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Gaza 2009

Des-Oslizar la mentalidad palestina

Fuentes: Arabh Media Internet Network

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

«Los blancos no sólo han sido culpables de haber pasado a la ofensiva sino que por medio de algunas maniobras habilidosas han conseguido controlar las respuestas de los negros a la provocación. No sólo ha dado patadas a los negros, sino que también les han dicho cómo reaccionar ante las patadas. Durante mucho tiempo el negro ha estado escuchando con paciencia los consejo que le prodigaban acerca de cuál es la mejor manera de responder a las patadas. Con dolorosa lentitud ahora está empezando a dar muestras de que su derecho y su deber es responder a la patada del modo que él considere apropiado». Steve Biko

Uno de las consecuencias más importantes de la masacre de Gaza (2009) ha sido el enorme y sin precedentes aumento del apoyo popular a la causa palestina, algo con lo que los signatarios de los Acuerdos de Oslo (1993) no deben de estar muy contentos. Sin duda, la vuelta a las consignas pre-Oslo de liberación, como opuesto a independencia, han creado un nuevo dilema, no sólo para las elites políticas de Oslo, sino también para la ONGizada izquierda estalinista.

El proceso de «Oslización», es decir, la combinación de corrupción, ONGización y liquidación de los principios revolucionarios y la retórica vacía, unido a la ficción de la solución de las dos prisiones, recibió un duro golpe en las elecciones de 2006. A juzgar por las declaraciones hechas no sólo por altos cargos de la Autoridad Palestina (AP), sino también por la izquierda e incluso por el gobierno de Hamás, el objetivo último del actual río de sangre ha llegado a ser el establecimiento de un Estado palestino, sean con las dimensiones que sea, esto es, la solución de los dos Estados. La contradicción entre [por una parte] el enorme apoyo popular, la reactivación de la campaña de BDS [boicot, desinversión y sanciones a Israel], las manifestaciones contra el Israel de Apartheid y sus crímenes de guerra contra los palestinos de Gaza, y [por otra] la reiteración por parte de la mayoría de las organizaciones políticas del mantra de los dos Estados es un fuerte indicio de la necesidad de un programa alternativo cuya primera prioridad sea la des-Oslización de Palestina.

Para entender los Acuerdos de Oslo y el enorme daño que han causado a la causa palestina es necesaria una contextualización histórica del denominado «proceso de paz» o, mejor, de lo que muchos pensadores críticos han denominado la industria de la paz. Entender esto es un paso necesario hacia un proceso de des-Oslización, un término que sobre el que volveré más adelante.

Se aseguró que los Acuerdos de Oslo eran el primer paso hacia la autodeterminación y un Estado independiente. Pero ahora, 16 años después del famoso apretón de manos en la Casa Blanca, está claro que a corto plazo no se va a establecer un Estado debido al mero hecho de que Oslo simplemente ignoró la existencia del pueblo palestino como pueblo. En otras palabras, estos acuerdos han ofrecido al sionismo lo que siempre se ha esforzado por obtener. La infausta declaración de Golda Meir acerca de que los palestinos no existen es un buen ejemplo de ello.

Y, sin embargo, afirmar que «Oslo» y «Camp David» fueron grandes oportunidades perdidas y «avances importantes», y que el llamado «proceso de paz» estaba en marcha hasta que los palestinos (es decir, las víctimas colonizadas) acabaron con él es una deliberada distorsión ideológica de la realidad para preparar a los palestinos para más concesiones. En Oslo y Washington no se creó la verdadera paz global, sino que lo que se creó fue un plan estadounidense-israelí para resolver el conflicto tras la destrucción de Iraq y el colapso de la Unión Soviética, así como su intento de crear un «nuevo Oriente Medio» (por usar las palabras de Condoleeza Rice), un Oriente Medio caracterizado por la hegemonía imperialista-sionista y apoyado por regímenes despóticos. Los Acuerdos de Oslo nacieron muertos porque no garantizaban los derechos nacionales y políticos mínimos de 10 millones de palestinos. Mientras haya refugiados, cantones, detenidos, bloqueo, asentamientos, «tortura legal» de prisioneros, desposesión, asesinatos y ocupación no se puede lograr una paz global. Es una ilusión en las mentes de aquellos que firmaron los Acuerdos de Oslo.

