Traducción de Manuel Talens
«La bandera de nuestra república debería ser tricolor como la escarapela con que los patriotas franceses llenaron de terror a los tiranos. La formarán franjas azules y blancas como las nubes y el cielo de nuestra Cuba. Sea una estrella la divisa que nos guíe a un venturoso porvenir.» (Gaspar Betancourt y Cirilo Villaverde, 1848)
Medio siglo después de que los guerrilleros revolucionarios entrasen victoriosamente en La Habana, organizaciones estatales y de militantes están preparando las celebraciones en todo el país. Miles de activistas solidarios y amigos de todo el mundo se unen a ello. Además de celebrar, muchos quieren saber qué viene ahora: ¿seguirá Cuba el camino de China o desarrollará todavía más sus raíces socialistas?
Entre 1987 y 1996 trabajé para la Editorial José Martí y la agencia Prensa Latina y he hecho largas visitas a la Isla en 2006 y en la actualidad. He escrito cinco libros y cientos de artículos sobre Cuba. Para comprender la Revolución cubana hace falta toda una vida de estudio. Por el momento, trataré solamente de narrar mis impresiones de una parte de su realidad. Una descripción definitiva o un análisis están fuera de mis capacidades.
«Ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad», decía una valla publicitaria, la primera que recuerdo haber visto a mi llegada en 1987 y que expresaba la moralidad con la cual se inició esta revolución y sus actos en casi la mitad del planeta. En un reciente programa educativo, retransmitido por la televisión cubana, el reverendo Lucius Walker, líder de Pastores por la Paz, se refirió a estos 50 años de práctica solidaria como lo que Jesucristo habría querido que la raza humana emulase: un apoyo constante a los pobres, los hambrientos, los sedientos, los enfermos, los explotados y los encarcelados. Walker deseaba que su país, Usamérica, tomase el testigo del ejemplo viviente cubano.
La ética solidaria de la revolución empezó en su propia casa. Desde el principio, el racismo fue oficialmente abolido en el país. Los pequeños agricultores y quienes quisiesen llegar a serlo recibieron hasta cinco caballerías de tierra cultivable (13,42 hectáreas por caballería) en cumplimiento de lo prometido durante la lucha armada contra el dictador Batista. Raúl Castro, el nuevo presidente de Cuba, acaba de ampliar aquel decreto en una o dos caballerías para aumentar la producción. El resto de la tierra, que se compró a sus propietarios (nacionales e internacionales), fue convertido en enormes granjas del pueblo y pequeñas cooperativas estatales. En años recientes casi todas las granjas del pueblo han sido reconvertidas en cooperativas más productivas, tanto privadas como estatales.
El analfabetismo fue pronto eliminado con la ayuda de 100.000 jóvenes escolares que enseñaron a leer al 23% de los analfabetos de la nación. Sin demora, todos los niños estuvieron escolarizados gratuitamente, mientras que antes de la revolución el 44% de los niños en edad escolar no iban a la escuela primaria y sólo el 17% alcanzaba la secundaria. En estos 50 años casi un millón de estudiantes han obtenido títulos universitarios en 65 universidades y más de 400.000 cursan estudios universitarios en 3150 localidades de 169 municipalidades. Bajo el régimen de Batista había sólo 20.000 estudiantes en tres universidades estatales y una privada.
La revolución puso en marcha de inmediato un sistema sanitario nacional totalmente gratuito. Los resultados estadísticos muestran su importancia para todos y cada uno de los cubanos. En 1959, la mortalidad infantil era de 78,8 por 1000 nacimientos; en 2007 había descendido a 5,5. La esperanza de vida era de 62 años. Hoy está en 77. En 1959, después de que la mitad de los 6000 galenos de la nación huyeran del país después de la victoria revolucionaria y tras la eliminación de la medicina privada, había sólo un médico por cada 1800 habitantes. Hoy, con 75.000 médicos licenciados desde la revolución y con 11,5 millones de habitantes, la tasa es de un médico por cada 150. Sin embargo, casi la mitad de estos facultativos cumplen servicio en misiones extranjeras en 68 países y varios centenares han desertado a otras tierras en busca de mayores oportunidades económicas. Esto supone una enorme carga para los 30.000 médicos que trabajan en el país, que deben ocuparse de un mayor número de pacientes.
