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Querella contra el franquismo

Donde nunca podrá habitar el olvido

Fuentes: Rebelión

Palabras de presentación del acto sobre la querella argentina contra el franquismo celebrado el pasado viernes 5 de octubre en Nou Barris (Barcelona)

Bona tarda, buenas tardes.

Un joven artista granadino que ha celebrado recientemente su trigésimo aniversario visita Nueva York a finales de los años veinte del pasado siglo. Doce meses más tarde, tras su viaje, publica uno de los poemas más hermosos de la literatura universal. Leonard Cohen puso música a uno de sus fragmentos y puso a su hija de nombre el primer apellido del poeta.

Un fragmento de este Poeta en Nueva Kork, del «Grito hacia Roma desde la torre del Chrysler Building», dice así:

(…) Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,

los negros que sacan las escupideras,

los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los

[directores,

las mujeres ahogadas en aceites minerales,

la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,

ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,

ha de gritar frente a las cúpulas,

ha de gritar loca de fuego,

ha de gritar loca de nieve,

ha de gritar con la cabeza llena de excremento,

ha de gritar como todas las noches juntas,

ha de gritar con voz tan desgarrada

hasta que las ciudades tiemblen como niñas

y rompan las prisiones de aceite y la música,

porque queremos el pan nuestro de cada día,

flor de aliso y perenne ternura desgranada,

porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra

que da sus frutos para todos.

Seis años después fue asesinado en el camino que va de Víznar a Alfacar. Su cuerpo permanece enterrado en una fosa común en algún lugar de esos parajes, junto al cadáver de un maestro nacional, Dióscoro Galindo, y los de dos banderilleros: Francisco Galadí y Joaquín Arcollas.

Lorca, como Galindo, Galadí y Arcollas fue uno de los «paseados». No fueron los únicos por supuesto. Junto a ellos, y por motivos similares, miles, decenas de miles, no es posible determinar exactamente su número. Siguen ubicados en la cuneta de la Historia de los infames. El abuelo materno de mi compañera, que está aquí entre nosotros a pesar de su convalecencia, es otro ejemplo. José Serrano Vela fue asesinado pocos, muy pocos días después del intento de golpe fascista tras ser salvajemente torturado. «Los ojos parecían salírsele de las órbitas» ha comentado un testigo que pudo ver cómo aquel campesino republicano era asesinado por un grupo salvaje de falangistas.

Otro gran poeta, éste alicantino, amigo de Lorca, no corrió mejor suerte. También es autor de uno de los grandes poemas de la literatura universal, la «Elegía a Ramón Sijé», un poema que escribió poco antes del triunfo del Frente Popular, en enero de 1936. A un amigo mío recientemente fallecido, Francisco Fernández Buey, le hubiera gustado estar aquí y escuchar estos versos. Yo los leo pensando también en él:

Alegrarás la sombra de mis cejas,

y tu sangre se irá a cada lado

disputando tu novia y las abejas.

.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,

llama a un campo de almendras espumosas

mi avariciosa voz de enamorado.

.

A las aladas almas de las rosas…

de almendro de nata te requiero,:

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.

.

Detenido en Portugal mientras huía, fue entregado a la Guardia Civil caminera. Hernández [1] fue condenado a muerte aunque finalmente se le conmutó por cadena perpetua. Falleció en la cárcel de Alicante, en 1942, a los 31 años de edad. Según testimonios, su muerte fue dura, angustiosa, terrible.

En febrero de 2011, la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo de España denegó la posibilidad de un recurso extraordinario de revisión de la condena solicitado por la familia. Consideró que la misma fue impuesta por motivos ideológicos o políticos -¡bendito sea Dios!- y que ya quedó anulada con la Ley de Memoria Histórica. No es el caso. De esto hablaremos probablemente esta tarde.

Miguel Hernández como tantos otros, mi abuelo materno por ejemplo, fue considerado un delincuente. Su delito: rebelión militar. ¿Rebelión militar? Esa fue la terminología usada por el fascismo español para referirse a las personas que defendieron la II República, una de las páginas más luminosas de la historia de España, Catalunya no excluida.

Los asesinatos «legales» se fueron sumando en una infamia que parecía interminable hasta 1953 aproximadamente. Más de 1.700 en Catalunya (más las muchas personas que perdieron su vida en la huída, en el duro invierno de 1939). Pere Fortuny les hablará de todo ello con mayor conocimiento de causa. Fueron 33.000, conocidos y catalogados, en el caso del País Valencia. La lejanía de la frontera y los momentos finales de la República asaltada y traicionada son explicación de las dimensiones de esta masacre.

