La operación Pilar Defensivo que tuvo lugar entre el 14 y el 21 de noviembre se saldó con 162 muertos palestinos y 6 israelíes y con la devastación de nuevo de parte de Gaza, arrasada por los bombardeos de Israel. Ante esta operación, muchos países árabes han mostrado con palabras y visitas simbólicas su compromiso […]
La operación Pilar Defensivo que tuvo lugar entre el 14 y el 21 de noviembre se saldó con 162 muertos palestinos y 6 israelíes y con la devastación de nuevo de parte de Gaza, arrasada por los bombardeos de Israel. Ante esta operación, muchos países árabes han mostrado con palabras y visitas simbólicas su compromiso con los gazatíes. El presidente egipcio Muhammad Mursi fue el dirigente que lideró los gestos de solidaridad, lo que contribuyó a fortalecer su imagen como potencia política en la región. Pero en Líbano -país con una larga y compleja relación con Israel y con los palestinos- nadie se mantuvo al margen.
Los líderes religiosos musulmanes se solidarizaron con los gazatíes poco después de los primeros bombardeos a la Franja. El líder sunní, Muhammad Rashid Qabbani, exhortó a organizaciones internacionales como el Consejo de Seguridad de la ONU, la Liga Árabe o la Organización de la Conferencia Islámica a solidarizarse con los palestinos. En la misma línea, aunque con palabras más contundentes, se pronunció el líder del Alto Consejo Islámico Chií, Abdel Amir Qabalan: «Israel fue construido sobre la injusticia, la agresión y la malicia y esta entidad colonialista es un cuerpo cancerígeno. Las naciones árabes deben mantener con urgencia una reunión para salvar a Gaza de su opresión».
Entre los altos cargos del Gobierno, el primer ministro, Nayib Mikati, y el presidente, Michel Suleimán, recordaron que Israel había violado la legislación internacional y apelaron, como los líderes religiosos, a la comunidad internacional para que apoyase a Gaza. Sin embargo, el gesto más relevante fue el del ministro de Exteriores, Adnan Mansur, que, junto con ministros de otros países árabes, visitó la Franja en plena ofensiva y desde allí expresó su solidaridad y un mensaje importante sobre el statu quo de la región y la histórica connivencia de los países árabes con Israel: «Hemos sido testigos de una tragedia durante 64 años y ha llegado el tiempo de estar unidos. La historia cambia, pero las resoluciones de los países árabes no están cambiando; queremos que se pongan en práctica nuevas resoluciones». El ejército, por otro lado, desactivó varios misiles en el sur del país, preparados para estallar en Israel.
Las reacciones de los líderes políticos no depararon grandes ideas. El del Partido Socialista Progresista, Walid Yumblat, afirmó que tras las revoluciones árabes, hay una mayor predisposición a comprometerse con la causa palestina y sugirió que en Líbano hay que abrir un diálogo nacional sobre qué papel desempeñar en relación con esa predisposición. Con un talante parecido, la coalición 14 de marzo expresó su rechazo a la acción de Israel y la importancia de apoyar a Gaza, pero advirtiendo que esto no podía suponer la implicación de Líbano en un conflicto bélico. El secretario general de Hizbulá, Sayyed Hasan Nasrala, fue un paso más allá que el resto de los líderes políticos al sugerir que la presión sobre Israel debía venir de parte de los Estados Unidos y de Europa, y que los países árabes podían favorecer esa situación con la baza del petróleo: «Reducid las exportaciones de petróleo y los precios subirán ligeramente, así haréis que se muevan Estados Unidos y Europa». Además, criticó la pasividad de los países árabes «que actúan como si fuesen la Media Luna Roja en vez de entidades políticas» y los instó a enviar armas a la resistencia en Gaza. También advirtió a Israel de que respondería con un millar de cohetes si ataca Líbano.
A pesar de las declaraciones y de los gestos para favorecer un mayor compromiso regional con Palestina por parte de los líderes libaneses, solo Hamás ha reforzado su imagen. Los refugiados palestinos en Líbano se manifestaron efusivamente a favor de Hamás y celebraron el alto el fuego como una victoria del partido islamista. La presencia de refugiados palestinos en este país se remonta a 1948 con la fundación de Israel, y se incrementó con la llegada de nuevos exiliados tras la Guerra de los Seis Días en 1967 y el Septiembre Negro en 1970. Su situación siempre ha sido precaria, pues no han gozado de ningún derecho civil, entre ellos el de tener una vivienda en propiedad. El temor a un desequilibrio demográfico en un país que reparte el poder en cuotas sectarias ha sido el gran obstáculo para que optasen a la ciudadanía de pleno derecho. Además, el Estado apenas ha favorecido que saliesen de los campos de refugiados que se reparten por el territorio libanés, especialmente en el sur. Hace un par de años obtuvieron uno de los pocos derechos que tienen; en agosto de 2010, se permitió que pudiesen conseguir permisos de trabajo, pero siguen cobrando el 20 % menos de media que los ciudadanos libaneses y no tienen cobertura sanitaria ni vacaciones pagadas ni derecho a baja por enfermedad. Por su parte, la OLP, cuyo miembro principal es al-Fatah, los abandonó a su suerte tras los pactos de 1991 y por ello los refugiados palestinos en Líbano consideran que su único aliado, al menos en la retórica política, es Hamás.
Fuente original: http://www.aish.es/index.php/es/libano/226-claveslibano/3944-libano-2122012-ecos-de-gaza-entre-los-lideres-y-los-refugiados