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Sobre la primera y tercera autoridad del Estado

De ingresos y patrimonios, y de intervenciones quirúrgicas en hospitales universitarios

Fuentes: Rebelión

Con la que está cayendo, con los gritos destemplados y desinhibidos de esos dos hooligans del neoliberalismo llamados Miguel Ángel Fernández Ordóñez y Olivier Blanchard, el economista jefe del FMI; con un primer ministro ibérico, socialista para más señas, postrado a los pies de la Santa Inquisición del mundo de los desalmados; con una demostración […]

Con la que está cayendo, con los gritos destemplados y desinhibidos de esos dos hooligans del neoliberalismo llamados Miguel Ángel Fernández Ordóñez y Olivier Blanchard, el economista jefe del FMI; con un primer ministro ibérico, socialista para más señas, postrado a los pies de la Santa Inquisición del mundo de los desalmados; con una demostración enérgica y ante nuestros ojos, sin falsadores potenciales en el horizonte de que, en lo que llamamos democracia, el senado, el congreso, los parlamentos, el gobierno y otras instituciones representativas cuenta menos que lo que cuenta un pacifista razonable en las sedes centrales del Pentágono; con unas supuestas democracias europeas no sólo sustantivamente demediadas sino bajo el mandato explícito de los dictámenes del Banco Central, el FMI, de los intereses que tal fielmente representan y de «los mercados», el nuevo Dios omnipotente y malévolo, con la que está cayendo, decía, y no será la última tormenta, lo que este papel pretende apuntar tiene menos valor que una nota extraviada en una página ilegible de un volumen no editado. Generosamente puede verse como un apunte complementario que redondea el marco.

La tercera autoridad del Estado, su señora, y algunos familiares próximos, han acumulado en estos últimos años un patrimonio mil millonario (cómputo en pesetas, la probable nueva moneda española) que no parece que sea una resultante razonable de un servidor público con sueldos ciertamente bastante dotados. Acaso lo sea, pero en principio no lo parece. Venga de donde venga la observación crítica, merece ser atendida. Nadie quiere arrojar sin más piedra alguna sobre nadie. Es probable que la tercera autoridad no haya caminado por senderos extraviados pero algunas permutas y reformas realizados con Reyal Urbis, la empresa que controla el señor Rafael Santamaría, hacen que la sombra de la sospecha levante su vuelo al atardecer e incluso matutinamente sobre este ámbito. Sin acusación firme alguna, admitiendo que todo pueda ser justificado aunque no sin alguna inconsistencia poliética: ¿se trata de que los «socialistas» acumulen también cantidades con ceros y más ceros? ¿No eran esas las prácticas de los llamados «emprendedores» y sectores afines?

Sea como fuere, CiU, PNV, ICV e IU están satisfechos con las explicaciones de la tercera autoridad. Se entiende, por tanto, que visto lo visto a otra cosa mariposa. Que ésta sea la actitud de CiU y del PNV va con su sustancia, pero ¿es de recibo que el diputado Gaspar Llamazares, en nombre de IU, no a título personal, no sólo muestre su satisfacción sino que apunte además que la tercera autoridad ha dado más información de la que está obligado por ley [1]? La tercera autoridad, por su parte, tal como nos tiene acostumbrados, no se corta ni un pelo. Se remanga, recuerda que ser español no es cualquier cosa, que el catolicismo no se anda por las ramas celestiales, y entra a saco. Estas fueron sus tesis y declaraciones en la reunión semanal del grupo parlamentario socialista que se celebró el pasado martes 11 de mayo de 2010: los que cuestionan el origen de su patrimonio no sólo no soportan que sea socialista y cristiano, ni que sea «más español como el que más pero sin caspa», sino que no le perdonan que «sea tan firme en la lucha contra el terrorismo». Ni más ni menos. Por dudar del origen de su patrimonio abultado con permutas inverosímiles. ¿A una autoridad así, la tercera del Estado borbónico, hay que jalearle los oídos y decirle para que esté contento que ha dado más información de la que está obligado legalmente?

