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¿De qué fanatismo nos habla Julio Ma. Sanguinetti?

Fuentes: Rebelión

El Sr. Julio Ma. Sanguinetti ha publicado su diatriba habitual contra el fanatismo.1 El menú que nos sirve, no por conocido y trillado, nos exime de análisis puesto que tiene gran predicamento en Occidente, en el Occidente bien pensante al menos, que se suele gratificar con estos platos. El presidente bis del Uruguay, en adelante […]

El Sr. Julio Ma. Sanguinetti ha publicado su diatriba habitual contra el fanatismo.1

El menú que nos sirve, no por conocido y trillado, nos exime de análisis puesto que tiene gran predicamento en Occidente, en el Occidente bien pensante al menos, que se suele gratificar con estos platos.

El presidente bis del Uruguay, en adelante JMS, tiene una forma cómoda de reiterar su visión del mundo: prescindir de los hechos e invocar valores.

En rigor, es un cruzado de la civilización contra «lo tradicional», caluroso defensor de la agresión cuando es del blanco europeo contra el resto que a gatas humanidad considera. Sólo así se puede explicar el desprecio de los hechos y la invocación a «valores».

Tras el baño de sangre que el ejército israelí perpetró contra la población civil general palestina en Gaza:

-«Tendríamos que subir piso por piso y matar a todas las personas que encontráramos. El comando nos dijo que estaba permitido puesto que todos los que quedaron en el sector o los que estaban en la ciudad de Gaza en principio estaban todos condenados por terroristas puesto que no habían huido-«.2

JMS no necesita comentar estos hechos; en cambio entra en disquisiciones sobre el fanatismo musulmán sin dedicar siquiera una línea, a la violación absoluta de una población civil. Serán trivialidades para un filósofo del vuelo de JMS que suponemos asimismo desprecia el hecho, apenas material, de que durante la última invasión hubo un docena de soldados muertos israelíes y algo más de mil quinientos palestinos, la inmensa mayoría inermes (incluyendo centenares de infantes, por ejemplo).

Indudablemente, tendríamos que pensar que JMS pone tan en alto los «valores civilizatorios» que la prosaica realidad compuesta de miedo, dolor, torturas, sofisticadas armas que EE.UU. entregó a Israel para experimentar con cobayos, perdón, con humanos; el desquicio de una sociedad entera mediante torniquetes en el suministro de los más elementales medios de vida y sobrevivencia, como durante casi tres años debió soportar la Franja de Gaza, no tiene importancia y por ello nuestro filósofo no la toma en cuenta.

Dejando de lado la prosaica circunstancia JMS parece encarar la Historia con mayúscula. Primer escollo: cero en historia.

«[…] en 1948, las Naciones Unidas, aun bajo el impacto de la Segunda Guerra Mundial y del horror del Holocausto, vivieron el milagro de que EE.UU. y la URSS coincidieran en resolver la cuestión judía por medio de la creación de un estado en el viejo hogar territorial de sus ancestros.

«En la misma resolución se configuraba un estado árabe, para reunir a los habitantes de ese origen en la vieja Palestina. Se terminaba, de esa manera, el mandato británico sobre la región y nacían dos Estados independientes.»

Nunca nacieron «dos estados independientes». La verdad está más clara en el primer párrafo transcrito. La URSS y sobre todo EE.UU. y el R.U. quisieron «resolver la cuestión judía por medio de la creación de un estado […]»; ahora estamos mejor en aritmética.

Dice JMS a continuación que los «estados árabes no aceptaron la existencia de Israel» lo cual es cierto, pero secundario. Quienes no aceptaron, quienes no aceptaban desde por lo menos la década del 20 la creación de un estado judío en Palestina, eran los natives.

Ya sabemos que para Occidente la opinión de los natives no ha contado nunca. Y es bueno reconocer en JMS su probadísima identidad ocidentalista. Pero para la historia, la realidad y esas minucias de lo concreto, importa reconocer o al menos considerar la resistencia palestina y no la de los jeques y califatos vecinos a la vieja Palestina.

Como JMS sigue con su rollo apriorístico habla de «dos «guerras santas»» y suponemos que elige las de 1967 y 1973 y no la de 1956 o 1982, que le deben resultar un poco más incómodo defender puesto que fueron ataques israelíes indisimulables.

Pero a esta altura de la «vida», ya sabemos, y mucho gracias a los «nuevos historiadores» todos ellos israelíes y algunos incluso sionistas, que la «Guerra de los seis días» fue un alevoso ataque israelí, que se ha caracterizado por llevar a adelante guerras preventivas contra algo que podrá sobrevenir… o no. JMS podrá seguir con la edulcorada y falaz historia oficial israelí, pero quien quiera conocer un poco al menos la verdad, más le vale revisar ese cuento de hadas.

