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El antisionismo es un rechazo al racismo y al imperialismo, no sólo una crítica a Israel

Fuentes: Mondoweiss.

Traducción del inglés: María Landi.

Aplaudimos la reciente declaración de Voz Judía por la Paz (Jewish Voice for Peace, JVP), «Nuestra aproximación al sionismo» (Our approach to Zionism), por su «inequívoca oposición al sionismo». Compartimos los valores y objetivos de justicia, igualdad y libertad que JVP esbozó en su declaración.

Sin embargo, queremos dejar constancia de algunas de nuestras preocupaciones con partes de la declaración del JVP. Primero, la declaración vincula su discusión sobre el sionismo con el dolor y el trauma colectivo de las y los judíos. Segundo, da crédito a la idea de que el sionismo es una ideología del siglo XIX que surgió de la vida judía, no una ideología colonial desarrollada para expandir el imperialismo occidental en Palestina. JVP distingue en la ideología sionista sus vertientes cultural, religiosa y política. Aunque se opone al sionismo «político» que llevó al establecimiento del Estado sionista en Palestina, no dedica un esfuerzo significativo a abordar las otras dos vertientes, lo cual implica la aprobación tácita de estas últimas. Además, la declaración va más allá al redefinir al «antisionismo» como un «término genérico que se refiere a la crítica a la política actual del Estado israelí, y/o a la crítica moral, ética o religiosa a la idea de un Estado-nación judío». Mientras que, desde la huelga general de 1936 y la gran revuelta palestina contra el mandato británico, el antisionismo ha sido definido como el rechazo a las colonias exclusivamente judías, creadas en tierras palestinas mediante la expropiación y la expulsión forzada de la población palestina indígena con el fin de crear las condiciones económicas y demográficas para el establecimiento de un Estado-nación colonial en Palestina. Era natural que las masacres, el genocidio y −finalmente− el apartheid se produjeran allí donde el colonizador buscó establecer su dominio sobre los colonizados.

Un rápido repaso histórico, como han hecho Ghassan Kanafani y otros, revela que el sionismo precedió al siglo XIX, y que siempre fue socio del colonialismo y el imperialismo occidentales. Después de la ocupación de Egipto, Napoleón marchó con más de 30.000 soldados hacia Jaffa y Acre. Un informe francés publicado después del ataque militar de 1799 dice que Bonaparte quiere «devolverle a los judíos su Jerusalén». Estamos de acuerdo en que el sionismo ha establecido un Estado de apartheid. Pero vamos más lejos para afirmar que la relación de apartheid −la distinción colonial entre diferentes tipos de seres humanos− está en el meollo del sionismo. Las raíces coloniales de este movimiento racista no eran un secreto, ni se impusieron exógenamente. Como escribió el biógrafo de Herzl, él sabía que iría «más allá de lo que cualquier colonialista había hecho hasta ahora en África», y que «temporalmente, alienaría a la opinión civilizada» mientras ellos −en palabras de Herzl en 1896− «ocupaban la tierra». «Para cuando se haya completado la remodelación de la opinión mundial a nuestro favor, estaremos firmemente establecidos en nuestro país, sin temer más la afluencia de extranjeros, y recibiendo a nuestros visitantes con aristocrática benevolencia», continuó.

Por lo tanto, nosotras/os vemos la secuencia histórica de manera diferente. El sionismo no surgió simplemente como una de las muchas respuestas judías al antisemitismo, sino como parte integral del imperialismo europeo. Recibió el apoyo británico precisamente porque crearía un puesto de avanzada colonial en la encrucijada de Asia y África y en las orillas del Mediterráneo −una masa de agua enclavada entre tres grandes continentes−. La idea fue siempre dar un acceso estratégico a la costa mediterránea y negárselo a los palestinos −con excepción del gueto de Gaza−, a la vez que expulsar a la población palestina a la Jordania creada por los británicos. Esta colonia ataría perpetuamente ese puesto de avanzada, con dependencia existencial, al imperialismo. Así, cualesquiera que fueran las intenciones subjetivas de los sionistas apolíticos durante la era de la colonización y el asentamiento, estaban participando y contribuyendo a un proyecto colonial más amplio. Por lo tanto, el rechazo a todas las formas de sionismo, no sólo el político, es crucial para una verdadera solidaridad basada en la justicia, el antirracismo y el antiimperialismo.

