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Una lectura ecosocialista

Coronavirus, ¿una vacuna para la humanidad?

Fuentes: Rebelión

En sólo dos meses en cada rincón del mundo compartimos temores por ancianos, urgencias y miedos adultos y terror de que el COVID 19 pueda afectar seriamente a nuestros hijos. A un tercio de la humanidad, encerrada y aislada en nuestras casas, nos invade la ansiedad e incertidumbre inevitables sobre cómo seguirán tras la pandemia la economía, la subsistencia y la sociabilidad, la vida en suma.

Sin embargo, pese al desplome de la economía mundial provocado por el coronavirus y a los tormentos que arrastran los millones de personas infectadas y muertas cada día, tres realidades aparecieron silenciosas y radiantes, tan inesperadas como la pandemia, y que alientan esperanzas compartidas por millones en cada rincón y a la ancho del planeta.

1. La increíble recomposición de la naturaleza por el freno de la economía, tras el implacable avance urbano y de la mugre gaseosa y líquida con la que la producción per se no cesó de envenenarla desde la Revolución Industrial, fue muy celebrada y feliz. Ciervos en calles de Japón, canales limpios en Venecia, zorros en Londres, cielos transparentes sobre China, Italia y España, Buenos Aires sin gases ni ruidos, carpinchos en countries sobre humedales… apenas la presión disminuyó, el planeta se limpió. Lo vimos. No es abstracto. Podemos sanarlo.

2. La capacidad social de adaptación de conductas ante la amenaza y de aprendizajes sociales veloces, en tan sólo tres semanas, es sorprendente. En pocas semanas “todo lo sólido se desvaneció en el aire”: aviones clavados en tierra, casi tres mil millones de personas aisladas en sus casas, se cayeron acciones, se congeló el turismo y miles de actividades y eventos, ¡hasta el circo deportivo! Pero… mientras haya víveres y techo en paz, por un tiempo, “no pasa nada”. En sólo tres semanas, el mundo pulsa a otro ritmo.

3. Viejos valores soterrados por la mercadofilia retornaron súbitamente al centro de la escena: vida, solidaridad, entrega, cooperación, paz, creatividad, reconexión humana. Desahuciados por años (agentes de la salud, científicos, empleados de farmacias o supermercados, etc.) se revalorizan como héroes anónimos del momento. Y…  ¿y el mercado?, ¿es vital?, ¿alguien se desvive por no poder salir de shopping?, ¿lo extrañás, o abrazar a tus afectos?

¿No se debe el salto de popularidad que gozó el Presidente a haber priorizado esos valores, a confirmar y validar el rol del Estado como ordenador y freno de los intereses de pocos contra los de muchos, a haber despertado esperanzas de cambiar las “reglas del juego”?

Una humanidad suspendida, como entre una inhalación y exhalación, sin el frenesí ni la histeria usuales experimenta “aquí y ahora” una naturaleza más sana, valores humanos y buena parte “cae” o registra que puede -¡Y que desea!- vivir distinto. “Volver a salir” sí, “volver a la locura” ya no. Volver a lo mismo que antes no, es la causa de por qué sufrimos.  

Entonces, se reactualizará un viejo problema. Lo peor de la pandemia pasará y volverán a regir el ritmo de la codicia explotadora de los dueños del capital y sus medios reavivarán urgente al imprescindible circo para los “tiempos de ocio”.   

¿Cómo articular y canalizar políticamente a los millones de deseos compartidos de que  valores como cooperación, solidaridad, paz y vida a ritmos acordes con los de naturaleza primen y aplasten a los del lucro ciego, la explotación, la histeria sin sentido y el circo 24×7?

Žižek y Badiou proponen una ambigua “nueva forma de comunismo”, otros pronostican nomás. Pero una nueva situación, ¿no amerita postular una nueva afirmación?  Y pocas -si alguna- supera al ecosocialismo para bosquejar unidos anchos sueños compartidos (no “idénticos”) e integrar programas para un mundo solidario, que priorice generar bienes necesarios y más tiempos para jugar, amar, contactarnos humanos, compartir por placer saberes, artes y deportes, con otros valores y perspectivas civilizatorias.

En su ya apreciable y amplia historia, en el ecosocialismo confluyen un filósofo occidental (Walter Benjamin) y múltiples perspectivas y praxis feministas, originarias y campesinas, decoloniales y por modernidades alternativas, jóvenes en redes, con una sabiduría común: ser parte de la naturaleza y respetar juntos a los procesos físico-químico biológicos de la biosfera y ecosistemas, en vez de acelerar al tren que corre incontrolado a concretar la (percibida imparable) hipótesis del colapso humano.

Sus principios de autolimitación, precaución, interculturalidad, ecoética, igualdad y participación componen un lenguaje ilegible a las fuerzas del consenso extractivista envenenante (sojero, minero, fracking, cementador) y aún raro a la izquierda leninista.

Si consolidamos y articulamos estos principios para la pospandemia, la tragedia del COVID 19  podrá haber servido para vacunar a la sociedad humana contra su propio suicidio.

Hoy, estos versos de Mary Oliver nos interpelan como una campana repicando en los oídos:

«Dime,

 ¿qué piensas hacer

con tu única, salvaje,

preciosa vida?»

Gabriel E. Videla, geógrafo UBA.