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Conversaciones directas o indirectas, ¿cuál es la diferencia?

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos


El gobierno Obama, que parece haberse rendido completamente a la insolencia y negativa constante israelí, está presionando a los débiles y desorientados dirigentes de la Autoridad Palestina (AP) para que pasen de unas negociaciones indirectas o de proximidad con el régimen de Netanyahu a unas negociaciones directas.

Para aquellas personas no iniciadas, la presión estadounidense podría hacer que parezca que una vez que empiecen las negociaciones directas entre el zorro israelí y el cordero palestino los milagros van a empezar a descender uno tras otro en la zona.

Por lo que se refiere al primer ministro de Israel, el tristemente conocido mentiroso patológico Benyamin Netanyahu, él también está urgiendo al «Presidente» Abbas a que entre inmediatamente en negociaciones directas con Israel «porque las cuestiones serias no se pueden tratar por medio de negociaciones indirectas e impersonales».

Obviamente, los dirigentes de la AP, por su parte, son propensos a acceder a las negociaciones directas, pero están tratando de conseguir unos acuerdos más favorables que les salven del bochorno de sucumbir a los dictados israelíes sin lograr ninguna de sus reivindicaciones, incluyendo la congelación de la construcción de colonias judías.

George Mitchell visitó esta semana la ocupada Palestina por enésima vez. Sin embargo, en vez de dar respuestas al presidente de la AP concernientes a cuestiones de seguridad y de fronteras, Mitchell ha volado a Beit Hanoun, en el extremo norte de la franja de Gaza, para ser testigo de las maravillas de los «esfuerzos humanitarios israelíes» para aliviar el cruel bloqueo impuesto por cuarto año consecutivo a los 1.600.000 palestinos que viven en este enclave costero.

A Mitchell, un diplomático cobarde aunque sólo sea porque no se enfrentaría a sus anfitriones israelíes en relación a sus pecaminosos hechos y vergonzosos actos, le parecía que tenía que deshacerse en alabanzas de las asesinas autoridades israelíes por permitir la entrada de unos pocos sacos extra de harina y azúcar para los concienzudamente privados de comida gazatíes.

Además de su cobardía, Mitchell también está demostrando ser un descomunal fiasco. Es más, a pesar de sus numerosas visitas e incontables reuniones con altos cargos israelíes, no ha conseguido en absoluto apreciar correctamente la esencia del conflicto.

Su continua aplicación del «escenario irlandés» a la más complicada cuestión palestina no sólo está demostrando ser inviable y desaconsejable, sino estúpida y absurda.

Al fin y al cabo, Mitchell no ha comprendido en absoluto que el conflicto en Palestina no tiene que ver con malentendidos de algún tipo sino con la apropiación de una tierra ancestral de un pueblo por otro pueblo con la ayuda y respaldo de un Occidente inmoral, especialmente Estados Unidos, para el que los ideales de justicia significan muy poco.

Se trata de un acto de expoliación que ha continuado desde el mismo momento en que las potencias occidentales decidieron superponer el derecho de los judíos ashkenazi sobre los palestinos originarios para expiar siglos de persecución de los judíos.

Mitchell no es ignorante, pero es absolutamente ingenuo acerca de la ideología sionista similar a la de los nazis, especialmente el sionismo religioso que es casi totalmente incompatible con los ideales universales de imparcialidad, democracia, civilización, paz, justicia y derechos humanos.

El sionismo religioso similar a los nazis es relevante porque hoy es la fuerza dominante en Israel. Controla el gobierno, el ejército y en gran medida a los medios de comunicación. También controla el discurso religioso dominante en Israel en el que la inmensa mayoría de los rabinos están dispuestos a cantar los himnos del fascismo judío a plena luz del día mientras los políticos nunca dejan de tratar de congraciarse con estos fanáticos racistas.

Más concretamente, la proliferación del sionismo religioso a través de la sociedad israelí estos días se parece mucho a la propagación de la ideología nazi entre los alemanes en los pocos años que precedieron al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Por ello, se puede decir sin temor a equivocarse que en las actuales circunstancias no existe absolutamente ninguna posibilidad de un acuerdo de paz genuino entre Israel y los palestinos, en especial uno que implique la retirada israelí de Cisjordania y Jerusalén oriental.

En un país en el que bajo la presión de los rabinos se intimida a los tribunales para que anulen sus veredictos, acabar con la siniestra ocupación israelí y garantizar a los palestinos una apariencia de justicia se convierte en una posibilidad rocambolesca.

Esto es lo que personas como Mitchell y otros occidentales ingenuos tienen que comprender antes de permitirse pregonadas visitas a la zona y de darnos falsas esperanzas de que la paz está a la vuelta de la esquina cuando, de hecho, está tan lejos y es tan difícil de alcanzar como siempre.

No creo ni por un instante que el llamamiento por parte de Obama y Netanyahu a negociaciones directas proceda de la buena voluntad por su parte.

Obama, que tiene a su disposición todos los hechos acerca del conflicto israelo-palestino, debería ser completamente consciente de las intenciones israelíes, a saber, que Israel no quiere la paz, no quiere pagar el precio por la paz y que sólo se está permitiendo una gestión de la crisis con el objetivo de ganar más tiempo para crear más «hechos» consumados en Cisjordania.

Obama también debería ser completamente consciente de que Netanyahu es un mentiroso irredimible, un político patológicamente deshonesto cuyas palabras son inconsistentes, un hombre que cree que se puede poner fin al conflicto en la ocupada Palestina por medio de la hasbara y la propaganda como, por ejemplo, tratar de convencer a Occidente de que Israel representa la primera línea de defensa de la civilización occidental en el mundo musulmán.

No cabe duda de que la principal lógica que hay detrás del llamamiento de Netanyahu a una negociaciones directas con Abu Mazen es simplemente ganar más tiempo hasta que Obama se convierta casi en un presidente en los últimos meses de su mandato en la Casa Blanca, es decir, hasta que el presidente empiece a prepararse para su reelección, momento en el que la necesidad que tiene del apoyo judío se convierte en crucial.

Netanyahu calcula que si en coordinación con el poderoso lobby judío de Estados Unidos consigue que las negociaciones directas con una desmoralizada AP se alarguen durante 12 o 18 meses más, Obama estará en una posición tan mala que ni siquiera será capaz de carraspear voz ante Israel.

El «equilibrio de poder» entre Netanyahu y Obama ya se está inclinando a favor del primero. Sin embargo, Netanyahu no se contentará con una victoria por puntos y está planeando dejar KO al ingenuo Obama que parece pensar que sus expresiones de cariño hacia los judíos e Israel deberían ser correspondidas con el apoyo judío a su gobierno, especialmente durante las próximas elecciones presidenciales.

Es bastante posible que Obama se dé cuenta de que independientemente de cuánto tiempo se permitan Israel y la AP las negociaciones directas, el resultado esperado será nulo dada la orientación ideológica del gobierno de Israel.

Pero en tal caso, ¿que haría el gobierno Obama para tratar de volver a inventar la rueda?

Pues bien, la respuesta es clara. No tienen nada que perder mientras los dirigentes palestinos y en relación a esta cuestión también el resto de los impotentes regímenes árabes desde Bahrain a Marruecos estén dispuestos dócilmente a aceptar cualquier cosa que proponga la Casa Blanca.

De ahí que Obama esté simplemente tratando a los esclavos como esclavos. Ni más ni menos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.