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En apoyo a la prisionera Ana Belén Montes

Conque viene Obama a Cuba… ¿y por qué mejor no viene Ana?

Fuentes: Rebelión

Dirijo este artículo a favor de Ana Belén Montes, prisionera del Imperio, contra el secretismo en la prensa oficial cubana, y por parte de otros funcionarios de diversos organismos, los cuales nada tienen que perder al apoyar una causa justa, pero así y todo no lo hacen. Quedan excluidos de esta crítica todos aquellos cubanos […]

Dirijo este artículo a favor de Ana Belén Montes, prisionera del Imperio, contra el secretismo en la prensa oficial cubana, y por parte de otros funcionarios de diversos organismos, los cuales nada tienen que perder al apoyar una causa justa, pero así y todo no lo hacen.

Quedan excluidos de esta crítica todos aquellos cubanos que priorizan su vergüenza y los principios éticos por sobre todo lo demás, y que ya han dado su apoyo solidario a la lucha por Ana, cuyos nombres son demasiados para contarlos uno a uno, aunque algunos de ellos (como René González y Arnaldo Tamayo), casi que nos representan a todos como pueblo.

«Plantearse todo lo que no se entienda; discutir y pedir aclaración de lo que no esté claro; declararle la guerra al formalismo»
(Ernesto Che Guevara).

¿Será cierto eso que se ha comentado, de que en varios meses de negociaciones entre cubanos y estadounidenses para restablecer las relaciones bilaterales, no fue mencionada Ana Belén Montes ni una sola vez? No puedo creerlo.

Tampoco me es posible presumir que cuando venga a Cuba el Emperador, según tanto se ha anunciado, todo será sonrisas y fotos, promesas de mejoría y demás, sin que se mencione en ningún espacio diplomático a Ana, quien tanto nos ayudó en la lucha por la paz, por salvaguardar la cual lleva ya esa señora casi 15 años de duro aislamiento, encerrada entre las locas sin estar ella misma loca: un método de tortura psicológica que habría hecho palidecer hasta al tan demonizado Lavrenti Beria [cuyos métodos de «abuso político de la psiquiatría» son seguramente estudiados con admiración y deleite por los directores de las instituciones carcelarias estadounidenses].

En efecto, habiendo confirmado por una parienta de Ana que ésta no está demente, no es ocioso el preguntarse: ¿por qué relegar a aquella a un manicomio? ¿Es eso legal?

Al parecer, se considera que quien por amor a la pequeña y subdesarrollada Cuba traiciona el dogma político de la sacrosanta y multimillonaria democracia yanqui, padece a priori alguna patología psiquiátrica. Esto no es más que el revivir de la antigua «Psiquiatría punitiva» tan criticada a la extinta URSS estalinista. Una práctica catalogada como «forma de represión particularmente perniciosa», y a la cual Alexander Solzhenitsin la llamó «asesinato espiritual» [1]. Válida por los imperialistas de todo tipo y latitud, que para eso son imperialistas. Pero nosotros los cubanos, internacionalistas de tradición centenaria, ¿cerraremos nuestra boca como nación hacia semejante castigo infernal, contra alguien que tan solo hizo el ayudarnos todo lo que pudo?

No estamos hablando de cualquier persona. Estamos hablando de una sobre la cual citamos estos ilustrativos fragmentos del libro del agente que la capturó, Mr. Scott Carmichael:

«Las paredes del cubículo de Ana estaban cubiertas, como muchas otras en el Centro de Análisis de la DIA, con papeles de trabajo (…) en la pared frente al monitor de su computadora, al nivel de sus ojos y a plena vista de cualquiera que estuviese sentado en su buró, una nota manuscrita llamó mi atención. (…) Leí las palabras varias veces hasta que el mensaje emergió:

El rey tiene aviso
De todo lo que ellos intentan
Por intercepciones
De las que ellos ni sueñan.

No soy un experto literario, pero incluso yo reconocí el estilo de William Shakespeare (…) Mi traducción al inglés moderno: El rey está consciente de sus planes, y desarrolló su conocimiento de esos planes por un medio secreto y oculto, la existencia del cual ni siquiera pueden imaginar.

(…) Si estoy en lo cierto, entonces Ana Montes se veía a sí misma como las «intercepciones», los medios secretos por los cuales Fidel Castro recibía todos los planes del Tío Sam. Castro estaba consciente de todo lo que el Tío Sam intentaba hacer, y estaba consciente de esos planes por el trabajo secreto de Ana que el Tío Sam ni siquiera sospechaba.

