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Cualquiera menos Bush

Fuentes: El Periódico

Los norteamericanos no salen de su asombro. En su mayoría, creían honestamente que su país había declarado la guerra a Irak porque Sadam Husein tenía «vínculos directos y amplios con redes terroristas». Así se lo había asegurado personalmente el presidente George W. Bush en febrero de 2003, poco antes de ordenar el ataque contra Irak.También […]

Los norteamericanos no salen de su asombro. En su mayoría, creían honestamente que su país había declarado la guerra a Irak porque Sadam Husein tenía «vínculos directos y amplios con redes terroristas». Así se lo había asegurado personalmente el presidente George W. Bush en febrero de 2003, poco antes de ordenar el ataque contra Irak.

También les dijo que Sadam había enviado a trabajar con Al Qaeda a expertos en fabricación de bombas y falsificación de documentos, que les había proporcionado entrenamiento de armas químicas y biológicas, que había facilitado a la red terrorista un campo de entrenamiento en el nordeste del país y que muchos de sus líderes estaban en Bagdad.

Todo era mentira. La comisión de investigación del 11-S acaba de reconocer que Sadam Husein y Al Qaeda no tenían ninguna relación, que mantuvieron un solo contacto en 1994 y que Sadam rechazó la petición de Osama bin Laden cuando le pidió armas y campos de entrenamiento. El dictador iraquí no tuvo responsabilidad alguna en los atentados.

AL CONOCER las conclusiones de la comisión, el presidente Bush, con la brillante oratoria que le caracteriza, ha asegurado: «La razón por la que insisto en que había una relación es porque había una relación». Otro tanto ha hecho el vicepresidente Cheney, que ha calificado los titulares de la prensa y, en particular, del The New York Times, de «irresponsables, maliciosos y ofensivos».

También hemos sabido que la información decisiva para declarar la guerra, según la cual Sadam Husein disponía de armas de destrucción masiva que podía disparar en 45 minutos, dato que el Gobierno británico publicó en las mismas fechas en un informe firmado por Tony Blair, era igualmente falsa. Bush y Blair no estaban solos en las Azores.
También en febrero de 2003, el entonces presidente del Gobierno español José María Aznar dijo: «Todos los gobiernos, incluido el español, tienen información de que el régimen de Sadam Husein, en función del armamento que tiene, biológico, químico, y de sus vinculaciones con los grupos terroristas, supone efectivamente una amenaza. Para desencadenar una matanza bastan unos gramos de ántrax y un puñado de iluminados.
A Sadam le sobran ambos ingredientes: el ántrax y los iluminados. Yo no digo que represente un peligro como el de Hitler. Sí digo, afirmo y mantengo, que responde a la misma naturaleza y al mismo instinto. Sadam es un espejo en el que se miran muchos tiranos y muchos terroristas. Miente sistemáticamente sobre sus arsenales de destrucción masiva. Que Sadam deje de ser una amenaza, que desaparezca el riesgo de que sus armas de destrucción masiva caigan en manos de terroristas, son intereses nacionales de nuestro país».

ES CIERTO que Sadam era un dictador, pero no disponía de laboratorios móviles, no había comprado uranio a Níger y no preparaba ninguna acción militar. En Irak no había armas de destrucción masiva. Sabemos que hay que combatir el terrorismo pero, ¿qué hacer con los políticos que mienten? ¿Qué hacer, cuando sus mentiras suponen la pérdida de miles de vidas humanas, el retroceso generalizado de las libertades democráticas, la manipulación sistemática de la información, el encarcelamiento indefinido de sospechosos sin juicio, la justificación y la práctica generalizada de la tortura, la ocultación de prisioneros a la Cruz Roja, la violación de la Carta de la ONU? ¿Qué hacer, cuando, a pesar de ese precio terrible que se nos hace pagar, ni siquiera se consigue mejorar nuestra seguridad?

Nadie se disculpa, nadie rectifica: Ayad Allawi, presidente del INA (Acuerdo Nacional Iraquí) y responsable de esa información falsa, antiguo colaborador del régimen de Sadam Husein y luego terrorista y agente de la CIA, acaba de ser elegido primer ministro del Gobierno provisional iraquí. La realidad supera a la ficción.

No es de extrañar que la opción electoral que empieza a contar con más partidarios, dentro y fuera del país, para las elecciones presidenciales norteamericanas de noviembre, aunque no corresponde a ningún partido ni tiene candidato, sea la representada por las siglas ABB: Anyone but Bush. Es decir, cualquiera menos Bush.

CARLOS Castresana es Fiscal anticorrupción y profesor visitante de la Universidad de San Francisco