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Cien años de soledad judía

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández, con la colaboración de Firás Fansa Fernández

«El judío emancipado es inseguro en las relaciones con sus compañeros, tímido con los extraños, receloso incluso de los sentimientos secretos de sus amigos. Sus mejores facultades se agotaron en el intento de suprimir o, al menos, en el difícil intento de ocultar su auténtico carácter.»

(Max Nordau, discurso pronunciado en el Primer Congreso Sionista, 29 de agosto de 1897)

El Sionismo no es un movimiento reciente. Hace casi ciento diez años que se celebró el primer Congreso Sionista y han transcurrido casi noventa años desde que se publicó la Declaración Balfour (1917). Han pasado exactamente seis décadas desde la formación del estado judío y desde la limpieza étnica masiva llevada a cabo contra la inmensa mayoría de la población indígena palestina. No sólo sucede que el Sionismo ya no es joven sino que además está lejos de ser un movimiento ideológico unificado. De hecho, es casi imposible determinar estos elementos tan básicos: ¿hacia dónde camina el Sionismo?, ¿dónde están localizados los cuarteles del Sionismo; ¿en la oficina de Olmert en Jerusalén o más bien en Wall Street NYC? ¿Hay una continuidad ideológica lineal entre la visión israelí de sus intereses en Oriente Medio y el arquitecto que está detrás del proyecto del Nuevo Siglo Americano? ¿Hay una continuidad entre el crimen perpetrado contra el pueblo palestino en Gaza, en nombre de la guerra contra el terror, y el crimen perpetrado contra el pueblo iraquí, en nombre de la ‘liberación’?

En un anterior escrito mío (La «tercera categoría» y el movimiento de solidaridad con Palestina, identidad judía, Sionismo y Palestina), sugería que se puede comprender la cuestión del Sionismo como una especie de red operativa en la cual cada uno de sus elementos contribuye al mantenimiento de todo el sistema. Dentro de la red sionista, no es necesario un sistema lúcido de hegemonía. En una red de esa clase, cada elemento cumple con su papel. Y, en efecto, ahí está el éxito del Sionismo para demostrar que, mira por donde, el todo es mucho más grande que las partes.

Gilaz Atzmon
Gilad Atzmon visto por Ben Heine

A través de los años, el Sionismo se ha convertido en un sistema muy eficiente que sirve a lo que podría definirse como intereses judíos fundamentales. Dentro de la estructura sionista: los israelíes colonizan Palestina y la Diáspora judía está ahí para movilizar a grupos de presión a fin de conseguir apoyos internacionales. Los neocon transforman el ejército USamericano en una misión de fuerza israelí que combate los últimos reductos de la resistencia árabe. Y quién lo diría, los anti-sionistas descendientes de judíos (y esto podría incluir incluso a los orgullosos de odiarse a sí mismos, como yo) están ahí para representar una imagen de pluralidad ideológica así como de preocupación ética dentro del mundo judío. Además, dentro de la imagen de esa misma red, incluso los denominados ‘enemigos del pueblo judío’ tienen un rol claro. Ahmadineyad es el ‘Hitler’ actual y el resto de los ‘islamofascistas’ están ahí para completar el ‘judeocidio nazi’. Es decir, la visión sionista existe para ofrecer una comprensión bastante definitiva de la cuestión de la identidad judía contemporánea así como de los asuntos judíos.

 

Aunque en mi escrito sobre la tercera categoría sugerí una comprensión sociológica de la praxis sionista, quedó abierta una pregunta. ¿Qué es el Sionismo?

Aunque tradicionalmente tendemos a asociar el Sionismo con una aspiración nacional específica judía y con un llamamiento al retorno a Sión (Palestina), no es necesariamente la única interpretación histórica o filosófica viable del empeño sionista. Sugeriría aquí que tiene mucho más sentido considerar el Sionismo como un proyecto de preservación tribal judía. Es decir, que el Sionismo podría ser fácilmente interpretado como un movimiento global judío que tiene como objetivo esencial impedir la asimilación. Por consiguiente, el Sionismo debe considerarse como una amalgama de distintas filosofías especializadas en diferentes formas de disociación. Una interpretación así ampliará nuestro ámbito de crítica y puede arrojar algo de luz nueva sobre el significativo poder del Sionismo global, del apoyo general del mundo judío al estado israelí. Podemos también comprender por vez primera el papel de las esporádicas voces judías que casualmente se oponen al Sionismo. Un cambio terminológico tal de la noción de Sionismo enfatizará una continuidad ideológica entre la asunción de la asimilación de Herzl y el ‘desenganche unilateral’ del difunto Sharon. Podemos obtener una comprensión más profunda de la ideología que motiva la tercera red de categorías. Una vez que comprendamos qué es el Sionismo, podemos también entender por vez primera quién se opone de verdad a él.

 

Lo Tribal, lo Universal y el Socialista Judío

Los judíos, como cualquier persona, están más que autorizados para abandonar a Dios, dejar su fe y divorciarse de la religión. En efecto, abandonar a Dios no es ni un argumento filosófico ni un razonamiento ético. Abandonar la religión no significa necesariamente que uno se convierta en humanista y la secularización no implica universalismo. No, sólo es matar el concepto de Dios, no es una filosofía, no es siquiera un argumento. Es mera práctica. En realidad, el universalismo supone sobre todo reemplazar a Dios por un argumento moral antropocéntrico.

