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Controversias en almíbar

Fuentes: Bohemia

La producción frutícola de Cuba comienza a rescatar espacios y variedad. Pero no todos los territorios tienen bien organizada la ruta del campo al consumidor: faltan recursos, envases, la contratación desaprovecha potencialidades de agricultores, y el acopio y la industria no funcionan aún con la suficiente agilidad en los picos de cosechas. Diversos sistemas productivos […]

La producción frutícola de Cuba comienza a rescatar espacios y variedad. Pero no todos los territorios tienen bien organizada la ruta del campo al consumidor: faltan recursos, envases, la contratación desaprovecha potencialidades de agricultores, y el acopio y la industria no funcionan aún con la suficiente agilidad en los picos de cosechas. Diversos sistemas productivos avanzan en la recuperación de semillas, el fomento de viveros y áreas de siembras, y la aplicación de innovaciones científico-técnicas. Prácticas como las de Santiago de Cuba mejoran las ofertas a la población.

 Saboreando la cultura cubana, encontramos frutas en cualquier esquina. En una canción de Félix B. Caignet: Caney de Oriente/…donde las frutas son como flores/ llenas de aroma y saturadas de miel, en los cuadros de Amelia Peláez y Arturo Montoto, en un poema de Dulce María Loynaz, que entre las imágenes para describir el amor acude a «la dulzura de la fruta». Pero, ¿sucede igual si tratamos de degustarlas «en la concreta»?

Debido a sus favorables condiciones climáticas, el archipiélago cubano es un edén para estos alimentos ricos en vitaminas, minerales y sustancias antioxidantes. Así lo afirma Emilio Farrés Armenteros, director adjunto del Instituto de Investigaciones en Fruticultura Tropical y jefe del departamento de frutales del Ministerio de la Agricultura.

 El experto calcula que existen en el país algo más de 20 especies de importancia comercial, multiplicadas en distintas variedades. Sin embargo, no toda la población cubana las incluye dentro de sus hábitos alimentarios.  

Una encuesta nacional del Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos, realizada entre los años 2000 y 2001 a más de tres mil habitantes de áreas urbanas, descubrió que solo un 16 por ciento de los indagados declaró consumir frutas, básicamente naranja, plátano, guayaba, mango y frutabomba.

Los malos hábitos en la alimentación inciden directamente en la salud humana; de ahí que la investigación recomendara capacitar a la población con conocimientos sobre cómo nutrirse de manera más saludable, partiendo -desde luego- de aumentar la disponibilidad y acceso a los alimentos sanos, como las frutas. 

Cambio de ruta

 Cuba inició en los años 60 distintos programas de producción frutícola. Uno de sus principales pilares, los cítricos, alcanzó un millón de toneladas en 1990. El destino principal era la exportación hacia los países socialistas, como fruta fresca y jugos.

Pero en la década de los 90 este renglón económico fue afectado con la pérdida del mercado habitual y por la falta de insumos para atender las plantaciones. Luego sequías, huracanes y finalmente el azote del Huanglongbing, conocida como enfermedad de los brotes amarillos, siguieron diezmando los cítricos.

El avileño Manolo Perera, dueño de la finca El Petardo, en Ceballos, provincia de Ciego de Ávila, recuerda el mal día en que el buldózer comenzó a derribar los cítricos de sus campos.

 «Imagínate, no tuve el valor de asomarme para verlo. Me parecía que sin producir naranjas y toronjas no podría vivir. Pero aunque era duro tratar de entender aquello, las plantaciones ya no daban, con el dolor de mi alma acepté el cambio.»  

Ante la adversidad, el sistema citrícola adoptó la estrategia de concentrar sus áreas fundamentales, con el fin de mejorar las atenciones y rendimientos. A la par, aplicó la fórmula de la diversificación productiva.

 La insigne empresa matancera Victoria de Girón, sin abandonar el rescate de su renglón fundamental con plantaciones más resistentes, inició el despegue económico con producciones de aguacate, frutabomba, mango y guayaba, además de los vegetales y la ganadería vacuna.  

Otro tanto hizo Cítricos Ceiba: pretende cerrar 2010 con más de 600 hectáreas sembradas de diversos frutales y acercarse a tres mil toneladas. El combinado industrial Cítricos Ceballos, amplió la obtención de jugos con una nueva línea; en el presente año ha procesado más de 180 toneladas de piña, procedentes de Villa Clara y Matanzas.

