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Ecosistemas saludables: Requisito para aliviar la pobreza y promover la competitividad económica de América Latina

Fuentes: Alai-amlatina

El alivio de la pobreza y la disminución de la desigualdad social no serán posibles y menos aún sostenibles en el largo plazo, sin un manejo racional y socialmente equitativo de los sistemas naturales que proveen bienes y servicios esenciales para el bienestar humano. Esta afirmación se deriva del estudio recientemente publicado bajo el título […]

El alivio de la pobreza y la disminución de la desigualdad social no serán posibles y menos aún sostenibles en el largo plazo, sin un manejo racional y socialmente equitativo de los sistemas naturales que proveen bienes y servicios esenciales para el bienestar humano.

Esta afirmación se deriva del estudio recientemente publicado bajo el título «Evaluación de los Ecosistemas del Milenio: Informe de Síntesis», llevado a cabo por más de 1300 expertos de 95 países bajo el auspicio de un consorcio de organizaciones internacionales.

En el caso de América Latina, la salud de los ecosistemas es un factor clave tanto en términos de desarrollo humano como de competitividad económica. En esta región, la notable riqueza en recursos naturales, en especial agua y biodiversidad, no ha sido aprovechada en todo su potencial, pues persiste la idea errónea de que los asuntos ambientales son secundarios en los planes de desarrollo.

Pobreza, Distribución del Ingreso y Servicios Ecosistémicos

Según la CEPAL (Panorama Social de América Latina 2004), el 44% de la población latinoamericana vive en pobreza, esto es alrededor de 220 millones de personas. De ellas, cerca del 20% (unos 100 millones) se encuentran en condiciones de extrema pobreza o indigencia. Lo preocupante es que el proceso de superación de la pobreza se encuentra estancado en la región desde 1997.

La pobreza en esta parte del mundo se explica en buena medida por una penosa inequidad en la distribución del ingreso, la peor del planeta. Esto implica que políticas redistributivas deben ser aplicadas más seriamente. Entre otras medidas, es necesario promover un acceso equitativo e incluyente a los servicios ecosistémicos básicos como los recursos hídricos y el suelo fértil.

Crecimiento Económico, Competitividad y Capital Natural

El peso relativo de la economía latinoamericana en el escenario mundial se ha reducido durante las últimas dos décadas. En buena medida, esto se debe a un rezago en la competitividad, asociado al descuido en el desarrollo del capital humano y el capital natural.

Un evidente factor de competitividad para América Latina son sus recursos naturales. Es la región más rica del planeta en materia de biodiversidad y la segunda región en materia de oferta hídrica. En efecto, alrededor del 40% de las especies vivientes se encuentran aquí, al igual que la mayor reserva de bosques tropicales del mundo y más del 25% de la oferta de agua dulce. Estas ventajas comparativas no han sido aprovechas a cabalidad. El problema es que el patrimonio natural está en general sujeto a una atención secundaria dentro de las políticas nacionales del desarrollo.

Podríamos decir que por atender las urgencias impuestas por los ajustes macroeconómicos, se ha descuidado o atendido muy débilmente el capital social y el capital natural, sin los cuales no es posible un desarrollo sólido y sostenible.

La degradación de ecosistemas en América Latina

Como lo pone en evidencia el citado informe, la degradación de un buen número de ecosistemas y biomas ha alcanzado niveles inquietantes a escala mundial. En América Latina, genera preocupación especial la degradación de los bosques secos tropicales, del bioma amazónico, de los bosques y pampas en latitudes templadas y de los ecosistemas marino-costeros (de manera particular manglares y arrecifes de coral).

La expansión desordenada de la frontera agrícola asociada a inequidades en la tenencia de la tierra, frágiles esquemas de ordenación del territorio, distorsiones del mercado internacional y desarrollo mal planificado de obras de infraestructura, es un fenómeno que amenaza el patrimonio natural de la región. La seguridad alimentaria y la protección del capital natural pesan mucho menos en la toma de decisiones de política agrícola que los intereses comerciales de corto plazo que benefician a pocos.

Además, presiones como la sobreexplotación de recursos pesqueros, la introducción de especies invasoras y el cambio climático afectan la estructura y funcionamiento de los ecosistemas y deterioran sustancialmente la oferta de bienes y servicios ambientales.

La Evaluación de los Ecosistemas y los Objetivos de Desarrollo del Milenio

Según la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, la degradación de los servicios de los ecosistemas podría aumentar significativamente durante la primera mitad de este siglo y ser un obstáculo para el logro de los mencionados Objetivos de Desarrollo del Milenio adoptados en la ONU.

