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¿Qué haría Detroit con los 9 millones de dólares que EEUU dona diariamente a Israel?

Dinero de impuestos, Detroit e Israel

Fuentes: Counterpunch

Traducido para Rebelión por LB.

La ciudad de Detroit, Michigan, se enfrenta a la bancarrota y necesita como mínimo 1.000 millones de dólares de ayuda, y no es probablemente la única. «Otras ciudades de Estados Unidos podrían estar abocadas a la quiebra», declaró Richard Ravitch, antiguo teniente gobernador de Nueva York que jugó un papel decisivo en ayudar a la ciudad de Nueva York a sortear sus problemas financieros en la década de 1970.

Así pues, en unos momentos en los que Detroit, antaño líder mundial en la fabricación de automóviles y actualmente postrada en su lecho de muerte, así como otras grandes ciudades de Estados Unidos están vendiendo sus edificios para pagar sus gastos corrientes, puede resultar útil examinar cómo el gobierno federal está gastando el dinero de los contribuyentes estadounidenses.

A medio planeta de distancia se encuentra la rutilante ciudad de Tel Aviv. Uno se pregunta por qué esa ciudad tiene tanto éxito cuando las ciudades de los Estados Unidos se están muriendo. ¿Acaso la razón podría estar en los 9 millones de dólares que EEUU le da a Israel todos los días del año, una suma que supera por tres el total de la ayuda exterior de los Estados Unidos a todos los demás países juntos?

Cabe razonablemente preguntar qué podría hacer Detroit con 9 millones de dólares al día. La ciudad está tratando de rebañar de aquí y de allá mil millones dólares para mantenerse a flote este año. Israel recibe cada año del dinero de los contribuyentes estadounidenses una cantidad tres veces superior a esa cifra.

«Pero», argüirán los augustos representantes de la ciudadanía estadounidense, «Israel es la única democracia en el Medio Oriente, un aliado fundamental de los EEUU, y por lo tanto hay que apoyarlo». ¿En serio? Uno se pregunta por qué este aliado no sólo se niega a cooperar con los desventurados e insinceros esfuerzos de EEUU para negociar un acuerdo de paz entre Israel y Palestina, sino que en realidad escupe en la cara a los EEUU (1) al tiempo que recibe de ellos 9 millones de dólares cada día. Cuando se anuncia el chiste de las conversaciones de paz y EEUU declara que ninguna de las partes debería hacer nada para ponerlas en peligro, Israel anuncia más asentamientos ilegales. Cuando las Naciones Unidas proponen condenar el aumento de la construcción de asentamientos, que EEUU ha calificado como una violación del derecho internacional, Israel sabe que puede confiar en los EEUU para vetar cualquier resolución en su contra. Cuando EEUU condena hipócritamente los abusos de los derechos humanos tan comunes en el mundo, Israel sabe que queda exenta de cualquier condena si solo abusa brutalmente de los palestinos.

Lamentablemente, este no es un fenómeno nuevo. Un incidente ocurrido durante la administración del presidente Ronald Reagan revela hasta qué punto Israel abriga la certeza de que puede hacer lo que le plazca sin provocar ninguna reacción por parte de EEUU.

En 1988 George Shultz, secretario de Estado de Reagan, diseñó un plan con el que esperaba resolver algunos contenciosos subyacentes entre Palestina e Israel. Su plan constaba de tres puntos:

1) Convocatoria de una conferencia internacional;

2) Período de negociación de seis meses que introduciría una fase interina para la autodeterminación palestina de Cisjordania y la Franja de Gaza; y

3) Una fecha en diciembre de 1988 para el inicio de las conversaciones entre Israel y Palestina de cara a la resolución final del conflicto.

El primer ministro israelí Yitzhak Shamir rechazó inmediatamente el plan alegando, aunque parezca increíble, que no contribuía en nada al avance de la causa de la paz. En respuesta, EEUU publicó un nuevo memorando haciendo hincapié en los acuerdos económicos y de seguridad con Israel y acelerando la entrega de setenta y cinco aviones de combate F-16. Se suponía que con ello Israel se animaría a aceptar las propuestas del plan de paz. Sin embargo, Israel no cedió. Un periodista israelí comentó que el mensaje se interpretó así: «Es posible decir no a Estados Unidos y recibir a cambio un premio». Y así ha sido durante generaciones.

