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A propósito del artículo “Israel, Estado judío” de Raphael Schutz, embajador de Israel

Deconstruyendo la pseudoargumentación de un embajador de Israel que apela y defiende la identidad judía del Estado étnico israelí

Fuentes: Rebelión

No es ninguna inocentada. Se publicó en el diario español Público dos días después, el miércoles 30 de diciembre de 2009 [1]. Sería una lástima que el artículo pasara desapercibido por ser época de fiestas, encuentros y lectura menos intensa. El argumento, el falsario argumento de Raphael Schutz, embajador de Israel, no sé si es […]

No es ninguna inocentada. Se publicó en el diario español Público dos días después, el miércoles 30 de diciembre de 2009 [1]. Sería una lástima que el artículo pasara desapercibido por ser época de fiestas, encuentros y lectura menos intensa. El argumento, el falsario argumento de Raphael Schutz, embajador de Israel, no sé si es distinto (más bien no) pero sí es claro, rotundamente claro. A la manera cartesiana.

Déjenme que les ponga -innecesariamente sin duda- en antecedentes sobre el autor. Ignoro si sigue siendo embajador de Israel en España pero sí lo era cuando aquella «operación» que unos publicistas militaristas llamaron «Plomo fundido» asolaba Gaza a finales de 2008. Mientras la masacre corría veloz por tierras palestinas, mientras los cadáveres de civiles, resistentes, mujeres y niños palestinos iban aumentando en número, mientras los convenios y tratados militares eran arrojados a la papelera de los trastos inútiles, mientras armamento nuclear de baja intensidad (uranio «empobrecido» le llaman) dejaba su huella duradera en tierras empobrecidas e indefensas [2], el señor embajador de Israel defendía la actuación democrática del Estado que representaba, su derecho a la legítima defensa, a la justa guerra emprendida contra los peligrosos e inadmisibles ataques de Hamas y la población radicalizada de Gaza. Lean, vayan a las hemerotecas o naveguen por páginas de la red.

Entre sus intervenciones de aquellos días destaca el varapalo dirigido contra el conseller de Interior de la Generalitat de Catalunya por haber acudido a una muy concurrida manifestación ciudadana en la que se criticaba la criminal actuación del Estado que el señor Schutz representa y defiende con tanta devoción y entusiasmo. ¡Hay que ser muy consciente de que se tiene mando en plaza, hay que tener certeza sobre quién manda realmente, para desaprobar públicamente, more embajador, la acción ciudadana de un conseller de un país que no es el propio! Ni que decir tiene que la señora Rahola (una intelectual orgánica sionista catalana, cada vez más insoportable, cada vez más amiga de la extrema derecha israelí) corrió entusiasmada a aplaudir las críticas de su señor embajador, del señor embajador de Israel queríamos decir.

La intervención de Schutz en la política interna de otro Estado sentó precedente. El artículo que, incomprensiblemente en mi opinión, publica hoy Público [3] tiene un objetivo explícito: intervenir esta vez en la política europea aleccionando al señor Zapatero, futuro presidente de la UE durante el primer semestre de 2010, sobre un punto que el embajador de Israel considera esencial en el debate público internacional y del que, según él mismo dice, apenas se hace mención: la identidad judía de Israel. Si la solución, son dos Estados, señala, cómo serían esos Estados, de qué estarán compuestos socialmente viene a decir, qué uniformidad es exigible, a qué identidad única debe aspirarse. Sin ocultaciones, a las claras.

RS inicia su artículo recordando a Theodor Herzl, El Estado de los judíos y su tesis central: «la única manera de garantizar la supervivencia de los judíos era que tuvieran su propio Estado-nación». La identidad de Israel es uno de los asuntos primordiales que deben incluirse en el diálogo con el mundo árabe-musulmán prosigue.

    El debate público se centra en general sólo en la perspectiva palestina-israelí y casi exclusivamente en la dimensión territorial. Las fórmulas son de todos conocidas: «Territorios a cambio de paz», «una solución de dos Estados», etc. Casi no se hace referencia a la identidad. Si la solución es de dos Estados, ¿cómo serían éstos?

