Marc Sallas i Batlle fue cabeza de lista de la Candidatura d’Unitat Popular en los comicios de 2000 y actualmente es portavoz nacional de esta formación que, conformada por gente de sensibilidades diferentes dentro de la izquierda independentista y colectivos del ámbito local, busca poner fin a «veintitantos años de mentiras» del autonomismo para dar […]
Marc Sallas i Batlle fue cabeza de lista de la Candidatura d’Unitat Popular en los comicios de 2000 y actualmente es portavoz nacional de esta formación que, conformada por gente de sensibilidades diferentes dentro de la izquierda independentista y colectivos del ámbito local, busca poner fin a «veintitantos años de mentiras» del autonomismo para dar pasos serios hacia la construcción nacional.
El portavoz nacional de la CUP nos acerca la visión que el independentismo de izquierda y combativo catalán mantiene ante los importantes acontecimientos que están teniendo lugar en su país en los últimos tiempos, así como los retos venideros.
¿Cómo valora la CUP la actual situación creada tras la sentencia en torno al Estatut?
Ha dejado fuera de combate y con el discurso agotado al autonomismo en esta parte del país. La sentencia ha puesto sobre la mesa la contradicción fundamental entre la voluntad de nuestro pueblo y los límites que impone el actual marco jurídico y político, y esto está abriendo muchas mentalidades hasta ahora encerradas en esquemas autonomistas o federalistas. Sectores del PSOE catalán o de la derecha regionalista hablan ya de recuperar el pacto con el Estado o de apuntar ahora hacia el Concierto Económico. Ellos saben mejor que nadie que el pacto con el Estado sólo se puede reeditar desde una posición de sumisión y que el Concierto para Catalunya haría inviable el proyecto español. Están viendo cómo crecen los independentistas entre sus filas. Antiguos dirigentes del PSOE catalán están abrazando ya el independentismo como proyecto y, más importante si cabe, lo hacen desde posiciones progresistas. Por lo tanto, mientras las estructuras de los partidos mayoritarios proponen soluciones inviables, aumentan los que ven en la independencia la única solución.
¿Qué es la CUP?
Es una organización asamblearia de la izquierda independentista que busca estructurar un espacio de unidad popular. Estamos convencidos de que desde el ámbito local, desde los ayuntamientos, se puede también estructurar la construcción nacional. Enlazamos, además, con la tradición histórica del independentismo de los ochenta y, tras «el desierto» de los noventa, logramos articular un movimiento relativamente importante en torno a las elecciones municipales de 2003, que se incrementó en 2007.
Somos como una balsa de aceite que se va expandiendo y, aunque es evidente que nuestra implantación es desigual en el país, somos conscientes de nuestra capacidad para aumentar nuestra presencia actual.
Recientemente la CUP ha decidido no participar en las elecciones autonómicas en el Principat previstas para otoño…
La decisión se tomó antes de las consultas y hay que contextualizarla en ese momento. Optamos por centrar todos nuestros esfuerzos electorales en las municipales de 2011. Llegamos a la conclusión de que podía ser demasiado pronto para tomar parte en las autonómicas, aunque somos conscientes de que vamos avanzando, poco a poco, hacia una organización nacional; en su momento, ese tipo de consultas habrá que tomarlas en consideración.
El auge del independentismo, al menos en clave social, es una realidad innegable en la sociedad catalana.
Tras cuarenta años de fascismo, hemos tenido veintitrés de pujolismo, y lo que ha venido después… Hemos soportado todo ello en forma de Constitución, Estatut, autonomismo… y parece que la gente va despertando.
Además, se ha empezado a perder el miedo; mucha gente estaba de acuerdo con la independencia, pero temía la reacción de Madrid. Las movilizaciones de febrero de 2006 o de diciembre de 2007 mostraron claramente los síntomas de agotamiento de la sociedad respecto al modelo de todos esos años. En ese contexto cabría añadir la celebración de más de quinientas consultas por la independencia antes de este verano.
Evidentemente, el peligro podemos verlo tras las elecciones autonómicas, ya que algunos buscarán cerrar la puerta que se ha abierto, y la CUP, y el conjunto de la sociedad catalana, debe evitar que la puerta vuelva a cerrarse. A partir de octubre no se puede cerrar, la hemos abierto entre todos.
¿Qué papel juegan las consultas en la activación de ese creciente potencial independentista?
