Tal como lo recordara todo el mundo, el 2009 comenzó marcado por el cincuentenario de la Revolución Cubana -cuando, guiados por los posteriormente míticos Fidel Castro y Che Guevara, los guerrilleros descendieron de las montañas de Sierra Maestra y derrumbaron la sanguinaria dictadura de Fulgencio Batista. Discutida según las preferencias personales e ideológicas de los […]
Tal como lo recordara todo el mundo, el 2009 comenzó marcado por el cincuentenario de la Revolución Cubana -cuando, guiados por los posteriormente míticos Fidel Castro y Che Guevara, los guerrilleros descendieron de las montañas de Sierra Maestra y derrumbaron la sanguinaria dictadura de Fulgencio Batista.
Discutida según las preferencias personales e ideológicas de los medios de comunicación y sus respectivos opinadores, los acontecimientos de medio siglo atrás permearon la vida de generaciones e inspiran hasta hoy ideales de ruptura y cambio social. Con la revolución consumada, lo que se coloca de aquí para adelantes es el futuro de la Isla, tema central de la entrevista realizada por Correio da Cidadania con el sociólogo argentino Atilio Boron.
Para este cientista social, también columnista del periódico porteño Página/12, la revolución no corre ningún riesgo en Cuba pues ya está entronizada en la población la conciencia de que una capitulación ante las fuerzas del mercado «retrotraería Cuba al siglo 19.» De acuerdo con Boron, el momento en que la revolución podría haber sido derribada ya pasó; las condiciones más favorables que habían para acometer una tal empresa ya dejaron de existir.
A pesar de los devastadores huracanes que asolaron el país en 2008 Atilio observa que Cuba cuenta hoy con posibilidades para una mayor inserción en la economía mundial debido a los convenios de cooperación firmados con China y Venezuela, entre otros. Mientras tanto el sociólogo afirma que los cubanos no se ilusionan con la elección de Barack Obama pues de hecho no hubo un auténtico cambio de retórica en relación a la Isla.
Si no hubiera sido por los «revolucionarios barbudos»en la actualidad nuestro continente sería un inmenso y subyugado «protectorado» estadounidense, lo que de por sí torna la solidaridad con el pueblo cubano un imperativo para nuestras poblaciones, resalta Boron.
¿ Cual es el real significado de las medidas que Raul Castro ha tomado en Cuba relativas a la propiedad agrícola, a las posibilidades de adquisición de artículos electrónicos, al salario de los funcionarios estatales y a la circulación de cubanos en las áreas turísticas, entre algunas con mayor visibilidad en nuestros medios de comunicación?
Estas medidas indican que la reforma económica dentro del socialismo está comenzando a llevarse a la práctica. Es el inicio de un proceso largo y difícil, porque se quiere evitar, con toda razón, aplicar reformas que impliquen de un modo u otro la reintroducción de relaciones capitalistas en Cuba o la ficción de un «socialismo de mercado», en donde el segundo terminaría devorándose al primero. Esto es lo que, al menos parcialmente, ha ocurrido en China y en Vietnam y los cubanos no están dispuestos a incurrir en ese mismo error. Esa sería la ruta reformista más fácil, pero desencadenaría una enorme regresión económica y social en la revolución cubana que remataría en su práctico agotamiento. El otro camino, el de las reformas dentro del socialismo, es más dilatado y complejo y no existen antecedentes internacionales que permitan extraer algunas lecciones acerca de lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. Las reformas de la ex-Unión Soviética culminaron en un fenomenal retroceso y con Rusia convertida en un país capitalista. Y en China y Vietnam, como se dijo más arriba, se inició un tránsito que, especialmente en el segundo caso, bien podría terminar igual que Rusia. China es distinta, porque por sus meras dimensiones geográficas y demográficas unidas a la fortaleza de su estado le otorgan la posibilidad de fijar condiciones al capital extranjero (y al nacional) que ningún otro país del planeta posee. Por eso los cubanos están a la vanguardia de la historia, haciendo un experimento muy complicado. Por otra parte, la inédita circunstancia de que tres huracanes arrasaran la isla en el 2008 ha obligado a lentificar el proceso de reformas y a moverse con gran cautela en una situación de emergencia económica nacional. Además, la continuación del bloqueo imperialista es otro obstáculo formidable en un proceso de innovaciones como el que Cuba está ensayando.
