Publicado originalmente en árabe por El Instituto de Estudios Palestinos. Traducido al español por Jaldía Abubakra
La gente del sur de Palestina solía recibir las primeras lluvias, llamadas La Cruz, a mediados de septiembre de cada año. Las lluvias en ese momento marcaban el final del calor y el comienzo de la temporada de otoño y, con ella, la cosecha de aceitunas y dátiles. Cuenta la leyenda que se llama La Cruz porque sucedió un mes de septiembre, cuando Santa Elena buscaba la “Cruz de Honor», la cruz en la que Cristo fue crucificado, y para distinguirla de las tres cruces que había encontrado en el Monte Calvario en Jerusalén, el obispo Makarios le propuso que colocara a una persona muerta en las cruces. De aquella de la que se levantara el difunto sería la “Cruz de Honor”. Así, cuando Makarios alzó la cruz de Cristo, la lluvia cayó del cielo. De todos modos, lo que está claro, es que el 27 de septiembre, antes de las religiones abrahámicas, fue una festividad agrícola pagana.
Independientemente del origen del nombre, la aparición de lluvias en septiembre es característica del clima mediterráneo. Sin embargo, el cambio climático que se ha intensificado desde finales de los años noventa ha retrasado las primeras lluvias hasta diciembre y, a veces, hasta enero.
Antes que llegase el cambio climático, el régimen sionista de Israel fue cambiando la demografía en Palestina a través de la limpieza étnica que perpetra desde la Nakba, convirtiendo el distrito de Gaza -que se extendía por una superficie de 1.111,5 km2- en una franja donde sus 80.000 habitantes de entonces fueron concentrados junto a 200.000 refugiados palestinos expulsados por las organizaciones terroristas sionistas del centro y sur del país.
Después de haber dañado la demografía y el espacio urbanístico, el sionismo se empeñó en dañar la naturaleza misma, comenzando con los valles y los manantiales. Los proyectos por controlar los recursos hídricos eran, y siguen siendo, parte de la propia empresa sionista, ya que la compañía Mekorot -“para la gestión de los recursos hídricos”- se estableció en 1937 con el objetivo de proporcionar agua potable y de riego a los asentamientos sionistas en el norte de Palestina.
En 1948, justo después de la Nakba, Mekorot duplicó el diámetro de la tubería proveniente de la fuente del manantial de Ras Al-Ayn, donde nace el río Al-Auya que abastece a Jerusalén-oeste, para bombear 27.000 metros cúbicos al año. Cabe mencionar que Jerusalén-oeste es un espacio urbano construido sobre varios pueblos palestinos al oeste de Jerusalén, limpiados étnicamente, y algunas comunidades judías construidas allí antes de la Nakba.
Otros grandes proyectos hídricos sionistas son el conducto que conecta el río Auya con el desierto del Naqab (“Negev”), construido en 1955, y el “Acueducto Nacional» de 1964 a través del cual Israel bombea el agua del lago Tiberíades hacia los asentamientos sionistas en todo el país.
En el septuagésimo quinto otoño después de la Nakba ha llegado unas cruces, levemente. La lluvia verdadera que ha caído hace unas semanas estuvo acompañada de una depresión atmosférica severa que golpeó el sur y el centro del país. Los chubascos no pararon en la Franja de Gaza durante cuatro días, lo que resultó en inundaciones, las primeras de su tipo en décadas. El agua volvió a fluir no solo en los valles secos de la Franja, el valle Al-Salqa se cubrió e inundó muchos barrios y campos, arrasando todo y cobrando la vida de una persona en Deir Al-Balah. Esto es debido a que Israel abrió, y sin aviso, las compuertas de tres pantanos que había construido en el curso de este río y, también a que su cauce fue invadido por un caos “urbanístico”.
Cabe destacar en la Franja de Gaza hay cuatro valles:
El valle de Gaza, que nace en las montañas de Hebrón y la montaña Al-Baqar en el Naqab, y desemboca en el mar Mediterráneo, entre el campo de refugiados de Nuseirat y la cuidad Al-Zahra.