Históricamente, fue Spinoza quien lanzó el ataque modernista contra la ortodoxia bíblica judía. El objetivo de Spinoza era sustituir al Dios de Abraham con la razón. Aunque intelectuales judíos anteriores a la Segunda Guerra Mundial, como Franz Rosenzweig, Herman Cohen, Leo Strauss, Gershon Scholem y unos cuantos más estuvieron intentando profundizar en el abismo de Spinoza aplicando una argumentación filosófica, tras la guerra, se abandonó la confrontación filosófica judía con la modernidad y se reemplazó en la práctica por una forma superficial de política de identidad y praxis sionista.

Recientemente, la London Jewish Chronicle publicó un texto realmente interesante. Era una breve pincelada del mantra político y filosófico de un socialista judío y de una pareja anti-sionista que ha rechazado la religión. A pesar del hecho de estar orgullosos de haber abandonado a Dios, todavía mantienen un Seder (1), han circuncidado a sus hijos gemelos y les han dado una ‘fe libre’ Bar Mitzvah (2). Hasta cierto punto, supone un diálogo entre la voz de la ‘comunidad judía’ (la CJ) y la denominada ‘voz disidente judía’. Esta es la historia de la periodista Julia Bard (56 años) y del profesor David Rosenberg (de 48), ambos miembros fundadores de Socialistas Judíos Británicos. Es una pincelada vibrante dentro del extraño e inconsistente mundo de la izquierda tribal judía. Sin embargo, puedo también admitir que fue Bard quien me abrió los ojos y me condujo hacia un cambio terminológico que presenta con una nueva luz al Sionismo.

Según la CJ: «Julia Bard y David Rosenberg son judíos comprometidos. Se sienten apasionados por la historia judía, dentro de su vida social hay fuertes elementos judíos y sus niños han heredado el amor por el hebreo y la cultura Yiddish (3)… David y Julia no pertenecen a ninguna sinagoga, no creen en Dios y se sienten antagónicos respecto al Sionismo. Sienten profundamente que esos factores no les excluirían de una total aceptación como parte de la comunidad judía dominante.»

Como muchos judíos asimilados modernos, David y Julia insisten en reducir la judeidad a una forma de orientación tribal salpimentada con algunos aspectos culturales. Aman el Yiddish y aman la historia judía. Como muchos judíos modernos asimilados, posiblemente consideran la Biblia más como un texto histórico esotérico que como una guía espiritual. Sin duda alguna, eso no es crimen.

Lo que resulta sorprendente es que si bien a David y Julia no les gusta mucho ese Dios, a pesar del hecho de que tampoco están impresionados por el judaísmo, todavía siguen deseando con afán formar parte de la comunidad judía. Me pregunto por qué. ¿Qué es lo que necesitan de la comunidad judía? ¿Por qué no ‘siguen adelante’ con la agenda socialista y se unen a la familia humana como gente normal y corriente? ¿Cuál es el origen de su afinidad con el tribalismo? A lo largo y ancho del mundo, mucha gente no cree en Dios, muchos millones de occidentales abandonaron su fe, y por eso no insisten en llamarse católicos, hindúes, protestantes, judíos o musulmanes. Parten hacia una nueva vida en una sociedad multicultural donde hay también una multiplicidad de fe.

Julia cree en el multiculturalismo, de ahí que responda:

«Quiero seguir siendo judía… Quiero demostrar que hay una forma de ser judío que no implica rezar a un Dios en el que no crees.»

En apariencia, Julia, como muchos otros judíos emancipados, está buscando una identidad auténtica. Está buscando su voz laica individual a la vez que mantiene sus lazos con su herencia judía. Repito, eso no es ningún crimen, me pregunto sin embargo por qué no puede considerarse tan sólo judía o incluso judía laica sin apelar a la ‘aceptación’ de la ‘comunidad judía’? Por ejemplo, yo me considero un ‘palestino que habla hebreo’ y no busco que nadie me apruebe por eso. También me considero ‘orgulloso de odiarme a mí mismo como judío’ y, de nuevo, no necesito que nadie me dé su aprobación. Julia, por otra parte, necesita que la aprueben. Julia espera que la comunidad judía la acepte a pesar del hecho de que claramente rechaza a Dios y la fe del judaísmo. Me pregunto si también esperaría que la comunidad marxista la aceptase en caso que abandonara a Marx.

Julia sugiere una respuesta, dice: «Entiendo mi identidad judía como una identidad étnica…»

Parece que empezamos a llegar a alguna parte. En el discurso ha aparecido ‘identidad’, la palabra mágica. En efecto, uno puede preguntarse qué quiere decir Julia cuando se refiere a ‘identidad étnica’? ¿Es ‘de nuevo’ la famosa sopa de pollo o es el Gefilte Fish (4) esta vez? Sin duda, nadie va a detener a Julia, a David o a algún otro por comer sopa de pollo kosher (5) con lokshen (6) en Blooms. ¿Es la ‘identidad étnica judía’ una forma de pertenecer a la historia y herencia judías? De nuevo, estoy muy seguro que nadie va a detener a Julia y a David por animarse a sí mismos mientras leen capítulos de la historia judía, de esa cadena sin fin de catástrofes. En realidad, nadie va a detener a Julia y a David por celebrar ninguna de sus manifestaciones. Sin embargo, Julia y David quieren algo más que una mera celebración, quieren claramente reconocimiento.