Mi primera reacción tras leer esas palabras sobre su pared fue: Magnífico. Fue como si pudiera mirar directo a su corazón.

Si esto es cierto, Ana tenía a Cuba y a Fidel en su corazón, al arriesgar por la Revolución socialista en la Isla tanto su propia vida como su libertad. ¿La olvidará el mismo país al que ella tanto protegió y por el cual prácticamente se inmoló en un holocausto total de su ser? No puedo ni quiero creerlo.

Hay quien se asusta aquí en la Isla por la palabreja «espía». Feo término, sin dudas; pero, ¿acaso toda lucha justa puede ser visible y manifiesta? «Al hombre honrado no le asusta morir en la oscuridad en el servicio de la patria» (Martí). Muchos ya han caído, y aún caerán, en las tinieblas del anonimato, para evitar que los niños cubanos perezcan por bombardeos o cepas de microbios letales. A todos aquéllos sin excepción debemos honrarlos, una vez que se les conozca, pues «Se afirma un pueblo que honra a sus héroes.» (Martí).

Pero de todos modos, vayamos al grano: en Cuba siempre ha habido mucha solidaridad hacia aquellos dos infelices esposos norteamericanos, los Rosenberg, electrocutados en 1953 bajo el cargo de ESPIAR contra USA. Podrá discutirse eternamente sobre la culpabilidad o inocencia de aquel desdichado matrimonio (con el cual muchísimo simpatizo), pero algo es cierto: ambos fueron convictos oficialmente de ESPIONAJE, ante un tribunal legítimo de Estados Unidos. El mundo, sin embargo, se solidarizó masivamente con ellos; y Cuba, por cierto, no fue una excepción, tanto antes como después de 1959. ¿Acaso ya hemos olvidado cómo solidarizarnos con los «espías»?

Y, ¿cómo es posible que se conozca mucho más en Cuba sobre los Rosenberg, que sobre Ana Belén Montes? Es algo en verdad surrealista, y que escapa a mi imaginación.

Todo lo que se hace por ésta, descansa en individuos a quienes se les veta el acceso a los grandes medios de prensa en la Isla. Hay una especie de placidez social con el hecho de que la lucha por Ana sea «no-gubernamental»… Pues bien, ¿En qué puede ayudar al prestigio de nuestro Gobierno la prolongación indefinida de ese estatus de cosas? ¡Si es que también los Estados llegan a hacer campaña por sus espías condenados! Por ejemplo, mucho y muy duramente deben censurársele en todo el orbe al moderno Israel sus crímenes de lesa humanidad, pasados y recientes. Sin embargo, en el caso de su espía-mercenario Jonathan Pollard, fueron bien fieles: tras una etapa primera de más de 10 años de negación, por fin los israelíes reconocieron públicamente a su agente y lo cabildearon en público por todas partes, al grado de que las peticiones a favor de Pollard incluyeron al propio primer ministro, Benjamín Netanyahu. A la larga, Tel-Aviv tuvo éxito y hoy Pollard se halla en libertad condicional de su cadena perpetua.

Nadie podrá convencerme nunca de que los cubanos no sabemos cómo hacer algo semejante a eso que hicieron los sionistas, y máxime ahora que hasta el Imperator nos visita. Entiendo que nuestra ideología nos arma con principios superiores a los del gendarme pro-imperialista del Medio Oriente, subvencionado por caudales incontables y chorreantes de sangre. Pero por mucho dinero y mucho Lobby que éste tenga en USA (lo cual sin dudas lo capacita para lograr cosas que están fuera de nuestro alcance como Isla bloqueada), al menos sí podemos reclamar a nuestros presos con mucha más moral que aquel Estado expansionista y brutal, el cual tantos asesinatos monstruosos ha cometido y seguirá cometiendo. Sin embargo, ¿alzamos unánimemente nuestra voz como pueblo y República soberana, ante ese atropello indigno contra una de las nuestras? No lo hacemos.

