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Cuba, la revolución que no se jubiló

Fuentes: Liberación

Pese al tiempo transcurrido, como quien dice casi 50 años, Cuba sigue siendo blanco de odios antiguos y renovados, de obsesivos contrarevolucionarios. De controversias entre amigos y enemigos del proceso iniciado en enero de 1959. De certezas o desesperanzas para unos u otros; pero aún de esperanza y reafirmación de solidaridades para millones de personas […]

Pese al tiempo transcurrido, como quien dice casi 50 años, Cuba sigue siendo blanco de odios antiguos y renovados, de obsesivos contrarevolucionarios. De controversias entre amigos y enemigos del proceso iniciado en enero de 1959. De certezas o desesperanzas para unos u otros; pero aún de esperanza y reafirmación de solidaridades para millones de personas en toda la Tierra.

Así ha sido durante cuarenta y cinco años desde que Cuba liderada por Fidel Castro decidiera no doblegarse ante el poderío imperialista de Estados Unidos, y se pusiera en marcha e hiciera la primera revolución de signo socialista de América Latina y del hemisferio occidental. Y de esa manera la pequeña nación caribeña se convirtió sin querer, en un permanente y discutido paradigma político y social.

Cuatro décadas después, muchas cosas han cambiado en el mundo. Entre otras, el irresistible avance del capitalismo a nivel universal y la desmesurada prepotencia de Estados Unidos, que devino -por esos azares de la Historia- en la única superpotencia, tras la desaparición de aquel aliado que tuvo Cuba y que por un tiempo le apoyó a salvaguardar la independencia nacional y comenzar a construir el socialismo.

La última vez que estuve en Cuba había sido a fines de 1989 y me tocó en La Habana, en compañía de viejos amigos cubanos, presenciar por las pantallas de la televisión, el derrumbe del muro de Berlín y la disolución de la República Democrática Alemana.

Si bien Fidel Castro por aquellos dramáticos días había advertido a sus compatriotas sobre la posiblidad incluso de que desapareciera la URSS, lo vertiginoso de los acontecimientos ponía a Cuba ante una situación inédita, difícil siquiera de habérsela podido imaginar: no ya la inminencia de un ataque militar de parte del eterno enemigo del Norte, sino la de la muerte súbita y desaparición definitiva de los principales aliados económicos y políticos con que la pequeña nación caribeña contaba para poder construir, resistir, defenderse.

En pocos meses Cuba perdió el 80 por ciento de sus relaciones económicas y comerciales internacionales, al tiempo que Estados Unidos aprovechando esas difíciles circunstancias apostara a liquidar la revolución apretando más aun el bloqueo mediante la ley Torricelli acompañada después por la ley Helms-Burton.

Tiempos en que algunos pensaron «Cuba se cae»; de cuando cientos de periodistas internacionales se instalaron en La Habana para reportar «la caída del socialismo cubano» y en Miami se prepararon valijas para regresar a gozar de «Cuba liberada».

Al bloqueo norteamericano y a las agresiones políticas se ha sumado vergonzozamente en el último período la Unión Europea, de quien se pudo pensar en algún momento que podría tener más apego a su independencia y a velar por sus propios intereses frente al poderío norteamericano.

Pese todo más de una década después, ninguna de dichas profecías se cumplieron, y no obstante lo complejo y duro de la situación vivida, la Revolución cubana no fue derrotada, ni se autodisolvió.

En La Habana, 15 años después

A fines de mayo pasado cuando regresé a La Habana, me sorprendí al constatar que habían transcurrido 15 años desde la última vez. Y con el ánimo curtido por lo escuchado de boca de viajeros anteriores, me propuse no deprimirme con facilidad si alguna cosa o mucho de lo que viera en esa Cuba sobreviviente del huracán de la caída del mundo socialista, no me gustara.

Creo que gracias a que no soy el único, (y como tantos otros he podido aun a la distancia, seguir los avatares de la lucha y de las transformaciones en la realidad cubana), pude en una estancia de un poco más de veinte días advertir, (sin que nadie intentara ocultarlo), avances y retrocesos, e incluso la sobrevivencia de viejos problemas que se arrastran de décadas anteriores. Al tiempo de poder observar de cerca aquellas tranformaciones y adaptaciones a la que Cuba se ha visto obligada, por las leyes que la vida le ha impuesto por ser aún un país subdesarrollado y tercermundista; y no menos por el pecado de querer ser socialista, teniendo de vecino a Estados Unidos, un enemigo histórico obsesivo e implacable.