La razón de ello es evidente. El lobby israelí, el Comité Israelo-Americano de Asuntos Políticos (AIPAC), inyecta millones de dólares en las campañas electorales estadounidenses de elección y reelección de candidatos y funcionarios, los cuales están dispuestos a saltar tan alto como les exija el AIPAC. Y al parecer no hay altura a la cual estos próceres no saltarán por el todopoderoso dólar. A cambio, envían a Israel una verdadera fortuna todos los años, defienden sus terribles vulneraciones de los derechos humanos e ignoran las leyes internacionales, leyes que EEUU ha suscrito. Y cuando de vez en cuando los palestinos son capaces de reunir suficiente material como para lanzar un rudimentario cohete contra Israel, EEUU aprueba y financia el bombardeo masivo de la asediada Franja de Gaza.

No importa que la mayor parte de Detroit se asemeje a una ciudad bombardeada por Israel por haber desatado su cólera. Ignórese la tasa de delincuencia, en ascenso y fuera de control, ignórese la pobreza, los paupérrimos niveles educativos, las deficientes infraestructuras y la desesperación que son cada vez más parte constitutiva de lo que antaño fue una gran ciudad. En lugar de eso, complázcase a Israel, envíensele ingentes cantidades de dinero que podrían utilizarse para ayudar a los contribuyentes que lo pagan y acéptense esos cheques que los agradecidos sionistas depositan en los cofres de las campañas electorales.

Los palestinos acaban de formar un nuevo gobierno de unidad nacional (la razón por la que los medios de comunicación insisten en decir que Hamas «se hizo con el control» de la Franja de Gaza en 2006, cuando en realidad fue elegido democráticamente, es un misterio para quien esto escribe), e Israel ha entrado en modo pánico. Ahora existe la posibilidad de que Palestina haga una petición a la Corte Penal Internacional para la reparación de numerosos crímenes horrendos cometidos por Israel. Israel, con el apoyo total de EEUU, ha resistido con éxito todos los esfuerzos de la comunidad internacional para investigar las denuncias de abusos contra los derechos humanos. Puede que se esté acercando el día en que ya no los pueda seguir ocultando.

¿Y qué más da? Aunque Israel esté cada vez más aislado en la comunidad internacional debido, al menos en parte, al éxito de la campaña «Boicot, Desinversión y Sanciones» (DBS), que impulsa boicots comerciales, académicos y de entretenimiento, ¿dejarán por ello los EEUU de estar dispuestos a acudir al rescate financiero de Israel? Mientras que más y más ciudades estadounidenses se descomponen, mientras que el nivel educativo de las escuelas estadounidenses cae cada vez más por debajo del de otros países industrializados, generando una ciudadanía insuficientemente preparada para trabajar en la economía global, mientras que crece el número de quienes viven en la pobreza, ¿a quién le importa todo eso cuando el AIPAC mueve los hilos que hacen danzar a las marionetas?

Hace una generación, cuando EEUU comenzó su carrera espacial con el objetivo de llevar una persona a la Luna, algunos críticos dijeron que la enorme cantidad de dinero que eso costaría podría utilizarse mejor en este planeta. Hoy en día, cuando los Estados Unidos se inclinan y postran ante el altar profano del AIPAC, ¿no podría utilizarse el mismo argumento? Cuando los ciudadanos estadounidenses están viviendo en la extrema pobreza en ciudades inseguras y al borde del colapso, ¿es demasiado pedir que los dólares de los impuestos que pagan los estadounidenses se destinen prioritariamente a ayudarles?

Quedan aún, en núcleos aislados de los EEUU, personas que creen que Estados Unidos es una democracia donde los votantes eligen a sus representantes, que actuarán en defensa de sus intereses. Cuando el peso de la carga tributaria recae mayoritariamente sobre la menguante clase media y los impuestos que los estadounidenses pagan se destinan no a ayudar a las comunidades en las que viven sino a apoyar y defender a un bárbaro régimen de apartheid, ha llegado el momento de mandar a paseo ese mito.

Detroit y un sinnúmero de otras ciudades de Estados Unidos seguirán luchando para sobrevivir mientras los ingresos fiscales se envían a un país que trata a los EEUU con absoluto desprecio. Pero los políticos seguirán disponiendo de fondos ilimitados para sus campañas electorales, de modo que los negocios seguirán como de costumbre.

 

 

 

 

 

(1) Véase: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=185413 [Nota del T.]

 

 

 

 

 

Fuente: http://www.counterpunch.org/2014/06/04/tax-dollars-detroit-and-israel/