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Radiografía de un planeta en crisis (2)

De los océanos a los polos

Fuentes: La marea climática

El agua define nuestro planeta, y es nuestro metrónomo y nuestro escudo frente al calentamiento global. Analizamos el estado de los océanos y el hielo.

Investigadores polares. Foto: Nansen Legacy/Flickr (CC BY 2.0)

Pocas sustancias hay que definan más nuestro planeta, el planeta azul, que el agua. Cubre más del 70% del mundo, y se presenta casi siempre como una de nuestras grandes aliadas contra el calentamiento global. El 96,5% del agua del mundo se encuentra en los océanos, y absorbe gran parte del calor extra y del carbono que los humanos emitimos a la atmósfera para mantener en marcha el sistema económico. El agua restante está en ríos y lagos, o en forma de hielo, nuestro otro gran escudo climático.

En esta segunda entrega de la serie Radiografía de un Planeta en Crisis, analizamos los síntomas del calentamiento global sobre los océanos y el hielo, desgranando la Declaración sobre el Estado del Clima 2019, recién publicada por la Organización Meteorológica Mundial.

Lea la primera entrega aquí.

Océanos

El mar es nuestro gran aliado en la lucha contra la crisis del clima. No solo por su capacidad de absorber carbono, sino como elemento de regulación de la temperatura y como reserva de gran parte de la biodiversidad del planeta. Sin embargo, inmutable en apariencia, el océano está también llegando al límite de su capacidad y ya da muestras preocupantes de agotamiento.

Calentamiento: Los océanos absorbieron en 2019 el 90% del calor extra del planeta. Esto llevó a registrar la mayor cantidad de calor de la historia acumulada en el mar. Prácticamente todas las zonas marinas del mundo experimentaron, de media, dos meses de temperaturas «anormalmente altas». El 84% de las aguas oceánicas sufrieron, al menos, una ola de calor marino en 2019. El calentamiento también es responsable del 30% de la subida del nivel del mar, por la expansión térmica del agua.

Acidificación: El océano absorbió, entre 2003 y 2018, una media del 23% de las emisiones de CO2. Sin embargo, una vez en el agua, el CO2 incrementa la acidez del agua. La acidificación supone serios problemas para muchas especies, incluyendo corales y crustáceos.

Desoxigenación: Desde mediados del siglo pasado, se estima que se ha producido una disminución de entre el 1% y el 2% en el inventario de oxígeno oceánico en todo el mundo.

Subida del nivel del mar: En 2019, los océanos alcanzaron su nivel más alto jamás registrado. Esta subida es consecuencia de la

Tanto el calentamiento como la acidificación y la desoxigenación afectan gravemente a los ecosistemas marinos. Esto, por supuesto, repercute sobre las personas cuya forma de vida depende de esos ecosistemas.

Uno de los más importantes y vulnerables son los arrecifes de coral, considerados como los ecosistemas más biodiversos del mundo: ocupando tan solo el 1% de todo el suelo oceánico, son hogar del 25% de las especies oceánicas en algún momento de su especie vital. Sin embargo, los corales son extremadamente sensibles al aumento de temperatura. La OMM calcula que, con una subida de 1,5ºC, la superficie ocupada por los arrecifes bajará a entre un 10% y un 30%. Si cruzamos el umbral de los 2ºC, solo nos quedará el 1% de estos ecosistemas.

Se calcula que unos seis millones de personas en todo el mundo viven directamente de la pesca en arrecifes de coral. Sin embargo, esa cifra sería mucho mayor si contamos a las personas que viven de la industria turística o las que pescan especies que dependen de estos ecosistemas para reproducirse o se alimentan de las mismas.

El colapso de los arrecifes es un desastre de dimensiones planetarias desarrollándose, en tiempo real, ante nuestros ojos. Solo una reducción inmediata y sin precedentes de emisiones puede salvarlos.

Hielo

Y sin embargo, no es extraño olvidarse que una parte muy significativa de el agua no está, en la naturaleza, en estado líquido. El hielo, ya sea continental o marino es crucial para el funcionamiento de nuestro mundo. Es uno de los indicadores más precisos de nuestro avance hacia lo desconocido. Es, como decía recientemente la escritora Nancy Campbell, «nuestro metrónomo», pero también supone un escudo contra el calentamiento. Un escudo, no obstante, cada vez más débil.

El Ártico es la zona del planeta que más rápido se calienta, debido a lo que se conoce como amplificación ártica. El hielo marino, al ser blanco, no absorbe tanto calor. Sin embargo, al derretirse deja al descubierto la superficie del mar, más oscura. El resultado: temperaturas que suben más rápido que en ningún otro lugar. Así, el Ártico ya se ha calentado, de media, más de 2ºC sobre niveles preindustriales. Este tipo de efecto también ocurre cuando cenizas u hollín procedentes de incendios forestales se depositan sobre la nieve.

En septiembre, el hielo marino del Ártico registró la tercera cobertura más baja desde que hay registros. Por su parte, la extensión mínima diaria registrada se situó al mismo nivel que el segundo valor más bajo del que se tienen datos.

El hielo marino de la Antártida sigue su tendencia a la baja. Hasta 2016 esta cobertura fue en ascenso, pero ahora se sitúa en niveles relativamente bajos.

Los glaciares siguieron perdiendo masa en todo el mundo. La temporada 2018/2019 fue la trigésimo segunda consecutiva de pérdidas. Ocho de las diez mayores pérdidas de masa se han dado en los últimos diez años.