Uno de los programas estrellas de TV3 es «Polonia». Un programa de crítica política, hábil la mayoría de las veces, con algunas aristas críticas (la imitación de la señora Aguirre es antológica y ontológica), pero con límites definidos: sobre los poderes reales, los que suelen protegerse en la sombra, no hay risas ni chistes. El señor Botín o el señor Isidre Fainé, por ejemplo, los presidentes del Santander y La Caixa, dos de los grandes poderes fácticos de Catalunya y de España, no suelen aparecer frecuentemente. De igual modo, la estúpida y fácil crítica de las críticas a las farmacéuticas de Teresa Forcades es prueba de que se puede ser muy listo y muy tonto a la vez, sin contradicción lógica.

En el programa en cuestión suelen aparecer algunas observaciones críticas sobre la Casa Real. Nada sustantivo aunque, desde luego, infrecuente e impensable en otros canales. Por lo demás, no hay duda que han acercado los miembros borbónicos de manera «simpática» a la ciudadanía catalana. La señora Sofía, por ejemplo, suele aparecer saludando siempre, hablando de un tal Juanito y sintiéndose siempre muy feliz y viéndolo todo de color rosa bobalicón. Todo está bien, todo está muy bien siempre.

Pues bien, el Jefe del Estado, el día de su salida del Clínico barcelonés, ha intentado imitar a la imitadora de su esposa en Polonia. Juan Carlos I ha afirmado que debemos estamos muy contentos de la sanidad pública de Catalunya y también de la Madrid. No digo que no haya motivos para congratularnos de éxitos de la medicina pública española, pero olvidar o pasar por alto el ataque despiadado de la señora Aguirre, no de su imitadora polonesa, a la sanidad pública y el continuismo sin ruptura del gobierno tripartito no es de recibo, o no es sin más de acuerdo y aplausos.

Además de ello, y aunque según parece el Rey ha sido operado con cargo a la sanidad pública, el Hospital Clínico de Barcelona no es un hospital de propiedad y gestión públicas sin ningún matiz incorporado. Barnaclínic es un área privada del hospital, en la que creo que estuvo alojado el Rey Borbón, y en la que se opera normalmente, por personal del hospital y con materiales e instrumental del Hospital, de forma privada. Si alguien quiere acceder a tal servicio quirúrgico tiene que esperar determinado tiempo; si tiene dinero en su cuenta se le permite correr, veloz como el rayo, hacia una intervención muy próxima. No es la igualdad la norma que rige el funcionamiento del Hospital Universitario, sin que ello sea obstáculo para reconocer otras aristas positivas de este poliedro médico público-privado.

Por cerrar el círculo, y volver a enlazar con lo que nos ocupa y ocupará, vale la pena recordar una noticia sobre contratos laborales para peones en Dubai: la impiedad a la luz, la obsolescencia del ser humano trabajador bien a las claras.

Señala Raúl Bocanegra [2], en la sección «Dinero» -¡sección Dinero!- del diario Público: «El boca a boca reunió ayer en Punta Umbría a una multitud, cientos de trabajadores, en busca de un supuesto chollo: un contrato como albañil en Dubai, con la promesa de pago de 50 euros a la hora, lo que supondría un jornal de más de 500 euros al día [SLA: ¡unas once horas de trabajo diarias en la construcción!]. Es decir, quien esté dispuesto a colocar cristales «de unos 8 o 9 kilos de peso» a destajo, con un sol de justicia y con un control exhaustivo de su trabajo, cobraría en poco más de un mes el salario medio de un año en España: unos 21.500…».

La persona que se encarga de las contrataciones, un tal José Manuel Garrido, el intermediario de unos empresarios a los que se negó identificar (adivina-adivinanza: ¿quiénes estarán detrás de la oferta?), que tiene como objetivo el contrato de unos «2.000 peones», se expresó en los siguientes términos: «Allí [a Dubai] no se va a jugar ni nada. Se te pone uno pegado a la oreja y si no cumples, pues chico…»

La impiedad en el puesto de mando. La zafiedad como lenguaje sin alma. La barbarie en cada acto de un sistema que tiene como única divisa, se diga lo que se quiera decir, la acumulación irrestricta. El clásico denostado, el revolucionario que admiraba a Kepler y Espartaco, lo señaló y explicó una y mil veces. Habrá que hacerle caso y recordar con él que el género humano es la Internacional.

Notas:

[1] Público, 11 de mayo de 2010, p. 21.

[2] Ibidem, p. 29.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR