Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Durante toda su existencia, Israel ha sido retratado como una sociedad «civilizada» con «principios democráticos liberales» propios de Occidente, defendida por un ejército «heroico». La cobertura que los medios occidentales han efectuado ha sido francamente parcial a favor de Israel, a pesar de la enormidad de sus crímenes de guerra y de las violaciones israelíes del derecho internacional y de las normas civilizadas. Sin embargo, ese Israel es más una fabricación que una realidad. Está construido sobre la ficción.
Largas décadas de difamación y deshumanización de árabes y musulmanes llevadas a cabo por los gobiernos occidentales, los inherentemente racistas medios de comunicación y la industria sionista de entretenimiento de Hollywood han ido condicionando a sucesivas generaciones de occidentales (y no occidentales) para cegarles frente a los estereotipos anti-árabes y anti-musulmanes. Desde los EEUU a Europa y a Australia, la creciente persecución y alienación de musulmanes y árabes ha sido legitimada por los gobiernos mediante nuevas leyes y legislaciones que discriminan a árabes y musulmanes. Además, los gobiernos occidentales están utilizando los sucesos del 11-S y la «amenaza» del terrorismo para infundir temor, fomentar la islamofobia y asegurarse el consentimiento para perpetuar la guerra contra las naciones árabes y musulmanas.
En EEUU, la influencia sionista -dirigida por el lobby judío pro-Israel y los sionistas cristianos- en los medios estadounidenses, el sistema educativo, las instituciones políticas y la psyque nacional es absoluta. Por ejemplo, los palestinos «aparecen casi completamente deshumanizados», escribió el difunto Edward Said. Sin embargo, todos los musulmanes, independientemente de su nacionalidad, soportan lo peor del racismo actual. Según una encuesta del Washington Post recogida en marzo de 2006, una mayoría de ciudadanos estadounidenses cree que los «musulmanes son propensos, de forma desproporcionada, a la violencia». Y por eso, el asesinato de musulmanes y la destrucción de sus países llegan a ser aceptables para el público occidental, consiguiendo neutralizar los sentimientos en contra de la guerra [1]. En otras palabras, el racismo moviliza a los pueblos en pos de la guerra. Denuncio este racismo porque una vez más nos enfrentamos a la creciente amenaza de un nuevo y más poderoso clon del fascismo.
En comparación, los «israelíes» -judíos que viven en Israel- son retratados como «civilizados» y gente «amante de la paz». Los soldados israelíes, que se entrenan a propósito para matar a escolares y mujeres palestinos y utilizan a los palestinos como escudos humanos, aparecen reflejados como «héroes». Los crímenes de guerra israelíes y los crímenes contra la humanidad no sólo no son recogidos por los medios occidentales sino que son también justificados como operaciones de «auto-defensa». El denominado «Estado judío», donde el 25% de la población vive bajo la línea de la pobreza, con la tasa más alta de pobreza infantil de los países capitalistas, es considerado como la «luz que brilla en lo alto de la colina». Los graves niveles de corrupción entre los políticos y las elites militares israelíes, así como la masiva ayuda militar proporcionada por gobiernos occidentales, son un tabú en los medios occidentales.
Basado en su ideología actual de un «Estado únicamente judío» y su brutal comportamiento con los palestinos, Israel es un Estado Apartheid [3,4]. Aunque el racismo anti-palestino y anti-árabe es endémico en la militarizada «sociedad israelí», las leyes israelíes discriminan también a los no-judíos. Incluso los judíos son clasificados según su etnia y los estadounidenses -los partidarios incuestionables de Israel- son considerados «gentiles indignos». De hecho, Israel es el único estado donde el desprecio racial y la limpieza étnica de todos los palestinos constituyen una ideología oficial [5] y ha sido la herramienta formidable de Israel para la ocupación y expansión. Israel está haciendo todo lo que es posible hacer para normalizar y legitimar esta ideología fascista.