No hay que ir muy lejos para constatar que esta agresividad es permanente. El 6 de mayo, dando una vuelta más de tuerca y para satisfacer a la mafia cubana de Miami que le apoya financieramente en la campaña por la reelección, Bush anunció todo un nuevo paquete de rígidas medidas, conteniendo prohibiciones de remesas de ayuda económica familiares y de los viajes de los emigrados cubanos residentes en Estados Unidos hacia la isla, como»ayuda para una Cuba libre», y también un `programa de acción´ para aplicar en el supuesto caso de una transición política, con medidas de devolución de bienes a los antiguos dueños y desmantelamiento de todas las conquistas sociales revolucionarias. Las relacionadas a los viajes y remesas de dinero ya están en vigencia y han desatado fuertes protestas entre los cubanos que viven en Estados Unidos volviéndose muy impopulares particularmente en Miami donde reside la mayor cantidad de emigrantes. En La Habana dos gigantestas concentraciones encabezadas por Fidel Castro rechazaron las medidas y declararon la decisión únanime de resistirlas a cualquier precio.

A esa realidad cubana de hoy, a los cambios «no deseados» que se introdujeron tras la desaparición del campo socialista que tanto han dado que hablar, hace poco tiempo atrás en Buenos Aires, se refirió Abel Prieto, escritor y joven ministro de Cultura cubano. El lo explicaba con absoluta sinceridad y claridad lo acontecido durante el primer momento del período al que los cubanos denominan «especial» y que comenzó en los 90.

Decía Prieto: «Nosotros tuvimos que crear una doble moneda, y admitir tiendas en dólares. Lamentablemente, tuvimos que renunciar a una parte de nuestras utopías, para salvar al país. Porque nuestro socialismo era un socialismo donde realmente no había las desigualdades que hoy tenemos en Cuba. Nosotros habíamos erradicado la prostitución y renació la prostitución en los años 90. Nos renacieron formas de corrupción, que nosotros pensábamos que estaban absolutamente erradicadas. Estamos en una lucha no sólo en el campo de las ideas, sino de los valores. Es también, una gran batalla ética. (1)

La despiadada campaña de mentiras y ocultamientos mediáticos a que Cuba está sometida contínua e ininterrumpidamente a nivel internacional como quizá ningún otro país en el mundo ha soportado, ha hecho en estos tiempos que corren, que los cubanos quizá sean hoy más concientes y alertas sobre sus propios problemas; más críticos que en décadas anteriores, más realistas y menos autocomplacientes consigo mismos que antes.

Pero que así se comporten cuando critican o se muestran incluso irritados, por ejemplo ante los serios y crónicos problemas que tiene el pésimo transporte capitalino, o cuando se indignan porque aún se les prohibe entrar a determinados restaurantes u hoteles reservados solamente para los turistas; no significa que mayoritariamente hayan dejado de apoyar a la obra de la Revolución que sienten como propia y que manifiestan estar dispuestos a defender frente a una eventual agresión directa de Estados Unidos.

En diferentes oportunidades a las más variadas personas les pregunté si no se sentían cansados de tantos años de soportar las dificultades cotidianas, particularmente a partir de 1990. Mientras que los más viejos recordaban períodos de mayores limitaciones materiales como las de principios de los 70; los más jóvenes, parecen estar deseando pasar menos necesidades, tener acceso a más bienes de consumo, tal vez más influídos por haber vivido como adultos sólo «el período especial»y no tener mayormente otras preocupaciones comunes al resto de los jóvenes en América Latina, que hacen a la posibilidad de estudiar y tener trabajo.

Sin embargo todos coinciden en que hoy, los peores momentos han sido superados y nombran aquellos que fueron una pesadilla: falta de alimentos y de otros bienes de consumo elementales, fábricas paradas, apagones etc. Dura realidad material que motivó además la emigración legal e ilegal hacia el exterior de miles de cubanos, cuya expresión más dramática y más manipulada por la propaganda imperialista fue la llamada «crisis de los balseros».