Estos acuerdos llevaron a la creación de una «autonomía administrativa» limitada en Gaza y en partes de Cisjordania. Se dio a la población local «el derecho» de formar una autoridad a la que podían llamar «nacional». La pregunta ahora es ¿qué hace que la Autoridad Nacional Palestina (APN) esté por encima de ser cuestionada? ¿Cuál es el fundamento «legitimo» sobre el que se estableció? Muy sencillo: los Acuerdos de Oslo. Ahora resulta muy obvio que a pesar del famoso apretón de manos en el césped de la Casa Blanca y en Annaplois, y a pesar de las optimistas palabras acerca del «nuevo Oriente Medio», estos acuerdos, a diferencia de las resoluciones de Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad, no han garantizado el establecimiento de un Estado palestino soberano e independiente o el retorno de los refugiados, ni siquiera la demolición de los asentamientos judíos, y la compensación a aquellos palestinos que perdieron, y siguen perdiendo, sus hogares, tierras y propiedades. Tampoco la liberación de todos los presos políticos o la apertura de todos los checkpoints, que se han convertido en pesadillas cotidianas para los residentes en Cisjordania y Gaza …etc. A pesar de todos los apretones de manos, besos y amistosas ruedas de prensa, Israel lanzó contra la población civil de Gaza una de las guerras más sangrientas en la historia del conflicto, una guerra que en 22 días mató a más de1.400 personas, incluyendo 438 niños, 120 mujeres, 95 ancianos, 16 médicos, 5 periodistas, 5 mujeres extranjeras, y que destruyó más de 40.000 instituciones y casas, con lo que muchas familias quedaron sin hogar. Esto, por supuesto, no se había mencionado como un objetivo de los Acuerdos de Oslo, pero tampoco se mencionó nada que hubiera impedido que esta sangría tuviera lugar.

Esta es la realidad política que a los altos cargos palestinos que firmaron los Acuerdos no les gusta que les recuerden. De hecho, lo que se creó en partes de Gaza y Cisjordania es una entidad muy extraña, unos bantustanes tipo apartheid apoyados por la comunidad internacional. Por consiguiente, Gaza 2009 es la imagen especular de Oslo. Si se tiene en cuenta que entre el 75 y el 80% de los gazatíes son refugiados, los resultados de las elecciones de 2006 se vuelven más comprensibles en su contexto colonial pero también en términos sociopolíticos. Lo que Oslo ha creado en tanto Gaza como en Cisjordania es literalmente dos mundos diferentes, dirigidos ambos por instituciones no democráticas, mucho aparato de seguridad, un tribunal militar tercermundista (elogiado por la administración Clinton), corrupción, mala administración, ineficacia y nepotismo, por mencionar sólo unas pocas cualidades (neo)coloniales.

Ganando las guerras de 1948, 1956 y 1967 y consiguiendo reconocimiento internacional, árabe y palestino, Israel-como un Estado de apartheid colonial y de colonos-ha esperado avanzar a un nuevo estadio, un estadio que requiere la formación de una «nueva conciencia» entre los palestinos colonizados. Aquí radica el peligro de Oslo: Oslización, en este nuevo contexto neo-sionista, significa la creación de un nuevo paradigma en el que uno hace desaparece la conciencia de su supuesto enemigo (el «Otro») y se sustituye con una mentalidad unidimensional por medio de la construcción de una ficción (dos Estados para dos pueblos) cuyo fin es inalcanzable. Hasta el fascista Lieberman ha empezado a cantar la misma canción.

En otras palabras, tener el objetivo de crear la Palestina de dos Estados es tener el objetivo de crear una falsa conciencia dirigida por una intelligentsia asimilada, algunos de cuyos integrantes tienen un pasado revolucionarios. La intención de corear las consignas de «la solución de los dos Estados», «dos Estados para dos pueblos», «vuelta a las fronteras del 1967», o incluso de «una hudna* de larga duración» (como propone Hamás) es garantizar la subordinación y conformidad de los palestinos, especialmente de aquellos que tiene ideas revolucionarias. Han desaparecido el derecho al retorno de seis millones de refugiados y su compensación, y los derechos nacionales y culturales de la población indígena de Palestina de 1948.

Sin embargo, este objetivo nunca ve la antítesis que crea a consecuencia del desplazamiento, la explotación y la opresión; ignora la conciencia revolucionaria que se ha formulado a través de las diferentes fases de la lucha palestina. Tampoco tiene en cuenta el legado de la resistencia civil y política que se ha convertido en el distintivo de la lucha palestina. De ahí la necesidad de formular políticas palestinas alternativas. Ser consciente de la corrupción de la Autoridad Palestina y de las enormes diferencias de clase creadas por los Acuerdos de Oslo ha sido definitivamente el inicio de la des-Oslización representada por la Intifada de al-Aqsa y los resultados de las elecciones de 2006. Esto es una conciencia de oposición que no tuvieron los signatarios de Oslo. Ambos acontecimientos representan un rotundo rechazo de los Acuerdos de Oslo y de sus consecuencias.