No creo, tampoco, que nosotros sepamos menos de diplomacia que Tel-Aviv, pues en un solo año pocos países han logrado más éxitos de relaciones exteriores, que Cuba. Tenemos acá especialistas de altísima categoría. Pero si asuntos tan delicados como éste de solidarizarse con Ana, se van a dejar sólo a la iniciativa de grupos espontáneos de ciudadanos conscientes, tan limitados en su alcance social, sin un periódico, una revista, una emisora, nunca del todo «autorizados», mientras que a nivel oficial ningún funcionario al que uno le pregunta, sabe nada; ni tampoco ningún funcionario dice nada; nada se publica, nada se divulga; todo es secretismo, simulación, borrón en cada artículo en el que se podría mencionar a la Montes a nivel de pueblo… pues, ¿en qué se contribuye con esto a un mayor prestigio de nuestro Estado?

Incluso si algún Gobierno del planeta mantiene sus negociaciones en la sombra (lo cual puede ser comprensible), ¿por qué la prensa de tal nación no se atreve a decir si quiera dos o tres palabras solidarias, que mucho la exaltarían? En nuestro caso, ¿Dónde quedarán al final nuestros profesionales del periodismo, siempre censurando el nombre de Ana Montes por dondequiera que éste asome la cabeza? ¿Así no estaremos perjudicando moralmente esos lauros ya más que ganados por nosotros en política mundial? ¿Estaremos manejando bien como sociedad todo este asunto?

Que lo decidan los que saben. Lo cierto es que yo, como mero individuo ciudadano de esta República, pero con derechos constitucionales a la libre información, hallo ese silencio (nada casual y más que sistemático) muy desconcertante. Y seguro que a muchos amigos de Cuba en el extranjero les ocurre lo mismo.

Por otra parte, sin negar respecto a este caso que aquí sí hubo «espionaje», etc., pues bien, ¿Contra quién se levantó esa señora? Citando una vez más a Martí, podría decirse del gobierno de USA que «Los que pelean por la ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por quitarle a otro pueblo sus tierras, no son héroes, sino criminales.» Y lamentablemente, en ello ha degenerado la gran República norteamericana fundada por Washington, al tratar con los demás pueblos del orbe. Oponerse a esas políticas despóticas es un imperativo ético, y luchar contra la guerra imperialista (como lo hizo la Montes) es una necesidad del alma humana, pues «La paz es el deseo secreto de los corazones y el estado natural del hombre» (Martí). Como hace poco recalcaba Fidel: «Luchar por la paz es el deber más sagrado de todos los seres humanos», y eso mismo hizo Ana. ¿Acaso nosotros aquí la negaremos eternamente, tras beneficiarnos de su noble sacrificio? No puedo ni quiero creerlo.

Interesantemente, y ya que hemos citado al Comandante en Jefe: parece que él estuvo al tanto de sus acciones, si nos guiamos por la siempre incierta madeja de la prensa yanqui. Ésta nos dice:

«Un reportaje de AP del 10 de abril de 1998, presentaba una historia inusual: «El Pentágono recibió alabanza de una fuente bastante improbable» – afirmaba el artículo – «el presidente cubano Fidel Castro. Lo que Castro estaba citando era un informe de la inteligencia del Pentágono, filtrado a la prensa, el cual concluía que Cuba no presentaba ninguna amenaza militar seria para los Estados Unidos, en especial debido al severo debilitamiento del Ejército cubano. El reporte, dijo Castro, era «un reportaje objetivo, hecho por personas serias». Había una buena razón para que Castro se sintiera complacido por el reporte filtrado. Fue preparado por la Agencia de Inteligencia para la Defensa, en cooperación con otras ramas de Inteligencia del Gobierno, y fue escrito por Ana Belén Montes». [2]

Si Ana no escribe ese informe, quizás yo no estaría escribiendo ahora estas líneas, y con certeza muchísimos cubanos que las leerán, no estarían tampoco aquí presentes para analizarlas. La invasión yanqui y la «Guerra de Todo el Pueblo» nos hubieran devorado en masa. Ahora nos visita el César, y ¿tal parece como si ese duro pasado nunca hubiera ocurrido…?

Estoy seguro de que esta bendita Cuba, sabrá tener precaución con el oro de Judas que nos ofrece el Imperio, pues seguimos siendo un país martiano y siempre recordaremos lo que dijo el Apóstol: «El pueblo que compra, manda.» Pero la impresión superficial que recibe uno no involucrado en los altos y profundos «vuelos y revuelos» de la diplomacia cubano-estadounidense, es que se está enterrando viva a Ana Belén Montes tanto acá como allá.

