Traducido del Inglés para Rebelión por J. M.
«Recuerdo cómo empezó todo. Todo el estado de Israel es un milímetro del Medio Oriente entero. Un error estadístico, tierra estéril y decepcionante, los pantanos en el norte, el desierto en el sur, dos lagos, uno muerto y un río sobrevalorado. Sin recursos naturales, aparte de la malaria. Aquí no había nada. Y ahora ¿tenemos la mejor agricultura en el mundo? Esto es un milagro: una tierra construida por la gente» (Maariv, 14 de abril de 2013).
Este relato inventado, escuchado en la voz del primer ciudadano y portavoz israelí, pone de relieve hasta qué punto la narrativa histórica es parte de la realidad actual. Esta impunidad presidencial resume la realidad en la víspera de la sexagésima quinta conmemoración de la Nakba, la limpieza étnica de la Palestina histórica. El hecho inquietante de la vida, 65 años más tarde, no es que el dirigente figurativo del llamado Estado judío, y de hecho casi todos en el nuevo gobierno electo y en el Parlamento, suscriben estos puntos de vista. La realidad preocupante y difícil es la inpunidad con apoyo mundial.
La negación de Peres de los nativos palestinos y la continuidad en el año 2013 del mito de la gente sin tierra expone la disonancia cognitiva en la que vive: niega la existencia de aproximadamente doce millones de personas que viven dentro y cerca del país al que pertenecen. La historia demuestra que las consecuencias humanas son terribles y catastróficas cuando las personas poderosas que encabezan equipos poderosos como un Estado moderno, negaron la existencia de un pueblo que está muy presente.
Esta negación estaba allí a principios del sionismo y llevó a la limpieza étnica en 1948. Y sigue ahí hoy, lo que podría resultar en desastres similares en el futuro, a menos que se detenga inmediatamente.
Disonancia cognitiva
Los responsables de la limpieza étnica de 1948 fueron los colonos sionistas que vinieron a Palestina, al igual que Shimon Peres, de origen polaco, antes de la Segunda Guerra Mundial. Ellos negaron la existencia de los pueblos nativos que encontraron, que vivían allí durante cientos de años, si no más. Los sionistas no poseían el poder en el momento de resolver la disonancia cognitiva que experimentaron: su convicción de que la tierra estaba inhabitada a pesar de la presencia de tantas personas residentes en el país.
Casi resolvieron la disonancia cuando expulsaron a tantos palestinos como pudieron en 1948 y se quedaron con sólo una pequeña minoría de los palestinos dentro del Estado judío.
Pero la avaricia sionista por el territorio y la convicción ideológica de que mucha más Palestina era necesaria con el fin de tener un Estado judío viable dio lugar a consideraciones constantes y, finalmente, a las operaciones para ampliar el Estado.
Con la creación del «Gran Israel» después de la conquista de Cisjordania y Gaza en 1967, la disonancia regresó. Sin embargo, la solución, no podría ser fácilmente resuelta esta vez por la fuerza de la limpieza étnica. El número de palestinos era mayor, la asertividad y el movimiento de liberación estaban fuertemente presentes en la escena, e incluso los más cínicos y los protagonistas tradicionalmente pro Israel de la escena internacional reconocieron su existencia.
La disonancia se resolvió de una manera diferente. La tierra sin pueblo era cualquier parte del gran Israel, el Estado deseado para judaizar en las fronteras anteriores a 1967 o para anexar los territorios ocupados en 1967. La tierra con la gente estaba en la Franja de Gaza y algunos enclaves en la Ribera Occidental, así como en el interior de Israel. La tierra sin pueblo está destinada a ampliarse gradualmente en el futuro, haciendo que el número de personas a reducir sea mayor, como una consecuencia directa de la invasión.
Incremento de la limpieza étnica
De esta creciente limpieza étnica es difícil darse cuenta a menos que se contextualice en un proceso histórico. El noble intento de las personas y los grupos más conscientes en Occidente y en Israel para centrarse en el aquí y ahora -en lo que respecta a las políticas de Israel- está condenado a ser debilitado por la contextualización contemporánea, no por la historia.
