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Cuba y Estados Unidos en las vísperas de la era Trump

Fuentes: Cuba Posible

Este dossier ha sido coordinado por Lenier González Mederos.

El 20 de enero Donald Trump tomará posesión como el 45 presidente de Estados Unidos. Atrás quedan los dos últimos años, marcados por el inicio de un dinámico proceso de normalización de relaciones encabezado por los presidentes Raúl Castro y Barack Obama. Para Cuba, dicho camino político ha sido el fruto de la victoria de la resistencia del pueblo cubano y, además, de una adecuada visión pragmática y estratégica por parte de liderazgo político cubano, sobre todo en el entorno del presidente Raúl Castro. Cuba Posible ha dialogado con cinco analistas cubanos (Arturo López Levy, María Isabel Alfonso, Francisco López-Segrera, Esther Velis y Domingo Amuchástegui) para analizar el camino desandado y qué puede deparar el futuro.

Barack Obama termina sus ocho años de mandato frente al gobierno de Estados Unidos. Ha sido un importante impulsor de la normalización de relaciones con Cuba. ¿Cuáles han sido sus mayores contribuciones a favor de las relaciones bilaterales entre ambos países? ¿Cuáles límites dejó?

Francisco López-Segrera: A continuación trataré de resumir en forma de hipótesis la respuesta a esta primera pregunta[1].

1. A diferencia de lo ocurrido en el restablecimiento de relaciones de Estados Unidos con China y Vietnam, es obvio desde el 17D de 2014 y en especial desde que se restablecieron las relaciones el 20J de 2015, qué estas avanzarán hacia la «normalización» dependiendo de un quid pro quo. Es decir, de concesiones que debe hacer Cuba a cambio de la flexibilización y desregulación de aspectos del bloqueo-embargo por la administración Obama.

2. Si bien la política del Presidente Obama hacia Cuba parece partir de la premisa de que Estados Unidos tomará decisiones y medidas acordes con sus valores y que convienen a sus intereses, independientemente de lo que haga o no el Gobierno cubano como respuesta a ellas, este último percibe, al no haberse levantado el bloqueo, que es el quid pro quo lo que rige esta política.

3. Obama, antes de terminar su mandato, podría haber avanzado mucho más en desregular las actuales prohibiciones propias del «embargo», aun cuando el Congreso no haya aprobado su eliminación. Si no lo ha hecho, es debido a que su política hacia Cuba, su forma de concebir las relaciones, es mediante un quid pro quo. Esta fórmula tal vez se vio reforzada en el marco de la coyuntura electoral, con el fin de atraer la mayor cantidad posible del voto cubano-americano.[2]

4. Tanto el Presidente Obama y el Departamento del Tesoro, de un lado, y el Presidente Raúl Castro y el Ministro de Relaciones Exteriores y Bruno Rodríguez, de otro, coinciden en que, pese a ciertas medidas de Obama que tienden a flexibilizarlo, el bloqueo-embargo sigue en vigencia sin apenas modificaciones sustanciales.[3]

5. Paradójicamente, si bien con Obama se han restablecido las relaciones diplomáticas, durante sus mandatos se han reducido las relaciones comerciales entre Cuba y Estados Unidos y se han incrementado las multas a Cuba.

6. La política del presidente Obama no es más de lo mismo, pues la «doctrina Obama» no parte del mismo supuesto de la de George W. Bush (2001-2009): «with us or against us». A diferencia de esto, Obama se ha movido hacia la aceptación de las diferencias, hacia la solución negociada de los conflictos, la multipolaridad, el «smart power» y el «soft power», tratando de fortalecer sus intereses y valores mediante el énfasis en la multipolaridad, en el diálogo y la negociación, aunque sin renunciar a imponer su política por otros medios que pueden incluir acciones encubiertas y agresión militar.[4] Precisamente por esta nueva visión -resultado de la declinación hegemónica de Estados Unidos- es que ha restablecido las relaciones con Cuba, aunque trate de desestabilizar a Venezuela y a los gobiernos pos-neoliberales y progresistas de la región -Bolivia, Ecuador- y perciba al Brasil post-Dilma, a Macri y a los países de la Alianza del Pacífico como sus verdaderos aliados.

7. La visita del presidente Obama a Cuba, del 20 al 22 de marzo de 2016, le permitió consolidar una política que le ha reportado grandes beneficios políticos: «He venido aquí -afirmó Obama- para enterrar el último resquicio de la Guerra Fría en el continente americano. He venido aquí para extender una mano de amistad al pueblo cubano». Cuba, por su parte, asumió este desafío dándole plenas libertades de movimiento y de dirigirse públicamente a la población cubana, en la medida que su estabilidad política no la hace temer por los resultados e impacto de esta visita.