 «Los frutales son muy delicados, no se les puede quitar el ojo de encima -advierte Manolo-. Por ejemplo, quien siembre frutabomba y no tenga insumos para la fumigación, ni agua, no cosecha. La piña exige menos, aunque no es fácil meter las manos entre los pinchos.» 

Con luz larga

Raixa Llauger, directora general del Instituto de Investigaciones en Fruticultura Tropical, explica a BOHEMIA que uno de los propósitos del país es que cada cubano consuma a diario 150 gramos de fruta, tal como recomienda la FAO para tener una vida saludable.

La estrategia nacional de producción frutícola va encaminada a aumentar el volumen de ofertas para la población y la variedad de frutas frescas -incluyendo las hoy casi exóticas: níspero, canistel, anón, guanábana, chirimoya, marañón y caimito-, asegurar el suministro estable a las industrias y miniindustrias, satisfacer las demandas del turismo, sustituir importaciones de pulpas para compotas y dulces, así como incrementar las exportaciones.

Para avanzar en esta proyección -argumenta Raixa- es preciso basar la producción nacional de frutas en el aumento de los rendimientos, continuar potenciando la agricultura urbana y suburbana, utilizar mayor número de frutales dentro del programa nacional de reforestación, si los suelos lo permiten, y trabajar de manera mancomunada con todas las formas productivas en la creación de viveros y la capacitación para el cultivo.

 El programa elaborado hasta el 2015 cuenta con la participación activa del Grupo Técnico Asesor de Frutales, donde se integran instituciones especializadas, con el objetivo de acompañar al productor en la propagación de frutales, tanto en el movimiento de fincas, como en las siembras de caminos y linderos en áreas dedicadas a otros cultivos.  

Hasta la fecha estos expertos han realizado tres recorridos por todo el país, visitando empresas, cooperativas, finqueros dedicados a la fruticultura, y los patios de los agricultores urbanos. «Hemos aprendido mucho con este intercambio de experiencias, vemos buen despegue», enfatiza la joven directora.

 Emilio Farrés ya está preparado para el cuarto viaje. Habla entusiasmado de cuánto han hecho las cooperativas de producción agropecuaria (CPA) José Martí, de Matanzas; Desembarco del Granma, de Cienfuegos; las cooperativas de créditos y servicios (CCS) Antonio Maceo, de La Habana; Renato Guitart, de Camagüey; Mártires del Caney, de Santiago de Cuba; Omar Pérez Pérez, de Las Tunas, y muchas otras sumadas o por incorporarse al Movimiento Productivo de Frutales, hasta completar la cifra de cien cooperativas.  

Una de las instituciones científicas que apoya ese programa es el Instituto Nacional de Investigaciones de Viandas Tropicales, de Santo Domingo, Villa Clara. Mediante novedosos métodos de injertos, especialistas de este centro han logrado que las plantas de mamey, que normalmente demoran en fructificar entre 15 y 20 años, comiencen a dar frutos a los tres años. El resultado se suma al de la frutabomba Maradol, famosa por desarrollar más masa que otras variedades.

 

Los pasos perdidos

Varios factores conspiraron contra la cultura tradicional de cultivar frutales en nuestros campos. Entre ellos, Ricardo Rojas, jefe del vivero de la CPA José Martí, de Ciego de Ávila, menciona la escasa promoción en las entidades que atienden al productor.

En la vecina CCS José Martí, Oscar Vargas, el encargado de la finca de referencia nacional Paula 2, opina que «ha sido abandono de nosotros los campesinos. Si sembráramos frutas y les diéramos las condiciones que llevan, habría de todo. Hay que esforzarse más: si este año plantamos 200 matas de aguacate, el próximo debemos sembrar dos mil».

 Hoy en la campiña cubana poco a poco el empeño florece. En algunas ciudades de la región centro oriental ya los pobladores perciben el cambio, al menos en cuanto a frutas tradicionales como el mango, la guayaba y la piña. Aunque los rendimientos no siempre son buenos, las áreas destinadas a los frutales van creciendo en todo el país.  

En Ciego de Ávila, dos cooperativas que honran el nombre de nuestro Apóstol, incluidas desde 2008 entre las 27 del Movimiento Productivo de Frutales, tienen el protagonismo. La CPA José Martí mucho ha contribuido con su vivero, capaz de producir alrededor de 700 mil posturas. Si bien en ocasiones han estado parados por la carencia de bolsas, lamenta el jefe, Ricardo Rojas.

 En 2009 produjeron 120 mil posturas de guayaba, de la variedad enana roja, la de mayor aceptación en la industria y el consumo. Actualmente llenan las bolsas para las 200 mil posturas de mango, que poblarán entre este año y el próximo 60 hectáreas de ese cultivo. «Queremos plantar diferentes variedades que nos permitan eslabonar una escalera productiva por época y cosechar casi todo el año», sostiene Félix López, presidente de la CPA.  

Al inicio de esta etapa, contaban solamente con cuatro hectáreas de aguacate, tres de guayaba, y algunas plantas de mamey. Hoy tienen ocho hectáreas de piña y 20 de guayaba, 15 de ellas en producción, intercaladas con calabaza, frijoles y frutabomba.

 El presidente de la CCS José Martí, Hiram Aliste, asegura que «en esta zona los mangales en producción estaban casi todos en el sector estatal, y no se recogían las cosechas. El récord anual de acopio de mango en Cítricos Ceballos era de dos mil 500 quintales, y en 2009, cuando estas tierras fueron entregadas en usufructo, esta cooperativa entregó 17 mil quintales, que se convirtieron en compotas y jugos».  

Esta gigantesca cooperativa, que abarca dos mil hectáreas, posee más de 260 de mango (ya están sembrando otras 50), 200 de aguacate en producción, y 50 de guayaba enana roja.

 «El rendimiento promedio de esta guayaba en secano ronda las 30 toneladas por hectárea -dice Aliste-, pero, nosotros hemos cosechado más. En cambio, este año desgraciadamente el clima nos ha golpeado y no tenemos el mismo potencial en el mango. En febrero cayeron unos aguaceros que tumbaron casi toda la floración. Parecido sucedió con el aguacate, salvo con el Catalina, que es más tardío.»

El veleidoso clima

 Un poco más al oeste, en Fomento, provincia de Sancti Spíritus, llegamos a la CCS Mártires de la Familia Vienes, una tarde en plena cosecha de guayaba. De un total de 250 hectáreas, esta cooperativa, también incorporada al Movimiento Productivo de Frutales, dedica 143 a estos cultivos, intercalados con viandas y hortalizas.  

Osvaldo Cancio, el presidente, nos comenta que tienen en producción plantas de aguacate y plátano fruta, así como diez hectáreas de frutabomba y cinco de guayaba, de la clase enana roja que, bajo riego, puede rendir, según el productor, mil quintales (46 toneladas) por hectárea al año.

 «Pero si no tienen agua, las plantaciones comienzan a abortar por el estrés de la sequía y las guayabas a caerse. Aquí ya tenemos fincas con esas afectaciones. Si el país quiere resolver el problema de las compotas de los niños, es necesario potenciar los frutales con sistemas de riego. Una solución pudiera ser hacer pozos y poner turbinas, pero no es suficiente.»  

En el municipio villaclareño de Santo Domingo, Alberto Núñez, productor de la CCS Diosdado Pérez, también la emprende con el clima: «Este año ha sido pésimo. Ha escaseado la lluvia y los soles son los más bravos de los últimos tiempos. Se ha quemado mucha piña, hemos perdido un gran porcentaje de las cosechas, fundamentalmente en los piñales viejos, donde la mata tiende a caerse. La insolación le hace una mancha amarilla a la fruta, que luego cualquier llovizna la ablanda y se pudre. Ese es el llamado golpe de sol».

 Gabriel González, presidente de la cooperativa Diosdado Pérez, única de Villa Clara integrada al Movimiento, confirma que el clima ha afectado los rendimientos. «Teníamos un plan de 80 mil quintales de piña, a un ritmo de unos 485 quintales por hectárea, y estamos promediando menos de la mitad.»  

Los estragos para la entidad agrícola pueden sopesarse en su justa medida cuando conocemos que del total de hectáreas dedicadas a los frutales, el 86 por ciento está ocupado por piñales. De ahí la importancia de diversificar los frutales. Ya tienen sembrado mango y fruta bomba, el único cultivo con sistema de riego.

 

Insumos en secano

Otro de los avatares que enfrenta la producción de frutas actualmente es el déficit de recursos. «Por la situación económica, hemos contado con pocos herbicidas y sustancias para el control de plagas y enfermedades, y nada de fertilizantes. Ahora la empresa nos asignó 12 toneladas, que no alcanzan. Necesitaríamos al menos un 50 por ciento de los insumos para aumentar la producción», dice el presidente de la Diosdado Pérez.