Según usted, ¿qué es lo que caracterizaría actualmente a algunos «impasses» de la sociedad cubana?
Creo que hay muchos factores. En la respuesta anterior ya mencioné algunos, muy importantes como el carácter inédito de reformas socialistas dentro del socialismo, el bloqueo imperialista, la devastación de los huracanes. Habría que agregar otros: la existencia de una burocracia con muy poca vocación innovadora es uno de los factores que también explica la existencia de esos «impasses». Otro elemento importante es la debilidad del debate económico en Cuba, que en los años iniciales de la revolución supo tener una notable densidad teórica, como lo demuestra el intercambio entre el Che Guevara y Bettelheim. Hoy ese debate está ausente, o tiene una incipiente presencia. Las reuniones anuales de la ANEC han sido uno de los pocos ámbitos en los cuales los economistas y los especialistas comenzaron a discutir estos temas, centrados en torno a una gran pregunta: ¿qué hacer ante la irreversible obsolescencia del modelo de planificación ultracentralizada? Si ese modelo funcionó en el pasado, cosa que es motivo de intensas polémicas, no cabe duda alguna de que ya no funciona más. ¿Con qué reemplazarlo? Por otra parte, y esto lo señalaron Fidel y Raúl de manera reiterada en los últimos años, hay una tendencia «quietista» en una sociedad que luego de cincuenta años de revolución se acostumbró a que los problemas, cualquier problema, lo resuelva el estado. La consecuencia es la pasividad y el inmovilismo, y para cambiar se requiere precisamente lo contrario: activismo y movilización. Finalmente, creo que el Partido debería cumplir un papel educativo y movilizador que no estoy seguro esté desempeñando con la intensidad que se necesita. Lo hace, pero sus esfuerzos son parciales e insuficientes. Y esto se agrava por la aparición de un importante hiato generacional entre los grandes líderes de la revolución y la juventud, que considera a la epopeya de la Sierra Maestra con la lejanía de los acontecimientos históricos y quiere el cambio ya. Esta urgencia despierta, en amplios sectores de la burocracia estatal, una reacción «inmovilista» que lejos de facilitar los cambios los torna mucho más difíciles.
¿Cómo será posible solucionar estos «impasses»? ¿Proseguirá Cuba su camino socialista?
Estoy seguro que sí, que Cuba, que rompió los moldes de la tradición con el triunfo de su revolución en un país de la periferia y subdesarrollado y que, pese a ello, sobrevivió a medio siglo de bloqueos, atentados y sabotajes de todo orden, también sabrá responder exitosamente a los desafíos actuales. Cuba es un país que cuenta con un amplio sector de la población que posee un elevado grado de conciencia política, como no existe en esa proporción en ningún otro país de América Latina y, tal vez, del mundo. Es además una población que ha sido muy bien organizada por el Partido y que sabe que una eventual caída del socialismo retrotraería a la isla al siglo diecinueve, con la mafia terrorista de Miami a la cabeza y dispuesta a cobrar revancha por la osadía de haber desencadenado la revolución. Sabe también que los logros de la revolución, en campos como salud, educación, deportes, cultura, que tiene a Cuba muy por encima de cualquier otro país de América Latina, serían barridos por el retorno de la derecha en caso de que flaquearan las fuerzas revolucionarias. Pero no hay tal peligro: Fidel se mantuvo a pie firme cuando el socialismo se derrumbaba en todo el mundo y la historia, también en este caso, «lo absolvió» dándole la razón. Y su ejemplo seguirá vigente, aún después de su desaparición física, para inspirar a los millones que están dispuestos a entregar su vida por la defensa del socialismo y el comunismo en Cuba.
Se especula mucho respecto del tipo de socialismo que deberá existir en Cuba, aludiéndose, por ejemplo, al modelo chino y también a los gobiernos de Chávez, Morales y Correa en América Latina, que han tenido un enfrentamiento más fuerte con el neoliberalismo. ¿Como es que usted encara esta cuestión?