Que los yanquis se callen, es comprensible. Bien vergonzoso desde todo punto de vista (ideológico, logístico, militar) debe resultarles esa penetración cubana en el propio Pentágono. Pero ¿que aquí reine un silencio de cementerio, mientras Ana languidece entre locas de alta peligrosidad, sin ser ella misma una demente? ¿Que el 99% de la población de la Isla ignore quién es esa compañera tan abnegada, la cual tanto hizo por nosotros y nunca se ha rendido en su amor a Cuba, incluso aunque estemos quedando con ella como el más ingrato de los países? Pues no, eso es demasiado trascendente para mi subdesarrollado caletre. Aunque creo que ni el oráculo de Delfos, ni el Ifá, ni nadie en los cielos o en la Tierra puede entender este misterio.

Lo cierto es que el pasado sigue presente, venga Obama o no. Fuimos amenazados, atacados, desgarrados… Por eso tuvieron que sufrir larga prisión los Cinco: porque hubo una suerte de guerra asimétrica bien letal para Cuba. Eso sucedió, y aún nos queda una importantísima víctima de ese conflicto: aquella enjaulada entre presas dementes, mereciendo (aunque ella misma no pida nada) aunque sea la solidaridad de ésos mismos a quienes ella tanto protegió. Si quiera, un titular breve en el Granma o una mención en la Mesa Redonda. Pero no, no escriben ni jota. ¿Acaso nos callaremos por siempre?

Podríamos guardar silencio perpetuo, sí. De hecho, casi toda la infraestructura propagandística de la Isla parece aspirar cómodamente a hacerlo, salvo algunos nobles periodistas de medios alternativos online, quienes hacen lo que pueden enfrentando mil limitaciones y sin nunca poder llegar a la masa general del pueblo. En todo el mundo se están levantando a diario miles de voces, y muy autorizadas (e incluso varias de mucho peso en la propia Cuba), pidiendo la libertad de Ana. Pero aquí, si en una actividad un trovador animoso le canta a esa indócil agente cubana, cuando más tarde la prensa reseña el acto, al punto borra el incómodo nombre… Casi que están nuestros censores volcados a la caza por «expurgarla». ¿Por qué no reeditamos el antiguo «Índice de Libros Prohibidos» de la Inquisición vaticana, y declaramos de una vez que en el mismo país que esa señora tanto protegió, está prohibido hablar de ella en la gran prensa? Al menos, ésa sería una actitud muy consecuente con lo que se está haciendo en nuestros principales medios. ¿O es que no existe tal «prohibición»? Me la juego a que no. Al menos, no de Fidel y Raúl; lo doy por sentado.

Si alguien lo duda, pues, ¿Qué haremos con aquellas palabras de Fidel Castro Ruz respecto a los ciudadanos norteamericanos que, desde puestos secretos, se arriesgaron por un futuro de paz entre La Habana y Washington: «Los que de una forma u otra contribuían a proteger la vida de cubanos frente a planes terroristas y los proyectos de asesinar a sus dirigentes, de los numerosos programados por varias administraciones de EE.UU., lo hicieron por imperativos de sus conciencias y merecen, a mi juicio, todos los honores» ? ¿Quizás las censuraremos? ¿Callaremos al propio Fidel?

Sólo nos queda honrar a Ana con «todos los honores», siguiendo la doctrina del Comandante en Jefe. Si no, ¿Cómo quedaremos, si nada decimos o hacemos? ¿Con qué cara miraremos a Ana Belén Montes el día en que ella salga de la cárcel – si es que sale… -?

Que si no saliera, y muriera en prisión, o terminara desquiciada tras esa prolongada tortura psicológica imperialista, pues de nada nos serviría a los cubanos el conseguir las demás peticiones que hoy se hacen (el fin de la base de Guantánamo, del Bloqueo, etc.) o recibir flujos incesantes de dólares y euros. Habremos perdido un capital ético irrecuperable, pues «Vale, pero millones de veces más la vida de un ser humano, que todas las propiedades del hombre más rico de la tierra» (Che Guevara). ¡Adiós a la ética revolucionaria, si eso ocurriera! Y si a la larga Ana fuera recuperada sin que antes jamás se diga nada sobre ella en los principales grandes diarios cubanos, entonces éstos habrán quedado como los más censurados en la Historia de nuestra Patria, incluso muchísimo más que bajo el colonialismo español.