Como la Alemania de Adolf Hitler, Israel está siguiendo meticulosamente un genocidio en Palestina. Israel trata a los palestinos en particular, y a los árabes en general, como Untermenschen [subhumanos]. Los dirigentes israelíes consideran a todos los palestinos (hombres, mujeres y niños) como blancos legítimos, y justifican el asesinato diario de palestinos indefensos por ser «militantes» y «terroristas». Al igual que durante el fascismo, los medios occidentales -mediante esfuerzos implacables- han normalizado y legitimado el terror y la brutalidad de Israel en la conciencia occidental. La ilegal ocupación israelí de las tierras árabes, el asesinato diario de civiles inocentes palestinos por las fuerzas ocupantes israelíes, la destrucción de infraestructurales civiles vitales y los secuestros ilegales, encarcelamiento y tortura de árabes no son considerados motivos de resistencia legítima. Hay al menos 10.000 prisioneros árabes (en su mayoría palestinos y libaneses) en las prisiones israelíes; incluidos cientos de mujeres y niños. Israel -apoyado por EEUU y los gobiernos occidentales- ejerce en la región el monopolio absoluto de la violencia,
Aunque Israel es retratado como una «democracia», Israel niega los derechos humanos a más de un millón doscientos mil «árabes israelíes» (20% de la población de Israel): palestinos que han permanecido dentro de las fronteras creadas por Israel en 1948. Como «Estado únicamente judío», Israel se opone al derecho de la minoría palestina a una igualdad nacional basada en la fórmula de principios «democráticos». Además, Israel está dividiendo sistemáticamente su minoría palestina en entidades étnicas separadas para asimilarlas en la «sociedad israelí» y eliminar su identidad nacional palestina. Los dirigentes israelíes y una gran mayoría de «israelíes» están a favor de la limpieza étnica (‘traslado’) de todos los palestinos. La política ilegal y criminal prosigue en diferentes partes de Palestina, incluida Jerusalén donde, hasta hace poco, los palestinos constituían la mayoría de la población [2].
Además, tras la victoria de Hamás en las elecciones legislativas palestinas del pasado mes de enero, Israel, apoyado por EEUU y la UE, impuso castigos colectivos a toda la población palestina (en Gaza y Cisjordania) para coaccionar a su población y socavar al gobierno democráticamente elegido de Hamas, inventando el pretexto de que la resistencia y el movimiento político deben renunciar a la violencia y reconocer a Israel. Pero, ¿cuándo Israel ha reconocido a los palestinos y ha renunciado a la violencia?
Mientras escribo estas líneas, Gaza, el mayor Campo de Concentración de la historia, continúa bajo estado de sitio y constantes bombardeos por parte del ejército israelí. Al menos 250 civiles palestinos, 65 de ellos niños y al menos 30 de ellos mujeres, fueron asesinados por el ejército israelí desde el 25 de junio de 2006. 1.400.000 prisioneros palestinos en ese Campo están al borde de la inanición. El asedio es parte del castigo colectivo impuesto a los palestinos por los gobiernos occidentales por el hecho de haber ejercido sus derechos democráticos.
Además, Israel ha estado asesinando y secuestrando a los dirigentes democráticamente elegidos de Hamas. El objetivo de esas políticas ilegales y criminales es derribar el gobierno de Hamas y destruir las aspiraciones democráticas de los palestinos. Por consiguiente, los palestinos tienen sólo una opción: someterse al terror y a la brutal ocupación de Israel o arriesgarse a vivir aterrorizados y condenados a morir de hambre por una fuerza brutal.
En su visita a Israel del 30 de agosto de 2006, El Secretario General de Naciones Unidas Kofi Annan urgió por vez primera a Israel a detener la matanza diaria de civiles palestinos inocentes e hizo un llamamiento para que dejara de bombardear y lanzar misiles a Gaza. «Doscientos palestinos han muerto desde finales de junio… Esto deber terminar de forma inmediata», dijo Annan. «Debe levantarse el cierre de Gaza; los puntos de salida deben abrirse», añadió. Fue halagüeño, pero también ineficaz y engañoso. Es importante recordar que Kofi Annan estaba en Oriente Medio para servir a los intereses estadounidenses-israelíes a costa de los palestinos y de los árabes en general.