El turismo, el dólar y la caña de azúcar

Cuando tras la desaparición del socialismo europeo se disolvió el CAME, Cuba se quedó sin un mercado privilegiado para sus productos de exportación, sin suministros de todo tipo para el país y sin créditos para poder adquirir lo necesario.

El azúcar y el níquel principales productos de exportación no bastaban para sostener su economía; el primero en franca decadencia en el mercado mundial y con precios por los suelos; y el segundo, perseguido tenazmente por el bloqueo y los chantajes cada vez que algún país se interesaba por adquirírselo a Cuba.

«A Cuba no hay que comprarle, tampoco hay que venderle», ha sido y todavía es la consigna de los círculos más conservadores y anexionistas en Estados Unidos para terminar con «la última dictadura comunista».

Sin recursos, el gobierno cubano se decidió por una rápida estrategia de salvación mediante el desarrrollo del turismo como fuente de recursos y polo para dinamizar otros rubros económicos conexos. Al tiempo que poco después legalizó el uso del dólar como moneda junto al peso, y aceptó las inversiones de capital extranjero en sectores específicos de la economía mediante la creación de entidades y empresas mixtas con la participación del Estado.

De esa manera, el turismo y el uso del dólar se transformaron en males necesarios para la sobrevivencia de la nación y de las conquistas históricas que trajo la revolución de enero de 1959, como más arriba lo decía Abel Prieto.

También de ese hecho los enemigos históricos de Cuba han hecho campañas manipuladoras de la opinión pública, que naturalmente se le dedican con exclusividad a la mayor isla del Caribe y no así a otros países de la región que son antiguos paraísos turísticos, y que sufren más aun muchos de los efectos nocivos generados de esa industria mundial contemporánea: desigualdades, prostitución, drogas.

Los cubanos, quizá como ningunos otros en América Latina y el mundo son concientes de dichos peligros, y eso de por sí se constituye en un antídoto . De igual manera que si bien la liberalización de la tenencia del dólar trajo aparejada desigualdades, en tanto se calcula que un 50 por ciento tiene acceso a ingresos en esa moneda, no es menos cierto que en la actualidad la mayoría de la población cubana lo maneja de una forma u otra y en mayor o en menor medida en transacciones de la más variadas índoles junto al peso.

Las ofertas de alimentos y bienes de consumo primarios existen en ambas monedas, y todavía están subvencionados los productos de la canasta básica, que como se sabe siguen siendo limitados en cantidad y variedad.

En ese sentido y comparándolo con otras épocas, los mercados barriales de productos agropecuarios están mejor surtidos con productos variados. Mucha de la tierra dedicada a la agricultura en manos del Estado ha sido entregada en estos años al movimiento cooperativo que existía desde los orígenes de la revolución. A lo que se une a que en La Habana, tanto a nivel privado como estatal, se dedican al cultivo hortícola importantes áreas antaño baldías o de meros jardines, llegando a constituir un esfuerzo ciudadano al que denominan la agricultura urbana.

Otro aspecto sobre el cual se ha escrito y hablado poco fuera de Cuba, es lo referido a que el país ha estado redimensionando el sector de producción azucarera. Extensas áreas antes dedicadas al cultivo de la caña de azúcar, comienzan hoy a ser sembradas con otros cultivos, lo mismo que importantes centrales azucareros han sido cerrados, como consecuencia de que a nivel internacional el azúcar de caña ha perdido su sitial otrora privilegiado en el mercado, como consecuencia entre otros factores de la aparición de endulcorantes más baratos y de las enormes reservas azucareras acumuladas por las empresas monopólicas controladas por EE.UU.

Esto que en otros países azucareros como la República Dominicana, Haití o Brasil ha sido fuente de enormes masas de trabajadores agrícolas que han quedado desempleados, en Cuba por el contrario se le buscó una solución social y humana. Actualmente los ex-trabajadores azucareros se dedican a otras tareas dentro del sector agrícola y a otros se les ofreció comenzar a estudiar nuevamente incluso a nivel univesitario o reciclarse para incorporarse a otro sector productivo. En tanto que Cuba prueba desarrollar la producción de alcoholes de uso industrial y como combustible a partir de una parte de lo que aun produce de caña de azúcar.