8. Un hito importante de la política de Obama hacia Cuba fue su «Directiva Política Presidencial 43: Normalización de relaciones Estados Unidos-Cuba», pese a que aún contiene elementos de la vieja política de Estados Unidos hacia Cuba y trata de influir en los cambios que están ocurriendo en la Isla y no implica eliminar el bloqueo. Si bien Obama dio muchos pasos positivos en las relaciones con Cuba, dejó como principal límite a su política el no haber desmantelado aspectos claves del bloqueo que estaban en sus manos.

9. De acuerdo al Gobierno de Cuba, para que existan relaciones normales entre Cuba y Estados Unidos es necesario: que se elimine el bloqueo económico, comercial y financiero; que se devuelva a Cuba el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval de Guantánamo; que cesen las transmisiones radiales y televisivas hacia Cuba violatorias de las normas internacionales y lesivas para la soberanía de la Isla; que se eliminen los programas dirigidos a promover la subversión y la desestabilización internas y los intentos de fabricar una oposición política interna dirigida a un «cambio de régimen»; que se elimine en el terreno migratorio la Ley de Ajuste Cubano, que promueve la inmigración ilegal y el programa «parole» para profesionales médicos cubanos, que priva a Cuba de recursos humanos para atender la salud de la población o para la cooperación con otros países; y que se compense al pueblo cubano por los daños humanos y económicos provocados por las políticas de Estados Unidos y en especial por el bloqueo.[5]

Esther Velis: Durante el gobierno de Obama se dieron importantes pasos hacia la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos; sin duda el más importante fue el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, que abrió el camino para acuerdos bilaterales en determinas áreas (como protección ambiental, intercambios científicos y de la salud, restablecimiento de vuelos comerciales, ampliación de la categoría de los ciudadanos que pueden visitar Cuba como parte del programa de People to People, etc.) En mi opinión esto ha contribuido a un mayor conocimiento de la realidad de nuestro pueblo y a identificar aquello que nos une y vislumbrar posibles áreas de cooperación futura. La abstención en la votación contra el bloqueo fue otro paso importante dado por el presidente Obama

Sin lugar a dudas quedaron muchas cuestiones pendientes. En primer lugar el levantamiento del bloqueo, que si bien correspondía al Congreso él pudo avanzar en algunos aspectos, que desbrozaran el camino hacia la normalización. Otro aspecto que creo que pudo haber eliminado, y no lo hizo, fue las restricciones financieras que impiden a Cuba la utilización del dólar en las transacciones comerciales. De igual forma dejo pendiente una promesa de su campaña: el cierre de la cárcel que el Presidente Bush instalara en la base de Guantánamo.

Domingo Amuchástegui: Las contribuciones en el tema de la normalización de relaciones Cuba-Estados Unidos del saliente presidente Barack Obama acaparan la atención de la mayor parte de los analistas, sobresaliendo el canje de «Los Cinco», junto al anuncio del inicio de dicha normalización, las ceremonias del establecimiento de relaciones diplomáticas, seguido de una docena de acuerdos bilaterales en áreas de menor cuantía, resultados de los encuentros periódicos sostenidas entre delegaciones de ambos países.

Apenas unos días atrás el presidente Obama anunciaba el fin de la política de «pies secos/ pies mojados» (obra de la Administración Clinton) y del llamado «parole» (status migratorio provisional bajo palabra), utilizado por la Administración de Bush hijo encaminado a promover una masiva deserción de médicos cubanos, en particular de aquellos que cumplían misiones médicas en terceros países. Con esta decisión ejecutiva el presidente Obama evadía el complicado proceso de las iniciativas en el Congreso para poner fin a la llamada «Ley de Ajuste Cubano», de mediados de los años 60 (Administración Johnson). Además, reducía los privilegios excepcionales de esta última legislación para promover -como nunca antes y después- los flujos masivos de cubanos hacia Estados Unidos por canales y vías ilegales. Con esto queda limitado el movimiento de cubanos hacia Estados Unidos mediante el sistema de cuotas normales (20,000 al año, las visitas normales a Estados Unidos y el mecanismo de reunificación familiar). En otras palabras, colocar el flujo de cubanos hacia Estados Unidos dentro de un marco normal, seguro y ordenado, como lo practican países que sostienen relaciones normales.

Parecería así cerrar Obama con broche de oro sus contribuciones al proceso de normalización. Pero, está muy lejos de ello, pues sus iniciativas vinieron a cristalizar de manera bastante tardía y muy incompleta, a la vuelta del 2015. Nadie puede, ni debe, olvidar que la Administración Obama ignoró, una y otra vez, durante seis años los llamados unánimes de los gobiernos hemisféricos en las cumbres de Puerto España, San Pedro de Sula y Cartagena, así como las iniciativas comenzadas exitosamente por la Unión Europea, favoreciendo la normalización de relaciones con Cuba.