Alberto Núñez lo apoya y argumenta que si no fertilizas los piñales, los rendimientos descienden a la mitad, y los hijos para la próxima cosecha pierden fuerza.

 Otro socio de la misma CCS, Manuel Gil, expone con pesar cómo en su finca La Maravilla, de Excelencia Nacional, la carencia de recursos amenaza con extinguir sus exclusivas plantaciones de uvas, que ayudan a sustituir importaciones. «Actualmente, no recibimos el servicio de fumigación para proteger las plantaciones del Oídio, un hongo que enferma la vid y le tumba toda la floración. Estas cuatro hectáreas llevan 20 mochilas de fungicidas cada siete días, y nos han vendido para apenas tres semanas.»  

En Ciego de Ávila, el presidente de la CCS José Martí, explica que para entregar créditos el Banco exige que Cítricos Ceballos presente un certificado que garantice la entrega de recursos. «¿Y quién va a certificarlo si no hay insumos? ¿Por qué nos trancamos tanto? Ahí en el vivero de la CPA José Martí se están pasando las posturas de guayaba y no podemos comprarlas porque no tenemos créditos», dice Aliste.

 El habanero Adolfo Fernández, gran cosechador de piña y miembro de la junta directiva de la CCS Conrado Benítez, de Madruga, considera que hay un desacople entre las medidas para estimular las producciones y la concreta. «Desde 2008, por cada quintal de cultivos varios entregados acumulamos 18 centavos de CUC en capacidad de compra en las tiendas del agricultor. Pero esos establecimientos están desabastecidos. Nosotros necesitamos 150 pares de guantes para trabajar entre tantas espinas, y vinieron solo 20 para todo el municipio.» 

Agua de coco

Un fuerte movimiento agroecológico cobra auge entre el campesinado cubano, el cual demuestra que las alternativas naturales sí funcionan.

En la CPA José Martí producen humus de lombriz, fundamentalmente para el vivero. Utilizan, además, el compost como abono orgánico, tienen 10 yuntas de bueyes y construyen carretones para cosechar la guayaba en terrenos donde las condiciones no permiten entrar la maquinaria.

 En pleno Escambray espirituano, Yasmany Hernández, de la CCS Rafael Saroza, cuenta que cuando allí chapean, aprovechan la hierba próxima a las plantas como abono, y el resto de los deshechos son utilizados como cordón para retener la materia orgánica de los arrastres, y luego también la llevan a los troncos.  

En la vecina finca El molino de viento, Alberto Fonseca explica que las barreras evitan la degradación. «Las hago muertas (de palo y piedras) y vivas, con plantaciones compactas como la piña que retienen la corteza vegetal en las pendientes de las lomas.»

El avezado trinitario produce entre 10 y 15 toneladas de abono orgánico en el año, que usa mayormente en las siembras. «Abro un hueco grande y le hecho una lata del preparado a las semillas o posturas, para que germinen con fuerza.»

 

Frutas ¿exóticas?

 En las frutas tradicionales o comerciales no termina el horizonte del campesino. Su empeño va más allá. Árboles de nuez, peras y caimitos hay en la CCS Pedro González, de Madruga. En la finca La Maravilla, de Santo Domingo, pudimos observar plantaciones de melocotón. También en la avileña Paula 2, de la CCS José Martí, donde están sembrando, además, diferentes variedades de canistel. En esa labor ayuda el octogenario Naldo Brito: «Hemos tirado semilleros de anón, chirimoya, guanábana. Incluso les he encargado a personas de otros lugares que me traigan semillas, porque tengo el propósito de hacer un vivero de marañón».  

En la CPA Abel Santamaría, en Baconao, Santiago de Cuba, un gran número de semillas de anón, tamarindo, mamey y guanábana brillan al sol. En una de las pilas sumerge sus manos el director general de la empresa Gran Piedra-Baconao, Mario García Castellano. Son el valioso subproducto de muchas frutas que ha procesado la miniindustria de la cooperativa, famosa por sus pulpas para jugos y helados. El objetivo es sembrar las simientes en las mismas lomas de donde salieron los acopios, o en otras áreas, siempre que lo permita la vocación del suelo.

 «Así, además de contribuir al programa de reforestación santiaguero, seguiremos potenciando la producción de alimentos», asegura Mario.

Fuente: http://www.bohemia.cu/2010/06/18/encuba/frutales.html