Algo de eso examiné in extenso en un libro que acabo de publicar y que se llama Socialismo Siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo? La tesis central es que no hay ningún modelo o tipo de socialismo que se pueda imitar o que se encuentre listo para aplicar. Cada proceso es una creación histórica única y más allá de algunos «comunes denominadores» -como por ejemplo la intransigente batalla en contra de las relaciones capitalistas de producción (y no sólo del neoliberalismo) y la mercantilización de todos los aspectos de la vida social, incluyendo desde los bienes y servicios hasta las ideas, las religiones, la política y el Estado- las experiencias concretas de construcción socialista en este siglo serán muy distintas entre sí. Lo de Cuba es inimitable; lo de Chávez también, y lo mismo ocurre con lo de Correa o Evo. Vale aquí el verso de Machado, con un par de ligeras variantes: «militante no hay modelo, se hace el modelo al andar.» Brasil, Argentina, Chile, en la medida en que abandonen las ilusiones centroizquierdistas de la «tercera vía» (que tanto daño nos han hecho y tanto tiempo nos han hecho perder) se irán incorporando a este proyecto de construcción socialista pero con características absolutamente propias, idiosincráticas, irrepetibles. Y está bien que así sea: esa diversidad de caminos hacia el socialismo nos enriquece y nos hace más fuertes.
¿Existe el temor de que las fuerzas imperialistas puedan de alguna forma doblegar la resistencia cubana?
No lo lograron en cincuenta años, cuando la correlación mundial de fuerzas era mucho más favorable para el imperialismo. Ahora no tienen condiciones para intentar algo así. La incorporación de Cuba al Grupo de Río y a la Unasur, así como la práctica expulsión del imperio en la resolución de la crisis boliviana del año pasado, demuestra que, como dice el presidente Correa, «estamos viviendo un cambio de época y no sólo una época de cambios.» ¿Quién se hubiera imaginado hace apenas unos pocos años que un presidente de Bolivia podría expulsar al embajador norteamericano sin tener que enfrentarse, a los pocos días, con un golpe militar? ¿Quién podía pensar que la flota rusa haría maniobras en el Caribe con la Armada venezolana sin desencadenar un ejemplar escarmiento de los Estados Unidos? ¿O que Ecuador podría decirle a Washington que no le renueva el alquiler de la base de Manta, estratégica para el control político del área andina? La reacción imperialista no pudo acabar con la revolución cubana cuando existían condiciones internacionales propicias para ello. Perdió esa oportunidad, y hoy esas condiciones ya no existen más. La revolución llegó para quedarse.
¿Cuál es la expectativa en Cuba en relación al gobierno de Obama y que relación se piensa tener con los estadounidenses a partir de ahora?
No hay grandes expectativas. No puede haber grandes expectativas porque las declaraciones de Obama en relación a Cuba fueron bastante poco felices, para no hablar de lo mala que fueron las de Hillary Clinton en su audiencia de confirmación en el Senado. Siguen exigiendo «libertades políticas para la oposición» sin reconocer que en Cuba esa oposición es contrarrevolucionaria y está probadamente financiada y organizada por la CIA y las diversas agencias del gobierno norteamericano. Existen hasta filmaciones que constatan que esa oposición es, en realidad, un grupo de agentes del imperio operando en Cuba. Obama ha dicho que no piensa levantar un bloqueo que ha sido condenado desde la Asamblea General de la ONU hasta Juan Pablo II, pasando por las más importantes personalidades del mundo entero. Creo que los cubanos, con razón, no se hacen ilusión alguna con Obama, y sería bueno que en el resto de América Latina tampoco nos la hagamos. Si por algún motivo Obama «se saliera del libreto» y tuviese gestos concretos de apertura, comprensión y mayor racionalidad hacia Cuba La Habana respondería positivamente.
¿ Cómo viven los cubanos el momento actual? ¿Es perceptible el crecimiento de algún tipo de ambivalencia en la población o persiste con fuerza el apoyo a la experiencia revolucionaria?