Mientras tanto, en Nueva York, el Coordinador para la Ayuda de Emergencia de Naciones Unidas Jan Egeland manifestó a los informadores: «Gaza es un bomba de relojería… No puedes cerrar un área que es poco mayor que la ciudad de Estocolmo y mantener allí a 1.400.000 personas, de las cuales 800.000 son jóvenes y niños, y estar lanzándoles 200 proyectiles diarios, virtualmente todos los días, sellar las fronteras… no dejarles vivir, no dejar que entren suministros humanitarios…». Egeland cesó pronto de condenar el terrorismo de Israel contra los palestinos. Gaza es un campo de concentración, casi completamente aislado del mundo exterior. La única diferencia entre Gaza y los Campos de Concentración es que los Campos tenían electricidad y agua, Gaza carece de ambos servicios.
En Líbano, además de la masiva e indiscriminada destrucción de la economía y de las infraestructuras civiles, un gran número de civiles, en su mayoría mujeres y niños, fueron masacrados por el ejército israelí. Al menos 1.500 civiles libaneses, la tercera parte niños, fueron asesinados durante la agresión israelí y varios miles más heridos. Los ataques criminales similares a los de los nazis fueron diseñados para destruir la voluntad de resistencia del pueblo libanés frente al terror de Israel. Los gobiernos de EEUU y Reino Unido apoyaron abiertamente los crímenes de guerra y retrasaron a propósito el «alto el fuego» inmediato, favoreciendo un derramamiento de sangre y destrucción mayores.
Del mismo modo que el objetivo de EEUU-Israel es destruir a Hamas y la voluntad palestina es resistir frente a la ocupación israelí, el objetivo de guerra de Israel y EEUU en el Líbano es la destrucción de Hizbollah como movimiento político y resistencia contra el terrorismo de Israel, junto al control del Líbano. La ideología de EEUU-Israel es defectuosa y fallida porque los objetivos ideológicos no se consiguen con la violencia y el terrorismo. Al igual que Hamas, Hizbollah es una organización de base y está profundamente enraizada en la sociedad israelí.
Durante 34 días, Israel lanzó indiscriminadamente sobre el Líbano toneladas de bombas fabricadas en EEUU. EEUU no sólo apoyó el terrorismo de Israel sino que continuó enviando más bombas a Israel y permitió que destruyera al máximo la infraestructura y economía del Líbano, en flagrante violación del derecho internacional y de las Convenciones de Ginebra. En varios ataques israelíes sobre los pueblos libaneses situados en la frontera con Israel, el ejército israelí ordenó a la población abandonar sus pueblos. Una vez que la gente reunió sus pertenencias y empezó a escapar en camiones, minibuses y coches, fueron cobardemente atacados por el «heroico» ejército israelí en abiertas carreteras. Los medios occidentales ocultaron velozmente las atrocidades llamando a estos crímenes de guerra «operaciones audaces» y «ataques quirúrgicos».
Israel utilizó el terrorismo abierta y deliberadamente sin hacerse responsable de sus acciones. Cuando se les pidió que justificaran los crímenes de guerra contra civiles inocentes en Líbano y Gaza, el Embajador Adjunto de Israel en Naciones Unidas, Daniel Carmon, dijo: «No podemos probar con seguridad que todos los civiles en el sur del Líbano eran puramente civiles inocentes… No hay apenas distinción entre Hizbollah y la población civil… En toda la región no podías distinguir entre unos y otros». Carmon definió justamente a Israel como un estado terrorista cuando dijo: «El terrorismo escoge de forma deliberada a civiles inocentes». Esta ha sido parte de la ideología racista de Israel desde sus comienzos en 1948 sobre la tierra palestina.
Sin vergüenza alguna, los dirigentes occidentales y los medios denominaron la agresión y crímenes de guerra israelíes como «legítima autodefensa de Israel», en flagrante contradicción con los informes de Naciones Unidas, de Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional que mostraban que las fuerzas israelíes estaban violando las leyes humanitarias y seleccionando a propósito blancos civiles y cometiendo por tanto crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
Para proteger a Israel de la responsabilidad de sus crímenes de guerra y borrarlos de la memoria histórica, se celebró de inmediato en Suecia el 31 de agosto de 2006 conferencia internacional de «donantes». La conferencia no fue nada más y nada menos que un acto de propaganda vergonzosa y no tuvo nada que ver con «ayudar» al Líbano. Su objetivo fue borrar los sufrimientos de los libaneses de la conciencia occidental. La «erosión de la memoria histórica» es muy importante en un momento en que se produce una continua campaña de propaganda para preparar a la opinión pública para otra guerra, probablemente contra Irán.