Pero la ignominia no acabó entonces.

En 1996 tuve ocasión de entrevistar a Francesc Vicens, el que fuera director de la Fundació Miró. Me explicó una de sus caídas, en enero de 1957, durante la huelga barcelonesa de los tranvías.

Fue detenido por la policía secreta, la temible DINA del franquismo. Coincidió en la cárcel de Laietana, la que sigue ostentando únicamente, en su balcón principal, la bandera del régimen monárquico en descomposición y que, en cambio, no tiene en sus paredes ninguna placa donde indique lo que fue, el principal centro de detención y tortura del fascismo en Catalunya, el centro de operaciones de la temible BPS. Vicens, les decía, estuvo detenido 28 días. Su memoria acuña muy bien esas monedas. Es precisa sin atisbo de error. Me contaba en esa conversación sobre su amigo y compañero Manuel Sacristán, que sólo de imaginar lo que iban a hacer con él defecó y orinó encima suyo en varias ocasiones. Tres militantes del PSUC intentaron quitarse la vida durante los días en que él estuvo detenido en comisaría.

Como saben, ningún torturador, ningún colaborador de aquel régimen abyecto ha sido condenado por aquellos hechos. El resto ha sido silencio y encubrimiento.

Estuvieron luego los nombres que ustedes conocen. Me olvido de muchos, de muchos: Julián Grimau, Enrique Ruano, obreros asesinados en El Ferrol, en Euskadi, en la térmica del Besós… Dos meses antes de la muerte del general golpista, el fascismo español ordenada fusilar a cinco luchadores antifranquistas. Como en los viejos tiempos. Fueron los últimos fusilamientos. Pero el terror no acabó aquí, en absoluto. El círculo no se cerró.

No hace falta que me sumerja en las turbulentas aguas de una Transición que nos ha sido contada falsaria e interesadamente como una Inmaculada Concepción política, pero sí recordar que tras la muerte del dictador los obreros comunistas antifranquistas siguieron siendo perseguidos con salvajismo. Yo soy muy amigo ahora de uno de ellos, de Paco Téllez. Torturado también en Laietana, Paco tuvo que ser llevado de urgencias al Hospital Clínic de Barcelona. Un médico del PSUC, jugándosela, pudo fotografiarle. Todos y todas las jóvenes de aquella época pudimos ver en revistas y papeles clandestinos su cuerpo destrozado, las salvajes torturas a las que Paco fue sometido, la catadura represiva de un fascismo que seguía con sus actuaciones de siempre.

Todo este horror, lo que les he contado, y que apenas es una nota a pie de dos o tres líneas, sigue amnistiado. Nada puede decirse aquí con resultados, nada puede hacerse aquí por el momento. Y son 37 años -¡37!- los años transcurridos tras la muerte del general asesino.

Mucho nos queda por hacer, mucho debemos hacer y en ese qué hacer las buenas gentes de un país hermano, del país de Julio Cortázar y de tantos otros y otras, nos están echando una mano que yo siento como un abrazo interminable. Interminable. En nombre de centenares de miles, de millones de personas, de aquí y de allí, de España y del mundo, mi mayor agradecimiento compañera magistrada Ana Massuti [2]. Nunca olvidaré, nunca me permitiré olvidar, nunca olvidaremos, lo que están haciendo, conseguir que no habite el olvido en un territorio donde jamás el olvido debe ubicarse.

PS: Ana Messuti narró en su intervención un caso que merece se recordado. Una víctima del terrorismo de Estado fascista, una compañera mayor, sufre Alzheimer desde hace años. Su mente ya no es capaz recordar nada de lo vivido salvo el día en que «los francos», así los llama, se llevaron a su padre para asesinarle e incluso la fecha exacta en que eso sucedió, el 6 de mayo de 1937. El olvido no habita en ese vértice, esencial para ella y para todos, de una memoria desgraciadamente, tan destruida.. ¡Los asesinados, las verdaderas víctimas, siguen más vivas que los criminales que las asesinaron!

