Cuba conmemorará el 26 de julio el 60º aniversario del asalto al Cuartel Moncada. Es una fecha histórica. El país evaluará sus victorias y también sus problemas, con su audacia revolucionaria tan fidelistas.
La revolución cubana tiene tres etapas bien definidas. La primera, comenzada en 1868 por Carlos Manuel de Céspedes; la segunda en 1895, por José Martí, y la tercera, por Fidel Castro y los jóvenes asaltando en 1953 el Cuartel Moncada en Santiago de Cuba y el cuartel Céspedes en Bayamo. Esta tercera fase de la revolución desembocó en victoria, exactamente cinco años, cinco meses y cinco días después, cuando los barbudos que bajaron de Sierra Maestra derrotaron a Fulgencio Batista el 1 de enero de 1959.
Para el pueblo cubano es más importante la conmemoración del Día de la Rebeldía Nacional que el 1 de enero. Puede ser porque todo inicio es más difícil que la coronación. O porque ese día el joven Fidel Castro, de 25 años de edad, se convirtió en el dirigente revolucionario conocido en el mundo. O porque en enero victorioso no hubo mártires propios, con el dictador tomándose el avión con los millones de dólares y la parentela, mientras que en Santiago de Cuba y Bayamo sí hubo muchos militantes asesinados.
En el célebre juicio donde Fidel fue su propio abogado, éste dijo que en el combate tuvieron 6 bajas, pero 25 fusilamientos de quienes habían depuesto las armas y otros 50 muertos en idénticas circunstancias en días posteriores.
El Moncada fue una típica «victoria pírrica» para el dictador. Y, por el contrario, fue una derrota militar parcial para el grupo fidelista, llamado desde entonces Movimiento 26 de Julio. «Luchar, fracasar; volver a luchar y volver a fracasar, y así hasta la victoria, esta es la lógica del pueblo». Es posible que el ex dirigente estudiantil de verba martiana no hubiera leído a Mao Tsé tung, pero actuó según ese criterio. No tomó su traspié como un revés definitivo, extrajo las lecciones, fue preso dos años, marchó con sus compañeros al exilio de México, regresó en el Granma, desembarcó en diciembre de 1956 con otra derrota y subió a Sierra Maestra. Contaba con apenas 7 fusiles y dijo, según relató su hermano Raúl: «ahora sí estoy seguro de que venceremos».
Crímenes muy parecidos
Cuando un argentino relee el alegato de Fidel «La historia de absolverá» (Ediciones Nuestra América, 2003), sorprenden algunas coincidencias de la metodología terrorista de Estado de Batista y del general Jorge R. Videla. Los batistianos, luego que recuperar el cuartel, torturaban bárbaramente: «las manos criminales que rigen los destinos de Cuba habían escrito para los prisioneros a la entrada de aquel antro de la muerte, la inscripción del infierno: ‘Dejad toda esperanza'» (pág. 55).
Este cronista recordó el año pasado en LA ARENA que los sobrevivientes del Campo de Exterminio «La Perla» dijeron que en la sala de torturas había este cartel: «Sala de terapia intensiva-No se admiten enfermos». Y que en la de «El Vesubio» otro sentenciaba: «si lo sabe cante, si no aguante».
Los criminales videlistas reconocieron el «aporte» de las doctrinas estadounidense y francesa, más los desarollos «propios». Las huestes de Batista deben haber tenido similares instructores, en ese tiempo de West Point. Posteriormente esa línea bajó de la Escuela de las Américas y el Comando Sur, como corresponde a las colonias, semicolonias y neocolonias.
Hubo otra similitud con las violaciones a los DD HH en Argentina: la ejecución extrajudicial. El joven Fidel aseguró en las audiencias de setiembre de 1953: «por las madrugadas eran sacados del campamento grupos de hombres y trasladados en automóviles a Siboney, La Maya, Songo y otros lugares donde se los bajaba atados y amordazados, ya deformados por las torturas, para matarlos en parajes solitarios. Después los hacían constar como muertos en combate con el Ejército» (pág. 60).
A esa metología en la Argentina la llamaron «operativo ventilador». ¿Qué nombre habrán usado los batistianos?
Del Cuartel a la escuela
El visionario Fidel tuvo en el juicio una actitud de ofensiva y puso de resalto el contenido democrático y antilatifundista de su intento insurreccional. Y, denunció el injusto estado de cosas imperante, sobre todo luego del golpe de Estado de 1952, con sus 18 jefes militares beneficiarios junto a inversores yanquis y ricachones locales.