Y, de nuevo, me siento un tanto desconcertado. Reconocimiento es algo que puedes intentar conseguir, pero no es algo que puedas exigir. Entre mis pecados está el de tocar jazz con saxofón. En efecto, quiero ser ampliamente reconocido como un buen saxofonista, pero nunca me pondría a insistir en una revista de jazz tratando que la comunidad del jazz me aceptara o reconociera mis aportaciones. Mi ‘aceptación’ como artista de jazz está sujeta obviamente a mis logros y contribuciones a esa forma de arte. Julia insiste en ser reconocida como judía sin sugerir o especificar cuál es su contribución exacta al discurso judío.

Al parecer, es la identidad más que un profundo razonamiento lo que le preocupa a la comunidad judía. Sin embargo, es obvio que Bard tiende a creer que la identidad de uno se refleja en la autenticidad de uno. En realidad, Bard se equivoca totalmente. Es otro el camino. La identidad y la política de identidad le distancian a uno de la propia realidad, por no decir autenticidad. Como exploré en un trabajo anterior, eso que se llama Identidad multicultural no es en realidad sino Identificación. Buscar la Identidad no es una búsqueda genuina de la idea de lo auténtico de uno mismo. El objetivo de la política de Identidad es establecer medidas de Identificación, establecer categorías de pertenencia, exigir reconocimiento y eso se opone a cualquier forma de autenticidad o realidad propia. Prefiere reunirse y agruparse antes que meditar sobre el yo. En realidad, la persona que posee una idea genuina de su yo auténtico no ansía la aceptación de comunidad alguna, ya sea judía o cualquiera otra. La persona con un yo verdadero es reconocida por lo que es más que aceptada por lo que proclama ser.

Es bastante evidente que Bard está interesada en ampliar la noción de comunidad judía para que poder encajar fácilmente en ella. En efecto, leyendo los textos de Bard está claro, más allá de cualquier duda, que se considera a sí misma como parte de la ‘comunidad judía’. Aunque su complejo identidad/identificación es bastante dialéctico, Julia se ve a sí misma como parte integral de la identidad colectiva tribal judía en Londres. Es decir, se identifica con la lucha por el reconocimiento dentro de la comunidad judía.

Al considerarse a sí misma una judía progresista, Bard cree que «el futuro judío descansa sobre la comunidad de forma inclusiva más que exclusiva» [i] . Al formar parte de un colectivo étnico, Julia está realmente preocupada por temas que tienen más que ver con la asimilación y la preservación del pueblo judío. Pero, al contrario de los institutos rabínicos, acoge favorablemente un híbrido de colectivo judío en vez de una uniformidad racial rígida. «Esas gentes que se están quejando de la comunidad judía se limitan a una base construida sobre una suposición falsa: que el judaísmo permanece inalterable y que no puedes ser judío sin ser religioso [ii] .»

 

Sin embargo, aquí hay una preocupación mucho más grande de Bard. Al parecer, una judía liberada se siente molesta ante el hecho de que la comunidad judía se «reduce». Uno puede preguntarse por qué un ser liberado y una ‘socialista’ se preocupa de cuestiones que tienen que ver con la asimilación y la desintegración de una comunidad tribal regresiva. Al parecer, si lo enlazamos con la noción de Socialismo judío, podríamos obtener la respuesta. El Socialismo judío, como el Judaísmo, es una forma esotérica única de conocimiento que se refiere ante todo a la comunidad judía y a la judeidad en general. Esto es lo que encontré en la página ‘Quién Somos’ de Internet del Grupo Socialista Judío: «Nosotros (Grupos Socialistas Judíos) nos unimos en cuestiones que reconocemos como esenciales para el futuro de la comunidad judía». Al parecer, Julia Bard y sus camaradas judíos son parte de la comunidad judía y las cuestiones que más les preocupan son aquéllas que tienen que ver con el tribalismo judío.

En este estadio, asumo que el marxista corriente puede preguntarse cómo es que Julia Bard, David Rosenberg y sus camaradas repiten tanto la misma línea de pensamiento expresada por la ultra-sionista Golda Meir en los setenta: «Para mí», decía Golda, «ser judío significa y ha significado siempre que me siento orgullosa de ser parte de un pueblo que ha mantenido su identidad distintiva durante más de 2.000 años, con todo el dolor y el tormento que eso le ha supuesto». (Golda Meir, My Life). Como Bard, Golda Meir está preocupada de la política identitaria. Como Bard, Meir es miembro de un club. Como Bard, Meir está muy preocupada por la asimilación, que considera como la mayor de las amenazas para el futuro judío.

 

Mi propia respuesta es bastante sencilla. Julia Bard y Golda Meir son las dos caras de la moneda sionista. Aunque es verdad que existe una diferencia bastante clara. Mientras que Meir era un auténtico halcón, hablaba de forma tribal y pensaba de forma tribal, Bard y sus amigos se expresan de forma universal, pero piensan claramente de forma tribal.