No ha habido un gobierno norteamericano que haya perseguido con tanta saña e impuesto -a partir de la muy ilegal y cuestionable práctica de la extraterritorialidad- multimillonarias sanciones y castigos de todo tipo a entidades bancarias y comerciales de la Unión Europea y de otros países, debido a sus transacciones con Cuba en sus ocho años de Administración. Al mismo tiempo, Obama -junto con la mayoría republicana en el Congreso- continuó manteniendo en vigor hasta su traspaso el 20 de enero la totalidad de los pilares más agresivos hacia el gobierno cubano, muy a pesar de sus reiteradas declaraciones en contra de la política de cambio de régimen. Tampoco echó mano a otras muchas iniciativas ejecutivas que hubiera podido acometer, desestimando una y otra vez las sugerencias e indicaciones de las autoridades cubanas en este sentido, siendo el mejor ejemplo el de la autorización -derecho constitucional- a los ciudadanos norteamericanos de viajar como turistas a Cuba.

María Isabel Alfonso: El presidente Obama hizo contribuciones gigantescas a la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, de lo cual da fe la reciente eliminación de la ley «Pies Secos, Pies Mojados» y el «Cuban Medical Professional Parole Program», obstáculos ambos a la normalización de relaciones entre las dos naciones. Encabezan la lista, por supuesto, la apertura de las embajadas de Washington y La Habana, precedida por la exclusión de Cuba de la lista de países terroristas y la liberación de Alan Gross y los «5 Cubanos». A esto siguió una cascada de eventos que, en dos años, hicieron avanzar más las relaciones bilaterales que en las cinco décadas precedentes. Vale mencionar algunas de las más importantes, propiciadas por su política pro-normalización:

1. Fortalecimiento en zonas de cooperación en las áreas de energía renovable, migración, anti-terrorismo, anti-drogas, correos, investigación médica, industria farmacéutica, y protección medioambiental. (Ejemplos notorios y recientes son el primer ensayo clínico en Estados Unidos de la vacuna cubana contra el cáncer de pulmón y la firma de un importante convenio de preparación y respuesta a la contaminación por derrames de hidrocarburos en el Golfo de México y el Estrecho de la Florida).

2. Primeras conexiones aéreas entre Cuba y Estados Unidos en 50 años, incluyendo el servicio de cruceros y ocho aerolíneas comerciales (Alaska Airlines, American Airlineas, Delta Airlines, Frontier Airlines, JetBlue Airways, Southwest Airlines, Spirit Airlines y United Airlines).

3. Firma de contratos de compañías de telecomunicación Verizon y AT&T con ETECSA.

4. Firma de acuerdo entre Google y ETECSA, con el fin de facilitar mayor conectividad a Internet.

5. Introducción de importantes enmiendas como el «Freedom to Travel to Cuba Act», el «Agricultural Export Expansion Act» y otras que promueven un escenario a favor del intercambio.

La imposibilidad de revertir el embargo en su totalidad, dada su codificación en ley, fue su mayor limitación.

Arturo López Levy: Al valorar el papel del presidente Obama en la normalización de relaciones con Cuba es conveniente ni sobreestimar ni subestimar el rol de su personalidad. El proceso de normalización tiene su causa fundamental estructural en la victoria de la resistencia nacionalista cubana contra casi seis décadas de política imperial coercitiva de Estados Unidos, potencia renuente a aceptar las transformaciones que ocurrieron en la Isla como resultado de la Revolución de 1959. Esa resistencia expuso que la política de embargo/bloqueo contra Cuba era no solo inmoral e ilegal ante el derecho internacional, sino también contraproducente a los intereses norteamericanos. El pueblo cubano, el de a pie que fue el que cargó con los mayores sacrificios, no se doblegó. Mientras tanto, el liderazgo estatal y la diplomacia cubana construyeron una madeja de intercambios con aliados y rivales estratégicos de Estados Unidos, encareciendo el costo de oportunidad pagado por Washington en su intento de traducir la asimetría de poder con Cuba en sumisión hacia sus designios.

Dicho esto, el presidente Obama jugó un papel fundamental como actor con potencialidad de veto para el curso tomado. Estados Unidos podía darse el lujo, por otra década, de insistir en una mala política fallida pues la economía cubana era 233 veces menor que la norteamericana en 2014, y la Isla no representaba un problema sustancial a la gran estrategia estadounidense fuera del hemisferio occidental (e incluso en este). Fue el presidente Obama quien demostró la inteligencia, flexibilidad y dignidad democrática de cambiar la visión oficial norteamericana sobre Cuba, su gobierno y los procesos y culturas políticas que atraviesan el devenir de la Isla.

Los límites de Obama en el desmontaje de la política imperial del embargo y su sustitución por otra de corte hegemónico-persuasivo tienen que ver menos con su persona y carácter que con las deficiencias y méritos del sistema político norteamericano de chequeos y balances de poderes. Las leyes del embargo son solo derogables por el Congreso, y no existe una correlación de fuerzas favorable a eliminarlas.

¿Cuáles son los caminos pendientes para alcanzar el tipo de relación bilateral que pueda ser compartida por los dos países?

Francisco López Segrera: En diversos trabajos he sustentado la hipótesis de que el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos es una política de Estado que sobrevivirá a las presidencias tanto de Obama como de Raúl Castro. Sin embargo hay elementos que tienden a su reversibilidad y otros a hacerla irreversible[6].