Notas:

[1] Estas son las palabras, inolvidables, que Manuel Sacristán escribió con ocasión de un homenaje en el XXXIV aniversario de la muerte del poeta, celebrado en el Aula Magna de la Universidad de Barcelona el 20 de mayo de 1976. Sacristán no pudo asistir finalmente al acto. Salvo error por mi parte, fue Mario Gas -o acaso Vicky Peña- quien leyó el escrito:

«Tiene que haber varias razones de la respuesta excepcional, en intensidad y en extensión, que está recibiendo la iniciativa de la conmemoración de Miguel Hernández. Algunas de esas razones serán compartidas por todo el mundo, y del mismo modo, más o menos; por ejemplo, la autenticidad de la poesía de Hernández, en la que, si se prescinde de algunos ejercicios de adolescencia, no se encuentra una palabra de más. Otras motivaciones serán menos generales. La mía es la verdad popular de Hernández: no sólo de su poesía, en el sentido de los escritos suyos que están impresos, sino de él mismo y entero, de los actos y de las situaciones de los que nació su poesía, o en los que se acalló.

Al decir eso pienso, por ejemplo -pero no solamente- en aquella fatal indefensión de Hernández en su cautiverio. Hernández fue un preso del todo impotente, sin enchufes, sin alivios, sin más salida que la destrucción psíquica y la muerte, como sólo lo son (con la excepción de dirigentes revolucionarios muy conocidos por el poder) los oprimidos que no someten el alma, los hombres del pueblo que no llegan a asimilarse a los valores de los poderosos, aunque sea por simple incapacidad de hacerlo y no por ninguna voluntad histórica. O por ella, naturalmente.

Las últimas notas de Hernández que ha publicado hace poco la revista Posible documentan muy bien el aplastamiento moral que acompaña a la destrucción física del hombre del pueblo sin cómplices y, por lo tanto, sin valedores en la clase propietaria del estado, de las fábricas y de las cárceles.

La autenticidad popular de la poesía madura de Hernández es tan consistente porque se basa en esta segunda, en la autenticidad popular del hombre muerto, como el Otro, entre dos o más chorizos, y como ellos».

[2] La magistrada Ana Messuti fue presentada en el acto de Nou Barris con las siguientes palabras:

«Tengo que empezar agradeciendo su presencia entre nosotros dándole las gracias en nombre de todos. Muchas, infinitas gracias compañera magitrada

Ana Messuti nació en Buenos Aires. Inició su carrera docente en la Universidad de su ciudad natal, ha sido funcionaria de las Naciones Unidas y actualmente es profesora invitada en diversas universidades de América Latina y Europa. Presentó su tesis doctoral en Salamanca, un trabajo en el que argumentó sobre la obligación de los Estados en participar en la lucha contra los crímenes de lesa humanidad.

Abogada especializada en filosofía del Derecho, ha publicado libros y artículos sobre filosofía penal en revistas especializadas de derecho penal y de filosofía. Cito dos de sus libros: El tiempo como pena y La justicia deconstruida, con un excelente prólogo de Gianni Vattimo y Santiago Zabala.

Este último se abre con una cita de Pierre Aubenque, uno de los filósofos metafísicos que yo más admiro, el autor de El concepto de ser en Aristóteles. La cita es de un escrito de 1963, de La prudencia en Aristóteles. Dice así: «El mundo redescubre hoy lo que los griegos sospechaban hace más de dos mil años: que las grandes palabras provocan las grandes desgracias (Sófocles, Antígona), que el hombre, esa cosa extraña entre todas las cosas (de nuevo Antígona), no es aquello que debe ser superado, sino preservado, y en primer lugar contra sí mismo; que el superhombre es lo que más se parece a lo inhumano; que el bien puede ser enemigo de lo mejor; que lo racional no siempre es razonable y que la tentación de lo absoluto.. es la fuente siempre resurgente de la desgracia humana».

Hasta aquí Aubenque. Massuti abre su ensayo, donde ha recogido algunos de sus magníficos artículos, con estas palabras: «Una de esas ‘grandes palabras’ es ‘justicia’.» De eso ha venido a hablar, de eso vamos a hablar esta tarde. Para que la justicia, una de esas grandes palabras, no provoque ninguna gran desgracia, todo lo contrario más bien, es necesaria la phronesis, la prudencia de la que también nos habló el autor del Organon y de la Etica a Nicómaco.

«Nadie como Ana Massuti para ayudarnos en este punto esencial».

En el acto intervinieron también Pere Fortuny, el president de la Associació Pro-Memòria als Immolats per la Llibertat a Catalunya, y la realizadora Montserrat Armengou Martín, directora, entre otros, de los documentales: «Els nens perduts del franquisme» (2002), «Les fosses del silenci» (2003), «Torneu-me el fill!» (2011) y «Monarquia o República» (2012).

Salvador López Arnal es nieto de José Arnal Cerezuela, cenetista asesinado en Barcelona en mayo de 1939, responsable del crimen de participar en la defensa de la II República.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.