Cuba produce 12 de las 13 vacunas que se inoculan a cada uno de sus niños. La nación tiene una excepcional y moderna industria biotecnológica y ha desarrollado fármacos y vacunas extraordinarias, entre ellas la única que existe contra la meningitis B.
La revolución también es célebre por su excelente desarrollo deportivo y cultural, por sus soberbios atletas, músicos, cineastas, escritores, por su ballet.
Los trabajadores y los agricultores del país establecieron también un programa solidario destinado a servir y producir no sólo para su propio beneficio, sino para el de toda la nación. A principios de los años sesenta se experimentó con dos formas de sistema económico. Uno de ellos fue impulsado por el idealista revolucionario Che Guevara, el otro por Carlos Rodríguez, uno de los líderes del Partido Comunista, que no había tomado parte en la lucha armada. En los esfuerzos para crear el «hombre nuevo», en la producción económica y en el proceso de las decisiones políticas hubo avances y retrocesos, de los cuales me ocuparé en la segunda parte.
Solidaridad internacional
La exportación de «capital humano», tal como el Estado denomina a sus misiones humanitarias, empezó en 1963 en África y América Latina y, más tarde, en el Caribe y en otras partes del mundo, asistiendo a los pueblos en sus necesidades sanitarias y educativas, así como ayudándolos a alejarse de la dominación del imperialismo explotador. Cuba proporciona más ayuda internacional médica humanitaria que todos los países de Naciones Unidas juntos a través de la Organización Mundial de la Salud.
Hoy, cerca de 100.000 profesionales médicos, maestros, instructores deportivos, técnicos y consejeros ejercen su misión en 104 países. Sólo en el terreno de la medicina, más de 10 millones de personas en 67 países han sido tratadas por facultativos cubanos durante esta década. Millones de personas han recibido ayuda en países afligidos por desastres naturales, como Pakistán en 2006, un aliado militar de Usamérica. La nueva Operación Milagro, creada por Cuba, ha devuelto la vista a medio millón de pacientes ciegos en 25 países sólo desde el año 2004. Con los beneficios petroleros de Venezuela y los médicos de Cuba y los que está formando en Venezuela, el plan de los dos países debe curar a 10 millones de latinoamericanos en la próxima década. Su ceguera se debe principalmente a la desnutrición y este plan coincide con programas progresivos para aumentar la producción nacional de alimentos por medio de cooperativas y pequeñas granjas populares.
Poco antes del fallido intento de golpe de Estado en Venezuela, en 2002, los presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez ya habían empezado a planear la creación de una alianza socioeconómica y política regional basada en la ayuda mutua y el trueque. La Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) inició su andadura en 2005. Hoy, con seis países miembros -Nicaragua, Bolivia, Honduras y la República Dominicana son los otros cuatro- hay proyectos en marcha por valor de varios miles de millones de dólares y esto incluye también el petróleo venezolano vendido a bajo precio a dichos países y la recién formada alianza PetroCaribe.
Fue Fidel quien concibió dichos programas y alianzas de orientación socialista cuando recibió a un Chávez recién liberado tras pasar dos años en prisión por haber dirigido la insurrección en 1992.
El pasado 15 de diciembre, el presidente Raúl Castro citó las palabras de su hermano en su discurso durante una ceremonia en Venezuela en honor de los logros del ALBA es un programa futuro: «El siglo venidero es para nosotros el siglo de la esperanza, el siglo de la resurrección del sueño bolivariano, el sueño de Martí, el sueño de América Latina». Y concluyó: «Los sueños del ayer empiezan a volverse realidad».
Otros importantes aspectos de la generosa solidaridad de Cuba son su ayuda militar a otros pueblos para la obtención o el mantenimiento de su soberanía. Así fue especialmente en el caso de Angola, que tuvo importantes efectos colaterales en Namibia y Sudáfrica. Entre 1975 y 1990, Cuba envió 300.000 soldados voluntarios a Angola para ayudarla a defenderse del invasor gobierno sudafricano del apartheid, apoyado por Usamérica. Trataban de imponer brutales grupos contrarrevolucionarios, que hubieran apoyado al imperio.