Los 90 y los años sucesivos de endurecimiento del bloqueo económico, combinado con sabotajes a su incipiente capacidad turística y del financiamiento e intentos de organizar una contrarrevolución interna por parte de Estados Unidos puso una vez más a prueba a la Revolución cubana, en muchos sentidos.

Así de a poco se reorganizó la economía, se volvieron a dedicar importantes recursos a lo social, sustento del proyecto revolucionario. Ningún niño o joven quedó sin educación, nadie sin derecho a la salud gratuita, ni tampoco ninguna persona sin protección social, y menos quedar sin trabajo, sin nada que hacer, o sin tener de que vivir.

Pero además se autorizó el cuentapropismo a nivel de sectores no sensibles, ni que fueran estratégicos. Naturalmente esto ha traído como consecuencia la pérdida de un igualitarismo económico y social que fue durante muchos años el sello de Cuba socialista. Con la diferencia de que mientras en cualquier país del mundo globalizado y capitalista la existencia de una minoría infinitamente rica y de una extensa mayoría de pobres, (o incluso más que eso, de marginados) es en la actualidad moneda corriente, en Cuba las diferencias no son chocantes, y mucho menos que los gobernantes se transformen en una minoría privilegiada económicamente y corrupta. Que se sepa en Cuba es difícil poder robar y enriquecerse en un puesto de gobierno, y quien cayó en la tentación fue removido sin contemplaciones.

Poco han durado jerarcas nepotistas u ostentosos, el cubano de a pie continúa siendo crítico y comenta sin miedo aquello que no ve con buenos ojos, y tiene canales para denunciar al trangresor, cosa que a la corta o a la larga ningún burócrata puede impedir.

Pero en Cuba la batalla no ha terminado ni los guerreros se llamaron a retiro, muchas veces a iniciativa del propio Fidel (que podría con merecidad razón haberse cansado), comienzan a ensayarse nuevos planes de mejoramiento humano (como decía José Martí): desde un programa de asistentes sociales dirigidos a los sectores más vulnerables, al acceso a la computación de los niños ya a nivel escolar; desde una mayor extensión de la cultura artística entre la población, hasta el mejoramiento y desarrollo (no sin avances y retrocesos) de formas más avanzadas del poder popular a nivel de base…

Egoismos varios, permanencia de la solidaridad y la emigración

Cuando el neoliberalismo se entronizó en el mundo y los países desarrollados no tuvieron que más necesidad de competir con los llamados del «mundo comunista», entonces se acabaron las «solidaridades» y «ayudas» con los del mundo subdesarrollado. Bajo el slogan de «los tiempos han cambiado» y «el Estado tiene que ahorrar» muchos de estos países dejaron de aportar un parte ínfima de su riqueza para ayudar al mundo pobre; como decimos en Suecia «todo eso se murió con Olof Palme». Sin embargo Cuba se defiende, defendiendo a otros del atraso, las enfermedades y la incultura, en tanto médicos, maestros, instructores de deportes y culturales siguieron en países de Africa y América Latina brindando su ayuda solidaria pese a las dificultades que ella misma vivía. Pero no sólo eso, compartiendo con otros sus avances científicos y médicos sin enriquecerse a costa del dolor ajeno. Para un enfermo grave y pobre en Uruguay, Chile o Venezuela, Cuba, la «de la dictadura castrista» ha seguido siendo un paradigma de solidaridad entre los que no tienen nada. Los cubanos gracias a la Revolución, más que «furibundos comunistas», son profundamente martianos, y saben que José Martí ya había encontrado el antídoto contra el egoismo y la vanidad cuando escribió que «honrar, honra» y que en estos tiempos más que nunca este principio, tiene que ver con la sobrevivencia también de una nación.