Comparar a Palestina con otros lugares siempre fue un problema. Pero la realidad criminal en Siria, Irak y otros lugares, se convierte en un desafío aún más serio. La última clausura, la última detención política, el último asalto, el último asesinato de un joven, son crímenes horribles, pero palidecen en comparación con los campos y áreas cercanas o lejanas donde se cometen atrocidades colosales.
Narrativa criminal
La comparación es muy diferente cuando se ve históricamente y es en este contexto donde debemos tener en cuenta el carácter delictivo de la narrativa de Peres, que es tan horrible como la ocupación y potencialmente mucho peor. Para el presidente de Israel, premio Nobel de la Paz, nunca hubo palestinos antes de que se iniciara en 1993 el proceso de Oslo, y cuando los reconoció eran sólo los que viven en una pequeña parte de la Ribera Occidental y la Franja de Gaza.
En su discurso ya había eliminado a la mayor parte de los palestinos. Si usted no existía cuando Peres llegó a Palestina, usted definitivamente tampoco existe en 2013, cuando es el presidente. Esta eliminación es el punto donde la limpieza étnica se convierte en genocida. Cuando es eliminado del libro de la historia y de los discursos de los políticos de alto nivel, siempre existe el peligro de que el siguiente intento sea su eliminación física.
Sucedió antes. Los primeros sionistas, entre ellos el actual presidente, hablaban de la transferencia de los palestinos mucho antes de que la dispusieran en 1948. Estas visiones de una Palestina sin árabes aparecieron en cada diario sionista, revista y conversación interna desde el comienzo del siglo XX. Si se habla del vacío en un lugar donde hay abundancia, se puede tratar de ignorancia voluntaria. Pero si se habla del vacío como una visión o realidad innegable, es sólo una cuestión de poder y la oportunidad anterior a que la visión se convierta en realidad.
La negación continúa
La entrevista de Peres en la víspera de la sexagésima quinta conmemoración de la Nakba no solo es escalofriante porque tolera cualquier acto de violencia contra los palestinos, sino porque los palestinos han desaparecido por completo de su admiración autocomplaciente por el logro sionista en Palestina. Es desconcertante saber que los primeros sionistas negaron la existencia de los palestinos en 1882, cuando llegaron; es aún más chocante descubrir que niegan su existencia, más allá de las esporádicas comunidades tipo guetos, en 2013.
En el pasado, la negación precedió al crimen, un delito que sólo en parte tuvo éxito, pero por el que los autores nunca fueron llevados ante la justicia. Esta es probablemente la razón para la negación continua. Pero esta vez no es la existencia de cientos de miles de palestinos la que está en juego, sino la de casi seis millones de personas que viven dentro de la Palestina histórica y otros cinco millones y medio que viven fuera de Palestina.
Uno podría pensar que sólo un loco puede pasar por alto a millones y millones de personas, muchas de ellas bajo régimen militar o el apartheid mientras ese loco, activamente y sin piedad, impide el regreso de los demás a su patria. Pero cuando el loco recibe las mejores armas de los EE.UU., Premios Nobel de Paz de Oslo y tratamiento preferencial por parte de la Unión Europea, uno se pregunta cuán seriamente debemos tomar las referencias occidentales a los líderes de Irán y Corea del Norte como locos peligrosos.
La locura se asocia en estos días, al parecer, con la posesión de armas nucleares en manos de dirigentes no occidentales. Bueno, incluso en ese aspecto, el loco local del Medio Oriente pasa la prueba. Quién sabe, tal vez en 2014 no sería la disonancia cognitiva israelí que deberá ser salvada, sino la occidental: ¿cómo conciliar en Occidente una posición universal de los derechos humanos y civiles con una postura favorable a Israel en general y a Shimon Peres, en particular?
El autor de numerosos libros, Ilan Pappe es profesor de historia y director del Centro Europeo de Estudios Palestinos en la Universidad de Exeter.
rCR