El pasado diciembre, durante la cumbre de 33 países latinoamericanos y del Caribe en Brasil, Raúl Castro comentó el papel de Cuba en África. Una vez garantizada la soberanía de Angola, la liberación de Namibia quedó también asegurada y esto ayudó de forma significativa a la lucha interna por la liberación de los negros sudafricanos, pronto seguida de la liberación de Nelson Mandela, quien luego viajó a La Habana para expresar su gratitud por la solidaridad de Cuba.
Esta cumbre de Brasil fue especialmente importante para Cuba. De las diversas alianzas latinoamericanas, el Grupo de Río es un importante foro político que ha incluido a Cuba entre sus miembros. Fidel Castro no pudo asistir, pero debido a su histórico papel como líder clave de la Revolución cubana y presidente elegido entre 1976 y 2007 (cuando por razones de salud dejó paso a su hermano), recibió el más atronador aplauso de todo el foro. El histórico papel que ha jugado Cuba en la promoción de la soberanía y la integración de Latinoamérica y las palabras concisas y certeras del presidente Raúl Castro ocuparon las páginas principales de los periódicos de Brasil, México y la mayoría de Latinoamérica durante el encuentro.
El buen humor de los líderes latinoamericanos expresó bien el nuevo viento de liberación que sopla en este continente. Su mensaje es: ahora que el imperio entra en decadencia no podrá detenernos.
Además de exportar solidaridad y de su papel fundamental en la integración del continente, Cuba ofrece amplias y avanzadas oportunidades educativas gratuitamente a decenas de miles de estudiantes de otras latitudes. En años recientes, una nueva Facultad de Medicina, la ELAM, está dedicada a los estudiantes extranjeros de 30 países, entre ellos usamericanos pobres.
Sin embargo, hay muchos cubanos descontentos de la amplia y costosa política de solidaridad de su país. Debido a la doble economía -una de ellas en pesos cubanos y la otra en moneda convertible- existe una brecha cada vez mayor entre los nuevos ricos y los nuevos pobres. Los bienes racionados a bajo precio son demasiado escasos y no alcanzan para cubrir las necesidades muy básicas de la vida cotidiana. La mayoría de los cubanos se ganan la vida en pesos y esto crea divisiones en la población e incluso animosidad en el interior de la profesión médica, puesto que los facultativos que trabajan en la isla están pagados en pesos mientras que los «voluntarios» en misión extranjera reciben una recompensa pecuniaria que permite a muchos regresar a casa con utensilios de lujo y otros bienes imposibles de obtener con pesos.
Cuba es la tierra de mi corazón y por eso soy sincero cuando cito sus imperfecciones. No es posible amar y confiar en un pueblo si uno esconde sus problemas y sus defectos.
II. Los retos del futuro
Los niños, el futuro de Cuba (Pioneritos, fotografía de Carlos Torres Cairo, Cubaimagen)
Setenta días después de la victoria revolucionaria cubana, el Consejo Nacional de Seguridad operante bajo la presidencia de Eisenhower-Nixon emitió una directiva el 10 de marzo de 1959 para imponer «un cambio de gobierno en Cuba». Se tomó esta decisión precisamente porque los jóvenes dirigentes cubanos habían iniciado una política de solidaridad entre los seres humanos. Una semana más tarde el presidente Eisenhower ordenó que la CIA preparase a exiliados cubanos para una invasión de su país, tal como puede leerse en el libro de Eisenhower The White House Years: Waging for Peace [sic] 1956-1961.
Conforme los aviones usamericanos volaban sobre La Habana lanzando bombas, Fidel Castro declaró ante unas masas entregadas que la Revolución cubana era de carácter socialista. La invasión de la Bahía de Cochinos en 1961 había comenzado. Tras su rápido fracaso el presidente John Fitzgerald Kennedy instituyó el bloqueo de la Isla, que aún perdura.
En 1967, el presidente Lyndon B. Johnson, enredado por aquel entonces en una guerra contra los pueblos de Indochina, le confesó a un periodista: «Estábamos metidos en un asunto criminal en el Caribe». Dijo esto tras enterarse de que la CIA había hecho uso de la mafia para tratar de asesinar a Fidel Castro. La CIA también envenenó seres humanos, animales y cosechas y aterrorizó a la población por tierra y aire (véase mi libro Backfire: The CIA’s Buggest Burn, Editorial José Martí, La Habana 1991).
