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Dos reflexiones con motivo de Pascua

Fuentes: mariaenpalestina.wordpress.com

Los israelíes celebran la Fiesta de la Libertad mientras la población palestina sufre actos de crueldad  Gideon Levy   En medio de los preparativos de última hora para la fiesta de Pascua judía, en el barrio palestino de Beit Safafa, en Jerusalén Este, la policía israelí irrumpió y prohibió un partido de fútbol por orden […]

Los israelíes celebran la Fiesta de la Libertad mientras la población palestina sufre actos de crueldad
 

Gideon Levy

 

En medio de los preparativos de última hora para la fiesta de Pascua judía, en el barrio palestino de Beit Safafa, en Jerusalén Este, la policía israelí irrumpió y prohibió un partido de fútbol por orden del Ministro de Seguridad Pública Gilad Erdan, quien dijo que el partido se estaba realizando bajo los auspicios de la Autoridad Palestina[1].
En South Bend, Indiana (EE.UU.), Sandra Elaine Zoughbi, una estadounidense que vivía en Belén desde hace más de 30 años, intentaba recuperarse de la brutal expulsión del país sufrida en el aeropuerto Ben-Gurion [Tel Aviv], que la separó arbitrariamente de su esposo y sus tres hijos palestinos, que también viven en Belén.
Y en la pequeña aldea de Khirbet Kais, un padre afligido, Abdel Man’im al-Fattah, estaba sentado en su casa, no lejos de la tumba vacía que había sido cavada para su hijo Mohammed. El padre esperaba en vano que Israel le entregara el cuerpo de su hijo, asesinado a tiros en una carretera por dos colonos israelíes en circunstancias que no están del todo claras.
Cada uno de estos casos constituye una expresión de crueldad, de maldad pura, de maldad por la maldad misma, sin ninguna justificación, diseñada sólo para infligir abusos y demostrar un poder arrogante. Alrededor de esa misma hora, las familias israelíes se reunían en torno a su séder [cena pascual], dedicadas a la celebración −aunque no se crea− de la crueldad, los crímenes de guerra y el sadismo. Glorificaban el asesinato de primogénitos arrojados al río, alababan la propagación de la peste letal, exaltaban el derramamiento indiscriminado de sangre e incluso el saqueo («Él nos dio las riquezas de esa gente»). Sangre y fuego y columnas de humo −diez plagas, todas las cuales son crímenes de guerra del tipo más horrendo que se pueda imaginar−; y todos estos actos son recordados con elogios.