El hielo de los polos es especialmente importante para regular la temperatura del planeta. Los casquetes polares conforman una de las superficies más reflectantes de la naturaleza, por lo que son cruciales para devolver al espacio parte del calor del sol, refrigerando la Tierra. Esto se conoce como efecto albedo. Por lo tanto, su derretimiento se traduce en una aceleración del calentamiento global. Además, los polos tienen un papel clave en las corrientes oceánicas.

Tanto Groenlandia como la Antártida pierden hielo seis veces más rápido que hace 30 años.

El mar es nuestro gran aliado en la lucha contra la crisis del clima. No solo por su capacidad de absorber carbono, sino como elemento de regulación de la temperatura y como reserva de gran parte de la biodiversidad del planeta. Sin embargo, inmutable en apariencia, el océano está también llegando al límite de su capacidad y ya da muestras preocupantes de agotamiento.

Calentamiento: Los océanos absorbieron en 2019 el 90% del calor extra del planeta. Esto llevó a registrar la mayor cantidad de calor de la historia acumulada en el mar. Prácticamente todas las zonas marinas del mundo experimentaron, de media, dos meses de temperaturas «anormalmente altas». El 84% de las aguas oceánicas sufrieron, al menos, una ola de calor marino en 2019. El calentamiento también es responsable del 30% de la subida del nivel del mar, por la expansión térmica del agua.

Acidificación: El océano absorbió, entre 2003 y 2018, una media del 23% de las emisiones de CO2. Sin embargo, una vez en el agua, el CO2 incrementa la acidez del agua. La acidificación supone serios problemas para muchas especies, incluyendo corales y crustáceos.

Desoxigenación: Desde mediados del siglo pasado, se estima que se ha producido una disminución de entre el 1% y el 2% en el inventario de oxígeno oceánico en todo el mundo.

Subida del nivel del mar: En 2019, los océanos alcanzaron su nivel más alto jamás registrado. Esta subida es consecuencia de la

Tanto el calentamiento como la acidificación y la desoxigenación afectan gravemente a los ecosistemas marinos. Esto, por supuesto, repercute sobre las personas cuya forma de vida depende de esos ecosistemas.

Uno de los más importantes y vulnerables son los arrecifes de coral, considerados como los ecosistemas más biodiversos del mundo: ocupando tan solo el 1% de todo el suelo oceánico, son hogar del 25% de las especies oceánicas en algún momento de su especie vital. Sin embargo, los corales son extremadamente sensibles al aumento de temperatura. La OMM calcula que, con una subida de 1,5ºC, la superficie ocupada por los arrecifes bajará a entre un 10% y un 30%. Si cruzamos el umbral de los 2ºC, solo nos

quedará el 1% de estos ecosistemas.

Se calcula que unos seis millones de personas en todo el mundo viven directamente de la pesca en arrecifes de coral. Sin embargo, esa cifra sería mucho mayor si contamos a las personas que viven de la industria turística o las que pescan especies que dependen de estos ecosistemas para reproducirse o se alimentan de las mismas.

El colapso de los arrecifes es un desastre de dimensiones planetarias desarrollándose, en tiempo real, ante nuestros ojos. Solo una reducción inmediata y sin precedentes de emisiones puede salvarlos.

Hielo

Y sin embargo, no es extraño olvidarse que una parte muy significativa del agua no está, en la naturaleza, en estado líquido. El hielo, ya sea continental o marino es crucial para el funcionamiento de nuestro mundo. Es uno de los indicadores más precisos de nuestro avance hacia lo desconocido. Es, como decía recientemente la escritora Nancy Campbell, «nuestro metrónomo», pero también supone un escudo contra el calentamiento. Un escudo, no obstante, cada vez más débil.

El Ártico es la zona del planeta que más rápido se calienta, debido a lo que se conoce como amplificación ártica. El hielo marino, al ser blanco, no absorbe tanto calor. Sin embargo, al derretirse deja al descubierto la superficie del mar, más oscura. El resultado: temperaturas que suben más rápido que en ningún otro lugar. Así, el Ártico ya se ha calentado, de media, más de 2ºC sobre niveles preindustriales. Este tipo de efecto también ocurre cuando cenizas u hollín procedentes de incendios forestales se depositan sobre la nieve

En septiembre, el hielo marino del Ártico registró la tercera cobertura más baja desde que hay registros. Por su parte, la extensión mínima diaria registrada se situó al mismo nivel que el segundo valor más bajo del que se tienen datos.

El hielo marino de la Antártida sigue su tendencia a la baja. Hasta 2016 esta cobertura fue en ascenso, pero ahora se sitúa en niveles relativamente bajos.

Los glaciares siguieron perdiendo masa en todo el mundo. La temporada 2018/2019 fue la trigésimo segunda consecutiva de pérdidas. Ocho de las diez mayores pérdidas de masa se han dado en los últimos diez años.

El hielo de los polos es especialmente importante para regular la temperatura del planeta. Los casquetes polares conforman una de las superficies más reflectantes de la naturaleza, por lo que son cruciales para devolver al espacio parte del calor del sol, refrigerando la Tierra. Esto se conoce como efecto albedo. Por lo tanto, su derretimiento se traduce en una aceleración del calentamiento global. Además, los polos tienen un papel clave en las corrientes oceánicas.

Tanto Groenlandia como la Antártida pierden hielo seis veces más rápido que hace 30 años.

Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/radiografia-de-un-planeta-en-crisis-2-de-los-oceanos-al-polo/