Al llegar a Cuba estaba finalizando un importante evento que los grandes medios fuera de Cuba silenciaron, la III Conferencia de la Nación y la Emigración, con la asistencia de más de 500 participantes. Desde algunos años atrás se ha venido desarrollando esta forma de contacto y de normalización de relaciones entre los cubanos de adentro y los que viven en el exterior, que totalizan 1 millón y medio; de ellos 300 mil viven en Estados Unidos. Los participantes llegados del exterior, entre ellos más de 200 provenientes de EE.UU. representan diferentes generaciones de emigrados o de personas nacidas en el exterior de padres cubanos, incluídos aquellos que siempre han sido opositores de la Revolución, u otros que incluso participaron en acciones militares, pero que hoy exigen el cese de la agresión norteamericana y tener con su patria una relación normal de cooperación y entendimiento. Allí estuvieron entre muchos otros desde el dirigente opositor Eloy Gutiérrez Menoyo hasta el escritor René Vázquez Díaz residente en Suecia. Por la prensa se conoció además que durante esta reunión, (donde se discutieron entre otros temas las actuales medidas de Bush que apuntan a secuestrar e impedir estas relaciones entre cubanos), a un grupo de ex-combatientes de la brigada contrarevolucionaria invasora derrotada en Playa Girón el gobierno cubano les restituyó públicamente sus pasaportes que no poseían desde entonces, hoy ellos son personas que han depuesto una posición política agresiva hacia el país.

Mientras los gobiernos de Europa se suman a la campaña contra Cuba, que la administración Bush orquesta y tensa mucho más por presiones y compromisos con los círculos contrarevolucionarios y económicamente poderosos de Miami, la Revolución ha ido encontrando una forma más constructiva y pacífica de diálogo y colaboración con los cubanos en el exterior. Quienes viven en el exterior no tendrán en el futuro que solicitar visas para visitar a sus familiares, así como está en discusión la posibilidad de incluso puedan invertir en Cuba, entre otros asuntos que considera hoy este acercamiento. De la misma manera que sigue abierto entre tantos otros contenciosos entre Cuba y EE.UU, los inclumplimiento migratorios norteamericanos de conceder el número anual de visas estipuladas para quienes desean viajar hacia ese país.

Por otra parte se desconoce fuera del país que el hecho de haberse ido de Cuba, si no fueron usados medios delictivos o violentos, no es un delito y por lo tanto frecuentemente los cubanos residentes en el exterior viajan a la isla.

Entre las campañas publicitarias de satanización de Cuba, se habla de que se prohibe salir del país y que no se permite tampoco a los que están en el exterior volver. En el pasado han existido limitaciones y prohibiciones extremas, pero mientras que el gobierno cubano ha venido flexibilizando posiciones a partir de la constatación de que hoy viven fuera de Cuba mucho más personas que antes y que en su inmensa mayoría no son hostiles a la Revolución e incluso aún a la distancia defienden su país, Estados Unidos con la ayuda de la Unión Europea gastan millones de dólares para sabotear esta relación, con el viejo propósito de derrotar el proyecto revolucionario cubano.

Cuba después de Fidel

Cuba vive hoy como nunca antes, inmersa en un medio totalmente hostil a la utopía socialista. De ello sus dirigentes parecen ser conscientes y les preocupa la incidencia del consumismo sobre las nuevas generaciones, (nó a la manera del socialismo real que se pasó negando la existencia del capitalismo vidriera y así le fue), sino viendo el fondo del problema como uno de los grandes dramas que enfrenta el individuo contemporáneo.

Al respecto el ministro Abel Prieto opina que: «Hay una idea que se repite constantemente dentro de esta maquinaria manipuladora: tú eres felíz, mientras puedas comprar cosas. Puedes ser feliz en la medida que puedas comprar objetos, mercancías, cosas. Tu felicidad depende de tu capacidad adquisitiva ¡Tienes que comprar! Y te creamos a veces necesidades artificiales, porque la idea es crear un mundo consumidor, y los que no pueden consumir sencillamente son inviables y tienen que morir tempranamente, masivamente…, no hay solución para ellos.