Entre los primeros tenemos: la decisión de Obama es una orden ejecutiva que puede ser derogada por el Presidente electo Donald Trump; Obama tuvo escaso tiempo político para consolidar su política hacia Cuba; en la presidencia de Trump pudiera producirse un incidente entre ambos países que las descarrilara.

Tiende a hacer las relaciones irreversibles y a consolidarlas como política de Estado, entre otros aspectos, lo siguiente: las encuestas realizadas a los norteamericanos y a los cubanoamericanos muestran que una gran mayoría está a favor de las relaciones; dado el interés que hay en el mercado cubano es posible que se logre un apoyo bi-partidista a esta política; a instancias del presidente Obama se han presentaron varios proyectos de ley para levantar el embargo; no podemos afirmar categóricamente que Trump modificará sustancialmente la política de Obama hacia la Isla.

Además de las hipótesis arriba enunciadas, se ha argumentado en forma novedosa acerca de siete áreas de problemas que hay que tener en cuenta a la hora de analizar las relaciones Cuba- Estados Unidos: Cuba ha sido considerada como una parte de Estados Unidos, como una «fruta madura» que debía caer en su regazo; las negociaciones entre ambos países no empiezan ahora, ni se circunscriben a lo bilateral como ya se observó en las negociaciones previas sobre temas africanos, entre otros; fue en 2014 cuando estuvieron maduras las condiciones para dar pasos y restablecer las relaciones; Estados Unidos no va a modificar sus valores e intereses a la hora de negociar con Cuba, ni tampoco sus objetivos con relación a la Isla; pese al doble estándar de Estados Unidos en temas como los derechos humanos, lo esencial es avanzar en la agenda de acuerdos y temas posibles de negociar y tratar de normalizar las relaciones, sin quedarnos entrampados en una normalización ideal; la cultura cubana, no es solo fusión de lo africano y español, ya que la población indígena fue prácticamente exterminada, sino también de lo norteamericano, elemento esencial de nuestra cultura; por último, el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, tiende a que la percepción de Cuba en dicho país, e incluso a nivel mundial, sea mucho más positiva como muestran las encuestas.[7]

En resumen, el gobierno cubano debe continuar negociando como hasta ahora aspectos diversos de las relaciones con Estados Unidos. Se han producido avances importantes en las siguientes áreas, entre otras[8]:

-Negociaciones y acuerdos varios con empresas de líneas aéreas, cruceros, hospedaje, y telecomunicaciones.

-Seguridad Nacional: terrorismo, ciber-seguridad etc.

-Salud: colaboración en la lucha por la erradicación del dengue y el Zika, tratamientos para el cáncer en Estados Unidos con vacunas cubanas.

-Medio Ambiente: acuerdos para tomar medidas conjuntas contra la polución marítima y posibles desastres por derrame de petróleo o de otra índole.

-Viajes: pese a las dificultades que pone Estados Unidos con los visados los viajes a la Isla se han incrementado en un 80 por ciento en los dos últimos años.[9]

Esther Velis: Existen muchos caminos por recorrer para lograr una buena relación bilateral. El primero de ellos es el respeto a la soberanía de Cuba y de los cubanos de elegir libremente su sistema político, la convicción de que ninguno de los dos países modificará su sistema político ni sus principios, por lo cual es necesario un alto grado de tolerancia. Muchas veces se pide a Cuba el respeto a la diversidad de criterios y opiniones en el ámbito nacional y no se actúa en consecuencia a nivel internacional. La sociedad actual, cada vez más diversa y, a la vez, interconectada, nos impone una visión amplia que dé cabida a las diferentes ideologías y culturas no solo en el ámbito nacional, sino en el ámbito de las relaciones entre Estados y a nivel multilateral.

Domingo Amuchástegui: Para alcanzar una relación bilateral compartida, normal, armoniosa, queda un camino muy accidentado, repleto de obstáculos mayúsculos, como se refleja en los dos últimos párrafos de la pregunta anterior.

Llámese bloqueo o embargo -sólo muy levemente atenuado hasta ahora- ahí sigue casi con vigencia plena; el cambio de régimen, respaldado por decenas de millones anualmente, conserva toda su actualidad; ahí está la inútil y casi inoperante Base Naval de Guantánamo, carente, por añadidura, de cualquier valor estratégico o táctico según expertos de Estados Unidos no muestra Washington la más mínima disposición a ceder un ápice.

Nunca en la historia diplomática de Estados Unidos tantos militares en activo y retirados han argumentado a favor de una total normalización de relaciones con Cuba. No pocos, de manera escrita y pública, lo hicieron al comienzo de la Administración Obama. Se ha destacado por estos la cooperación constructiva de los cubanos en múltiples esferas de la seguridad regional (narcotráfico, tráfico ilegal de personas, cooperación en el sector fronterizo de Guantánamo, desastres naturales y otros), incluso desde antes que Obama llegara a ser senador. Y si esto ha sido así, ¿por qué mantener los pilares agresivos fundamentales de hace casi 60 años, muy a pesar de haber iniciado una normalización de relaciones?