Los lectores conocen de sobra la historia de la subversión yanqui contra la Revolución cubana, que yo menciono aquí sólo de pasada con el único fin de establecer los antecedentes de por qué las ideas marxistas originales de democracia política y control popular y, de igualdad económica sin privilegios de ningún sector no han podido implementarse, especialmente tras la caída de la Unión Soviética y de los demás socios comerciales de Cuba en el Comecón. Además de los ataques externos, que han distorsionado el desarrollo, hay que señalar decisiones adversas tomadas por el gobierno de la nación y realidades del subdesarrollo.
Ahora, sin embargo, al cabo de casi dos décadas de la caída del Comecón y conforme Cuba empieza a celebrar el 50 aniversario de la Revolución, la Isla es el único país socialista que queda en el hemisferio occidental (y quizá en todo el mundo, dado que China y los países de la antigua Indochina se han convertido casi por completo en economías capitalistas). Cuba mantiene sus raíces socialistas y su ideología marxista, a pesar de que las concesiones que se vio obligada a hacer durante el Período Especial, con medidas capitalistas adoptadas por pura supervivencia, han creado desigualdad: una brecha cada vez mayor entre los nuevos pobres y los nuevos ricos.
» Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra», dijo Fidel el 17 de noviembre de 2005 refiriéndose a las consecuencias de una doble economía y de la descomposición de la moralidad y la conciencia política.
Las cuatro áreas de mayor descontento popular son: a) la doble economía, con dos tipos de moneda; b) la excesiva dependencia de las importaciones y la escasa producción nacional; c) la perpetua escasez de viviendas, que ha empeorado en 2008 a causa de la masiva destrucción de los ciclones y d) la insignificante mejora en el poder de decisión de los trabajadores, con pocas excepciones.
Buena parte de la población está desilusionada. Roba y se mete en chanchullos simplemente para resolvel necesidades básicas y muchos caen en el pozo del consumismo y de la avaricia personal. Estos crecientes sectores de la sociedad han rechazado la consigna de la revolución -en palabras del Che-: » La aspiración revolucionaria última y más importante: ver al hombre liberado de la alienación».
La «nueva clase» de la que habló Fidel hace tres años incluye a agricultores privados y artesanos de todo tipo que trabajan por su cuenta, buena parte de los cuales se hacen pagar en moneda convertible, y a los que reciben grandes sumas de dinero de familiares que viven fuera del país, así como a una creciente subclase de ladrones.
Quienes se ven obligados a vivir exclusivamente con pesos cubanos no pueden permitirse adquirir productos básicos como champú o jabón, ropa, maquinaria, electrodomésticos o incluso suficiente comida, por no mencionar materiales para reparar sus viviendas, que no se encuentran en establecimientos donde se paga en pesos. La cantidad de productos ofrecidos con la cartilla de racionamiento subvencionado es insuficiente para sobrevivir. La gente, sobre todo en las ciudades grandes, se ve obligada a buscar la manera de suplir sus escasos ingresos.
Omar Everleny, un distinguido economista, me ha confesado: «No es posible estimular a la gente durante toda la vida con moralidad, con propaganda revolucionaria, con antimperialismo. Están cansados de eso y tienen que comer. Por supuesto, todos acuden a la plaza de la Revolución en las manifestaciones, pero cuando regresan a sus casas exigen que el Estado les dé lo que necesitan…»
Por ejemplo, casi todas las tiendas de La Habana ahora sólo venden sus productos en moneda convertible (los cuc, Cuban Unit Currency). La radio más barata cuesta 13 cuc y lo peor es que sólo funciona con pilas. Cuando compré la mía me dijeron que no tenían pilas… Terminé por encontrarlas, a 6 cuc, después de recorrer quince tiendas. El precio total que pagué, que equivalió a 456 pesos cubanos (el cuc se cambia a 24 pesos), es el doble del salario mínimo mensual.