Con todo, la AP considera Gaza uno de los tres componentes básicos de un Estado independiente, aunque esté separado geográficamente del segundo componente, es decir, Cisjordania. El tercero, Jerusalén, está bajo total control israelí. Ningún palestino de los territorios ocupados cree que las zonas «semi-autónomas» en Gaza y Cisjordania (es decir, las zonas que caen en la categoría A) pueden sentar las bases de un Estado independiente. A lo que Oslo ha llevado es, de hecho, a Sudáfrica. Cuando los negros sudafricanos tenían que ir desde sus townships a las grandes ciudades «blancas» necesitaban conseguir un «pase». En «tiempo de paz» los palestinos, no sólo los que trabajaban en Israel, sino también los que querían visitar Cisjordania desde Gaza o al revés, tenían que solicitar un «permiso». Además de éste, los palestinos necesitaban una llamada «tarjeta magnética», que es una tarjeta informatizada que tenía una contraseña para el archivo de seguridad de su titular. Nadie podía trabajar en Israel, o visitar Cisjordania o siquiera ir a un hospital dentro de la «zona verde» sin un «permiso» y una «tarjeta magnética». Si a una palestina o a un palestino se le concedían estas inapreciables tarjetas, seguía sin poder visitar otra zona a menos que tuviera derecho a hacer la visita. Si lo o la «pillaban» en otra zona se le confiscaba inmediatamente el permiso y la tarjeta, por no hablar de la tortura a la que se exponía. Hoy en día a nadie se le concede siquiera estos lujosos «permisos» y tarjetas. ¿En qué se diferenciaba el apartheid sudafricano?

Los jefes tribales de los batustanes sudafricanos creían que ellos eran los jefes de Estados independientes. Afortunadamente, a pesar de sus muchos compromisos con el Partido Nacional, el Congreso Nacional Africano nunca aceptó la idea de separación y de bantustanes. Por otra parte, los dirigentes oficiales palestinos alardean al final del milenio de haber puesto los cimientos de un bantustán que afirman que es un Estado independiente en ciernes. Indudablemente este es la última oferta que los sionistas pueden ofrecer a su «Otro» tras haber negado durante un siglo su existencia y después de que el mismo «Otro» haya demostrado que es humano y humana. Para que el sionismo pueda seguir estando presente en Palestina, el «Otro» tiene que ser asimilado y esclavizado sin que él o ella sea consciente de ser esclavizado. De ahí que se conceda el gobierno «semi-autónomo» de las ciudades palestinas más pobladas y de ahí la lógica que lleva a los Acuerdos de Oslo.

Así pues, Oslo trajo un nivel de corrupción sin precedentes a Palestina y se ha convertido en la norma la coordinación de seguridad con Israel, bajo la supervisión de (ironía de las ironías) un general estadounidense. Repetir el mantra de los dos Estados, llevar la bandera palestina, cantar el himno nacional y, lo que es más importante, reconocer a Israel, sin tener en cuenta los derechos de dos tercios del pueblo palestino: en esto es en lo que consiste Oslo.

La lección que aprendemos de Gaza 2009 es aprovechar todos los esfuerzos para luchar contra los resultados de los Acuerdos de Oslo y formar un Frente Unido sobre una plataforma de resistencia y reformas. Esto no se puede lograr sin desmantelar la AP y sin darse cuenta de que los ministerios, cargos de primer ministro y presidencias en Gaza y Ramala son una fachada similar a los Homelands Independientes de Sudáfrica con sus jefes tribales. El clásico programa nacional, creado y adoptado por la burguesía palestina llegado a su fin su éxito. La mayoría de las fuerzas políticas, incluyendo el partido que gobierna en Gaza, no pueden explicar cómo van a retornar seis millones de refugiados palestinos al Estado de Israel de los judíos y cómo, al mismo tiempo, se va a crear un Estado palestino independiente.

De ahí la necesidad de un paradigma alternativo que se divorcie de la ficción de la solución de las dos prisiones, un paradigma que convierte los sacrificios del pueblo de Gaza en un momento decisivo en la lucha por la liberación, uno que se construye sobre el creciente movimiento global anti-apartheid al que Gaza 2009 ha dado impulso. Por consiguiente, des-Oslizar Palestina es una condición previa para una paz con justicia.

* Hudna es una palabra árabe que significa tregua, calma y, a veces, alto el fuego (n. de la t).

Haidar Eid es profesor adjunto del departamento de literatura inglesa de la Universidad de al-Aqsa en Gaza y miembro del Grupo Un Estado Democrático. Contacto: [email protected]

Enlace con el original:

http://www.amin.org/articles.php?t=ENews&id=2846