El partido de las leyendas del Real Madrid-Barcelona, celebrado el pasado martes en Tel Aviv, estuvo arbitrado por Sapir Berman, considerada la primera colegiada transgénero de la historia. Con esa muestra de “tolerancia” Israel mata dos pájaros de un tiro: consigue el respaldo de dos iconos del fútbol, que por dinero ignoran la causa palestina, y abre la mano al colectivo LGTBI, “repudiado y demonizado en el mundo islámico”.
La inocencia no existe en política. Hasta el más mínimo gesto está estudiado con lupa para eliminar al adversario. Se pueden “apoyar justas reivindicaciones de cara a la galería occidental” y, por otro lado, planear el exterminio de un pueblo que todavía “vive en la edad media”, exporta el terrorismo y, encima, “practica el patriarcado y condena la homosexualidad”.
El encuentro amistoso, celebrado ante 30.000 espectadores en el estadio Bloomfield de Tel Aviv, concluyó con la victoria del Real Madrid por 3-2, y con “la revolucionaria” imagen de Sapir Berman, de 26 años, quien antes de convertirse en mujer era un árbitro de fútbol masculino y se llamaba “Sagi”.
A pocos kilómetros de la California Israelí (“así es Tel Aviv”) y de la euforia de un público que ya ha conseguido la inmunidad de rebaño, se erguía el muro de sangre y alambradas, frontera de millones de palestinos que sobreviven en guetos, que fueron expulsados de su patria y que soportan estoicamente las matanzas de los hijos de Yahvé.
Muchos observadores nos preguntamos: ¿Utilizó Israel “la tapadera de una árbitra transexual” para mostrar al mundo “la tolerancia judía” frente a la supuesta homofobia palestina? ¿Se eligió el partido de las leyendas del Real Madrid-Barcelona para ganarse al pujante colectivo LGTBI?
Que cada uno saque sus conclusiones, pero todo parece indicar que en política todo vale y que causas justas pueden utilizarse por muchos gobernantes para conseguir objetivos espurios, para ganarse “la simpatía de los pioneros” que desean avanzar en Derechos Humanos.
Mientras se celebraba el clásico de las leyendas con Figo tirando del Madrid, Ronaldinho del Barsa, y con Casillas como espectador estrella, la prensa mundial propagaba la noticia del programa israelí, Pegasus, creado por la empresa NSO, que ha espiado los móviles de más de 50.000 personas (políticos, periodistas, disidentes, etc.) violando los DD.HH a escala global.
El programa Pegasus fue adquirido, entre otros, por Arabia Saudí, para hackear los teléfonos de dos amigas de Jamal Khasoggi, (columnista del The Washington Post) y disidente saudí, crítico con la postura de Riad en la guerra en Yemen, que fue descuartizado el 2 de octubre de 2018 en el consulado de su país en Estambul.
Khashoggi, que fue a la legación diplomática en busca de unos documentos para casarse con su novia Hatice Cengiz, era un periodista muy incómodo para el gobernante de facto de Arabia Saudí, el príncipe Mohamed bin Salman, quien promovió “el derecho histórico de las mujeres a conducir”.
“Es imperativo que el príncipe heredero, que ordenó el brutal asesinato de un inocente, sea castigado sin demora”, dijo en un comunicado Hatice poco después de que los servicios de inteligencia de EEUU revelaran, el pasado mes de marzo, que Mohamed bin Salman “aprobó un plan para capturar o asesinar a Jamal Kashoggi”.
Blog del autor nilo homérico