Debe agregarse algo no menos significativo: sobre la Administración de Obama persuadieron, influyeron y convencieron, no pocos cubanoamericanos que hasta los 90 del siglo pasado figuraban a la cabeza de la oposición del exilio beligerante contra el gobierno cubano. En estos hubo un proceso de reflexión y reconsideración total de sus posiciones confrontacionales del pasado reciente. Desplegaron un nuevo «lobbismo» a favor de la normalización: Saladrigas, Fanjul y Gutiérrez, estuvieron entre los que favorecieron estos nuevos rumbos, algo inusitado y sin precedentes.

Cuba fue, y sigue siendo, el país agredido y Estados Unidos el agresor. ¡Tan simple como eso! Y corresponde a este último mostrar la flexibilidad, disposición constructiva e iniciativas en consonancia con dicha realidad histórica. El especialista en relaciones internacionales Kenneth Waltz lo ha repetido con atinada puntería: «Los grandes poderes pueden darse el lujo de ser flexibles; los países pequeños no». Los mitos de que la dirigencia cubana nunca procuró la negociación o que hoy se resiste a hacer concesiones, no son más que eso: mitos y mentiras. Me limito a recomendar a cualquiera que quiera discutir sobre bases serias semejantes acusaciones contra la dirigencia cubana, que se remitan a Bernardo Benes y sus memorias, la excelente compilación de documentos bajo el título de «Back Channel to Cuba» y para desmantelar lo de las concesiones el excelente trabajo del profesor William LeoGrande en el Huffington Post en torno a los «Ocho Mitos contra Cuba». Argumentos y documentos sobran, como también sobran los sordos y los ciegos.

Una relación bilateral compartida que no transite, con éxito, por estos obstáculos, seguirá arrastrando la agenda conflictiva de una superpotencia que jamás quiso conciliar con un pequeño país.

María Isabel Alfonso: Parte del problema precisamente es si es todavía pensable una lógica de «caminos pendientes» con una nueva Administración que amenaza con desandar esos caminos y revertir el proceso de normalización, regresando a la era de total patronazgo y falta de reconocimiento de Cuba como un interlocutor real. Por ejemplo, en su sesión de confirmación, el nominado Secretario de Estado y ex-presidente de la Corporación Exxon Mobil, Rex Tillerson, expresó que tendrá en su agenda una revisión de todas las órdenes ejecutivas con respecto a Cuba, incluyendo la exclusión de la Isla de la lista de países terroristas. Esta respuesta, si bien fue una reacción al arrinconamiento del senador Marco Rubio durante la audiencia de confirmación del futuro Secretario de Estado, deja ver que existe todavía la mentalidad de «cheque en blanco» con respecto a Cuba, y que en cualquier momento puede reactivarse el lenguaje del asedio y la subestimación.

Por tanto, es muy probable que lo único que quede pendiente sea una vuelta a los inicios, cuando de lo que se trataba era de transitar de una cultura de hostilidad a otra de diplomacia. A organizaciones como «Cuban Americans for Engagement» (CAFE) les tocó la dura tarea de plantear, acaso como posible, la posibilidad de hablar de «engagment», en medio de dominantes dinámicas «disengagement». Lo bueno es que ya nadie tiene que empezar de cero.

Arturo López Levy: Se necesita una lista muy grande. En dos años, desde 2014, no se puede desmantelar la hostilidad cultivada en casi seis décadas o incluso desde que se estableció una relación de dominación en 1902, reformada en 1934, y rechazada por el nacionalismo cubano a la manera mambí de Maceo, para no usar una palabra más fuerte, desde 1959.

Me referiré a lo que considero el paradigma de normalidad asimétrica que es el disponible para una relación como la que existe entre Cuba (un pequeño país, motivado por fuertes sentimientos e intereses nacionalistas) y Estados Unidos (una gran potencia en su vecindad). El paradigma de normalidad asimétrica implica que Estados Unidos acepte respetar la soberanía cubana en su totalidad, lo que implica tratar a la Isla en su política exterior e interna como una esfera fuera de su dominio. Cuba, por su parte, debe entender que por su propio interés nacional le conviene tomar nota de la disparidad de poder y ser deferente ante la realidad de que las grandes potencias tienen un rol en términos de intereses, capacidad de proyección y responsabilidades que les otorgan, incluso en la Carta de la ONU, prerrogativas especiales. La asimetría de poder a favor de Estados Unidos y de atención a favor de Cuba son rasgos estables no transicionales, por lo cual la normalización no pasa por vencer la disparidad sino por aceptarla, manejarla y negociarla; de modo que de una dinámica de enfrentamiento se pase al predominio de políticas de ganancia mutua.

Para lograr lo anterior, ¿qué se podría hacer durante el próximo mandato de Donald Trump?

