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¿De qué viven los palestinos?

Fuentes: ABC

De los 2.000 millones de dólares de presupuesto anual de la ANP, la mitad procede de donantes extranjeros; un tercio, de las tasas que recauda Israel para la Administración de Abbas y el resto de impuestos directos  Bancarrota. Esa es la gran amenaza, espantada ayer hasta nuevo aviso gracias a la ayuda aprobada por la […]

De los 2.000 millones de dólares de presupuesto anual de la ANP, la mitad procede de donantes extranjeros; un tercio, de las tasas que recauda Israel para la Administración de Abbas y el resto de impuestos directos 

Bancarrota. Esa es la gran amenaza, espantada ayer hasta nuevo aviso gracias a la ayuda aprobada por la Unión Europea, que pende sobre las arcas de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y los estómagos de su población.

De no haber sido por la decisión tomada ayer en Bruselas, la ANP se habría declarado en bancarrota antes de dos semanas, según sentenció el enviado especial del Cuarteto de Madrid, James Wolfensohn.

La cuestión no es tan sólo económica. Tras la victoria electoral de Hamás y ante la inminente formación de un Gobierno con un primer ministro islamista, el problema es más político que financiero.

Israel, en campaña electoral, ya ha ordenado congelar las tasas que recauda en nombre de la ANP en cumplimiento de los Acuerdos de París firmados en 1995.

Hallar fórmulas «mágicas»

Estados Unidos y la Unión Europea se las ven y se las desean para encontrar fórmulas «mágicas» con las que castigar al nuevo Ejecutivo de Hamás mientras no reconozca a Israel, no renuncie a la violencia, no suscriba los compromisos políticos del pasado entre ambas partes, sin provocar serios daños a los palestinos de a pie, para quienes la ayuda internacional es vital.

Basta con explicar a grosso modo de qué viven los palestinos para comprender la complejidad de la situación, mucho mayor en cuanto Washington y Bruselas cierren el grifo financiero con la confirmación oficial del Gobierno de Hamás.

El presupuesto anual de la ANP gira en tono a los 1.960 millones de dólares, según fuentes del Ministerio de Finanzas. De ellos, 1.000 millones proceden de las donaciones extranjeras, con la UE en cabeza con 570 millones de dólares anuales; EE.UU., con poco más de 275 (todos destinados a proyectos de desarrollo, ni un solo dólar va a parar a las arcas de la ANP), y el resto, de países terceros y árabes, con Arabia Saudí al frente con 46 millones de dólares al año. En total, un 53 por ciento del presupuesto anual.

La segunda rueda de este triciclo oxidado (un 17 por ciento del presupuesto) se apoya en los impuestos directos que recauda la ANP, unos 396 millones de dólares anuales.

Y la tercera de esas ruedas está fabricada y controlada por Israel, que hoy en día la tiene bloqueada. Se trata de los 662 millones al año que Tel Aviv recauda en impuestos de las importaciones y exportaciones de productos palestinos y sobre el IVA de los trabajadores palestinos en Israel. Ese 30 por ciento del presupuesto es el que ayuda, entre otras cosas, a pagar los salarios de los 154.000 funcionarios de la ANP, 50.000 de ellos miembros de los distintos cuerpos de seguridad, cuyo montante anual alcanza los 1.080 millones de dólares.

Sin la ayuda de los países donantes (que podrían apostar por puentear a Hamás para entregar el dinero de manera directa al «irrelevante» presidente palestino, Mahmud Abbas, como ya le califica Tel Aviv), y sin las tasas recaudadas por Israel, la economía palestina, subordinada a la hebrea, se ahogará en su propia miseria.