El valle de Al-Salqa, que empieza su curso al este del pueblo de Deir Al-Balah, justo detrás de la valla de separación, y termina en lo que era una cuenca pantanosa al oeste de dicho pueblo.
El valle de Al-Halib, conocido también como el valle de Beit Hanoun, que comienza su curso detrás de la valla de separación al este de la zona de Al-Muntar. Luego se dirige hacia el norte, pasando por el pueblo de Beit Hanoun, cruza la valla de separación para abastecer el valle de El-Hissi que desemboca en el Mar Mediterráneo.
El valle de Al-Douh, que es un pequeño afluente del valle de El-Hissi, y comienza al este de Beit Hanoun, detrás de la valla de separación. Luego se dirige ligeramente hacia el oeste, cruzando la valla antes de dirigirse hacia el norte para encontrarse con el valle de El-Hissi cerca del pueblo de Dimreh sobre cuyas ruinas los sionistas construyeron el kibutz de Erez.
Estos valles, al igual que el resto de los valles del sur de Palestina, están secos casi todos los días del año, a excepción de algunas balsas de agua, estanques naturales y algunos tramos del arroyo donde el agua fluye a bajas velocidades, allí el agua no fluye con fuerza, excepto en la temporada de lluvias. La situación de cada valle es parte de la historia palestina. Por ejemplo, el valle de Gaza es el valle más grande de Palestina, con una cuenca de unos 3.500 km2. También es el más largo. Se extiende 80 km desde la montaña Al-Baqar, en el Naqab, hasta el Mediterráneo. Sin embargo, detrás de la miserable vista de su estuario, lleno de aguas residuales, hay otro paisaje en los territorios ocupados por Israel en 1948. Israel ha construido a lo largo del valle y sus numerosos afluentes unos 33 embalses, además de 14 depósitos para el tratamiento del agua por oxidación en el arroyo de Al-Mashash, un afluente del valle Gaza que corre al sur de la ciudad de Beir Assaba’ (Be’er Sheva).
En 1996, el Fondo Nacional de Israel, históricamente conocido como el Fondo Nacional Judío, con fondos estadounidenses y australianos, amplió tres embalses en el valle de Gaza -ubicados en el área de Um Arqoub, a 14 kilómetros aproximadamente al sureste de la Franja de Gaza- hasta una capacidad de 7 millones de metros cúbicos. La tasa de flujo más alta del valle de Gaza es de 759 metros cúbicos por segundo. Es una tasa enorme dado que el caudal de Ain Laddan, que alimenta al río Jordán en el extremo norte de Palestina en el pueblo de Khan A-Dweir, es de tan solo ocho metros cúbicos.
Sintiendo la amenaza del cambio climático y la escasez de agua, el Fondo Nacional de Israel comenzó a construir embalses en todos los valles de Palestina que hoy superan los 230. En 1989 completó el proyecto Tercer conducto, que bombea 100 millones de metros cúbicos hacia el Naqab, y construyó en la parte ocupada de Beit Hanoun en 1948, un depósito de riego agrícola sobre una superficie de 40.000 metros cuadrados con una capacidad de 1,5 millones de metros cúbicos, reteniendo así toda el agua del valle Al-Douh. A todo esto, se le une otro embalse que retiene el agua del valle Al-Halib.
De este modo, el régimen del apartheid israelí priva a dos millones de palestinos en la Franja de Gaza de su derecho al agua, convirtiéndola en una maldición, y con sadismo les impide obtener los materiales necesarios para la construcción de plantas de desalinización de agua de mar. Las cosas se complican también cuando reina el caos, con una ausencia de planificación urbana y una mala gestión de prioridades por parte de la fuerza gobernante en la Franja de Gaza.
En Cisjordania la situación no es mejor y, hasta que esto mejore se necesita una lucha “científica” por las clases explotadas en Palestina.
Fuente original: https://www.palestine-studies.org/ar/node/1653661