Después de permitir que Israel destruyera completa e indiscriminadamente el Líbano, el rico Occidente comprometió 347 millones de dólares (la UE prometió 117 millones y EEUU 230 millones de dólares) para la reconstrucción del Líbano. Se estima que la destrucción de la economía y la infraestructura libanesa necesitarán más de 15.000 millones de dólares para reparar y volver al nivel que tenían antes de la guerra. Los estados árabes del Golfo proporcionarán el resto de los 950 millones. Se sugirió que la «ayuda» forma parte de la rapiña de guerra. La hipocresía sin tapujos de la conferencia aparece resumida en la declaración del Primer Ministro sueco Goran Persson: «Nuestro mensaje debería ser claro y firme: no estáis solos… La guerra puede ser el negocio de algunos, pero la paz será siempre nuestro común deber», declaró. Suiza fue el único país occidental en condenar los crímenes de guerra de Israel contra el Líbano.
Aunque es verdad que la opinión pública mundial ha cambiado de opinión a favor de la resistencia contra el terrorismo de Israel, sin embargo, los judíos permanecen en silencio. Con la excepción de unos pocos judíos a nivel individual, la gran mayoría de judíos y las organizaciones judías más importantes de todo el mundo apoyan incondicionalmente los crímenes de Israel contra los civiles palestinos y contra los civiles árabes en general. Recientemente, la principal organización de EEUU de rabinos ortodoxos modernos (Rabbinical Council of America) aconsejó al ejército israelí que se preocupara menos de los civiles indefensos libaneses durante los indiscriminados ataques contra civiles en Líbano.
Los judíos de todo el mundo condenaron rápidamente a quienes criticaron la destrucción deliberada de la economía e infraestructura civiles libanesas. Cualquier crítica a Israel se relaciona inmediatamente con los crímenes contra los judíos del pasado. La acusación del denominado «anti-semitismo» es utilizada como una herramienta para amedrentar e intimidar a quienes se atreven a criticar el terrorismo y los crímenes de guerra en Oriente Medio. La acusación ha probado ser una herramienta certera y ha sido utilizada eficazmente por Israel y los sionistas de todo el mundo. Por ejemplo, cuando la Ministra alemana de Ayuda al Desarrollo, Haidemarie Wieczoreck-Zeul pidió una investigación de Naciones Unidas por el uso indiscriminado de Israel de bombas racimo para atacar los centros de población y los civiles libaneses inocentes, la Ministra fue acusada de ser «anti-semita» por el presidente del Consejo Central de los Judíos Alemanes. La misma acusación se lanzó contra Ken Roth, el director de HRW por su muy prudente crítica a los ataques deliberados e indiscriminados de Israel contra el Líbano.
Además de esta masiva y bien orquestada campaña de propaganda a favor de Israel, los gobiernos occidentales continúan armando a Israel de armas nucleares, químicas y biológicas. Por ejemplos, sucesivos gobiernos alemanes apoyaron el terrorismo israelí y proporcionaron a Israel nuevas armas (tales como submarinos nucleares). La justificación de estar creando este monstruo excesivamente armado y violento es que Israel está bajo amenaza y, si no arman a Israel, Alemania se arriesgará a ser acusada de ser «anti-semita» y la imagen de los alemanes se verá dañada por el mundo. Desde luego, todo esto no son más que falsedades. Israel no estuvo nunca bajo ninguna amenaza y sigue libre de amenazas en la actualidad. Es Israel quien nunca ha parado de atacar a sus vecinos y quien ha rechazado vivir en coexistencia pacífica.
Bajo la hoja de parra de Naciones Unidas, los gobiernos europeos (la UE) se movieron con velocidad para suministrar una gran fuerza militar, enmascarándola como fuerza de Naciones Unidas, para proteger a Israel de un Líbano devastado. La reciente injusta y vergonzosa Resolución de Naciones Unidas (1701) -elaborada por EEUU, Israel y Francia- es un buen ejemplo significativo. A pesar de la enormidad de los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad israelíes, Israel está apoyado de forma abrumadora por los gobiernos occidentales, a pesar de la actual ocupación del territorio libanés y del ilegal mantenimiento de prisioneros palestinos y libaneses.
