Para los sionistas era muy embarazoso operar. Era moralmente enojoso ser considerados hijos predilectos del gobierno nazi, en particular precisamente en el momento en que éste disolvía a los grupos juveniles (judíos) antisionistas, y parecía optar por otras vías, por los sionistas. Los nazis pedían un «comportamiento más coherentemente sionista».» [9]

Y no obstante, dicha colaboración siguió su curso, con el carácter multiforme que reconstruyo en mi ensayo «La naturaleza del sionismo». [10].

Para terminar, deseo recordarle la invitación de Dov Joseph, cabecilla de la Agencia Judía, que a finales de 1944, cuando los judíos morían por centenares de miles en los campos de concentración, hablando a periodistas sionistas en Palestina preocupados por las noticias de las masacres, los puso en guarda contra «la publicación de datos que exageran el número de víctimas judías, toda vez que si anunciamos que millones de judíos están siendo masacrados por los nazis, luego nos preguntarán, con toda razón, dónde están los millones de judíos para los que reivindicamos una patria cuando finalice la guerra.» [11]

Esto podría ser suficiente, pero me permito aconsejarle, señor Presidente, que profundice en este asunto.

La historia del sionismo es una historia criminal, por lo que no es sorprendente que los sionistas y el Estado sionista sigan tratando tan bárbaramente a los palestinos. Pero mi preocupación va más allá de la tristísima situación del pueblo palestino, que todos parecen olvidar.

Sinceramente, señor Presidente: ¿deseamos poner fin a la aventura de Estados Unidos en Irak? Hoy día, personajes importantes de EE UU, como el ex presidente Jimmy Carter, o los estudiosos universitarios Mersheimer y Walt se esfuerzan en abrir los ojos de sus compatriotas a las consecuencias de la ciega política exterior elaborada en Tel Aviv y en los círculos de los neoconservadores sionistas de Washington que los Estados Unidos está llevando a cabo en Oriente Próximo. ¿Cree usted que la causa de la guerra de Irak han sido las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein? ¿O la amenaza que Irak representaba para Occidente? ¿Cree que se ha llevado a cabo para exportar a Irak la democracia? ¿O ha sido quizás debida a los intereses petroleros estadounidenses? Muchos mantienen que ésta última es la hipótesis válida (las restantes han hecho agua). Pero, el petróleo se compra en el mercado. Nos podemos preguntar cuánto podría costarnos hacer una guerra en cada país productor.

Señor Presidente: la guerra se ha desencadenado para eliminar a un posible rival de Israel y para consolidar el dominio sionista en Oriente Próximo. En estos momentos, Tel Aviv invita a Occidente a destruir Irán, y amenaza a todos dando a entender que si no lo hacemos nosotros, será el propio Israel quien lo haga. ¿Cómo? ¿Invadiendo Irán? No, señor Presidente, todos sabemos que Israel recurriría a las armas nucleares.

Los estadounidenses se están dando cuenta, a sus propias expensas, de qué significa haber aceptado la invitación de hacer una guerra absurda en Irak en favor de los intereses de Israel. Somos nosotros quienes no queremos darnos cuenta. ¿Deseamos realmente ser partícipes de una guerra nuclear contra Irán? ¿O de una guerra mundial contra el Islam?

Tome usted ejemplo del ex presidente Carter y denuncie el apartheid de Israel. Si no desea hacerlo usted mismo, permita que otra persona, por el bien de la humanidad, de los judíos y de los palestinos, siga denunciando el sionismo y se bata por un Estado único, democrático, pacífico, en Palestina, para todos sus habitantes sin exclusión.

Señor Presidente:

Usted no se debe de acordar de mí, sin embargo nos conocimos y nos hemos hablado. Fue en una triste ocasión. Hace algunos años, en el aeropuerto de Fiumicino, usted, en representación de su partido, acudió a mostrar su solidaridad con mi hermana, Marisa, que, después de haber participado en una manifestación pacifista en Jerusalén, y sólo porque observaba tras la ventana del hotel a los policías israelís que masacraban a un muchachito palestino en la calle perdió un ojo cuando desde un coche-cuba con la estrella de David dispararon un chorro de agua tan violento que hizo saltar en añicos el vidrio y clavó uno de los pedazos en el ojo de Marisa. En esa ocasión, usted vino a ofrecer sus saludos a mi hermana por el precio pagado por defender los derechos y la dignidad de los palestinos. Hoy, con su declaración inaceptable, acusa a los antisionistas, muchos de los cuales son judíos, que luchan por un Estado democrático en Palestina, metiéndolos en la misma inmundicia que a los antisemitas.

Considero, señor Presidente, que los sionistas han conseguido hacer con usted algo peor que lo que hicieron con mi hermana: a usted han conseguido cegarle no uno sino ambos ojos!

Le saluda cordialmente,

Mauro Manno

Notas:

[1] Jewish Chronicle, 22.1.1982.

[2] Maxime Rodinson: Peuple juif ou problème juif?, París, Petite collection Maspero, 1981, pp. 174-75.

[3] Maxime Rodinson: Ibid. p. 174.

[4] Jacob Klatzkin, (1925), citado en Jacob Agus: The Meaning of Jewish History, in Encyclopedia Judaica, vol II, p. 425.

[5] Harry Sacher, Jewish Review, septiembre 1932, p. 104, Londres.

[6] Circular de la Gestapo de Baviera dirigida al cuerpo de policía bávaro, 23.1.1935, incluida en Kurt Grossman: Zionists and Non-Zionists under Nazi Rule in the 1930’s, Herzl Yearbook, vol VI, p. 340.

[7] Reinhardt Heyndrich (jefe de los servicios secretos de las SS): The Visible Enemy, incluido en Das Schwarze Korps, órgano oficial de las SS, mayo 1935.

[8] Joachim Prinz, (1936), citado en Benyamin Matuvo: The Zionist Wish and the Nazi Deed, Issues, (1966/67), p. 12.

[9] Joachim Prinz: Zionism under the Nazi Government, in Young Zionist, Londres, noviembre 1937, p. 18.

[10] La naturaleza del sionismo, Suplemento al nº 56 (noviembre 2006) de Aginform.

[11] Yoav Gelber: Zionist Policy and the Fate of European Jewry, p. 195.

Mauro Manno es miembro de Tlaxcala, red de traductores por la diversidad lingüística. http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=1962&lg=it