Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Dibujo de Nathaniel St. Clair
Semanas atrás, cuando se presentaron las primeras acusaciones de antisemitismo contra la representante Ilhan Omar, estuve muy perturbado.
No hace mucho la vi abordar estas acusaciones en un ayuntamiento local. Ella recordó al mundo que, como mujer musulmana negra en Estados Unidos sabe cómo es el odio y pasarse la vida trabajando contra él. Sus palabras eran claras, audaces y firmes.
Yo estaba algo más que perturbada cuando los miembros del Congreso no solo continuaron formando pandillas y acusando falsamente a Omar de antisemita, sino que además crearon una resolución de la Cámara de Representantes describiendo sus palabras como odiosas. Estaba absolutamente disgustada.
Omar ha criticado el apoyo del Gobierno de los Estados Unidos a las acciones israelíes que violan el derecho internacional. Y se ha manifestado contra el papel que juega el dinero destinado a ese apoyo en la política.
Esto tampoco es antisemita.
Lo que es antisemita es la cacofonía de los principales medios de comunicación y los políticos que dicen que criticar la política de los Estados Unidos hacia el Estado de Israel es lo mismo que atacar a los judíos.
Como la mayoría de los jóvenes judíos estadounidenses crecí aprendiendo sobre Israel. Durante las vacaciones canté oraciones sobre Eretz Israel, la tierra de Israel. En la escuela de hebreo aprendí la cultura del país, sus ciudades, sus primeros ministros anteriores. En mi campamento de verano judío comenzábamos todos los días con el himno nacional israelí, Hatikvah.
Mi imagen de Israel era rosada. Cuando finalmente lo visité en la universidad, me fascinaron los exuberantes paisajes y las brillantes ciudades, seguro de que algún día me mudaría a esta casa ancestral de oro.
Toda esta construcción emocional no hizo más que agravar mi sensación de deplorable cuando en los años que siguieron aprendí las realidades de la ocupación israelí. El Estado moderno de Israel fue establecido por sionistas, un movimiento nacionalista iniciado por judíos europeos con el objetivo de crear un «Estado judío» como refugio para judíos perseguidos.
Es cierto que los judíos han enfrentado siglos de brutal persecución en Europa. Pero el proyecto de los sionistas compartía inequívocamente las raíces colonialistas europeas.
En 1948, la guerra de independencia de Israel originó la Nakba, una invasión que expulsó a 700.000 palestinos de sus hogares. A estos palestinos nunca les permitieron regresar, creando una masiva población de refugiados que hoy asciende a más de 7 millones.
Mientras yo pude viajar libremente por Israel, a los palestinos que una vez vivieron allí se les prohibió legalmente regresar. Mientras vagaba por los mercados probando guisos y shawarmas, los palestinos en Gaza no pueden permitirse ni el gas para cocinar su comida debido al bloqueo israelí.
El sionismo tampoco creó un refugio judío inclusivo. De hecho, la diversa población judía procedente de los países orientales, o árabe, que ya estaba prosperando en Palestina fue expulsada de la sociedad israelí cuando los judíos ashkenazíes (de origen europeo) se convirtieron en la clase de élite.
Lo que sí creó es un bastión imperialista que continúa violando el derecho internacional mediante la construcción de colonias cada vez más profundas en el territorio palestino, otorgando a los israelíes judíos un estatus legal superior al de los israelíes árabes y palestinos y atacando a todos los que protestan.
Desde el origen de Israel, los Estados Unidos han suministrado decenas de miles de millones de dólares en ayuda militar y contundente apoyo político. El Congreso constantemente ignora docenas de resoluciones de la ONU que condenan los abusos israelíes y año tras año le da más recursos para oprimir violentamente a los empobrecidos palestinos.
La considerable influencia política de los grupos de presión proisraelíes incluso ha empujado al Congreso a considerar proyectos de ley que castigan a los estadounidenses que apoyan los derechos palestinos. (Alrededor de la mitad de todos los estados ya tienen tales leyes).
En términos más generales, confían en los críticos malvados que aportan falsas afirmaciones de antisemitismo, especialmente cuando las críticas provienen de una persona de color, como hemos visto con Angela Davis, Marc Lamont Hill y Michelle Alexander antes de la senadora Omar.
Yo, junto con un número cada vez mayor de jóvenes judíos estadounidenses, quiero discutir el apoyo de Estados Unidos a Israel. Hablar de política exterior no es antisemitismo.
Lo que es antisemita, siempre, es decir que todos los judíos apoyan la violencia y el imperialismo.
Sarah Gertler es miembro del Instituto Newman de Estudios Políticos.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2019/03/08/criticizing-israel-isnt-anti-semitic-heres-what-is/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a l autora, a l traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.