Francisco López-Segrera: Si bien la victoria de Trump implica una hegemonía total del Partido Republicano y de la extrema derecha, esto no implica necesariamente una involución negativa en las relaciones con Cuba.

Pudieran presentarse dos escenarios. El primero sería continuar con las negociaciones iniciadas como resultado de la política de Obama, aunque el presidente Trump pudiera en alguna ocasión hacer alguna declaración agresiva como la que hizo con ocasión de la muerte de Fidel Castro. No es presumible que se den pasos, al menos en los primeros meses de su Administración, para eliminar totalmente el bloqueo. Este primer escenario se vería impulsado dado el interés de invertir en la Isla por la mayoría del empresariado cubanoamericano y de amplios sectores del empresariado norteamericano. Desde el punto de vista estratégico de Estados Unidos, esto pudiera impedir una relación cada vez más estrecha de la Isla con China, Rusia y la Unión Europea, cuyas relaciones económicas con Cuba privan a Estados Unidos y a su empresariado de importantes oportunidades de negocios.[10]

Otro escenario posible sería una política de mayor confrontación para quitarle a Cuba los beneficios recibidos por la política de Obama. Algunos opinan que lo expresado por el Secretario de Estado de Trump el 11 de enero de 2017 ante el Senado, podría ir en esa dirección, pues planteó no eliminar el bloqueo a Cuba. Se harían declaraciones por Trump derogando y ridiculizando la «Directiva presidencial 43: Normalización de relaciones Estados Unidos-Cuba» de Obama hacia la Isla. Los defensores de este escenario argumentarían que una política hostil hacia la Isla, en un momento de crisis en Venezuela -su principal socio comercial- y de una situación económica difícil en Cuba, podría rendir dividendos en forma rápida a diferencia de otras acciones de política exterior con actores de mayor poderío y relevancia como China e Irán, entre otros. Esto no implica que se romperían las relaciones, pero sí que se paralizarían o revertirían incluso todas las negociaciones que se percibieran como beneficiosas para la Isla y se recrudecerían los aspectos financieros del bloqueo.

Dada la brevedad que exige una encuesta, no puedo entrar en un análisis del proteccionismo de Trump, de su oposición a los tratados de libre comercio aprobados (TLC) o por aprobar en el Pacífico (TPP) y en el Atlántico (TTIP), ni de sus halagos a cierto sectores de la comunidad cubana de la Florida hostiles al gobierno de Cuba, pero hasta ahora no se ha mostrado como partidario acérrimo del bloqueo ni se ha opuesto de manera clara a las relaciones de Estados Unidos con Cuba, ni a las inversiones norteamericanas en Cuba.

Es posible que Trump bloquee el plan de energía limpia de Obama y que haga todo lo posible por desmantelar el «Obamacare», que siga afirmando que construirá un muro que pagarán los mexicanos, que exhiba como victorias rápidas y pírricas de su política proteccionista que algunos fabricantes de autos o aires acondicionados desvíen un monto de sus inversiones de México y de otros países hacia Estados Unidos, que impida que se materialicen el TPP con Asia y el TTIP con Europa, que ponga palos en la rueda al TLC, que aplauda el Brexit, que sus políticas de populismo de derecha de corte aislacionista le obliguen a elegir entre «borrar del mapa al Estado Islámico» o bien ser coherente con el aislacionismo, pero nada de esto implica que una política agresiva hacia Cuba tenga que ser necesariamente una prioridad.

Los factores apuntados más arriba tienden a que sea el escenario positivo el que se consolide y predomine, pese a retóricas declaraciones. El profesionalismo de la política exterior de Cuba hacia Estados Unidos, que tiene como piedra angular no condicionar ni negociar cambios internos ni en política exterior por presiones del país norteño, será clave al respecto. Es previsible que el gobierno cubano siga dando pasos constructivos y sin estridencias en el desarrollo de dichas relaciones y en la negociación con otros actores internacionales de relevancia, a la vez que continúa con la actualización de su modelo económico.

Esther Velis: Desgraciadamente soy bastante pesimista en cuanto a qué podamos lograr con Trump de lo que dejó pendiente el legado de Obama; la tolerancia y el respeto al derecho ajeno no es una característica de lo que hemos visto y oído durante la campaña presidencial de Trump, caracterizado por la intransigencia hacia aquellos que no coinciden con su forma de pensar. No obstante, aún no ha llegado a la Casa Blanca y tal vez su pragmatismo ayude que se dé cuenta de que la Guerra Fría terminó, que vivimos en un mundo diferente y que vamos a ganar más tendiendo puentes y no construyendo muros; pero eso la vida lo dirá.

Domingo Amuchástegui: Los escenarios que nos depara la Administración Trump, todavía andan navegando por los mares de las hipótesis más disímiles, en particular los sabores pesimistas que se derivan del número de miembros del nuevo gabinete que describen sus credenciales neoconservadoras. Pero, desde Jorge Domínguez hasta Pedro Freyre, se muestran bien escépticos de que Trump dé un giro de 180 grados en dirección opuesta, echando atrás todos los avances. En el peor de los casos, atisban o sugieren un enfriamiento o muy lento avance en limitadas áreas, pero siempre inclinados en que habrá de prevalecer el espíritu de hombre de negocios.

Echar atrás todo lo avanzado supondría un monumental embrollo de iniciativas congresionales, regulaciones gubernamentales, desgaste de tiempo y gestiones que entorpecerían el tratamiento de la complicada agenda que le espera a Trump. Lo único que podría paralizar todo el proceso, congelarlo y darle hacia atrás, es lo que reclaman los «come-candelas» de la Calle 8 y sus alrededores: que Trump restablezca a Cuba dentro de la lista de países promotores del terrorismo. Sólo esto tendría la fuerza paralizante necesaria e inmediata, pero la mayoría de los expertos lo dudan muy seriamente. La Cámara de Comercio de Estados Unidos, la Asociación de Granjeros de Estados Unidos, cientos de empresarios cubanos en Cuba, numerosos miembros del Congreso, influyentes gobernadores como los de Texas, Nueva York, Louisiana y otros, abogan activamente en favor de que ello no ocurra. ¿Puede darse Trump el lujo de desestimar estas fuerzas y presiones para favorecer a la Calle 8? Es altamente improbable.

Paralelamente, la dirigencia cubana deberá, como nunca antes, como lo ha venido demostrando hasta ahora, ser capaz de desplegar iniciativas que incentiven a dichas fuerzas a continuar impulsando, con argumentos sólidos y tangibles, la normalización de relaciones de Estados Unidos con Cuba.

María Isabel Alfonso: Los recientes gestos anti-normalización de la nueva Administración parecen tener que ver más con la posibilidad de usar a Cuba como pieza de canje, que con convicciones ideológicas. Puede que ambos, Trump y Tillerson, sean viejos lobos para quienes el comunismo sea todavía ese «monstruo» que «se come a los niños». Creo, sin embargo, que se trata más bien de que ven a la Isla como prenda de concesión, teniendo en cuenta sobre todo que están bajo fuegos cruzados, tanto por el involucramiento de Tillerson en Rusia y el Oriente Medio, como por los gestos positivos de Trump hacia Putin, en un momento en que el establishment llega incluso a proclamar que los rusos piratearon las elecciones, y que existe un peligroso balance entre los magnates devenidos políticos y el primer mandatario ruso Vladimir Putin.

Una prioridad para los grupos que trabajan por la normalización es hacer llegar al Presidente electo que el mensaje de que las posturas de sus supuestos asesores con respecto al tema Cuba no representan el sentir de la mayoría de la población cubanoamericana. Ésta no se reduce a un grupo de cubanos plañideros reunidos en El Doral llorando glorias pasadas. Por otra parte, en lugar de tomar demasiado en serio las bravatas infantiles de Trump, quizás sea más conveniente para Cuba responder con políticas pragmáticas, con propuestas «ahead of the game» que deslegitimen la vieja retórica gestada de un poder presto siempre a reproducir sus dinámicas imperiales. Nos toca ser creativos, o quedarnos para siempre en el círculo del asedio. Buscar formas de hacer escuchar a un interlocutor que no quiere oír es, entonces, lo mejor que se podría hacer.

Arturo López Levy: Lo lógico es que los dos países se centren en avanzar intereses comunes y discutir sus diferencias de una manera constructiva. Toda normalización de una relación asimétrica (como la que existe entre Estados Unidos y Cuba) tiene el reto de lidiar con la novedad, pues el impasse estratégico que provocó a la gran potencia preferir una política de diálogo a una de imposición es el resultado de una historia específica y de su interpretación. El respeto mostrado por el presidente Obama a la independencia y soberanía de Cuba no fue (como afirman sectores interesados en la hostilidad) una concesión a Raúl Castro, sino a una realidad de resistencia victoriosa. La deferencia mostrada por el presidente Raúl Castro hacia el presidente Obama en la Cumbre de las Américas en Panamá y sus encuentros bilaterales no es resultado de la debilidad cubana, sino del reconocimiento de que la tirantez con Estados Unidos no es para Cuba ni útil, ni aconsejable.

Con la Administración Trump, Cuba y Estados Unidos entran en un proceso nuevo de aprendizaje en el que es clave el conocimiento y el respeto mutuo. La Directiva Presidencial del 14 de octubre de 2016 reconoce la soberanía y la autodeterminación cubana y se propuso una política persuasivo-hegemónica hacia Cuba, lo que es un cambio no solo de los instrumentos, sino de los fines de la política estadounidense hacia Cuba. Con todas las críticas que se le puede hacer a la Directiva (como su reiteración a no negociar el tema de Guantánamo), su marco de pensamiento permite un avance sustancial en el camino hacia una normalidad entre los dos países.