El principal asiento castrense de la tiranía era el Cuartel Columbia. El preso planteó: «el campamento de Columbia debe convertirse en una escuela e instalar allí, en vez de soldados, diez mil niños huérfanos». Los jueces deben haber creído que era una bravata de Fidel o, como se dice en Argentina, un gesto «para la tribuna». Error. Tenía que ver con la profunda convicción en la necesidad de la educación.
Más adelante se puede leer en el Alegato: «debe concedérseles además a los maestros que desempeñan su función en el campo, el uso gratuito de los medios de transporte; y a todos los maestros, cada cinco años por lo menos, un receso en sus tareas de seis meses con sueldo, para que puedan asistir a cursos especiales en el país o en el extranjeros, poniéndose al día en los últimos conocimientos» (pág. 47).
¿A alguien le queda alguna duda sobre cómo fue que Cuba se fue erigiendo en una potencia educacional y cultural? Esa meta ya estaba en el programa del Moncada. Eso explica la Campaña de Alfabetización de 1961 y los logros posteriores, compartidos con la humanidad mediante el programa de alfabetización «Yo si puedo» que sacó de las tinieblas a 3.5 millones de personas.
Convertir el Columbia en una escuela no fue una palabra al viento. El 10 de marzo de 1959, dos meses después de la victoria, ese lugar se transformó en Ciudad Escolar Libertad. Y el 28 de enero de 1960, Fidel Castro encabezó el acto que transformó el Moncada en el Centro Escolar 26 de julio. El cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, hoy es el parque-museo Ñico López.
Buenas y no tan buenas
La Ciudad Escolar 26 de Julio ha quedado espléndida tras los trabajos de refacción, luego de los daños provocados en octubre pasado por el huracán Sandy. Y se vestirá con sus mejores galas para esta conmemoración del Día de la Rebeldía Nacional.
Hasta el 2011 el acto central se hacía en la provincia que hubiera ganado la «Emulación Especial» en la construcción económica y social del socialismo. De allí que en 2012 esa ceremonia se hizo en Guantánamo. A partir de entonces, considerando que las fuerzas humanas y materiales de cada provincia son desiguales, el criterio fue que el acto haría en forma rotativa. Sin embargo, ¿quién podía disputarle a Santiago de Cuba la localía del 60º aniversario?
Al momento de escribir esta nota no estaba confirmado quién sería el orador principal, si el presidente Raúl Castro; si el segundo secretario del PCC, José R. Machado Ventura; si el vicepresidente Miguel Díaz-Canel u otro. Retirado de la dirección partidaria y gubernamental, no se podría descartar completamente que el mismo Fidel aparezca en el palco…
Independientemente de quién sea el orador, el mensaje posiblemente guarde relación con el discurso de Raúl Castro el pasado 7 de julio, al clausurar una sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Allí ratificó el rumbo aprobado en el VI Congreso partidario (abril de 2011) y la Conferencia Nacional del PCC (enero 2012), de empeñarse en la construcción de «un socialismo próspero y sostenible», con el plan estatal como lo central pero sin desdeñar mecanismos del mercado.
El presidente informó que en el primer semestre del año el PBI había crecido 2,3 por ciento, algo por encima del porcentaje de igual lapso del año anterior. Sin embargo, que nadie espere que la dirigencia cubana oculte los problemas ni los presente en forma edulcorada.
En el citado mensaje se dijeron cosas duras como éstas: » una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al Estado. Se propagaron con relativa impunidad las construcciones ilegales, además en lugares indebidos, la ocupación no autorizada de viviendas, la comercialización ilícita de bienes y servicios, el incumplimiento de los horarios en los centros laborales, el hurto y sacrificio ilegal de ganado, la captura de especies marinas en peligro de extinción, el acaparamiento de productos deficitarios y su reventa a precios superiores, la participación en juegos al margen de la ley, las violaciones de precios, la aceptación de sobornos y prebendas, el asedio al turismo».
Esas desviaciones serán enjuiciadas desde la tribuna del Moncada, porque la sangre derramada en 1953, Sierra Maestra, Playa Girón, Cuito Cuanavale, etc, no lo fue para abonar un terreno de ilícitos e indisciplina.
Otras menciones de Raúl Castro no tuvieron esa misma gravedad. Por caso, cuando dijo: «conductas, antes propias de la marginalidad, como gritar a viva voz en plena calle, el uso indiscriminado de palabras obscenas y la chabacanería al hablar, han venido incorporándose al actuar de no pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad».
Para Cuba eso es un problema. En Argentina, con las mafias y muertos en el fútbol, con 100 balazos entre «La 12» de Boca, o «Los borrachos del Tablón» de Ríver, aquello sería apenas un problemita.