La destrucción indiscriminada del Líbano sirve a los intereses estratégicos de Europa y le proporciona una «oportunidad» para ejercer su viejo papel imperialista en Oriente Medio. Durante décadas, los civiles palestinos y libaneses permanecieron sin protección y sometidos al terror diario de Israel. Como en 1982, la fuerza de NNUU en suelo libanés servirá para proteger a Israel y observar cómo comete más crímenes de guerra contra la población civil. El asedio (bloqueo) de Líbano ha sido traspasado a las fuerzas de la UE y pueden morir europeos para proteger los intereses de Israel y EEUU.
Justo cuando se anunció la Resolución 1701, las fuerzas israelíes -aprovechando la ocasión para vengar cobardemente su derrota- corrieron al Líbano y ocuparon más territorio libanés. Los aviones de combate israelíes lanzaron indiscriminadamente miles de bombas racimos sobre centros de población. Según Naciones Unidas, «se utilizaron 359 bombas de racimo para atacar poblaciones que están ahora contaminadas con más de 100.000 bombas pequeñas sin explotar». Jan Egeland, el Coordinador para ayuda Humanitaria dijo: «Cada día, va a haber gente alcanzada, herida y muerta por esas armas. No debería haber sucedido… Lo que es espantoso y… completamente inmoral, es que el 90% de los lanzamientos de bombas de racimo tuvo lugar en las últimas 72 horas del conflicto, cuando sabíamos que habría una Resolución», dijo Egeland. La realidad es que se le dio tiempo a Israel para que cometiera más crímenes justo después de que se anunciara la Resolución 1701. Egeland también falló a la hora de condenar las flagrantes violaciones israelíes en curso del denominado «alto el fuego».
Además, los «israelíes» han estado matando y llevando a cabo «limpieza étnica» con los palestinos durante seis décadas, a menudo con la complicidad de Naciones Unidas. Decenas de miles de inocentes palestinos, en su mayoría mujeres y niños han sido asesinados innecesariamente por el «Estado Judío» con total conocimiento de la ONU y de EEUU. Desde 1948, la ONU ha demostrado que es una herramienta para promover intereses occidentales y sionistas-estadounidenses a costa del pueblo palestino, y en contra de la gran mayoría de la opinión pública mundial.
En todas sus guerras contra los árabes, casi todos los ataques israelíes fueron premeditados actos de agresión dirigidos deliberada e indiscriminadamente contra objetivos civiles. El denominado «heroico» ejército israelí es un mito fabricado por Israel y Occidente para promocionar imágenes inventadas. Durante seis décadas, los soldados israelíes fueron entrenados para matar escolares, mujeres y manifestantes desarmados, y para asesinar hombres palestinos desarmados. Los modernos y caros helicópteros F-16, Apache y Cobra suministrados por EEUU, y los tanques israelíes Merkava han aterrorizado a una población indefensa bombardeando escuelas, casas, hospitales y campos de refugiados. Otra historia es cuando los soldados israelíes se enfrentan con un enemigo (como los combatientes de Hizbollah) entrenado y preparado para contraatacar. Israel raramente ha luchado y ganado en una guerra real.
La guerra de los «Seis Días» fue un mito diseñado para imponer una imagen inventada de la superioridad militar israelí sobre los árabes. Es «el mito de la invencibilidad». En 1967 no hubo guerra de los «Seis Días» cuando el ejército israelí -apoyado por fuerzas occidentales- supuestamente derrotó una «amenaza» de los «ejércitos árabes». Fue un acto premeditado y preventivo de agresión contra Jordania, Siria y Egipto, que estaban armados con reliquias rusas de segunda mano. Los duros ataques aéreos y terrestres orquestados por los gobiernos occidentales e Israel, quienes obligaron a las fuerzas árabes a detenerse y permitieron que Israel se expandiera ilegalmente ocupando las tierras árabes en Egipto, Siria y las palestinas de Cisjordania y Gaza.
