Sermón navideño del pastor palestino Munther Isaac desde Belén
En la ciudad de Belén, el lugar de nacimiento de Jesús, en la Cisjordania ocupada, los líderes de la ciudad y de la iglesia cancelaron este año todas las festividades navideñas en Tierra Santa para llorar a los más de 20.000 palestinos asesinados en Gaza.
La emblemática Iglesia Evangélica Luterana en Belén, creó un Nacimiento con la figura del niño Jesús envuelto en una kufiya palestina y rodeado de escombros. Aquí, el pastor palestino de la iglesia, el Reverendo Munther Isaac y su liturgia de lamentos, ofrecida el sábado 23 de diciembre 2023.
REVERENDO MUNTHER ISAAC: “Cristo bajo los escombros, una liturgia de lamentos”
Estamos enojados. Estamos rotos. Éste debía haber sido un momento de alegría, sin embargo, estamos de luto. Tenemos miedo.
Hay más de 20.000 muertos. Miles de personas siguen bajo los escombros. Cerca de 9.000 niños han sido asesinados de las formas más brutales. Día tras día… Hay 1,9 millones de palestinos desplazados, cientos de miles de viviendas destruidas. Gaza, tal como la conocemos, ya no existe. Esto es una devastación. Esto es un genocidio.
El mundo está mirando. Las Iglesias están mirando. El pueblo de Gaza envía imágenes de su propia ejecución en vivo. Quizás, al mundo le importe, pero esto continúa.
Aquí nos preguntamos: ¿Será este nuestro destino, en Belén? ¿En Ramallah? ¿En Yenín? ¿Es este nuestro destino, también?
Nos atormenta el silencio del mundo. Los líderes de los así llamados “libres”, se alinearon uno tras otro contra una población cautiva para dar luz verde al genocidio. Ellos lo arroparon. No sólo se aseguraron de pagar la factura por adelantado, sino que escondieron la verdad y el contexto al estipular [el cómo de] la cobertura política. Y aún otra capa ha sido añadida: la cobertura teológica, con la Iglesia Occidental invistiéndose en primer plano.
Nuestros queridos amigos de Sudáfrica nos enseñaron el concepto de “Teología del Estado”, definida como “la justificación teológica del status quo, con su racismo, capitalismo y totalitarismo”. Es lo que se hace utilizando incorrectamente (con toda intención) los conceptos teológicos y los textos bíblicos para sus propios fines políticos.
La Biblia, nuestro propio texto sagrado, es en Palestina, un arma utilizada contra nosotros. En nuestra propia terminología -en Palestina- hablamos del imperio. Aquí nos enfrentamos a la teología del imperio: con su disfraz de superioridad, de supremacía, de los elegidos, los privilegiados. A veces, a éste, se le da una cubierta bonita utilizando palabras como: “misión”, “evangelización”, “consumación de la profecía” y “propagación de la libertad”.
La teología del imperio se convierte en una poderosa herramienta para enmascarar la opresión, bajo el manto del “castigo divino”.
Ellos hablan de tierra, sin pueblo. Dividen a las personas en: «nosotros» y «ellos». Deshumanizan y demonizan. El concepto de “tierra sin pueblo”, otra vez, aunque ellos sepan muy bien, que esa tierra tenía un pueblo, y no un pueblo cualquiera, un pueblo muy especial. La teología del imperio exige vaciar Gaza, tal como exigió la limpieza étnica en 1948, un “milagro” o “milagro divino”, como lo llamaron. Ahora se nos demanda a nosotros, los palestinos, que nos vayamos a Egipto, tal vez a Jordania. ¿Por qué no sólo al mar?
Pienso en las palabras de los discípulos dirigidas a Jesús cuando se disponía a entrar en Samaria: “Señor, ¿quieres que le mandemos al fuego que baje del cielo y los consuma?” decían de los samaritanos. Ésta es la teología del imperio. Eso es lo que ahora, ellos, dicen de nosotros.
Esta guerra nos ha confirmado que el mundo no nos ve como iguales. Quizás sea el color de nuestra piel. Tal vez sea porque estamos en el lado equivocado de una ecuación política. Ni siquiera nuestro parentesco en Cristo nos protegió. Por eso dicen: “Si es necesario matar a 100 palestinos para agarrar a un solo ‘militante de Hamás’, pues que así sea”. No somos humanos a sus ojos. Pero ante los ojos de Dios, nadie puede decirnos eso.