JMS se despacha con su tesis preferida:

«[…] en los últimos años ha predominado una ola de fundamentalismo religioso que es oficial en Irán, aceptada en Siria y diseminada por todo el mundo musulmán, con una siembra de odio contra Occidente y sus valores de la que los atentados del 11 de septiembre de 2001, en Nueva York, y el 11 de marzo de 2004, Madrid, son expresión más que elocuente.»

Con la cita y sin decirlo, JMS engloba en una única entidad -el Islam- todo lo malo y, dialécticamente, le asigna (todo) lo bueno a Occidente.

Pero la realidad es un poco más compleja. Los palestinos nada tienen que ver con Al Qaeda. Y todavía está por verse con qué tiene que ver Al Qaeda, aunque mucho lleva a pensar que tiene sobre todo que ver con las redes de la «seguridad» estadounidense.

Los atentados del 2001 en Nueva York son implosiones. Ya hay muchos informes técnicos que lo abonan. Es cierto que en algún momento circuló mediáticamente información de que en 1993 grupos de acción de origen islámico habían querido implosionar esas mismas torres. El interrogante es si existieron tales antecedentes y ocho años después lo logran concretar o si semejante info no es sino pescado podrido para asignar luego, con menos dificultad a ese ente alqaediano el peso de los monstruosos acontecimientos de 2001.

Pero aun concediendo responsabilidad a alguna célula de origen islámico en el atentado a las torres, por más que la cuidada espectacularización televisiva a que fuimos sometidos a mí al menos me hace muy escéptico de la «verdad oficial», ¿qué tiene que ver eso con la invasión israelí a la Franja de Gaza?

Englobar acciones del terrorismo de los grupos musulmanes más fanáticos dentro del Islam es como si alguien afirmara que todo el Occidente es como los grupos de tareas de las fuerzas represivas de la dictadura argentina de 1976 o como la MANO, esa organización de terroristas policiales y militares que arrasó El Salvador en los ’70 y ’80 o como las milicias «patrióticas» que hicieron volar por los aires todo un edificio con reparticiones federales en Oklahoma en 1995 matando a casi 200 seres humanos, incluidos niños de una guardería…

Tan culto como se pretende confunde deliberadamente judíos, israelíes y sionistas al atribuirse la voz del enemigo, cuando con su atildado fraseo debería ser el primero en distinguirlos:

«Mientras en los templos y las escuelas se cultive el odio al pueblo judío, no habrá paz verdadera.»

Existen innumerables ejemplos de que aun en medio del fragor más horripilante buena cantidad de palestinos distinguen judíos de sionistas. Afortunadamente todavía hay judíos viviendo en países islámicos, por ejemplo, que lo atestiguan. Por otra parte, es elemental como lo han explicado ecuánimes corresponsales occidentales, como John Fisk, que la represión israelí y sus matanzas deliberadas e indiscriminadas despierten un fuerte resentimiento hacia los agentes de tal destrucción, que fomenta el antisemitismo.3

«En estos mismos días, en los que alentamos, por lo menos, una tregua duradera, ¿cómo se puede instalar un diálogo cuando una de las partes sostiene la desaparición de la otra?»

Aunque parezca mentira JMS se refiere a la posición de seguramente la inmensa mayoría palestina que junto a una minoría judía no sionista defienden la formación de un estado laico, pluriconfesional y sin discriminaciones étnicas. Que quieren ver desaparecer un estado fundamentalista y racista que los está exterminando.

Y lo que realmente asombra por una suerte de desparpajo incalificable es que JMS se atreva a hablar de tales «deseos de desaparición». ¿Qué desea el establishment israelí respecto del pueblo palestino? ¿Acaso que aparezca, que florezca, como sociedad y como estado? ¿Acaso que puedan vivir, sencillamente, en territorios en que han vivido ya no siglos sino milenios? ¿O tal vez que desaparezca? Me parece que matarlos a mansalva indicaría más bien esto último y no como deseo nomás sino como práctica de caza…

Es duro tener que desmontar frase por frase la larga lista de infundios, falsas analogías, ignorancias supinas que JMS nos propina. Limitémonos a una más:

«Hace cuatro años, Israel devolvió ese territorio a cambio de una tregua que esperaba que fuera duradera. ¿Cuál otra podría ser la lógica?»

¿Quién le dijo a JMS que Israel devolvió territorios a cambio de tregua? ¿y quién le ha otorgado tan poca imaginación como para afirmar que lo suyo es «la lógica»?

La jugada de Ariel Sharon en 2005 estaba muy lejos de intentar devolver algo. El operativo, sabiamente orquestado, consistió en evacuar 8 000 colonos de la Franja y en la misma secuencia aprovechar para asentar decenas de miles de colonos en Cisjordania, algunos incluso de los evacuados de Gaza.

