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Diez años después de Irak, Siria

Fuentes: renenaba.com

Traducido para Rebelión por Caty R.

Diez años después de Irak, este verano de 2013 es el turno de Siria para convertirse en el objetivo de una ofensiva del campo atlantista, con el aval de las petromonarquías del Golfo, que sellará con sangre y destrucción la sorprendente transformación del diálogo euro-árabe en una asociación militar islámica-atlantista contra los países árabes seculares.

En estos diez años otro de los países baasistas, Libia, fue destruido por una coalición de antiguas potencias coloniales occidentales y sus serviles monarquías árabes; desmantelaron Sudán, con un desprecio absoluto del principio de intangibilidad de las fronteras heredadas del colonialismo, para proporcionar una doble plataforma operacional israelí en las dos extremidades del mundo árabe: Sudán del Sur en la vertiente africana del mundo árabe, en el área del Nilo, la vena yugular de Egipto, y en el Kurdistán iraquí, en la bisagra de Irak e Irán.

La guerra contra Irak (2003) y contra Siria (2013) con el pretexto de las armas químicas es una guerra a título preventivo de Estados Unidos, el país que las utilizó de manera abusiva en Vietnam (agente naranja), que ayudó a Saddam Husein a usarlas contra Irak en la batalla de Halabja (1988), que también utilizó de forma abusiva otra arma de destrucción masiva prohibida, el uranio empobrecido, en Irak (2003-2005) en su guerra mundial contra el terrorismo a pesar de que suscribió el Tratado de Prohibición de Utilización de Armas Químicas. Estados Unidos, líder de la coalición occidental, es secundado activamente por Francia y el Reino Unido, las dos antiguas potencias coloniales de la zona con una pesada deuda colonial.

En este contexto las armas químicas aparecen como variables de ajuste estructural que se invocan en función de la necesidad, en este caso para acudir al auxilio de la oposición off-shore siria que pierde velocidad. Por su súbita programación, la elección de Siria como objetivo aparece como una maniobra de desviación del fracaso de la diplomacia occidental en Egipto en cuanto que ofrece la posibilidad de evitar un enfrentamiento con Arabia Saudí, principal apoyo del golpe militar egipcio, promoviendo una convergencia saudí-occidental sobre el enemigo común, Siria, bastante satanizado ya por los medios de comunicación occidentales.

Dos personalidades sirias de primer orden, Moaz Al Khatib, exjefe de la coalición de la oposición siria, un religioso nacionalista que dimitió de su cargo para protestar por las injerencias de Catar en los asuntos de la oposición, así como Haytham Mannah, jefe de la oposición democrática siria, han alertado de las graves repercusiones de una intervención occidental en un país de nacionalismo puntilloso. Mannah no ha dudado en cuestionar la versión occidental de la utilización de armas químicas en territorio sirio

Por otra parte fue la intervención intempestiva de Francia y Turquía, las dos cómplices del desmembramiento de Siria después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la que desvió la revuelta popular siria de su trayectoria revolucionaria y la llevó a un callejón sin salida.

Más allá del fundamento de las acusaciones sobre la realidad de la utilización de las armas químicas por parte de poder baasista, la intervención occidental tendría como objetivo principal mejorar las posiciones de combate de la rebelión siria, que pierde velocidad desde hace casi un año debido a sus divisiones y a la escalada yihadista, y poner a la defensiva al eje de protesta de la hegemonía israelí-estadounidense de la zona (Irán, Siria e Hizbulá) con el fin de crear las condiciones de una negociación en posición de fuerza frente a sus adversarios, es decir, conseguir la «finlandización» de la zona en beneficio del campo atlantista.

