Históricamente la mujer ha sido objeto de una conceptualización sexual y reproductiva, inculcándole desde la más tierna infancia que sin la maternidad su identidad como mujer está incompleta.
El género es la construcción cultural que asigna diferentes formas de comportamiento a mujeres y hombres sobre la base de su diferenciación sexual (1), vale decir, las funciones, actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para estos/as (2).
La mayor parte de las características y roles que se le atribuyen a la mujer, son producto de su crianza y educación, y no a una condición genética. Y es así que relegar a la mujer a la casa, lo privado, lo doméstico y al cuidado de los hijos, no es elección de ella: es imposición de una sociedad que da distinta valía a aquella persona que nace con útero. Históricamente la mujer ha sido objeto de una conceptualización sexual y reproductiva, inculcándole desde la más tierna infancia que sin la maternidad su identidad como mujer está incompleta. Citando a Ena von Baer, «la mujer presta el cuerpo», como un recipiente, sin capacidad de objeción o decisión en este respecto; es cuestión de mirar al pasado y analizar el castigo social a la mujer infértil.
Esta realidad se ha visto reproducida y sustentada por el Estado y sus políticas salubristas, limitando su participación como garante de salud solamente al ciclo sexual y reproductivo de la mujer heterosexual, obviando un enfoque más holístico. La sociedad actual da menor estatus a la mujer, lo que se traduce en relaciones de poder desiguales en todas la aristas de la vida: inequidades salariales y laborales, oportunidad de acceso a la salud, a cargos públicos, y otros, teniendo un menor peso en la toma de decisiones en las diversas esferas en que ésta se desenvuelve. A esto se suma la precaria legislación respecto a temas tales como el aborto y violencia obstétrica, y el papel pasivo que ha tomado el Estado en la violencia de género y el femicidio, convirtiéndose así en cómplice silencioso y tolerante de sistemáticas violaciones a los derechos humanos.
Hombres y Mujeres tienen diferencias en sus perfiles de morbilidad que van más allá de su genitalidad: promoción de una vida saludable, prevención y tratamiento de aquellas patologías a las que serán más propensos/as por causas genéticas, anatómicas y/o fisiológicas, además de las dependientes de los estereotipos y roles de género. Un ejemplo es la enfermedad pulmonar obstructiva crónica como causa sobresaliente de muerte y discapacidad, que se ha vinculado con la exposición al humo y a la contaminación del aire en interiores derivada en gran medida de las funciones domésticas de la mujer (3).
Hoy, la mujeres tienen más problemas de salud que aquellos que se enmarcan en la ginecología. El INE demuestra cifras preocupantes sobre hábito tabáquico, obesidad, diabetes e hipertensión por sobre la media masculina, afectando exponencialmente el riesgo de Infarto cardíaco y accidente cerebrovascular (4). Además, la mujer tiene una esperanza de vida mayor que el hombre, lo que no traduce dichos años sean sinónimo de salud y buena calidad de ésta, principalmente por su propio abandono en pos del cuidado de los otros/as.
Otro tema no menor es la salud mental y el escaso o nulo apoyo desde la red de Salud hacia la mujer. Diversos estudios demuestran la doble carga laboral asociada a la sustentabilidad del hogar y lo doméstico, afectando en las horas de descanso, recreación y ocio, entre otras (5). Junto con esto, se plantea que entre un 15 a 71% de la población femenina ha sufrido violencia por parte de su pareja, siendo más frecuente en la mujer pobre (6). Hoy en día tenemos acceso a una salud mental que no interviene en la realidad de la mujer, sino simplemente administrando estabilizadores del ánimo o reguladores de neurotransmisores, como si estos fueran a evitar las golpizas, malos tratos o embargos que sufren día a día en sus hogares.
La atención ginecológica y obstétrica no basta, las necesidades en salud deben ser cubiertas acorde a la realidad de las personas, incluyendo su género, etnia y nivel socioeconómico. Si ya en 1990, la OMS declaró: «El replanteamiento de la atención de la salud en términos que garanticen un cuidado verdaderamente integral de la persona -hombre o mujer- conducirá eventualmente a abogar por servicios de atención a la mujer y no simplemente a la madre….», ¿qué estamos esperando?.
«Yo soy cada día más partidario de las mujeres» Salvador Allende.
Ni enfermas, ni muertas, Día Internacional de la acción por la salud de la Mujer (28 de mayo)
(1) MINSAL. Perspectiva de Género. Manual de atención personalizada en el proceso reproductivo.
(2) Género. Temas de Salud. [website]
(3) OMS. Las Mujeres y la Salud, resumen analítico, 2009.
(4) MINSAL. Descripción Epidemiológica. Orientaciones Técnicas para la atención integral de la mujer en la edad de climaterio en el nivel primario de la red de salud.
(5) Ileana Castañeda. Reflexiones teóricas sobre las diferencias en salud atribuibles al género. Revista Cubana de Salud Pública, 2007.
(6) Enrique Donoso. Violencia contra la Mujer en Chile: Problema de Salud Pública. Revista Chilena de Obstetricia y Ginecología, 2007.
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Françoise Jooris, Médico Cirujano, Directora Fundación Newenche.
Francisca Fernández, Enfermera, Directora Fundación Newenche, Miembro Núcleo Feminista Izquierda Autónoma.