Estamos de acuerdo en que el sionismo y la creación de Israel ha llevado a una jerarquía racista entre las y los judíos que viven en Palestina, y ha sido una herramienta recurrente para romper los lazos con las comunidades judías que viven en tierras árabes, desde Túnez a Egipto, desde Yemen a Irak. Vemos esto como una consecuencia orgánica del proyecto sionista de denigrar a todo el «Oriente» y las culturas y formas de vida que habitan en la región. Uno de los mayores defensores del antisemitismo ha sido el movimiento sionista, que bombardeó sinagogas en Irak y Túnez. Más tarde, en la década de 1980, en medio de la guerra civil libanesa, en la que tanto Israel como Estados Unidos estaban directamente implicados, la Organización para la Liberación de Palestina hizo guardia frente a las sinagogas libanesas en el barrio judío, que sólo fueron destruidas más tarde por las bombas de los sionistas, que atacaron estos edificios para asegurarse de que la población judía no tuviera refugio en sus países de origen ni fuera de Palestina. Y como Hannah Arendt describió en detalle, durante la Segunda Guerra Mundial los sionistas se aliaron con los dirigentes nazis y conspiraron contra los líderes de la resistencia judía en Varsovia, para garantizar la ruptura total de la continuidad judía en Europa y fuera de Palestina.

El antisionismo, entonces, es una política basada en el rechazo de las relaciones coloniales de opresión en Palestina; y por extensión rechaza la existencia continuada de un Estado judío europeo en Palestina. Es una postura que rechaza el derecho de los europeos a invadir y apoderarse de esas tierras y a establecer una jerarquía de pueblos dentro de ellas. El antisionismo no es simplemente una crítica a las políticas israelíes actuales, o incluso a la idea de un Estado-nación judío. Es el rechazo a un Estado racista, de asentamiento colonial e impuesto por el imperio.

El sionismo tampoco se limita a la desposesión y la ocupación palestinas. El sionismo ha llevado a cabo múltiples y continuos ataques contra los Estados árabes circundantes y de otras partes, desde Egipto hasta Siria, pasando por el Líbano y Túnez, incluyendo ocupaciones de décadas en la región del Levante y extensos ataques contra el Líbano. Ha ayudado a asesinar a líderes árabes radicales, incluyendo al militante marxista marroquí Mehdi Ben Barka, a George Hawi y Mustafa Ali Zibri. Ha proporcionado armas y entrenamiento a regímenes derechistas, fascistas, anticomunistas, racistas y antisemitas, desde la Sudáfrica del apartheid hasta las dictaduras del Cono Sur y Centroamérica en las décadas de 1970 y 1980, pasando por las ventas masivas y continuas de armas al gobierno derechista de India (aliado de Estados Unidos), y hasta arrimándose al régimen criptofascista de Bolsonaro en Brasil. También se asoció con la junta militar para cometer un genocidio en Guatemala, que resultó en el asesinato de 200.000 personas, en su mayoría indígenas mayas. Los sionistas ayudaron y entrenaron a la Fuerza Libanesa y a las Falanges, al Ejército Libanés del Sur y a facciones de Al Qaeda; incluso coordinaron directamente con el Estado Islámico. En esto, Israel ha llevado a cabo una agenda a la que ha sido leal desde su fundación: convertirse en la punta de lanza del imperio en todo el Tercer Mundo y contra las luchas sociales y de liberación nacional. Consideramos que estos hechos son altamente relevantes para constituir una política antisionista, la cual históricamente ha sido inseparable de una posición internacionalista y anticolonial más amplia, que rechaza la injerencia imperial de Europa y Estados Unidos en los asuntos de los países del Tercer Mundo.

Por supuesto, reconocemos y aplaudimos los esfuerzos del JVP para finalmente unirse a las filas del movimiento antisionista, después de muchos años de incoherencia que contribuyeron a fortalecer el proyecto colonial sionista bajo la máscara del «sionismo liberal». Sin embargo, la claridad histórica e ideológica es importante. El antisionismo es una política internacionalista, a la que nuestros/as propios/as predecesores/as, palestinos/as y judíos/as, han hecho importantes contribuciones. Defendemos ese legado, y abrazamos calurosamente este importante paso de JVP al desarrollar un análisis cada vez más agudo del sionismo, como parte de una lucha compartida para librar a la región de Israel y de todos los residuos reaccionarios del proyecto sionista. Por eso querríamos llevar a nuestra aliada aún más lejos, para que JVP pueda entender el antisionismo como lo que es: una ideología liberacionista enraizada en el antiimperialismo y el antirracismo. Esta visión del antisionismo sólo tiene una conclusión lógica: el rechazo total a todas las formas de sionismo y el apoyo a la verdadera descolonización.

 

Eyad Kishawi, activista palestino y miembro de Al-Awda

Max Ajl, Túnez

Liliana Córdova-Kaczerginski, Madrid