El apoyo a la revolución sigue siendo impresionante. Por supuesto, no es unánime, ni podría serlo. Pero es muy fuerte. Eso no significa que aprueben todas las políticas que sigue el gobierno revolucionario. Hay muchas críticas sobre la escasa oferta de alimentos, los bajos salarios, la vivienda, el burocratismo, el limitado acceso a Internet o las restricciones para viajar. Pero la gente sabe que estos problemas se originan en causas que en buena medida exceden lo que el gobierno pueda hacer o manejar. El bloqueo le ha costado a Cuba casi 100.000 millones de dólares, más de dos veces el PBI de la isla. El impacto sobre las finanzas públicas ha sido demoledor. Además, debido a la permanente agresión de Washington Cuba debe destinar a gastos de defensa una proporción muy elevada de su presupuesto público. Si no existieran estas dos condiciones, es decir, sin bloqueo y sin amenazas permanentes de ataque exterior, Cuba dispondría de muchos más recursos para incentivar la producción de alimentos, construir viviendas, mejorar los salarios. Pero esas condiciones no existen, lamentablemente. Por supuesto, aún así algunas cosas podrían mejorarse: por ejemplo, adoptando una política más flexible en relación al campesinado para incrementar la oferta alimenticia, o para explotar tierras que siguen sin cultivarse. Allí pesa el papel de una burocracia que se ha conservatizado y que no está pensando en una alternativa «post-planificación centralizada». Otras restricciones también causan malestar en la población: el transporte era un problema muy grave, sobre todo en La Habana, pero en el último año ha habido una considerable mejora gracias al apoyo de China. Internet es un problema, porque EEUU sanciona a cualquier país que le facilite la banda ancha a Cuba. Ahora Venezuela está tirando un cable submarino para resolver ese problema. En fin, hay protestas, además porque el pueblo cubano es muy extrovertido y no tiene temor alguno a expresar sus quejas y demandas. Pero estas se dirigen fundamentalmente hacia algunas políticas y no al régimen revolucionario o al socialismo. Mucho menos hacia la figura de Fidel. Creen, y tienen razón, que puede haber un socialismo más eficiente, con mayor capacidad de proporcionar bienestar a la población. Pero no se les olvida que pese a todas las limitaciones y restricciones Cuba cuenta con la tasa de mortalidad infantil más baja de las Américas, igual a la de Canadá y menor que la de Estados Unidos, y tres o cuatro veces más baja que la que tienen países potencialmente tan ricos como Argentina o Brasil.
¿Cómo se vio la Cumbre de las Américas, en Bahía, los pedidos de los gobernantes para poner fin al embargo son cada vez más frecuentes -mismo la ONU se manifestó en el mismo sentido, por 17º vez, en el 2008? ¿Existe en la isla la ilusión de, finalmente, poder insertarse plenamente en la economía o, por lo menos, de estrechar las asociaciones y acuerdos con algunas naciones latinoamericanas?
El cubano es un pueblo muy culto y que ha aprendido mucho con la revolución. No abrigan ilusión alguna porque sabe que el imperialismo nunca dejará de hostigar a Cuba y, por lo tanto, su inserción en la economía mundial dominada por las grandes transnacionales, muchas de ellas norteamericanas o de países gobernados por aliados o clientes de la Casa Blanca, estará plagada de dificultades. No creen que en lo inmediato EEUU vaya a levantar el bloqueo (no se trata de un embargo sino de un bloqueo, que es algo mucho más grave), aunque si lo hace sería una gran noticia. Pero al poder comerciar libremente con los países de América Latina y el Caribe, unida a su creciente relacionamiento con China, Rusia y otras grandes economías, Cuba puede resolver gran parte de sus problemas. Por eso es de suma importancia que las mayores economías de América Latina, como Brasil, México y Argentina, adopten una política de solidaridad militante con la revolución cubana. Una revolución que exporta médicos, enfermeros, odontólogos, maestros, instructores deportivos; una revolución que ayuda a desterrar el analfabetismo en Bolivia y Venezuela, que devuelve la vista a millones de personas, que vende vacunas para combatir enfermedades al margen y muy por debajo de los precios del mercado. Una revolución, en suma, que siempre fue solidaria con nuestros pueblos y que merece nuestra más rotunda solidaridad. Basta con pensar, para quienes todavía tengan dudas, lo que hubiera sido de América Latina si la revolución cubana hubiese sido derrotada en Playa Girón o si, luego de la implosión de la Unión Soviética, hubiera llegado a la conclusión de que había que retornar al capitalismo lo antes posible. Si tal cosa hubiera ocurrido en América Latina no existiría un Chávez, un Evo, un Correa, un Lugo, para ni hablar de la «centroizquierda»; estaríamos convertidos en un inmenso protectorado norteamericano, y en donde las figuras más a la izquierda de la región serían políticos como Álvaro Uribe, Alan García u Oscar Arias. Gracias a la presencia inquebrantable de la revolución cubana nos ahorramos esa pesadilla. Por eso, nuestra deuda con Cuba será eterna y todo lo que hagamos para ayudarla será poco.