Por las calles se ven jóvenes que nunca han trabajado y que gastan más dinero bebiendo cerveza en una tarde que toda la pensión de un mes de un jubilado. Esos mismos adolescentes a menudo llevan sudaderas que ensalzan el capitalismo y el imperialismo usamericanos, el FBI o el ejército imperial, cuya base ilegal en territorio cubano es un centro de tortura. Algunos de esos jóvenes se peinan el pelo con brillantina, llevan los pantalones a media nalga y parlotean con teléfonos móviles que cuestan más de comprar y mantener que en el Occidente capitalista. Cuando les pregunté a algunos de ellos por qué se comportaban así, me replicaron que porque «está de moda». Puede que sea así en nuestro mundo decadente, pero hay muy pocos en Cuba que tengan dinero para adoptar ese estilo de vida incluso si quisieran. ¿Y por qué deberían querer?
Y hay muchos más coches y motos en las calles que nunca antes, y menos bicicletas. La mayoría de los coches son privados y las piezas y la gasolina se pagan en cuc. El precio de la gasolina es tan elevado como en Europa y el doble o más que en Usamérica. Y el Estado vende bicicletas de China sólo en cuc.
La fuga de cerebros al mundo capitalista, que el gobierno califica de lamentable, es un fenómeno en alza, pero también existe en el plano interno. Cada vez hay más propietarios de vehículos -sobre todo de los viejos coches de los años cincuenta- que los utilizan como taxis. Algunos lo hacen legalmente, con licencia, pagando impuestos y seguro, pero muchos no lo hacen. Los taxistas ganan más dinero en un día que un amigo mío en un mes, y eso que fue capitán de la marina cubana y arriesgó su vida como infiltrado en la CIA. Conozco gente con doctorado universitarios que eran directivos en medios de comunicación, oficiales y otros profesionales que han dejado sus trabajos para poder ganarse la vida haciéndose pagar en cuc como taxistas.
La doble economía y sus negativas consecuencias son tan galopantes que el gobierno ha permitido que la industria cinematográfica se ocupe de ese asunto. La película más reciente, Cuerno de la abundancia, trata de la avaricia y la envidia que provoca la desigualdad. En vez de sacar esta conclusión, como habría podido esperarse de una película estatal con orientación propagandística, los espectadores no se dieron por aludidos.
Pero muchos de los medios no se ocupan de este problema o, al menos, no ofrecen análisis o soluciones. El diario Juventud Rebelde publica una columna de quejas de lectores sobre fallos específicos de agencias e instituciones, que en general fustigan la ausencia de servicios y compensaciones. También hay unas pocas revistas de pequeña tirada que a veces profundizan más, como La Gaceta, El Caimán Barbuda o Caminos.
El Centro Memorial Martin Luther King publica Caminos y lo distribuye en pesos. Puede hacerlo así porque recibe donaciones de gente solidaria como Pastores por la Paz.
Mientras que la expresión «no cojas lucha» sigue siendo popular, algunos cubanos están tratando de superar esta actitud antirrevolucionaria, generada por una sorda estructura burocrática institucionalizada. El Centro Martin Luther King es uno de los protagonistas de la lucha contra esa estructura. Su director, el reverendo Raúl Suárez, es un hombre tan respetado que se ganó un puesto de diputado en las elecciones a la Asamblea Nacional. Su centro es una casa comunitaria, gestionada según los principios sociológicos participativos de Paulo Freire, que trata de estimular a la gente para que se implique en proyectos que mejoren su comunidad. Pero incluso si se trata de un progreso, sólo hay ocho de estos centros en toda La Habana.
Los próximos 50 años
Cuando Fidel enfermó y dejó su cargo en el gobierno, Raúl ganó las siguientes elecciones. Muchos lo consideran un innovador.
Ha acrecentado algunos derechos, como el de que cualquiera que posea divisas extranjeras pueda importar teléfonos móviles, ordenadores, coches, etc., y alquilar lujosas habitaciones de hotel. Pero eso no afecta a la mayoría de los cubanos. Hasta ahora, durante su mandato y en parte debido a los peores ciclones de las últimas décadas, la distancia entre los nuevos ricos y un sector relativamente pobre está en aumento. Hay quienes creen que Raúl llevará al país hacia un destino similar al de China. Entre los indicios de esta tendencia se encuentran la atribución de más tierras a agricultores privados; más incentivos monetarios para productores agrícolas; el aumento de la edad de la jubilación en cinco años (las mujeres hasta los 55 años y los hombres hasta los 60); más créditos y aumento del comercio con China, país al que le compra desde baratijas fabricadas por trabajadores explotados a modernos autobuses, trenes y toda clase de productos manufacturados para la energía y las infraestructuras.