RS sostiene que la importancia de la identidad judía para Israel todavía no se entiende suficientemente en Europa. ¿Cómo deberíamos entender esta noción? De la manera siguiente, tomen nota de la lección magistral del señor embajador:

En Israel, señala, existen círculos ultrarreligiosos para los que la noción «Estado judío» significa que el Estado debe regirse por las leyes del judaísmo. Sin refutarla, sin pronunciarse explícitamente en contra de esa tesis fundamentalista, el señor embajador señala que ésa es, por el momento, una actitud minoritaria. No cuenta, o cuanto menos no cuenta decisivamente. Es el espantapájaros que conviene señalar y agitar la tarde de los miércoles de ceniza y los sábados festivos.

Para la mayor parte de los israelíes judíos, apunta RS, identidad judía significa que «Israel es el hogar del pueblo judío». Israel es el único país del mundo de mayoría judía y de ahí se derivan las peculiaridades de su vida cotidiana. ¿Qué peculiaridades? Que el día del descanso es el sábado y no el domingo ni el viernes, que las celebraciones del resto de los días festivos se derivan de la religión judía y no del budismo por ejemplo, y que la cultura israelí se expresa en hebreo, la lengua bíblica [4]. Es decir, fiestas de guardar y lengua, esos son los dos rasgos decisivos de lo que el señor embajador llama «identidad judía»…

Ahora bien, sostiene a continuación RS, no hace falta «ser religioso practicante para participar de la cultura judía contemporánea». ¿No hacer falta ser religioso practicante pero sí religioso? ¿Están excluidos entonces de la identidad judía los agnósticos, los ateos, los indiferentes, los ciudadanos israelíes que sean católicos, musulmanes, evangelistas o anglicanos, por ejemplo? Si no fuera así, si dejamos las creencias religiosas al margen, nos queda únicamente la lengua hebrea. No parece transitar esta conclusión monolingüística por el sendero señalado por el señor embajador. Nos quedan, pues, el hebreo y la religiosidad, se practique o se mantenga ésta por tradición, por presión social o por miedo.

Pero, ¿no ha habido cultura judía antes y después de la creación del Estado de Israel? Sin duda, cómo negar este punto, pero en opinión de RS la cuestión no es relevante. Y no lo es porque:

    La historia ha demostrado que no podemos conformarnos con ser una minoría en manos de la buena voluntad de una mayoría. Tenemos derecho a vivir de forma soberana en nuestro propio Estado. Este argumento está grabado en el ADN israelí colectivo e individual.

Más allá del sentido de la afirmación de que la Historia haya demostrado algo, sea lo que sea, RS sostiene que los ciudadanos que se identifican con la identidad judía, tal como él la ha enunciado, ellos y sólo ellos, tienen derecho a vivir en su propio estado, en el estado étnico de Israel. El argumento -¿qué argumento por cierto?- tiene atributos no sólo históricos sino «naturales», genéticos: es parte del ADN, no sólo de la colectividad judía de Israel sino de todos los judío, sin exclusiones, que viven en Israel. ¿Sólo de estos ciudadanos judíos? Por lo demás, si está inscrito en el ADN parece obvio que su alteración sólo puede deberse a mutaciones o a combinaciones-fusiones con otros ADN.

Pero, ¿qué pasa con los ciudadanos no judíos que viven en Israel? ¿Dónde quedan sus derechos? Como la paradoja sangrante es evidente dada la etnicidad exclusivista defendida, RS construye un, digamos, razonamiento para la ocasión: el hecho de que Israel sea un Estado judío no impide que sus habitantes no judíos ejerzan plenos (sic) derechos civiles. ¿Qué derechos civiles son esos? Derecho a votar, a ser votado y a ocupar cualquier cargo, señala el señor embajador. ¿Cualquier cargo? ¿Se imaginan un ciudadano palestino residente en Israel como primer ministro?