Por mi parte, viendo que es mucho más fácil el que Ana Belén Montes parta caminando y sin vigilancia, de su manicomio-cárcel en una resguardada base naval yanqui, al que ella logre entrar (si quiera de refilón) en las líneas de nuestra aún más impenetrable y siempre monocromática prensa oficial, no puedo evitar el preguntarme: ¿Nos hace bien como sistema ese mutismo, cuando cada día hay más y más activistas solidarios con ella en la propia Cuba y por doquier? ¿Ayuda eso al socialismo, sea aquí o en cualquier otro rincón del planeta? E incluyo en este «Yo acuso» a Tele-sur, que mucho se ha guardado para no tocar a Ana ni con el pétalo de una rosa…

Quisiera que reflexionaran en el ICRT y en «La Señal Informativa de América Latina», sobre estas palabras del Che Guevara: «La revolución cubana expresa en cada tribuna en que tiene que hablar, la verdad de los hijos de su tierra, y la expresa siempre de cara a los amigos y a los enemigos». Luego que se pregunten: ¿Por qué en este caso estamos haciendo exactamente lo contrario?

Y en esencia, ¿Qué cosa, exactamente, nos impide hablar? ¿Dónde está la dichosa «orden oficial» que afirma que ser solidarios con Ana es un delito de lesa majestad contra nuestro país? ¿Alguien la ha visto u oído? ¿Se ha publicado en la Gaceta? ¿La dispuso en público la Asamblea Nacional? ¿Por qué no preguntarle al propio Fidel? Seguro que nos animará a luchar públicamente por nuestra amiga prisionera. De hecho, esa cita suya antes citada, es más que suficiente.

¿No será la pura auto-represión la que nos amordaza? ¿La precaución timorata, el temor precavido a irritar a algún jefe extremista, la ausencia de un certificado gubernamental que nos autorice a ser humanitarios y a pensar con cabeza propia? Muy mal estamos, si así ya andamos; pues «Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado.» (Martí).

¡Es hora de levantarse por Ana en Cuba! ¡De denunciar ese abuso imperial sin miedo! ¡De defender a quien nos defendió! No hacerlo es pura cobardía, y sobre la base de ese sentimiento no se asalta el Moncada como hicieron Fidel y Raúl. Ni tampoco se resiste con valor un cautiverio oprobioso, sentando una tradición honoraria, como hicieron los Cinco durante 16 años; y como hicieron otros revolucionarios anteriormente (Orlando Cardoso Villavicencio, quien retó a la soledad por más de una década en las cárceles de Somalia; o Pedro Rodríguez Peralta, inquebrantable ante las torturas del fascismo portugués durante un quinquenio); y como todavía lo hace Ana Belén Montes, desde hace ya casi 15 años.

Por suerte, lo ya hecho hasta ahora por ella a nivel no-gubernamental, ha sido hermoso y puro. Una demostración de lo mejor del espíritu humanista, patriótico y revolucionario, que nunca ha muerto en la tierra del Apóstol. Con tantísimos problemas cómo tenemos aquí (la emigración corrosiva, la sórdida burocracia, la desmoralizante brega por la subsistencia diaria…) ha sido sin dudas precioso  el contemplar a las personas que se solidarizan espontáneamente con la presa, hasta en bateyes bien lejanos. Sólo el que no ha contemplado con sus propios ojos la sinceridad en el accionar solidario y espontáneo de los muchos cubanos que ya nos acompañan (incluso pese a la hostil barrera de nuestra «anti-prensa»), puede creer que la Revolución está del todo agonizante. Eso no me lo creo yo, porque he tenido el privilegio de contemplar día por día esta campaña. Y «Un pueblo se amengua cuando no tiene confianza en sí; crece cuando un suceso honrado viene a demostrarle que aún tiene entero y limpio el corazón.» (José Martí). Sí, esto que se hace aquí por Ana, es un «suceso honrado».

El corazón cubano no está perdido, se diga lo que se diga en medios adversos e interesados en nuestra ruina. Aunque magullado por tantas adversidades, sigue íntegro, y lo compruebo a diario en esta noble obra de solidaridad. Que por cierto, nadie aspire ya a detenerla. Pues nace de la contemplación de la abnegada fidelidad de Ana Belén Montes por Cuba, de su desinterés material, de su altruismo increíble. Ana encerrada y postergada, inspira a luchar más y más contra todos quienes (en vano y vengan de donde vengan) pretendan relegarla al olvido de la humanidad. «Es hermoso ver luchar a un hombre honrado; verlo padecer, puesto que del espectáculo de su dolor se sacan fuerzas para oponerse a la maldad.» (Martí). Hay que darle mil gracias a esa mujer no sólo por lo que hizo por Cuba cuando estaba libre, sino por lo que sigue haciendo por nuestra Patria (y cada día más) desde su oscuro calabozo.