El problema más inmediato para la normalización de relaciones es que el Presidente electo en Estados Unidos se ha planteado una revisión de toda esa estructura y, potencialmente, revertir gran parte de la misma. Esa postura va a introducir una súbita y renovada tensión incluso si logros de los últimos años (como sacar a Cuba de la lista de países terroristas, una cooperación abarcadora de seguridad contra desastres naturales, narcotraficantes y la emigración ilegal), no son revertidos. Un proceso de acercamiento evolutivo, más gradual y largo, no tiene que ser necesariamente negativo, si resulta en una normalidad más estable. En un contexto de contradicciones entre lo que Trump haga dependiendo de la agencia del gobierno norteamericano y quién la maneje, Cuba tiene la ventaja asimétrica de la atención para crear dinámicas donde el daño causado por los «aguafiestas» sea minimizado.

Si Trump retornase a una política imperial, con el peso de todo el poder norteamericano que eso implica, a una Cuba nacionalista no le queda otro remedio que volver a la resistencia, donde es tan importante la trinchera como la flexibilidad asociada a las ventajas que tiene un país pequeño en términos de atención en una relación asimétrica.

Las bases de esa resistencia fueron planteadas por José Martí hace más de un siglo: 1) unidad, que implica manejar la diversidad patriótica, no aplastarla. 2) república industriosa y moral, más que pre-concepciones ideológicas que pongan camisas de fuerza a la defensa de la auto-determinación se necesita un modelo de desarrollo sustentable, no solo para resistir sino para participar políticamente, crecer y distribuir, cerrando el camino a la corrupción y otros males internos, que no son provocados desde fuera pero debilitan la resistencia, 3) diversificación consciente en el balance de grandes poderes de las relaciones internacionales. Caminar, tanto como sea posible, en la integración latinoamericana y en una relación cordial con Europa entre los aliados de Estados Unidos, y con Rusia y China entre sus rivales estratégicos, siempre en función de los intereses cubanos.

Notas:

[1] Para un análisis más profundo de esta primera pregunta ver mi libro Cuba-EE.UU. De enemigos cercanos a amigos distantes. (1959-2015) El Viejo Topo. Barcelona y el texto publicado por Cuba-Posible en mayo de 2016 titulado: Las relaciones Cuba-EE.UU. De la euforia al ecepticismo.

[2] El bloqueo-embargo consiste en un complejo de leyes tales como: Ley de Comercio con el Enemigo de 1917, la Ley de Asistencia al Exterior de 1961, la Ley Torricelli y la Ley Helms-Burton.

[3] Vid. Departamento del Tesoro. Preguntas frecuentes referidas a Cuba, abril 21, 2016. http://www.treasury.gov/resource-center/sanctions/Programs/Documents/cuba_faqs_new.pdf.

Vid. discursos del Presidente Obama el 17D de 2014 y de 22 de marzo de 2016; la conferencia de prensa de 17 de marzo de 2016 del Canciller de Cuba Bruno Rodríguez y el Informe Central al VII Congreso del PCC del Presidente Raúl Castro. Estos documentos pueden consultarse en la web de Cuba Debate http://www.cubadebate.cu/

[4] Vid. J. S. Nye (2003) La paradoja del poder norteamericano. Taurus, Madrid. J. S. Nye (2011) El poder estadounidense en el siglo XXI. Dossier Nro. 42 enero/marzo, 2012. J. Goldberg «The Obama Doctrine» The New Atlantic, April 2016 Issue. En http://www.theatlantic.com/magazine/archive/2016/04/the-obama-doctrine/471525/

[5] Vid. Informe al VII Congreso del Partido por Raúl Castro, 17 de abril de 2016. En http://www.cubadebate.cu/noticias/2016/

[6] Vid. Soraya M. Castro: Cuba- Estados Unidos, finalmente diálogo entre pares. Revista Temas 81-82, enero-junio de 2015. http://temas.cult.cu/

Hernández: Siete tesis en torno a la normalización entre Cuba y los Estados Unidos. Revista Temas 81-82, enero-junio de 2015. http://temas.cult.cu.

[9] Ver los discursos y entrevistas de prensa del Presidente Raíl Castro, del Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba Bruno Rodríguez, y los comunicados de Josefina Vidal, Directora de Estados Unidos de la Cancillería cubana, acerca los resultados de las distintas rondas de negociaciones. Ver también la carta de 16 de diciembre de 2016 de Carlos Gutiérrez, ex-Secretario de Comercio de la Administración Bush, a Donald Trump explicando lo positivo para Estados Unidos. de las relaciones con Cuba y de los avances alcanzados en el desarrollo de dichas relaciones.

[10] La eliminación de la «Posición Común» hacia Cuba por la UE en diciembre de 2016- que supeditaba su política hacia la Isla a la de Estados Unidos: -, tiende a facilitar que se amplíen las relaciones de todo tipo y las inversiones de los países europeos con Cuba.

Fuente: https://cubaposible.com/cuba-estados-unidos-visperas-trump-hablan-expertos/