Desde luego, prosigue RS, quien no mienta el derecho a la propiedad de tierras por ejemplo, tampoco se impide que disfruten de las libertades individuales y de la libertad de culto, como las libertades concedidas al señor Vanunu, por ejemplo. Pero, al mismo tiempo, concluye RS, «no se pueden admitir las reivindicaciones nacionalistas de las minorías no judías de Israel». ¿Y por qué no se pueden admitir? Pues porque no. El resto argumentativo es silencio y el retorno de los refugiados palestinos expropiados y expulsados queda disuelto en el aire como una pompa jabonosa.

Las cuestiones tratadas no son meramente teóricas, advierte RS, están «en el trasfondo del continuo debate sobre las relaciones de Israel con el mundo árabe-musulmán que le rodea». El mundo árabe-musulmán (el guión y la biyección árabe=musulmán no son inocentes desde luego) debe reconocer su derecho a vivir como judíos en su Estado

Muchas personas acusan a Israel de militarismo, recuerda el señor embajador entusiasta del plomo fundido, quien no oculta que en su opinión a veces, sólo a veces, «en el sistema israelí de toma de decisiones, las consideraciones en materia de seguridad pesan más de lo que deberían». Pero no es una cuestión ideológica: está en función de las singulares condiciones existenciales de Israel.

    No hay otro país en el mundo que esté expuesto a amenazas de aniquilación expresas y recurrentes por parte del presidente de otro Estado (Irán) respaldadas por una carrera nuclear.

Sic. ¡Carrera nuclear de Irán! ¡Amenazas de aniquilación de Israel! Dicho ello por el representante político de un Estado armado atómicamente hasta los dientes que hace apenas un año masacró a una población casi indefensa trasgrediendo innumerables normas bélicas y principios básicos del derecho internacional.

Conclusión del señor embajador: el carácter judío de Israel es esencial al abordar la cuestión palestina-israelí: cuando se habla de la solución de dos Estados debe quedar claro que el Estado palestino es la respuesta -y la culminación, añade el señor embajador para que quede meridianamente clara su tesis- a las aspiraciones nacionales de los palestinos, y un Israel judío, con anexos sociales de segundo grado civilmente debilitados, es la culminación de las aspiraciones de la comunidad judía. Y ya está, colorín, colorado, el mapa político está resuelto: los arrabales atravesados por colonos para palestinos y palestinas empobrecidos y sin medios, y sin apenas Estado; la Palestina conquistada, con anexiones posteriores, para una comunidad judía uniforme con identidad abonada y agitada, más sectores sociales marginales, árabes o no, que serán probablemente, cuando la ocasión lo requiera, «mano de obra» barata civilmente invisible, y los refugiados palestinos que han sido expulsados de tus tierras y lugares… que sigan expulsados y en el limbo de los perdedores.

Si no es el caso, finaliza el señor embajador, la solución buscada carecería de lógica. ¡De lógica…! La solución que él defiende, en cambio, anda pletórica de ella, de la lógica del dominador que blande su espada (atómica por supuesto) a quien ose rebelarse, a quien señale una valija diplomática llena de argumentos falaces.

Notas:

[1] Raphael Schutz, «Israel, Estado judío». Público, 30 de diciembre de 2009, p. 5.

[2] Véase, por ejemplo, Alan Hart «¿Un monstruo fuera de control?», http://www.rebelion.org/noticia.php?id=97817 (traducción de Germán Leyens) y Ali Abunimah: «Israel se parece a un Estado fallido» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=97879. (traducción de Beatriz Morales Bastos).

[3] ¿Qué razón puede haber para que Público publique un artículo de estas características, impura propaganda política del representante de un Estado que se publicita por doquier todos los días del mes y del año, incluidas las fiestas de guardar, domingos o sábados, tanto da? ¿Habrá alguna recompensa económica escondida? ¿Es propiamente un artículo de opinión? «Las desdichas crecen las firmezas»: la cita de Lope de Vega que encabeza la página de edición del artículo debe ser pista decisiva.

[4] Los cinco científicos israelíes que han ganado el premio Nobel en los últimos siete años, sostiene el señor embajador, también trabajan y piensan en hebreo… Al margen del sentido de pensar en hebreo (o en catalán, por ejemplo), dudo, de hecho es imposible, que esos cinco científicos piensen y trabajen sólo en hebreo.

    Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.