Si ya hay tantos individuos, que a título personal (y por ende con mucha menos protección ante cualquier represalia del enemigo) se atreven a desafiar la ira del Imperio defendiendo a la famosa «espía castrista», ¿por qué el Estado cubano que tiene todos los recursos, y que de hecho usó tanto de los servicios de aquella mujer, no se atreve hoy a desplegar su fuerza moral, sus dineros, su habilidad propagandística, a favor de ésta? ¿Acaso los hombres y mujeres inermes pueden luchar sin miedo, sin apoyo, sin alicientes, sin más armas ni otros medios que su mera solidaridad, pero ese omnímodo aparato estatal que cuenta con millones de dólares, especialistas en Seguridad, cátedras en relaciones exteriores, cámaras de TV, ejército, ministerios, y todo lo imaginable, tiene miedo a expresarse abiertamente ante el yanqui? ¿Cómo se entiende algo así?

En fin, vendrá Obama a Cuba, sí. Habrá fotos, sonrisas, himnos estadounidenses, banderas con barras y estrellas por toda La Habana, promesas de luminoso futuro… Pero, ¿Y de la compañera Ana Belén Montes, qué? ¿De ésa que tanto se arriesgó por un futuro mejor entre ambas naciones, y no precisamente con palabritas altisonantes, sino ofrendando su vida, dinero, seguridad, bienes, todo?

Cuando pocos soñaban con el actual reacercamiento entre los dos rivales, ella se sacrificaba en cuerpo y alma por éste. Su alegato ante el tribunal podría guiar todo el proceso de «normalización» bilateral. ¿Y ahora qué hacemos? ¿La traemos algún día, o la dejaremos por siempre en su Calvario? ¡Cuánto perderemos en esta batalla, si no la salvamos!

Esa visionaria-pionera del actual «deshielo», la cual nunca atacó a nadie y tan solo luchó por la paz entre Cuba y USA, nos honraría mil veces más con su venida a la tierra de Maceo y Martí, que ese señorón capitalista a ultranza de la Casa Blanca, quien tanta gente (incluyendo niños) ha liquidado y sigue asesinando por todas partes, con sus drones, cohetes y otras armas diabólicas.

Ésa es la verdad monda y lironda, aunque nuestra lerda prensa enmudezca a capa y espada, censurando sin piedad las desdichas de esa luchadora por la subsistencia de nuestra Patria; y aunque, llegado el momento, los mismos burócratas que hoy se callan obstinadamente ante el espantoso y maquiavélico cautiverio de nuestra agente (quien se inmoló para librarnos de la guerra y del bloqueo), salgan con banderitas a cantarle alabanzas al mismo César visitante que aún nos sigue bloqueando, a ese enemigo intrínseco de nuestra soberanía.

En fin: durante la futura visita de Obama a Cuba, la Televisión cubana y Tele-sur pueden censurar, como de costumbre, cualquier declaración hecha sobre Ana Belén Montes. Doble trabajo para ésos que se declaran «adalides de la información de izquierdas», y a la vez son tan férreos gendarmes de todo aquello que no transmiten. A la larga redundará en gran desprestigio suyo para el futuro. Sólo nos queda decirles lo mismo que Galileo al Santo Tribunal, ése que negaba obtusamente el modelo científico sobre el cosmos: sí, censuren y condenen, creyendo que han ganado, pero… «Sin embargo, ¡se mueve!».

Porque sí: seguirá moviéndose más y más esta solidaridad, y eso también sin la prensa oficial cubana y sin la cadena venezolana. Nadie puede detener esa rueda de amor, porque la grande y creciente fraternidad con esa hermana presa y la cual tanto nos necesita, ya es mundialmente incensurable.

Vísperas de cumplirse 121 años del comienzo de la «Guerra Necesaria», iniciada por nuestro Apóstol.

Notas:

[1] Evidentemente, el pensamiento político estadounidense tiende cada vez más hacia el totalitarismo de derechas. «Y en la vida no hay espectadores. (…) Hombres: os he amado. ¡Estad alertas!» (Julius Fucik, «Reportaje al pie de la horca»).

[2] Castro’s top spy. Por Ronald Radosh. Front Page Magazine, Marzo 29,
2002.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.