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De nuevo la derecha y el lenguaje

Fuentes: Progreso Semanal

En un artículo anterior analicé las sutilezas del lenguaje de la derecha para tratar el tema de Venezuela y la victoria del presidente Chávez en el referendo revocatorio. La importancia de ello radica en que a través del lenguaje se construye una cultura, no estoy descubriendo nada, constituye algo tan obvio que forma parte de […]

En un artículo anterior analicé las sutilezas del lenguaje de la derecha para tratar el tema de Venezuela y la victoria del presidente Chávez en el referendo revocatorio. La importancia de ello radica en que a través del lenguaje se construye una cultura, no estoy descubriendo nada, constituye algo tan obvio que forma parte de cualquier teoría respetable, el problema es reconocer la trampa en el lenguaje cotidiano

¿Cómo se supone que describa la prensa a una persona que ha colocado decenas de bombas en lugares públicos, disparado una bazuca contra el edificio de la ONU, asesinado a diplomáticos y figuras políticas en varios países del mundo, hecho explotar un avión comercial en pleno vuelo, servido a las dictaduras más sangrientas, participado en torturas a detenidos y hostigado a las comunidades donde habitan?

La respuesta lógica es que se trata de un terrorista. De hecho, otras personas con un currículo menos diabólico son calificados como tales todos los días por la prensa internacional. Ahora mismo, uno de los escasos terroristas afganos llevados a juicio por el gobierno norteamericano en la Base de Guantánamo, no era otra cosa que el supuesto chofer de Bin Laden. Al hombre solo se le acusa de haber manejado el auto del conocido personaje, que lo tengan en cuenta los taxistas newyorkinos.

Bueno, pues no siempre es así, a los terroristas de origen cubano que llevaron a cabo todas las tropelías contenidas en la pregunta original se les denomina «activistas anticastristas». No se trata de algo pueril, basta cambiar el término para salvarlos de sus culpas, ello les garantiza un «juicio justo» que aminora sus penas y hasta el «perdón presidencial», como ha ocurrido recién en Panamá, donde la presidenta Mireya Moscoso los indultó por razones «humanitarias», cuando aún no había concluido el proceso judicial que se les llevaba a cabo.

¿Se imaginan un titular que diga: «la presidenta Moscoso indulta a cuatro terroristas de origen cubano»? Reto a que lo encuentren presentado de esta manera en cualquier órgano de las grandes cadenas informativas. La trampa está en que dieron la noticia, incluso mencionando los antecedentes, pero lo dijeron de otra manera y ello altera toda la evaluación del acontecimiento. Si usted define al león como el más hermoso de los felinos, no cambiará su opinión verlo destrozar a una indefensa gacela, sin embargo, la tiñosa es deleznable aunque no le hace daño a nadie. En ello radica el misterioso poder de las definiciones.

Para ser justo, lo sucedido en Panamá no debe extrañarnos, la Moscoso no hizo otra cosa que repetir un patrón que está presente en la biografía de estos individuos por más de cuatro décadas. Si no hubiese sido por la complicidad de la justicia norteamericana, estos terroristas nunca hubieran estado en Panamá el día que planeaban asesinar a Fidel Castro.

En realidad se trata de algunos de los personajes más conocidos de la historia del terrorismo de Estados Unidos contra Cuba. Han sido los más expuestos, quizá los más brutos, pero no han sido los únicos. Es el fruto de un terrorismo institucional aprobado por las máximas instancias del gobierno norteamericano, con participación directa de la CIA y otros servicios especiales, los cuales han contado con la connivencia del aparato judicial, parte de la sociedad civil y la prensa de ese país.

Un terrorismo que nunca ha sido llamado como tal por las sutilezas del lenguaje de la derecha, pero que en buena medida ha sido ejercido dentro del propio territorio norteamericano y afectado, en primer lugar, a la comunidad cubano-americana radicada en La Florida, New Jersey y otros centros de concentración de esta población. Recuerdo que en los años 70 un funcionario del FBI describía a Miami como una zona de guerra, pero entonces a nadie se le ocurrió plantear la guerra contra el terrorismo, porque hubiese sido una guerra contra su propio gobierno.

Estados Unidos no ha limpiado ese capítulo de su historia, tampoco ha limpiado otros capítulos que lo comprometen con el terrorismo de Estado llevado a cabo por las dictaduras latinoamericanas, algunos regímenes africanos y el gobierno israelita contra los palestinos. Al contrario, sin contar con la anuencia del gobierno norteamericano, la presidenta Mireya Moscoso jamás se hubiese atrevido a declarar este indulto.

Es precisamente la complicidad del gobierno norteamericano con los terroristas de origen cubano lo que garantiza su impunidad, los tipos saben demasiado y forman parte orgánica de la extrema derecha cubanomericana, la cual aún controla estos centros poblacionales. El indulto de estos terroristas es un mérito de Bush frente a lo que constituye su principal base electoral en la comunidad cubanoamericana, quizá nadie lo diga de esta manera, pero ellos lo saben y van a actuar en correspondencia. La Moscoso también paga viejas deudas y obtiene nuevos beneficios, no se si tiene casa en Miami, pero seguro va a tenerla.

No obstante, más allá de burdas maquinaciones políticas, estamos frente a un problema ideológico. Miles de periodistas no se reúnen para decidir cómo calificar a un terrorista, no hace falta, es el resultado más o menos espontáneo de una manera de ver la vida y de un instinto clasista del cual, muchas veces, adolece la izquierda y otros sectores que se oponen a estas cosas pero no saben cómo criticarlas, simplemente porque están atrapados en las reglas del lenguaje.

En la pretensión de lucir «objetivos» no hacen más que jugar bajo las condiciones impuestas por la derecha, gracias a su control de los medios de información. Recién me enteré que la palabra hereje viene del latín herecticus que significa «opción», o sea, que somos nosotros, los herejes en el mundo de George Bush, los verdaderos disidentes. Vale entonces que reivindiquemos nuestro propio lenguaje y llamemos por su nombre a los terroristas del nuevo imperio, ellos son los asesinos de Cristo, la historia no es como nos la cuentan.

* Jesús Arboleya, Doctor en ciencias históricas, es profesor de la Universidad de La Habana, Cuba, y ha publicado libros y ensayos sobre la Comunidad Cubana radicada en los EEUU y sobre el diferendo entre ese país y Cuba.
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