El Sionismo, un Revisionismo Filosófico

Hace pocas semanas, Michael Rosen, una celebridad en el círculo socialista judío británico, así como un poeta muy reconocido que actúa en la blogosfera judía bajo el nombre de Isakofsky, expresó algunas preocupaciones muy claras con respecto a la asimilación. Aquí están las palabras de Rosen/Isakofsky:

«… Si dices que aceptas la asimilación, estás diciendo que, en efecto, das la bienvenida a la desaparición de lo judío. He pensado que no es una postura que convenga adoptar. Y si la asimilación es el único camino para sobrevivir al racismo/genocidio, etc…, entonces es que hay algo que, existencialmente, también está equivocado, que se congratula de lo silencioso y lo invisible. Hay también un problema con la noción de asimilación en sí misma. Se asume que es deseable también aproximarse a la cultura dominante. Desde luego, es lo que muchos judíos han hecho…»

Del mismo modo que Julia Bard, David Rosenberg y Golda Meir, Rosen está bastante preocupado con la ‘desaparición de la Judeidad’. Al parecer, Rosen es mucho más radical que Bard. En la onda de Meir, rechaza cualquier razonamiento ideológico que pueda justificar la asimilación. A estas alturas, puedo sugerir que ni Bard, Rosenberg, Rosen o Meir son innovadores en este aspecto. En realidad, todos ellos exploran el instinto esencial sionista original. El Sionismo se formó como práctica política que perseguía enfrentar la asimilación y la desintegración de la identidad judía. Ya en 1897, Max Nordau y Herzl plantearon preocupaciones similares a las expresadas por Meir, Rosen y Bard.

Si damos el paso necesario y volvemos a definir el Sionismo como una forma moderna de activismo judío que persigue detener la asimilación, podemos entonces volver a valorar toda la actividad política tribal judía como un debate interno dentro de un movimiento político sionista diverso. Deberíamos considerar, pues, la colonización de Palestina tan sólo como el único rostro del Sionismo. En realidad, el socialismo judío encaja muy bien en el proyecto sionista. Al ser una parte integral de la red sionista, se preocupa del futuro de la tribu laica judía, está ahí para recoger las almas perdidas de los izquierdistas judíos y devolverlas a Blooms.

El cambio necesario para presentar el Sionismo con una nueva terminología nos invita a considerarlo como un activismo político tribal judío global. El Lobby israelí, los Dershowitzes del mundo, los Lugares de Harry de Internet, los David Hirshes de los Goldsmith Colleges, están ahí para extender globalmente la voz de Israel, para extender el esfuerzo colonial. Los socialistas de la tercera categoría, por otra parte, están ahí para impedir que los judíos orgullosos de odiarse a sí mismos se delaten. Los Socialistas judíos están ahí para impedirte que leas las palabras que estás leyendo en estos momentos.

Al parecer, los Socialistas judíos protestan contra el Estado judío. Denuncian claramente la ocupación israelí y la limpieza étnica del pueblo palestino. Dios les bendiga por ello. Pero, al igual que el Estado judío, ellos mismos se comprometen con la actividad tribal judía que persigue detener la asimilación y reforzar el pensamiento colectivo monolítico. Además, Bard, Rosenberg y demás camaradas pueden creer también en ‘Una Palestina’. Dios les bendiga por ello también. Sin embargo, quieren que esta ‘Palestina’ sea ‘laica y democrática’. No es que yo esté contra la democracia o la laicidad. Al parecer, los palestinos de los territorios ocupados pueden haber tenido algo más en mente: votaron a Hamas, que no es exactamente el movimiento más laico que tienen (aunque fue democráticamente elegido). Como parece, los Socialistas judíos británicos no ven la necesidad de proporcionar una explicación ideológica. Es decir, que no toman el voto palestino muy en serio; si se enfrentaran con los hechos insistirían en que los palestinos no votaron realmente a Hamas y que sólo estaban ‘protestando’ contra la OLP.

En esta etapa es esencial plantear el tema de la intencionalidad. ¿Son Bard, Rosen y demás camaradas, completamente conscientes de su rol sionista? ¿Son realmente conscientes de actuar en nombre de una red tribal abstracta, a saber, el Sionismo? Para ser honesto, no lo creo. De verdad no creo que sean conscientes del gran proyecto tribal al que sirven de forma tan entusiasta. Al mismo tiempo, la mayoría de los israelíes, incluidos los soldados de las fuerzas armadas israelíes en los bloqueos de carreteras en los territorios ocupados, e incluso los pilotos que lanzan bombas sobre las barriadas densamente pobladas en Gaza, no son totalmente conscientes del alcance inmenso del proyecto sionista al que sirven. Es exactamente por esto por lo que el Sionismo, un proyecto exitoso, un monstruo global sin cabeza pero con un cuerpo enorme, es una agenda política triunfante. Establece el marco moderno definitivo del tribalismo judío al incorporar todos los elementos de un poder magnético. Además, transforma su oposición en una fuerza productiva. En efecto, no resulta fácil combatir el Sionismo.

El Caso de Israel

La madre de Michael Rosen le dijo que no se quejara ni eructara en la mesa, que no sorbiera la sopa. Su padre le dijo que estaba loco. Su madre le dijo que no meara fuera del water. Su hermano dijo: «¡No me des en el trasero con el trapo!» Michael superó todo esto con una sonrisa en el rostro.»

