Por tomar como punto de partida el final de la Segunda Guerra Mundial, desde Heisenhower se hace muy evidente que las leyes acordadas internacionalmente, no le interesan al imperio. No le interesan y va diréctamente a saltárselas y romperlas, a imponernos sus intereses, («si queremos algo, lo cogemos» han declarado sus presidentes). Pero eso mismo […]
Por tomar como punto de partida el final de la Segunda Guerra Mundial, desde Heisenhower se hace muy evidente que las leyes acordadas internacionalmente, no le interesan al imperio. No le interesan y va diréctamente a saltárselas y romperlas, a imponernos sus intereses, («si queremos algo, lo cogemos» han declarado sus presidentes).
Pero eso mismo ha ocurrido en el caso del ente sionista, Israel, esa es su práctica desde que era conocido con el nombre de Fondo Nacional Judío. Es el comportamiento propio del fascismo.
El inspirador de la atrocidad que es Israel, un clavo oxidado en un cuerpo sano que luchaba por sobreponerse al colonialismo inglés, Theodor Herzl, refiriéndose a la ocupación territorial que planificaban en el siglo XIX, declaraba que no había leyes que les fuesen a parar: «Trataremos de empujar más allá de la frontera a la población más pobre, procurándole trabajo en los países de tránsito y negándoselo en nuestro país. Tanto el proceso de expropiación como el desalojo de los pobres se deben llevar a cabo con discreción y cautela».
Epstein, otro sionista, cuenta como vivió el coloniaje de primera hora en su ensayo «La cuestión oculta», en 1907, en su caso sufriendo un gran desengaño, con enorme amargura por el daño causado al pueblo palestino: «En mis oídos aún resuenan los lamentos de las mujeres árabes el día que sus familias salieron de Ja´uni -Rosh Pina- para asentarse en el Horan, al este del Jordán. Los hombres montaban en burros y las mujeres los seguían llorando con amargura, y todo el valle se llenó de sus lamentos. Mientras se iban, se paraban a besar las piedras y la tierra». ¡Qué diferencia tan enorme entre Theodor Herzl, y, Epstein!. Sin embargo en el ente denominado Israel se encumbra y se adora al primero, tanto es así que los representantes de gobiernos que aterrizan en la tierra de nombre Israel se suelen dirigir en primer lugar a la tumba del racista y colonialista Herzl, incluido, lastimosamente, el actual Papa de la iglesia católica. ¿Cuántos intereses comunes con los sionistas hay en cada visitante al colonialista?.
En la misma dirección de Eisenhower ha seguido la historia del imperio, hasta encontrarnos en fechas próximas con la confesión de criminalidad de la Clinton que no debe olvidarse, (pues parece que ahora, una vez que ha perdido las elecciones ya no se sabe de ella): después de haber dado la orden de acabar con Libia, en el momento en que contemplaba en una pantalla, junto con todo el gobierno estadounidense, cómo asesinaban al Presidente Gadafi de forma terrorífica, ella saltó aplaudiendo ante las cámaras de televisión allí presentes, (cómo el terror se lleva a la gente, la inhumanidad al instante) mientras gritaba: «¡Vinimos. Vimos. Y le matamos!». En otras traduciones pone «… Y murió!.»
El caso es que han nombrado a Trump, amigo confeso de los sionistas, que también han contribuido a la financiación de su campaña. Por eso, ante sus promesas al colonialismo, inmediatamente le conminan a que cumpla destrozando finalmente el Derecho Internacional salido de la última Guerra: Si Jerusalén es la capital de Palestina y no del ente israelí, le piden que en reconocimiento a Israel traslade la embajada de EEUU a la capital de Palestina, así se daría por establecido que Palestina desaparece, como su capital.
Seguidamente el alcalde sionista de Jerusalén bajo ocupación colonial, Nir Barkat, la viceministra de Relaciones Exteriores del gobierno colonial israelí, Tzipi Hotvely, y la ministra de justicia del gobierno colonial, Ayalet Shaked, le piden a Trump que cumpla con su negativa a dar paso al Estado Palestino.
Finálmente, otro miembro del gobierno colonialista, Naftali Benet, ante el ascenso de Trump, ha concluido diciendo: «La era de un Estado Palestino ha quedado atrás». Eso querrían todos, establecer las condiciones del mundo en base a su proyecto de mundo.
Los gobernantes de EEUU siempre han tenido que ver con la obra de Bertolt Brecht «El irresistible ascenso de Arturo Ui», y ahora le toca a Trump, con las promesas que ha hecho puede que nos encontremos con un Arturo Ui más, y de frente.
Los grupos parlamentarios de izquierda en Europa, los gobiernos de justicia y solidaridad, las organizaciones solidarias, las personas, una a una y con sentimientos de humanidad, tienen que sacar de si lo mejor y unirse y activarse en contra esa hermandad de criminales, que son el imperio y el ente sionista: desde siempre con el mismo propósito de dominación de nuestro pueblo y del Palestino.
Ramón Pedregal Casanova es autor de «Gaza 51 días», «Dietario de crisis», y «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», es presidente de la Asociación Europea de Cooperación y Estudios Sociales AMANE.
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