¿Cómo combatir la idea de que la felicidad se asocia al consumo? Nosotros estamos trabajando durísimo para darle a nuestro pueblo niveles dignos de consumo. Porque seamos sinceros: tampoco se trata de escuchar la Orquesta Sinfónica pasando hambre…Tú sencillamente viendo fantasmas del hambre que tienes, escuchando una gran sinfonía…Ésa no es la solución. Tenemos que alimentar a la gente, y hemos avanzado en eso. Tenemos que lograr condiciones dignas de vida para todos y todas. El problema de la vivienda es uno de los problemas más graves que tenemos en Cuba.(…) Que se puedan reparar viviendas, hacer un plan de construcción de nuevas viviendas. Nosotros tenemos que lograr que la gente tenga condiciones de vida dignas. No de lujo. (…) Al mismo tiempo, hay que insistir una y otra vez con la idea de que la calidad de vida tiene relación con hábitos culturales. De que se enriquece tu vida con la cultura. Nosotros estamos convencidos de que el antídoto cotra el consumismo es la cultura. (2)

Cuba tiene inmensos desafíos, y corre riesgos serios de una agresión directa norteamericana ordenada por un presidente ignorante y soberbio, rodeado de un grupo de ultra conservadores y de oportunistas negociantes de las armas y el petróleo.

Naturalmente en mi caso, no podía ser menos que otros que también hacen preguntas obvias. Del tipo de aquellas que molestaban a mi abuelo cuando yo era niño y con enojo me respondía: «Más pregunta un tonto de lo que responde un sabio».

Y entonces a dos de mis amigos cubanos que ya tienen suficientes preocupaciones, les pregunté también como otros tontos de por ahí: ¿Y cuándo Fidel se muera qué va pasar aquí?

Uno me respondió bastante cansado ya de repetirse, citando la respuesta que le dió a un periodista impertinente un conocido escritor: «Me supongo que será enterrado». Y otro de mis amigos más paciente y menos hastiado me dió su parecer, de que él estaba seguro de que así como la desaparición de Fidel será un gran dolor, piensa de que ese hecho inevitable no cambiará el derrotero de Cuba en lo fundamental: «Habrá quizá una dirección colectiva, integrada también por gente más joven que ya está gobernando junto a él y a Raúl Castro. Seguro que harán cambios en algunas cosas, según lo exija la vida. Porque nunca hemos sido esencialmente dogmáticos aunque se diga otra cosa por ahí. Lo que pasa es que siempre hemos querido mantener y no perder los principios fundamentales de esta jodida Revolución, que tantos dolores de cabeza, problemas y alegrías nos ha dado.»

Me quedé con la impresión de que la falta de Fidel un día, no parece ser algo que les quite hoy por hoy el sueño a los cubanos. Mucho más parece preocuparles los problemas cotidianos aún sin resolver, y el no verse envueltos en la tragedia de una confrontación militar con Estados Unidos, si a Bush y a su gente se les antoja lanzar otra «guerra preventiva».

Tengo un buen amigo en Uruguay, (que no vive mal por cierto), que me confesó que no quería conocer Cuba porque tenía temor de deprimirse… No lo pude convencer de que lo menos que a uno le puede pasar en Cuba es deprimirse. Tampoco que me pudiera comprender a mí, de que me ponía mal estar Montevideo porque mis compatriotas me contagiaban, no sin razón, mucha desesperanza y depresión. Me he preguntado: ¿Será porque somos rioplatenses y no muy afectos al baile y a la broma?, porque en cambio en Cuba hacen chistes hasta con lo mal que pasaron en los 90. Y yo pienso esta gente es bien rara, se ríe de las desgracias, se toman a broma todo y hasta siendo miembros del Partido se permiten jaranear con cosas serias… Al punto de contar el chiste ese de cuando Bush mandó a un espía de la CIA para saber lo que pasa en Cuba, y que cuando regresó a Washington le dice: «-Presidente, allá no hay desocupación pero nadie trabaja. Nadie trabaja pero según las estadísticas se cumplen las metas de producción. Se cumplen las metas de producción pero no hay nada en las tiendas. Todos comen pero también todos se quejan constantemente de que no hay comida y que no tienen ni yogourt. La gente se queja constantemente, pero todos van a la Plaza de la Revolución a victorear a Fidel. Señor presidente, tenemos todos los datos y ninguna conclusión. «

NOTAS:

1) Abel Prieto, intervención en la Cátedra Che Guevara de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires, abril de 2004

2) Ibid.