La hipocresía y el racismo del mundo occidental es transparente y atroz. Siempre toman la palabra de los palestinos con sospecha y reservas. No, no nos tratan como a iguales. Sin embargo, por otro lado, a pesar del claro historial de desinformación y mentiras, sus palabras, casi siempre, son consideradas infalibles.
A nuestros amigos europeos: No quiero oírles jamás sermonearnos sobre Derechos Humanos, o Derecho Internacional. Y hablo en serio. No somos blancos, (imagino) no aplica a nosotros -según su propia lógica-.
En esta guerra, los muchos cristianos del mundo occidental se han asegurado de que el imperio tenga la teología necesaria: “Es en defensa propia” -nos dijeron-. Y me sigo preguntando: ¿Cómo es en defensa propia el asesinato de 9.000 niños? ¿Cómo es en defensa propia el desplazamiento de 1,9 millones de palestinos? A la sombra del imperio, convirtieron al colonizador en víctima y al colonizado en agresor. ¿Hemos olvidado que el Estado con el que ellos hablan, que ese Estado, fue construido sobre las ruinas de las ciudades y pueblos de esos mismos habitantes de Gaza? ¿Se les ha olvidado eso?
Estamos indignados por la complicidad de la Iglesia. Déjenme aclarar amigos: El silencio es complicidad. Y esas demandas vacías a la paz, sin demandar un alto el fuego y el fin de la ocupación; y sus frívolas palabras de empatía, sin una acción directa, todo eso cae bajo la bandera de la complicidad.
Así que este es mi mensaje: Hoy Gaza se ha convertido en la brújula moral del mundo. Gaza era un infierno antes del 7 de octubre, y el mundo no decía nada. ¿Debería sorprendernos su silencio ahora?
Si no están horrorizados por lo que está sucediendo en Gaza, si no están conmocionados en lo más profundo de su ser, algo anda mal con su humanidad. Y si nosotros, como cristianos, no estamos indignados por el genocidio, por el uso de la Biblia como arma para justificarlo, algo anda mal con nuestro testimonio cristiano, y estamos comprometiendo la credibilidad de nuestro mensaje evangélico.
Si no llamas a esto un genocidio, es tu decisión. Es un pecado y una oscuridad que aceptas voluntariamente. Algunos ni siquiera han pedido un alto el fuego (estoy hablando de las Iglesias). Lo lamento por ustedes.
Estaremos bien. A pesar del inmenso golpe que hemos sufrido, nosotros, los palestinos, nos recuperaremos. Nos pondremos de pie. Nos levantaremos de nuevo en medio de la destrucción, como siempre lo hemos hecho como palestinos, aunque este sea, por mucho, quizás el mayor golpe que hemos recibido en largo tiempo. Pero estaremos bien.
Pero, para aquellos que son cómplices, siento pena por ustedes. ¿Podrán recuperarse alguna vez de esto? Su caridad y sus palabras de conmoción después del genocidio no cambiarán nada. Y sé que sus palabras de estupor se avecinan. Y sé que la gente donará generosamente para obras de caridad. Pero sus palabras no cambiarán nada. Las palabras de remordimiento no serán suficientes para ustedes. Y déjenme decirles: No aceptaremos sus disculpas después del genocidio. Lo que se ha hecho, se ha hecho. Yo quiero que se miren al espejo y se pregunten: «¿Dónde estaba yo cuando Gaza estaba pasando por un genocidio…?»
En estos últimos dos meses, los salmos de lamentaciones se han convertido en un precioso compañero para nosotros. Clamamos: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué has desamparado Gaza? ¿Por qué escondes tu rostro de Gaza?”
En nuestro dolor, angustia, y lamentaciones, hemos buscado a Dios y lo hemos encontrado bajo los escombros en Gaza. El mismísimo Jesús fue víctima de la misma violencia del imperio, cuando Él estuvo en nuestra tierra. Él fue torturado, crucificado. Se desangró mientras otros observaban. Lo mataron, y clamó a gritos: «Dios mío, ¿dónde estás?».