El hecho de que Cuba haya sobrevivido a la ira del imperialismo, mientras que ningún otro país que haya intentado la vía socialista lo haya logrado (antes de juzgar este detalle debemos observar cómo le va a Venezuela) es un milagro en sí mismo y una razón para que los pueblos solidarios del exterior no se desilusionen. Sin embargo, el 70% de la población nació después de 1959 y buena parte de ella exige más resultados de los que está recibiendo. Esas exigencias no se pueden aplacar cantando las virtudes de, por ejemplo, la sanidad universal y gratuita, sobre todo cuando ésta es hoy peor que hace diez años, y ello debido a que muchos trabajadores del personal médico están fuera en misión.
El éxito de una revolución exige un desarrollo permanente que pueda resolver las necesidades básicas de viviendas adecuadas, alimentos y ropa, porque de otra manera la gente busca soluciones en otra parte, como lo demuestra el hecho de que tantos cubanos estén emigrando por motivos económicos. Y los que se quedan están contentos de tener familiares que trabajan en el extranjero, en tierra enemiga, porque éstos les envían parte de los beneficios que obtienen en la economía explotadora del capitalismo. Ésa no es la mejor manera de enseñar a la gente que el socialismo tiene más virtudes que el capitalismo.
La gente se pregunta, ¿por qué los mejores servicios y la mejor producción provienen de los que ganan mucho dinero en moneda convertible? ¿No es esa una prueba suficiente de que la privatización (el capitalismo) es más eficaz?
La respuesta se encuentra en depositar la confianza en los trabajadores para que sean ellos quienes controlen granjas y fábricas; en eliminar la odiada e incompetente burocracia; en insuflar un auténtico debate y un proceso de decisión democrático. Es de señalar que ninguna clase trabajadora ha tenido nunca realmente ese poder ni lo ha ejercido para construir el socialismo (o cualquier otro sistema). Y la verdadera democracia es imposible sin que las masas lleven la batuta. Quizá, tal como algunos interpretan las ideas de Marx, esto no podrá suceder antes de que el capitalismo mundial sea derrotado y eliminado para que pueda iniciarse la construcción del socialismo por parte de la clase obrera. Las alianzas nacionales progresistas que están arraigando en América Latina son un buen signo de que la supervivencia y el socialismo del futuro crecerán sólo si se rechaza el capitalismo.
La crisis económica globalizada que se nos viene encima podría ser una excelente oportunidad para que los trabajadores del mundo se olviden de cualquier solución capitalista e inicien el proceso de transformación socialista. Pero eso requiere sacrificio y lucha y quienes se impliquen correrán el riesgo de la prisión o la muerte a manos de la policía de las clases pudientes y de soldados traidores. También se necesitarán fuerzas revolucionarias preparadas. Por desgracia, mi lectura personal de los tiempos actuales es que la mayoría de los trabajadores no están preparados, lo cual significa que para resolver sus problemas inmediatos podrían pasarse a la derecha, incluso al fascismo. La cultura del miedo con sus guerras terroristas y su racismo en alza en las instituciones y gobiernos de Europa, Usamérica y otros lugares podrían llevar al mundo a una nueva era fascista.
Las nacientes alianzas en América Latina son la esperanza de un futuro de independencia y de un renacimiento y un mejor socialismo en Cuba.
Fuente: http://theragblog.blogspot.com/2008/12/ron-ridenour-half-century-of-cubas.html
Ron Ridenour nació en USA en 1939, de familia trabajadora. Desde 1960 ha sido activista revolucionario en varios países: USA, Nicaragua, El Salvador, Cuba, Dinamarca. Su primera manifestación fue contra la invasión en Playa Girón. Tomó la pluma como una arma contra el imperialismo. Ha trabajado de periodista desde 1967 en varios países. He publicado en cientos de periódicos y revistas.
El escritor y traductor Manuel Talens es miembro de los colectivos de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.