Las consultas sirven básicamente, para tres objetivos: organizar a la gente, creer que la autodeterminación es posible y hacer frente al Estado español. Por otra parte, es evidente que las consultas están dejando un importante fondo de democracia participativa, de participación popular, algo inusual en el mundo actual. Además, queda por todo el territorio gente organizada en defensa de la autodeterminación, y eso supone un importante capital político.
¿No se corre el peligro, tras el éxito de las consultas, de que al materializar ese movimiento surjan diferencias y pugnas personalistas que echen por tierra el trabajo unitario?
Madrid se pone a temblar cuando la población catalana se moviliza conjuntamente e intentará aprovechar las discrepancias para ampliar las grietas de esa movilización y apoyo popular.
Por otro lado, la gente no se ha dejado amedrentar por los oportunistas de siempre que quieren buscar protagonismo cuando el río baja lleno. Ese peligro siempre está ahí, pero se trata en la medida de lo posible de sumar fuerzas al proceso y, además, la democracia directa no ha estado controlada «por los de siempre».
Sin embargo, la realidad nos ha demostrado que el cansancio hacia el autonomismo y la posterior crisis económica mundial han propiciado que la gente decida situarse por encima de las tácticas partidistas. La mayoría de la gente no milita en partidos políticos; pertenece a asociaciones de vecinos, clubes deportivos… En definitiva, la gente ha cumplido el papel del Estado, organizando las consultas, animando a la participación y no haciendo campaña por el sí o por el no.
¿Cómo se afronta la cuestión de la territorialidad de los Països Catalans, algo que puede parecer aparcado por algunos actores políticos?
Hay que distinguir entre el sector que representa las posiciones de centro-derecha, que se ha apuntado al independentismo y que hace una apuesta por una parte de la nación, el Principat, y cuyo modelo socioeconómico es neoliberal, y los sectores independentistas populares, de izquierda, que tienen una propuesta totalmente diferente y para los que la territorialidad está muy clara: los Països Catalans. Aunque ello no es óbice para reconocer la posibilidad de diferentes ritmos, dejando patente que la configuración de la República catalana deberá ser definida en el futuro.
Como ha dicho una destacada figura del independentismo catalán, habrá que dotar de contenido a la independencia.
Evidentemente, y así apostamos por vincular el hecho nacional con el social. La CUP entronca con esa tradición y busca su aplicación en el siglo XXI, desde los ayuntamientos, pero también en otros espacios. Somos conscientes de que la construcción del socialismo del siglo XXI es una cosa que nos atañe a todos y a todas los que formamos parte del movimiento independentista de izquierda y combativo.
¿Cuáles son los retos de la CUP?
A nivel electoral, nuestro próximo reto serán las elecciones municipales de 2011, y a nivel de país, aguantar la puerta abierta para que no se cierre o no nos la cierren en nuestra narices. En ese contexto, existe un peligro objetivo: el autonomismo puede buscar renacer. Utilizando una frase muy manida, «lo viejo no ha terminado de morir y lo nuevo no ha acabado de nacer». Hay que frenar la posibilidad de que el autonomismo vuelva, no podemos repetir otros veintitantos años de mentiras, de llenarse la boca con la palabra «país», pero llenando al mismo tiempo sus bolsillos.
En vista de todo ello, la actual fotografía partidista e institucional podría verse superada por la propia sociedad civil…
La gente está percibiendo cada vez con más claridad que esos partidos políticos son una especie de «oficinas de colocación», sin ideología o proyecto político. Ése era el país de la autonomía, pero la gente no es tonta y se ha dado cuenta de lo que se esconde en ese modelo; está comenzando a «despertar colectivamente», a socializar posiciones que en los años ochenta eran minoritarias.
Ahora que el país está avanzando colectivamente hay que evitar que quienes pretenden reeditar el acuerdo con el Estado español, que ya hay quien lo estará pensando, lo puedan hacer. El Estado español, cuando se crea o se sienta acorralado, buscará a los sectores que puedan pactar con él. Por eso, un reto a medio plazo es evitar que se produzca esa situación.
También tenemos otro reto importante, que es acentuar y profundizar la organización. Ahora ya es evidente que el país va despertando poco a poco y cada vez son más los que desenmascaran el llamado «oasis catalán» que, como fue muy bien definido en su día, no era otra cosa que «aguas tranquilas pero putrefactas»; una situación en la que el Estado español estaba cómodo y donde la población catalana tenía que soportar el hedor que emanaba de esas aguas.
Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20100705/208484/es/El-autonomismo-parte-pais-ha-quedado-fuera-combate