(Extracto de un anuncio publicitando la aparición de Michael Rosen en la Semana del Libro Judío 2007)

Ariel Sharon, un hombre más o menos salido de la nada que pasó la mayor parte de su vida matando a los enemigos de Israel, un hombre que hizo del comercio de la guerra una forma de arte, un hombre que no perdería una ocasión para castigar a los vecinos de Israel, cambió sus puntos de vista. En sus últimos días, Sharon se convirtió en un ‘amante de la paz’, una paloma sionista, por decirlo de alguna forma. El maestro hebraico de la política sangrienta presentó de repente una iniciativa de paz conocida como ‘desenganche unilateral’.

En el pasado, he explorado el hecho de que el shalom (7) israelí no significa necesariamente paz. Shalom en su actual connotación hebraica se refiere sencillamente a las condiciones exactas necesarias para garantizar la seguridad del pueblo judío dentro y fuera de Israel. Sharon, el viejo y cansado soldado beligerante se dio cuenta de que la mejor estrategia para asegurar el futuro del Estado Sólo para Judíos era retirar el relativamente escaso número de colonos judíos de la zona poblada fundamentalmente por palestinos, y abogar por una versión moderada del expansionismo nacional judío.

Como cabía esperar, la iniciativa de Sharon fue totalmente rechazada por los halcones de su derechista Partido Likud. Sharon no perdió el tiempo, abandonó el que fuera su hogar político durante más de tres décadas y formó Kadima, un nuevo partido político que firmó una evacuación unilateral inmediata en parte de los territorios ocupados. Los israelíes reaccionaron inmediatamente; en las horas siguientes a la inauguración de Kadima, todas las encuestas en Israel coincidían en que el viejo había hecho un hábil movimiento político. La inmensa mayoría de los israelíes saludó al viejo General y se alineó tras él. Hablando literalmente, sus rivales desaparecieron del mapa.

La democracia liberal cumple sus promesas una vez que la voluntad del votante se refleja en los asuntos políticos del estado. En Israel sucedió. El difunto Sharon se las arregló para puntear la cuerda exacta. Proporcionó a los israelíes las cosas que necesitaban, se las arregló para invocar el anhelo nostálgico judío del Ghetto. Prometió erigir una barrera monumental que dejaría a los Goyim (8) -palestinos- fuera.

Aparentemente fue Sharon quien comprendió el punto de vista genuinamente sionista de Max Nordau mejor que cualquier dirigente hebraico contemporáneo. Muy diferente del caso de Peres, que propagó imágenes de un ‘Nuevo Oriente Medio’ en el que se suponía que los israelíes se entremezclaban con sus vecinos árabes en nombre del capitalismo occidental. A diferencia de Netanyahu, quien todavía cree en el Gran Israel y en la filosofía de enfrentamiento del Muro de Hierro. A diferencia de Bennie Alon, el colono mesiánico que cree que los judíos deberían festejar sus derechos bíblicos por toda la tierra de Palestina y más allá. Sharon, como Max Nordau, comprendió que el Sionismo supone sobre todo reavivar la soledad judía, que el Sionismo es sobre todo la reinvención de un shtetl (9) metafísico. El Sionismo debería comprenderse como la nueva lectura de la narrativa del Ghetto en términos positivos y glamorosos. El Ghetto, dice Nordau, «no era para el judío del pasado una prisión, sino un refugio… En el Ghetto, el judío tenía su propio mundo; era para él el refugio seguro que tenía el valor moral y espiritual de un hogar paterno.»

Sharon no podía estar más de acuerdo. Sobre todo, consiguió imaginar en qué consistía el ‘ansia judía’. Es el anhelo de la condición paternal tribal del hogar judío. Consiguió interiorizar el mensaje de Nordau: el Sionismo es sobre todo la abolición del ‘otro’, la re-creación de la condición mediante la cual los judíos pueden celebrar sus especificidades, donde pueden amarse a ellos mismos por lo que son. O al menos por lo que piensan que son.

Sharon apeló a la promesa de una barrera entre los judíos (israelíes) y los Goyim (mar de árabes) y, al hacerlo así, logró expresar la voluntad israelí más profunda. Sin embargo, abrió un abismo dialéctico serio. Por mucho que el Sionismo prometa reemplazar la mezcla/asimilación con un nuevo marco de alejamiento y aislamiento, es también una promesa de crear un judío humanista iluminado que sea completamente diferente de su hermano de la Diáspora. Por más que el judío sionista quiera protegerse con muros y disuadir a sus vecinos con un inmenso arsenal nuclear, también quiere ser un ‘ciudadano del mundo’. Para ser su igual, para ser un hombre como otro cualquiera, para ser una nación como cualquier otra nación. El israelí quiere volar barato con Ryanair, quiere comer hummus en Ammán y aterrizar en Londres lo suficientemente temprano en el Boxing Day (10) para no perderse las ventas de Navidad en Oxford Street. En resumen, el israelí quiere lo imposible. ¡Algo que no es malo para una joven identidad nacional!

Como movimiento, el Sionismo es una lucha dialéctica entre la praxis tribal que conlleva una estrechez de miras y la promesa Universal de transparencia. El Sionismo es un debate actual entre Jerusalén y Atenas. Intenta prometer ambas pero se ve condenado al fracaso porque Tribalismo y Universalismo con categorías opuestas. De igual manera, aquellos judíos que se sometieron a la esquizofrénica ideología del Sionismo se encuentran yendo y viniendo entre dos promesas conflictivas. En tanto en cuanto insistan en amarse a ellos mismos por lo que piensan que son, se odiarán a ellos mismos por lo que realmente son. Esto puede considerarse por algunos como la tragedia máxima; la plenitud del limbo metafísico. Sin embargo, puede haber también una poderosa posición en la que situarse: la aparición de una totalidad innovadora de creación y recreación.