Hoy, en Gaza, Dios está bajo los escombros. Y en esta temporada navideña, mientras buscamos a Jesús, Él no se encuentra del lado de Roma, sino de nuestro lado del muro. Él está en una cueva, con una familia sencilla, una familia ocupada [despojada]. Él es vulnerable y apenas, milagrosamente, Él mismo sobrevivió a una masacre. Él está entre los refugiados, entre una familia de refugiados. Aquí es donde Jesús se encuentra hoy.
Si Jesús fuera a nacer hoy, nacería bajo los escombros de Gaza.
Cuando glorificamos el orgullo y la riqueza, Jesús está bajo los escombros.
Cuando dependemos del poder, de la fuerza y de las armas, Jesús está bajo los escombros.
Cuando justificamos, racionalizamos y teologizamos el bombardeo de niños, Jesús está bajo los escombros.
Jesús está bajo los escombros. Éste es su pesebre. Está en casa con los marginados, los que sufren, los oprimidos y los desplazados. Éste es su pesebre. Yo he estado mirando y contemplando esta imagen icónica. Dios con nosotros, precisamente de esta manera. Ésta es su encarnación: una desordenada y sangrienta pobreza. Ésta es su encarnación.
Y este niño, es nuestra esperanza e inspiración. Lo miramos y lo vemos en cada niño asesinado y sacado de debajo de los escombros. Mientras el mundo continúa rechazando a los niños de Gaza, Jesús dice: [palabras del Señor]“Así cómo lo que tú le has hechos a uno de los más pequeños de estos hermanos míos, me lo hicisteis a mí”. «¡Tú, me lo hicisteis a mí!».
Jesús no sólo los llama suyos, sino que Él es ellos. Él es, los hijos de Gaza.
Miramos a la Sagrada Familia, y la vemos en cada familia desplazada y errante, ahora sin hogar y desesperada. Mientras el mundo discute el destino del pueblo de Gaza (como si fueran cajas no deseadas en un garaje), Dios, desde la narración navideña, comparte su destino y Él camina con ellos y los llama suyos.
Así, este pesebre, habla de la resiliencia. Habla del sumud [la perseverancia constante]. Y la resiliencia de Jesús está en su mansedumbre, está en su debilidad, está en su vulnerabilidad. La majestuosidad de la encarnación reside en su solidaridad con los marginados. Resiliencia porque este es el mismo niño que se levantó de en medio del dolor, la destrucción, la oscuridad y la muerte para desafiar a los imperios, para decirle la verdad al poder, y lograr una victoria eterna sobre la muerte y la oscuridad. Este mismo niño logró esto.
Esta es la Navidad en Palestina, y este es el mensaje de Navidad. La Navidad no se trata de Papá Noel. No se trata de árboles, regalos y luces. ¡Dios mío! cómo hemos tergiversado el significado de la Navidad. Cómo hemos comercializado la Navidad. Por cierto, estuve en los EE. UU. el mes pasado (el primer lunes después del Día de Acción de Gracias) y me sorprendió la cantidad de adornos y luces navideñas y todos los productos comerciales. Y no pude evitar pensar: Nos envían bombas mientras celebran la Navidad en sus tierras. Ellos le cantan al príncipe de la paz en su tierra, mientras percuten el tambor de la guerra en la nuestra.
Es la Navidad en Belén, el lugar de nacimiento de Jesús. Este es su pesebre. Este es nuestro mensaje al mundo de hoy. Es el mensaje del evangelio. Es un verdadero y auténtico mensaje navideño sobre el Dios que no se quedó callado, sino que dijo su palabra, y su palabra fue Jesús. Nacido entre los ocupados [despojados] y los marginados. Él se solidariza con nosotros en nuestro dolor y quebranto.
Nuestro mensaje al mundo de hoy es simplemente este: ¡Este genocidio debe detenerse ahora! ¿Por qué no lo repetimos?: ¡Detengan este genocidio ahora!
¿Pueden decirlo conmigo?: ¡Detengan este genocidio!
CONGREGACIÓN: ¡Detengan este genocidio ahora!
RDO. MUNTHER ISAAC: Digámoslo una vez más. ¡Detengan este genocidio!
CONGREGACIÓN: ¡Detengan este genocidio ahora!
RDO. MUNTHER ISAAC: Este es nuestro llamado. Esta es nuestra súplica. Esta es nuestra oración. ¡Escúchanos, oh, Dios! Amén.
https://www.democracynow.org/2023/12/26/christ_in_the_rubble_christmas_sermon
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