A diferencia de cuando los sionistas expulsaron a los natives de ciudades como Haifa (1948) y se apoderaron de todas esas viviendas con su mobiliario, vajilla, etcétera, que pasaron a usufructuar bajo la consigna autojustificante de que los árabes habían hecho abandono de sus pertenencias, Israel y sus colonos se retiran de la Franja en 2005 inutilizando todas sus instalaciones, habitacionales, sanitarias, eléctricas; con topadoras y excavadoras hacen añicos los suntuosos establecimientos que habían erigido en la Franja en medio de las privaciones palestinas absolutamente correlacionadas: mientras los colonos lavaban generosamente sus autos, los niños palestinos a ciento cincuenta metros apenas si tenían agua para beber (testimonio del corresponsal Genaro Carotenuto). Cada habitante sionista en Gaza disponía de bienes por el equivalente de los de cientos de gazauíes. Lo único que no se llevaron al «retirarse» fueron los escombros.

Sharon dijo entonces: ‘ahora sí les vamos a hacer la vida imposible’. Y desde la primera noche la aviación militar israelí se dedicó a hacer vuelos rasantes sobre una población ahora exclusivamente palestina a las horas más inesperadas simulando ataques. En muy pocas semanas, los cuadros de rotura de tímpanos, enurersis y otras patologías se extendieron como una verdadera plaga sobre los ensoledados habitantes de la Franja de Gaza.

En enero de 2006 el Hamas gana limpias elecciones en todos los territorios palestinos autónomos, y se desata una ola de detenciones del gobierno israelí y la policía cipaya palestina contra multitud de electos; procuran golpes de mano en dichos territorios, de resultas de lo cual le queda Cisjordania a la OLP y la Franja al Hamas. Y entonces Israel, irritada por no haber logrado neutralizar del todo el revés de enero de 2006, inicia el bloqueo sistemático, el aislamiento más absoluto, el cerco por hambre de la Franja, asfixiada por aire, mar y tierra.

El Comisionado General para la Ayuda a los Refugiados Palestinos (UNRWA (por su sigla en inglés), el organismo de la ONU encargado de ayudar a sobrellevar malamente la vida de poblaciones de refugiados ahora aislados, proveía, antes del «torniquete» instaurado con Sharon, un promedio de 123 camiones diarios. A principios de diciembre de 2008, el goteo había pasado a 4 o 5 camiones diarios. Conseguir el agotamiento psicofísico de quienes iban a ser invadidos, masacrados, destruidos… por eso en la Franja no había casi alimentos, apenas agua, no había gasas ni desinfectantes, ni elementos de cirugía, ni potabilizadores, ni repuestos, ni papel…

Tres años de abyección, y de impunidad, porque no existió reacción de ese mundo civilizado que tanto le gusta invocar a JMS. Y todo porque el gobierno de Gaza no era del agrado de la UE, de EE.UU., de Israel. La «civilización» homologaba así, justificaba el exterminio a fuego lento de toda una población, más de un millón y cuarto de seres humanos.

Llamar a la decisión israelí de agotar, quebrar, eliminar, erradicar a los gazauíes «devolución de territorio» en lugar de etnocidio es un abuso que las palabras y los diccionarios no se merecen.

Algo, en fin, hay que reconocerle a JMS. Su coherencia. En una nota que ha publicado un par de meses después, en la efeméride uruguaya del 19 de abril4 JMS apostrofa a aquellos natives americanos que resistieron «la civilización occidental a la que pertenecemos». En rigor, hace lo mismo que en Israel o que los británicos en la India con «sus» cipayos: vanagloria a aquellos natives que fueron ‘fundamentales’ para construir «las murallas montevideanas» y formar «nuestro ejército».

Es decir, condenar a los que vivían en estas tierras y resistieron la invasión y elogiar a quienes aceptaron ser sirvientes de la colonización.

Lástima que si JMS quisiera aplicar sus recetas criollas a Israel, tendría que buscarle otro destino a los natives, porque los sionistas no los quieren ni como sirvientes siquiera: los trabajos malpagos y peor tratados en Israel corren a cargo de filipinos, srilankeses, centroamericanos: es una mano de obra que se contrata luego de retenerles sus pasaportes.

Termino citando a Laura Ginsberg, fundadora de APEMIA (Agrupación por el esclarecimiento de la masacre impune de la AMIA), judía, con sus muertos durante ese atentado incalificable:

Cuando este 27 de enero se conmemore a las víctimas del Holocausto y se recuerde la resistencia del gueto de Varsovia contra el opresor nazi, en medio del aislamiento internacional al que fuera sometido por los estados «amigos», los ojos de la humanidad seguirán puestos en la Franja de Gaza, aún sitiada, aislada y sometida por uno de los ejércitos más poderosos del mundo.

[…] Los ojos de la humanidad miran y acompañan a las víctimas masacradas en Gaza y repudian las políticas terroristas del Estado de Israel en esa región. La analogía con la conmemoración no es caprichosa: es el mismo Estado de Israel el que impulsó la recordación de las víctimas del nazismo y hoy propagandiza un incremento del antisemitismo global como producto de su invasión y del genocidio en Gaza.»

¿De qué fanatismo nos habla JMS?

Luis E. Sabini Fernández es docente a cargo del Seminario de Ecología de la Cátedra Libre de DD.HH. de la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. Periodista y editor de la revista futuros.