El pretexto de las armas de destrucción masiva fue fabricado para justificar la agresión anglo-estadounidense contra Iraq, destruyendo innecesariamente el país y matando a cientos de miles de civiles inocentes iraquíes, vimos otra «amenaza» inventada utilizada para anexionarse tierra árabe. En 1982, Menachem Begin admitió que Israel no estaba amenazado por los egipcios, y que la «amenaza» fue una mentira fabricada para justificar los ataques contra los árabes.
Aunque Israel se retiró del territorio egipcio tras firmar un tratado de paz con Egipto, todavía ocupa ilegalmente los Altos del Golán en Siria y los Territorios Palestinos, incluida Jerusalén. La Resolución 242 llama a Israel a retirarse sin condiciones de todas las tierras árabes ocupadas. Además de no cumplir esa Resolución, Israel ha violado incontables Resoluciones de NNUU.
En tiempos recientes, el fuertemente armado ejército israelí no pudo acabar con la apenas armada resistencia palestina y ocupar el Campo de Refugiados de Yenin o Gaza en seis días. La reciente agresión israelí contra el Líbano es otro ejemplo. A pesar de la enormidad de los crímenes de guerra cometidos contra el Líbano, el ejército israelí fue derrotado en la frontera por la heroica resistencia de los combatientes de Hizbollah.
Por otro lado, muy poca gente conoce hoy en día que en 1973 Israel fue derrotado y que la guerra contra Egipto marcó un punto decisivo en el curso de la historia de Oriente Medio. El 6 de octubre de 1973, las fuerzas egipcias pudieron cruzar el Canal de Suez -la mayor barrera de agua jamás cruzada en la historia de la guerra- y superar las enormes y fortificadas barreras de arena israelíes, rompiendo la línea Bar Lev de Israel. El General israelí Ishi Javitch admitió el 16 de septiembre de 1974 que: «Los ejércitos árabes han conseguido gran parte de sus objetivos. Probaron que podían superar el temor y luchar una guerra con un valor sin parangón. Probaron que pueden cruzar la barrera del Canal de Suez. Tomaron el Canal por la fuerza». La realidad de la guerra de 1973 está claramente expuesta en el Museo del Cairo en Egipto.
Finalmente, desde 1948, Israel está perpetuando un mito que ha llevado al mundo a creer que todo lo que los «israelíes» hacen es heroico, pacifico y democrático y debe ser apoyado. Y así décadas de campañas de propaganda masiva y miles de millones de dólares -contribuyentes estadounidenses y europeos- de ayuda se han esfumado en apoyo de este inventado Israel a costa del indefenso pueblo palestino. Si las actuales políticas genocidas israelíes continúan siendo toleradas, se iniciará y disparará un holocausto palestino.
Es por tanto incumbencia de todos los pueblos civilizados del mundo no sólo denunciar a Israel como «estado único judío» violento y racista en grave violación del derecho internacional y de las normas de civilización, sino también oponerse por todos los medios posibles al militarismo y ocupación israelí de tierras árabes.
Sin embargo, lo más importante es que Israel debe rendir cuentas por cometer crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. La paz no puede alcanzarse mediante perpetua violencia. Israel debe renunciar a la violencia y retirarse de las tierras ocupadas árabes y permitir el resurgimiento de una Palestina independiente donde puedan regresar todos los palestinos.
Ghali Hassan es uno de los editores de Global Research.com. Vive en Perth, en el oeste de Australia.
Notas:
[1] Rami El-Amine, «Anti-Arabe Racism, Islam and the Left», Mrzine, septiembre de 2006.
[2] Elodie guego, «‘Quiet transfer’ in East Jerusalem nears completion», Forced Migration Review, 6 de septiembre de 2006.
[3] Uri Davies, «Israel: An Apartheid State», Zed Books: London (1987).
[4] Chris McGreal, «Worlds Apart», The Guardian, 6 de febrero de 2006.
[5] Gideon Levi (2006): «One Racist Nation», Ha’aretz, 27 de marzo de 2006.
Texto original en inglés:
http://www.axisoflogic.com/artman/publish/article_23009.shtml
Sinfo Fernández es miembro del colectivo de Rebelión.