Como a veces sucede, Sharon no llegó a las urnas. Se convirtió en un vegetal nada más haber lanzado su nuevo partido. Ehud Olmert tomó su lugar. Unas pocas semanas después, Olmert ganó las elecciones, aunque no con los porcentajes que Sharon habría logrado. Formó un gobierno de unidad nacional centrista con el Partido Laborista. Estableció la necesaria atmósfera política para llevar a cabo la agenda unilateral de Sharon. Pero entonces sucedió lo inevitable. Tan pronto como aconteció un incidente relativamente menor en el norte de la frontera israelí, Olmert, con el apoyo de su ‘gobierno de unidad centrista’ buscador de shalom, lanzó al ejército israelí para que arrasara toda la infraestructura del Líbano. En esta fase, es fundamental mencionar que la agresión de Olmert contra el Líbano es de hecho la continuación natural de la iniciativa Shalom unilateral de Sharon. En efecto, la nueva noción emergente de Ghetto judío es algo más que una fortaleza hostil y tiene suficiente potencia nuclear para reducir nuestro planeta a cenizas.

Una vez que empezaron las hostilidades, los israelíes, el pueblo que hace sólo unos cuantos meses antes bendecía a Sharon por su iniciativa de ‘paz’, sucumbía ahora ante el espíritu heroico habitual de las llamas y la muerte. Tan pronto como empezó la guerra, los israelíes se manifestaron en masa en apoyo de su Gobierno y esto, desde luego, incluyó a la ‘izquierda intelectual judía’.

Ury Avnery, de Gush Shalom, escribió:( http://www.counterpunch.org/avnery09082006.html )

 

«… una alineación impresionante de escritores la apoyaba (la Guerra). Amos Oz, A.B. Yehoshua y David Grossman, que habitualmente aparecen como trío político, se unieron de nuevo para apoyar al gobierno y utilizaron todos sus considerables talentos verbales para justificar la guerra. Y no se quedaron satisfechos con eso: unos días después del comienzo de la guerra, los tres publicaron un comunicado conjunto en los periódicos expresando su respaldo entusiasta a la operación.»

Como todos sabemos, la campaña israelí en el Líbano estuvo muy lejos de suponer un éxito, en realidad fue un total desastre. El ejército israelí fracasó a la hora de conseguir la victoria. Por todo el norte de Israel estuvo cayendo una lluvia de cohetes de Hizbollah. Las ciudades israelíes al norte de Hadera se convirtieron en ciudades-fantasma. No pasó mucho tiempo antes de que Oz, Yehoshua y Grossman cambiaran de opinión.

«… unos días antes del final de la guerra», bromea Avnery, «ellos (los iconos de la literatura hebraica) publicaron un segundo comunicado tripartito, esta vez pidiendo que terminara. Al mismo tiempo, Meretz y Peace Now también cambiaron de rumbo. Pero ninguno de ellos se disculpó o mostró remordimientos por su anterior apoyo a la muerte y devastación. Su nueva posición fue: la guerra fue, en efecto, algo muy conveniente, pero ya era hora de ponerle fin.»

No sólo la izquierda israelí había cambiado de opinión, todo el pueblo israelí se volvió en contra de sus dirigentes. La popularidad de Olmert descendió bruscamente. La carrera política de Peretz se convirtió en materia sólo para historiadores. Los medios se mofaron de los generales de las fuerzas armadas israelíes. El continuo cambio de ánimo israelí es, de nuevo, el resultado de la neurosis colectiva sionista. Los sionistas se aman a sí mismos por lo que piensan que son, sin embargo, sucede que se odian por lo que precisamente son.

Lo que los sionistas piensan sobre ellos mismos no es muy interesante. Mucho más interesante es el abismo entre ‘quienes creen que son’ y ‘lo que precisamente son’. Es una dualidad entre la ‘propia imagen’ y la ‘imagen pública’, la sima entre la consciencia (lo que uno piensa que es) y la inconsciencia (lo que uno realmente es). Yo desviaría aquí la atención hacia Jacques Lacan, el revolucionario psicoanalista francés.

La inconsciencia, dice Lacan, es el ‘discurso del otro’. El discurso del otro es precisamente el temor del macho ante la impotencia. Más que la ansiedad de ser pillado con una disfunción, lo que de verdad aterroriza es la amenaza insuperable de que el fiasco pueda llegar a ser de dominio público.

En el tiempo de la guerra libanesa, el ‘discurso del otro’ de los israelíes no era otro que: CNN, Sky, BBC 24, George Galloway y Occidente en general. Es el discurso de la universalidad. Empezó a considerarse como el resentimiento que surge en todos aquellos que no quieren aceptar más la brutalidad israelí. La barbarie israelí adquiere público conocimiento. Y, en efecto, en el abismo entre la egocéntrica imagen israelí y el desprecio total hacia el otro es exactamente donde la neurosis de Yehoshua, Oz, Grossman y la inmensa mayoría de israelíes se estaba poniendo en marcha.

