Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Cuando el pasado viernes por la noche estabas en la cena familiar, ¿les dijiste que fuiste tú y ganaste la aprobación de tu padre y tu madre? ¿O te prendiste a tu arroz y comiste tu bistec en silencio? ¿Te preguntaron tus comandantes cómo la bala mortal que disparaste dio directa y precisamente en la cadera de Yusef? ¿Estabas apuntando a las piernas y fallaste? ¿Apuntabas al aire y erraste? ¿Llegaron a la conclusión tus comandantes de que necesitas un curso de actualización en el campo de tiro?
¿Has perdido el sueño por Yusef? ¿O estás convencido de que has seguido una orden cual buen y leal soldado y que Yusef, que nació el 15 de diciembre de 1999 y tenía 14 años y tres meses cuando le disparaste, tuvo la culpa? ¿Te das cuenta de que has cometido un delito o te tomará un par de años hasta que te hundas en la conciencia de su muerte?
Tus oficiales superiores (hasta llegar al comandante) son una causa perdida. Ellos comen su bistec con gusto, incluso cuando sus órdenes se cobran la vida de un niño cuyo único delito fue salir a recoger cardos del suelo donde crecen, akub en árabe, para ayudar a la alimentación de su familia.
Esta es la época del año para salir a recoger los cardos secos, que despojados de sus espinas se utilizan en las recetas tradicionales que pasan de madre a hija y de la abuela a la nieta. Las familias pobres reciben cinco shekels, menos de un dólar y medio, por cada kilo que los niños como Yusef cosechan de los campos.
Estabas allí estacionado en una emboscada el martes por la noche. Tu posición era frente a la aldea de Deir al-Asal al-Fauqa, ocupada en 1967. No estabas muy lejos del moshav designado para los evacuados de la Franja de Gaza.
La posición de tu emboscada estaba en el extremo sureste de la región de Laquis, en el lugar donde había pueblos palestinos que nosotros destruimos: Qubayba, Dawayima, Umm el-Shaqf y otros. Expulsamos a los habitantes en 1948 y sus descendientes viven en campos de refugiados en la zona de Belén. Zahi, de doce años, y Muntaser de 17, al que detuviste, dijo que vestías de negro con el rostro enmascarado. Sólo tus ojos eran visibles.
El destierro de propietarios de tierras
¿Estábais tú y tus amigos estacionados en esa emboscada porque tus comandantes sabían perfectamente que había una gran abertura en la valla de separación que seguramente se había hecho durante varios días? En esa área, la barrera de separación está más o menos en la línea verde. Pero -y es dudoso que tus oficiales al mando se tomaran la molestia de decirte esto- en Deir al Asal se desvía hacia el este, cercenando valiosas tierras de sus propietarios.
Así que esta es la situación: Hay una barrera de separación y una carretera de seguridad que se extiende a lo largo de ella. Al oeste de esta carretera de seguridad se extiende un largo terraplén con alambre de púas. La tierra de Deir al-Asal se encuentra entre el camino de seguridad y el terraplén de alambre de púas.
Era a esta tierra -casi a dos kilómetros de sus hogares- adonde se dirigían los niños. La pobreza y la necesidad de un medio de vida son más fuertes que el peligro. A las 6:30 a.m. abandonaron sus hogares. A las 7 a.m. se oyeron disparos en el pueblo. En la luz del día. Tú estabas a unos 50 o 70 metros de los niños. Y abriste fuego.
Según un funcionario de la oficina del portavoz del ejército israelí, se disparó contra un palestino porque había saboteado la barrera de separación. No estás sólo de juez, fiscal y verdugo, también eres testigo.
Zahi y Muntaser dijeron a Musa Abu Hashhash del grupo de derechos humanos B’Tselem que habían pasado por la abertura en la valla y no vieron a ningún soldado. Cruzaron el camino de seguridad y oyeron disparos. No oyeron a nadie gritar «alto». Por supuesto, todos ustedes declararon que actuaron de acuerdo con el procedimiento de la detención de un sospechoso (primero gritaste y luego abriste fuego). O el funcionario de la oficina del portavoz del ejército israelí dijo así, como de costumbre.
Abriste fuego. Yusef empezó a correr mientras sus amigos caían al suelo. Continuaste disparando y Yusef -según sus amigos pensaron- también cayó al suelo. No sabían que había caído debido a que había sido alcanzado por las balas. Cuando le acercaron, Yusef susurró a Muntaser «arrástrenme», y se quedó en silencio.
Esposado y con vendas en los ojos
Y entonces seis de ustedes aparecieron. Dos agarraron al niño y al adolescente. Tú lo niegas, por supuesto, pero ellos dicen que los golpeaste, les ataste las manos a la espalda y los dejaste en el suelo. También dijeron que tres de ustedes -y definitivamente no negaste esto- dieron a Yusef los primeros auxilios.
Después les vendaron los ojos con los apósitos de campo. Te fuiste y otros soldados vinieron. Le quitaron las esposas y las vendas de los ojos y comenzaron a hacer preguntas en hebreo. Mientras tanto llegó una ambulancia militar y se llevó a Yusef.
Llevaron a los niños a un puesto militar en un asentamiento cercano. Allí, también, los chicos dijeron que los soldados los golpearon. Hasta ese momento nadie había hablado con ellos en árabe.
Dos mujeres soldados llegaron con un teléfono y transmitieron los hechos. Alguien les interrogó en árabe, tradujeron y las mujeres soldado tomaron nota. A partir de ahí llevaron a los chicos a la estación de policía de Kyriat Arba, les interrogaron brevemente y les liberaron, doce horas después de que salieran a recoger cardos caídos en la tierra.
Hay algo podrido en las órdenes que ustedes -las tropas estacionadas en una emboscada en Cisjordania- reciben y obedecen. Un veredicto poco común que encontró al sargento M.M. del Comando del Frente doméstico culpable de haber matado a Uday Darawish, un trabajador que cruzó la barrera de separación para buscar trabajo en Israel, cita las órdenes que se deben seguir de abrir fuego en la barrera de separación.
Por un lado estas órdenes establecen que «desde el momento en que se considera a un infiltrado sospechoso de haber cometido un crimen peligroso está permitido utilizar el procedimiento para detenerlo mientras el sospechoso se encuentre cerca del área de la barrera de separación».
Pero también dicen: «No se debe abrir fuego, ni tampoco se debe utilizar el procedimiento para la detención de un sospechoso, ya sea de día o de noche, contra nadie que resulte una persona inocente que no representa ningún peligro para nuestras tropas».
Gracias a estas órdenes contradictorias, tú puedes afirmar que sentiste que vuestras vidas estaban en peligro y el pueblo de Israel les alentará, ya que ustedes son el pueblo de Israel.
Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.581532
rCR