Precisamente, el informe establece que las regiones del mundo con los mayores retos asociados al cumplimiento de las Metas del Milenio tienden a enfrentar al mismo tiempo problemas relacionados con el suministro sostenible de servicios ecosistémicos. Esto incluye a muchas áreas de América Latina.

Lo importante es tener claro que las diferentes metas están estrechamente relacionadas. El alivio a la pobreza depende, entre otras variables, de que el capital natural y en particular, la diversidad biológica se conserven. La diversidad biológica, a su vez, es la base para que los ecosistemas funcionen y provean servicios básicos para el bienestar humano. La simplificación de la estructura de los ecosistemas reduce la capacidad que estos tienen de ofrecer bienes y servicios.

Por ejemplo, la meta de llevar agua y saneamiento a la población no puede ser alcanzada de manera sostenible solamente con base en desarrollo de infraestructura de acueductos y plantas de tratamiento de aguas residuales. Es critico hacer un manejo integrado de cuencas hidrográficas con enfoque ecosistémico para garantizar que los ecosistemas que proveen y regulan el agua sean conservados. En esta perspectiva, los ecosistemas deben ser considerados como parte de la infraestructura natural.

El reto es enorme para América Latina, lo cual es paradójico pues en términos generales no es una región pobre en recursos naturales. El problema es que la falta de coordinación sectorial y las presiones por crecer a como de lugar, están poniendo en peligro la oferta en el largo plazo de servicios ecosistémicos estratégicos como la provisión de agua. Esto a su vez complica la posibilidad de alcanzar los Objetivos del Milenio. Lo urgente no deja paso a lo importante.

Es evidente que necesitamos una visión de desarrollo de país y de región que favorezca simultáneamente el crecimiento económico, el desarrollo del tejido social y un manejo responsable de los servicios ecosistémicos, sin los cuales el desarrollo en el largo plazo se vería comprometido.

Conclusiones

La gestión integral de ecosistemas en un marco de equidad social y con visión estratégica en términos de competitividad, puede contribuir de manera sustancial a aliviar las contradicciones sociales en América Latina y a dinamizar su economía de una forma sostenible.

El gasto en desarrollo social, en investigación y en gestión ambiental debería representar una inversión fundamental para romper el círculo vicioso de la dependencia y convertir a esta región del mundo en un jugador global importante.

Es un error promover crecimiento económico a expensas de una degradación profunda de los bienes y servicios ecosistémicos. La inversión nacional y extranjera debe ser estimulada con reglas del juego claras y equitativas que resulten atractivas y que beneficien a las partes. Y, sin embargo, no tiene por que ponerse en riesgo el capital natural ni afectarse derechos sociales fundamentales. El sector privado responsable usualmente no exige condiciones que vayan contra los valores y los derechos de una sociedad.

En el largo plazo, será una población bien educada y políticamente madura la que garantizará el crecimiento, la estabilidad política y el bienestar social. Y, al mismo tiempo, serán unos ecosistemas funcionales los que mantendrán la oferta de servicios estratégicos (agua, suelo cultivable, aire limpio) que dinamizarán la competitividad económica y el desarrollo humano.

A manera de síntesis, tres reflexiones finales:

1. En materia económica, existen suficientes bases teóricas y prácticas para que los servicios ecosistémicos dejen de ser considerados como simples externalidades. El reto que se impone es que sean conservados y aprovechados como un factor de competitividad. Para una América Latina rica en capital natural el tema representa una ventaja comparativa mal gestionada hasta ahora.

2. En materia social, los ecosistemas, además de ofrecer medios de subsistencia y beneficios para la gente en el campo y las ciudades, representan un espacio ideal para promover equidad social, a través de políticas claras de acceso y distribución equitativa de beneficios. Esto es clave si queremos un alivio a la pobreza que no sea simplemente coyuntural.

3. La Evaluación de Ecosistemas del Milenio debe ser ampliamente divulgada en la región mucho más allá de los ámbitos de la gestión ambiental, de modo que contribuya a enriquecer las agendas del desarrollo. En particular, resultaría de gran utilidad promover la incorporación de sus contenidos en los planes y proyectos que se desarrollan en el marco de las instituciones regionales de integración y cooperación como el Mercosur, la CAN, la OTCA, el SICA, además de iniciativas como el IIRSA.

– Eduardo Guerrero, Coordinador de Programa Regional, Unión Mundial para la Naturaleza.