Tiendo a creer que el repentino cambio registrado en el humor mental colectivo israelí no fue más que el resultado de la natural tendencia israelí de intentar resolver el carácter esquizofrénico que de forma inherente aparece entretejido en el interior del sionismo. Es el resultado del estallido del conflicto entre lo tribal y lo universal, que madura en un Estado en una fobia colosal y absoluta. Oz, Yehoshua y Grossman estaban prácticamente yendo y viniendo de lo tribal a lo universal, de la ‘estrechez de miras’ de Jerusalén a la ‘claridad’ de Atenas, de la Shtetl a la gran ciudad. Como parece, dentro del universo sionista, la intimidad con el aislamiento tribal crea hostilidad hacia el impulso hacia la humanidad, y viceversa.

El modelo es bastante claro:

Cuanto más quieren los israelíes asegurarse ellos mismos aferrándose al aislamiento, tanto más la muerte se extiende a su alrededor.

Pero entonces, cuanto más muerte extienden a su alrededor, menos sienten que se parecen al resto de la humanidad.

Cuanto menor parecido sienten con el resto de la humanidad, tanto más odiarán a sus dirigentes por colocarles en una situación tan caótica.

Además, Israel es una democracia, una orgullosa democracia liberal occidental y, según algunos, la única democracia del Oriente Medio. En efecto, es una democracia que vota muerte y limpieza étnica. Más allá de cualquier duda, la represalia de Olmert en el Líbano reflejó los deseos de la inmensa mayoría de israelíes, al menos al principio de la guerra. Por ello, la conclusión es clara. La emergente insatisfacción israelí con Olmert, Peretz y las fuerzas armadas israelíes revela un conflicto grave dentro de la psyque colectiva israelí. Los israelíes odian a Olmert porque es a ellos mismos a quienes no pueden soportar más. Los israelíes se odian a ellos mismos, odian su condenada situación. Odian el hecho de que pueden haber perdido el Ghetto para siempre y, más aún, que han fracasado a la hora de incorporarse a la comunidad de naciones. Nunca han sido gente como todo el mundo. Cuanto más insisten en amarse a ellos mismos por quienes piensan que son, más se odian a sí mismos por lo que se han convertido.

Pero entonces, ¿hay alguna diferencia en el caso los anti-sionistas tribales judíos Bard o Rosen? ¿No están cayendo exactamente en la misma trampa? ¿No se aman a ellos mismos por ser socialistas esclarecidos a la vez que se hunden en la neurosis al darse cuenta que son unos pequeño-burgueses tribales judíos que nunca han conseguido unirse a la auténtica familia humana, i.e., la clase trabajadora?

«La madre de Rosen le dijo que no se quejara ni eructara en la mesa… Su hermano dijo: ¡No me des una palmada en el culo con el trapo! Michael superó todo esto con una sonrisa en el rostro» , dice el folleto de la Jewish Book Review. Rosen puede ir a celebrar su humor judío en el rincón familiar de la Jewish Book Review. Se verá rodeado por los más racistas, beligerantes y derechistas autores. Sin embargo, puede sentirse ligeramente avergonzado cuando sus antiguos compañeros de Oxford sepan por casualidad el nivel del humor de la familia del legendario poeta de los niños con el que están actualmente comprometidos. Ese es el Rosen acorralado entre Atenas y Jerusalén.

Epílogo

En apariencia, los sionistas tienen tres vías de escape y eso incluye todas las formas de tribalismo político judío. Una supone la segregación total: transformar el Ghetto sionista en una mónada (11) sin ventanas. Esta forma de sionismo elimina la noción del otro. Una solución así se refleja claramente en el desenganche de Sharon así como en el enfoque anti-asimilacionista de Rosen. La segunda opción es, obviamente, volver a la ortodoxia. Las cifras de israelíes que dejan atrás la cultura hebraica laica y vuelven a abrazar la ortodoxia judaica revelan que esa solución es una práctica común más que una opción filosófica remota. La tercera opción es una huida de la judeidad, del judaísmo y de cualquier otra forma de tribalismo judaico. Significa, dejar atrás la idea de pueblo elegido. Esta es probablemente la única forma de resistencia judía auténtica frente al Sionismo.

Nordau, sin duda un hombre inteligente, podría identificar el nuevo Marrano (12), aquellos que se escinden del judaísmo con convicción auténtica, como el mayor peligro para el futuro judío tribal. Como los otros anti-asimilacionistas, los ‘socialistas’ Michael Rosen y la belicista Golda Meir, Nordau fue muy explícito sobre el tema. «Muchos intentan salvarse a si mismos huyendo del judaísmo», dice Nordau con un desprecio que se asemeja al desasosiego de Michel Rossen con la asimilación. «Hay también un problema con la misma noción de asimilación. Se asume que es también deseable moverse hacia la cultura dominante. Desde luego, es lo que multitud de judíos hicieron (¡Conozco a los descendientes de un barón judío austriaco, convertido en aristócrata, intrigando en Viena! Y todos sabemos acerca de los Rothschild…)’, pero Nordau continúa: «Pero el antisemitismo racial rechaza el poder de cambio por el bautismo y este modo de salvación no parece tener muchas posibilidades… De esta forma, emerge un nuevo Marrano que es peor que el antiguo. El segundo tenía una dirección idealista: un deseo secreto de la verdad o un corazón roto por la angustia de la consciencia y, a menudo, buscaba el perdón y la purificación a través del martirio.» (Max Nordau, Discurso en el Primer Congreso Sionista de 29 de agosto de 1897)

