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De mal en peor en Palestina

Fuentes: Inmersos en una espiral de desestabilización alimentada desde varios frentes, se suceden los actos v

Inmersos en una espiral de desestabilización alimentada desde varios frentes, se suceden los actos violentos en los Territorios Palestinos Ocupados. Si ayer se produjeron manifestaciones, disparos y heridos ante las propias puertas del Consejo Legislativo palestino, mientras los diputados estaban reunidos en su interior, hoy bien puede añadirse cualquier otro acto violento que haga aún […]

Inmersos en una espiral de desestabilización alimentada desde varios frentes, se suceden los actos violentos en los Territorios Palestinos Ocupados. Si ayer se produjeron manifestaciones, disparos y heridos ante las propias puertas del Consejo Legislativo palestino, mientras los diputados estaban reunidos en su interior, hoy bien puede añadirse cualquier otro acto violento que haga aún más difícil atisbar un mínimo horizonte de paz en el futuro.

Las condiciones están dadas. Israel sigue ejerciendo, con el beneplácito internacional, continuas demostraciones de fuerza, tanto en forma de castigos colectivos y asesinatos selectivos como de reocupación de la Franja de Gaza. Las primeras no dejan de sucederse, en un intento inútil de quebrar la resistencia de la población, de descabezar los escalones de dirección de los diferentes grupos violentos palestinos y de amedrentar a su clase política. La reciente reocupación de Gaza, después de que durante estos últimos meses se hayan registrado multitud de bombardeos (tanto aéreos como desde los carros de combate apostados en las inmediaciones de la Franja), demuestra en la práctica que no ha habido en ningún momento una verdadera retirada, tal como pomposamente se anunció en el verano pasado, sino tan sólo un redespliegue para controlar de otro modo la mayor cárcel del planeta, con 1,5 millones de personas atrapadas en ella sin remisión.

Por su parte, la administración Bush sigue mostrando al sucesor de Ariel Sharon el mismo grado de apoyo, al margen de ciertos matices que no empañan el balance global, a sus planes de definición de las fronteras definitivas de Israel. Con una escenificación, que ya puede calificarse de fracasada incluso antes de que se materialice, de una previsible reunión entre Ehud Olmert y Abu Mazen, el dirigente israelí cuenta con presentarse ante la opinión pública internacional con el rechazo de la Autoridad Palestina a sus proyectos para Cisjordania. Ese obligado rechazo, provocado por la insuficiencia de la oferta a los palestinos, será aprovechado para sostener que no existe interlocutor para la paz en el otro bando y, en consecuencia, para poner en marcha el proceso unilateral de toma de decisiones que dibujará un mapa que le permita a Israel hacerse definitivamente con varios bloques de asentamientos (unos 160.000 colonos) y con el valle del Jordán (evitando que Cisjordania pueda tener frontera directa con su vecino jordano).

No acaba ahí el detallado plan israelí. Día a día, desde la victoria de Hamas en las elecciones legislativas del pasado 25 de enero, se va desarrollando una estrategia para colapsar totalmente los Territorios. En esa línea, la paralización en la entrega de los fondos que Israel recauda en primera instancia de las exportaciones/importaciones palestinas y de sus trabajadores ocupados en el mercado laboral israelí (incumpliendo así la obligación de transferirlos a la Autoridad Palestina, tal como se recoge en el Acuerdo de París de 1995), busca, con la colaboración de otros actores como Estados Unidos y la Unión Europea, que los 3,5 millones de palestinos de los Territorios reconsideren su apoyo a Hamas. En una situación que la UNRWA no duda en calificar como de crisis humanitaria, ese comportamiento está elevando hasta el extremo la frustración y la desesperación de quienes ni cobran sus salarios desde hace tres meses, ni pueden encontrar ninguna ocupación, ni tampoco una vía alternativa para satisfacer sus necesidades más básicas. La pretensión, apenas velada, es que esa combinación de violencia generalizada y de colapso financiero justifiquen la convocatoria de unas elecciones anticipadas, deseadas asimismo por Abu Mazen, con las que poder cerrar el paso a un actor tan incómodo como el Movimiento de Resistencia Islámica Hamas.

Por si esto no fuera suficiente, los propios responsables de la Autoridad Palestina, con Abu Mazen a la cabeza, han entrado en un juego demencial que les lleva a retar el poder que Ismail Haniya y sus correligionarios han ganado a través de las urnas. En estas últimas semanas se está desarrollando una auténtica lucha por el poder, al margen de lo que los votantes palestinos han decidido y con el apoyo interesado de Israel, en su intento por recuperar a Abu Mazen, considerado un líder más maleable para escenificar la «convergencia» que Olmert tiene en mente.

El último gesto de Abu Mazen, estableciendo un plazo de diez días para que los dirigentes de Hamas acepten un plan nacido en las cárceles israelíes (con Marwan Barghouti como principal impulsor, en su calidad de figura más atractiva de Al Fatah), parece servir mucho más a los intereses israelíes que a los de su propio pueblo. El citado plan apuesta por un Estado palestino en Gaza, Cisjordania y con Jerusalén Este como capital, por un gobierno de unidad nacional y por la entrada de Hamas y la Jihad Islámica en la OLP (identificada como el único y legítimo representante del pueblo palestino). Si ya es sumamente difícil que esto sea aceptado por algunos actores palestinos, mucho más lo es que Israel (que ya se ha apresurado a descalificar el plan) llegue en algún momento a aceptar otras condiciones como la retirada de sus fuerzas a las fronteras de 1967, el retorno de los refugiados palestinos y la liberación de todos los presos palestinos en las cárceles israelíes. En definitiva, estamos ante un pulso que el desprestigiado y débil Abu Mazen está planteando al emergente poder de Hamas para, entre otras cosas, forzar a este último a que reconozca de facto de Israel. El primero corre el riesgo de ser visto como un mero subordinado de Israel, en su afán de borrar del mapa político a Hamas, mientras estos últimos sopesan si pueden resistir el envite sin poner en riesgo su amplio apoyo popular. Mientras tanto, la población palestina puede verse obligada a manifestarse nuevamente (en el referéndum que plantea Abu Mazen si Hamas rechaza el mencionado plan), con el claro peligro de profundizar las fracturas internas y aumentar el grado de enfrentamiento entre las diferentes facciones en lucha. Por su parte, Israel espera como observador privilegiado que todo esto siga debilitando a sus enemigos, mientras sigue adelante con su plan de domino total y de negación de un Estado palestino soberano y viable.

* Jesús A. Núñez Villaverde – Co-director del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH, Madrid)