El ruido de sables contra Damasco está acompañado por negociaciones intensivas entre Estados Unidos e Irán. En primer lugar por medio del sultán de Omán, Kabous Ben Saïd, quien habría propuesto a Irán soslayar el embargo petrolero del cual es objeto comercializando en su lugar sus cuotas de crudo en el mercado mundial; por mediación de Jeffrey Feltmann, antiguo procónsul estadounidense en Líbano y devoto de Saad Hariri, que permaneció el 25 y el 26 de agosto en Teherán, en vano, para organizar negociaciones globales tanto sobre el plan nuclear iraní como con respecto a Siria. En términos menos diplomáticos, un truque estadounidense dirigido a conseguir que Irán abandonase al presidente sirio Bachar Al Assad en contrapartida de una flexibilización del embargo económico y una consideración de los occidentales con respecto a los intereses legítimos de Irán en el terreno de la tecnología nuclear. Los iraníes, ajedrecistas consumados, han visto un jaque mate claro y han apostado por un nuevo estancamiento occidental en la zona que esperan que esta vez sea fatal.

Oficialmente los occidentales pretenden «castigar» al poder baasista, por utilizar armas químicas, atacando objetivos predeterminados. Nada nos impide pensar que su deseo secreto sea que una de sus «bombas inteligentes» proyecte al más allá al hombre que les trae de cabeza desde hace dos años al poner término al unilateralismo estadounidense vigente en el escenario internacional desde hace dos decenios, con el doble veto de Rusia y China en el Consejo de Seguridad, infligiendo una burla magistral a toda la diplomacia occidental y finalmente descubriendo, por defecto, las infamias de la oposición que quiere tomar el relevo… del canibalismo a la depredación de los púberes sirios de yihadismo errático.

De «la expedición punitiva de Suez» en 1956, según la expresión del primer ministro socialista de la época Guy Mollet, a las «medidas coercitivas» contra Hizbulá en 2006 de Jacques Chirac, huésped póstumo de su amigo el multimillonario saudí-libanés Rafic Hariri, y al «castigo» del plácido socialista François Hollande, el léxico político francés es rico en expresiones belicistas con respecto a sus objetivos en el mundo árabe musulmán a pesar de que las últimas guerras postcoloniales se han beneficiado del aval de las petromonarquías árabes, las cuales aparecen retrospectivamente, a la vista de sus actuaciones, como los «mejores perros guardianes» de los intereses occidentales en la zona árabe musulmana.

La expedición de Siria llega cuando Estados Unidos se prepara para rematar su salida de Afganistán al final de un decenio sangriento de una guerra mundial contra el terrorismo que ha dejado exangüe a la primera potencia mundial de todos los tiempos, con una crisis sistémica de la economía occidental (crisis bancaria estadounidense y crisis sistémica de la deuda europea) y en ardua competencia con las nuevas potencias del mundo multipolar de los BRICS (Brasil, India, China, Rusia y Sudáfrica). Su utilidad subyacente es organizar una cabeza de puente, según el modelo de Bengasi en la lucha contra Gadafi en 2012, que permitiría el despliegue de las tropas occidentales sobre el territorio sirio sin la autorización de la ONU, con el fin de propulsar a la oposición siria al poder y así librarse de la carga que dicho poder representa.

La intervención en Siria ha estado precedida por una maniobra de distracción en el flanco meridional sirio, Líbano, donde desde hace dos meses se desarrolla una operación de desestabilización con un doble atentado en el sur de Beirut, zona de despliegue de Hizbulá, el principal aliado de Damasco, y un intento de infiltración de la brigada de élite del ejército israelí, la brigada Golani, en la frontera israelí-libanesa.

Hasta ahora Hizbulá ha conseguido desbaratar esos movimientos y se ha colocado como un actor principal en la ecuación regional.

¿Surrealismo político? ¿Falsa democracia? ¿Puro producto de su política de «desestabilización constructiva»? Todos los nuevos aliados de Occidente en la esfera árabe musulmana se encuentran en estado de perfusión permanente -desde Hamid Karzai (Afganistán) hasta Mahmud Abbas (Palestina), Saad Hariri (Líbano) y Ahmad Jarba (Siria), incluidas las petromonarquíasn del Golfo, principalmente Arabia Saudí y Catar- y entre los principales focos de regresión y represión del mundo, principales objetivos de la islamofobia mundial y sin embargo los mejores amigos de las «grandes democracias occidentales».

Fuente: http://www.renenaba.com/syrie-dix-ans-apres-lirak-la-syrie/