Sí, efectivamente, Nordau ya se dio cuenta en 1897 que el nuevo Marrano ‘Idealista’, aquel que ansía sinceramente la verdad e incluso se las arregla para encontrarla fuera de la shtetl judía está en peligro de extinción. Sin embargo, Nordau actuaba en un mundo que estaba inflamado por el darwinismo y el determinismo biológico. En el mundo de Nordau tenía algún sentido decir: «tu, Yidd, ni se te ocurra eludir tu ‘destino’ porque los Goyim te encontrarán, pueden oler tu sangre». Pero, como Julia Bard confirmará, estamos viviendo ahora en una sociedad multicultural. El determinismo biológico se quedó atrás. Los pueblos son libres para escapar de su denominado destino. Hoy en día, apenas nadie piensa en las categorías de la sangre excepto, por supuesto, los sionistas, los israelíes, los socialistas judíos e incluso la progresista Bard, que se siente feliz de incluir matrimonios mixtos en la comunidad tribal.

Ser Sionista es impedir la asimilación, ser Sionista en comprometerse de alguna forma con el tribalismo político judío. Efectivamente, el Sionismo coloniza Palestina pero sus ramas alcanzan a llegar mucho más lejos. El Sionismo no es un movimiento local apoyado por unos cuantos entusiastas grupos de presión por todo el mundo. El Sionismo es una red global. Es un aparato político con carácter de clan que pone en peligro sistemáticamente a nuestro planeta en aras de una miniatura de grupo étnico. Este grupo no es el de los judíos per se, es, en la actualidad, el de la tribu política judía. El Sionismo está ahí para moldear y volver a moldear el Ghetto, para formar y reformar la dialéctica de los elegidos, para equilibrar la tensión emergente entre la estrechez de miras y la claridad y, aún más, para absorber a la mayoría de los judíos. El Sionismo es una red global sin cabeza, es un espíritu y a un espíritu no se le puede derrotar. Pero ese espíritu puede ser delatado y su [supuesta] supremacía espiritual debe ser desenmascarada.



NOTAS :

 

[i] Women Against Fundamentalism and the Jewish community, Journal nº 4 1992/1993. pág. 3-5.

[ii] Sin embargo, en cuando al judaísmo se refiere, Julia no es exactamente una experta: Al contrario del Cristianismo y el Islam, el Judaísmo es una religión no reformista. En el Judaísmo no hay cabida para el menor cambio ni siquiera para la más pequeña modificación. El Judaísmo es una lista precintada de 613 mandamientos (Mitzvas) que deben seguirse de forma estricta. Desde un punto de vista judaico (i.e. religioso), salirse del Judaísmo es en la práctica formar una nueva Iglesia. Si Julia tuviera algunos conocimientos más sobre el Judaísmo, en vez de articular sus puntos de vista de una manera académica diciendo: «Aunque el Judaísmo sigue inalterado, puedo aún ser judía sin ser una judía religiosa». El Judaísmo y la Judeidad son categorías diferentes. Aunque el Judaísmo tiene un núcleo religioso inalterado, la Judeidad es una categoría dinámica en flujo continuo. En efecto, ese es el caso del Sionismo. El Sionismo es Judío, es una continuación dinámica de la Judeidad: es racista, exclusivo, supremacista y egocéntrico, pero no es Judaico. Tiene muy poco que ver con el Judaísmo. Puede ser mesiánico en un sentido territorial pero carece de divinidad judaica. En realidad, el Sionismo se opone al judaísmo.

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N. de la T.:

(1) Seder: orden

(2) Bar Mithvah: según la ley judía, un niño-a llega al Bar Mithvah cuando ya se le puede considerar responsable de sus acciones, 12 años para las niñas y 13 en el caso de los niños.

(3) Yiddish: la derivación más importante de la lengua judaica.

(4) Gelfite Fish: plato de pescado estofado

(5) Kosher: sistema de revisión de alimentos de acuerdo al ritual judío y cuyo significado está determinado por un conjunto de criterios religiosos preescritos en la Torah (Pentateuco).

(6) Lokshen: Plato tradicional judío que consiste en sopa hecha de pollo y fideos.

(7) Véase traducción artículo se refiere Gilad Atzmon: » Paz no es Shalom y Shalom no es Sharon» : http://www.rebelion.org/noticia.php?id=23404

(8)Goyim: los no judíos.

(9) Shtetl: pequeña ciudad de población mayoritariamente judía en la Europa Oriental y Central anterior al Holocausto.

(10) Boxing Day: Día de fiesta, celebrado en Reino Unido y en otros países de la Commonwealth el día posterior a Navidad, el 26 de diciembre.

(11) Mónada, del griego monas, monados: unidad indivisible.

(12) Marrano: Denominación que recibían los judíos que en España y Portugal se vieron obligados a convertirse al catolicismo, ya sea por coerción o para mantener las apariencias.

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Gilad Atzmon nació en Israel y sirvió en el ejército israelí. Es autor de dos novelas: «A Guide to the Perplexed» y «My One and My Only Love». Atzmon es también uno de los mejores saxofonistas europeos. Su CD Exile fue elegido por la BBC en 2003 como el mejor album de jazz del año. En la actualidad vive en Londres y se puede contactar con él en: [email protected]

Texto original en inglés: http://www.counterpunch.org/atzmon01202007.html

Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión.