El bloqueo. Hay palabras que de tan repetidas pierden su valor semántico. Así pasa en el caso de Cuba. Con eufemismos como «sanciones» o «embargo», Washington intenta minimizar el sentido de una deliberada, sistemática, elaborada y creciente política de genocidio dirigida a matar por hambre y enfermedades al pueblo cubano. Ese es su verdadero y […]
El bloqueo. Hay palabras que de tan repetidas pierden su valor semántico. Así pasa en el caso de Cuba. Con eufemismos como «sanciones» o «embargo», Washington intenta minimizar el sentido de una deliberada, sistemática, elaborada y creciente política de genocidio dirigida a matar por hambre y enfermedades al pueblo cubano. Ese es su verdadero y único objetivo, como aparece en documentos ya desclasificados de los archivos de seguridad nacional de la potencia norteña. Las medidas de estrangulamiento económico contra Cuba son una pieza fundamental en toda una estrategia multifacética dirigida a liquidar a la revolución. En rigor se trata de una guerra no declarada que en virtud de la privilegiada posición internacional del bloqueador no sólo impide las relaciones económicas entre ambos -lo que pudiera llamarse embargo-, sino que en la práctica condena a la isla a no recibir créditos internacionales, salvo a tasas draconianas, y le enajena el acceso a muchos otros mercados. La sola comparación del importe de los fletes desde puertos lejanos a la isla, que esta se ve obligada a pagar al no poder comprar en Estados Unidos demuestra un costo muy lesivo únicamente en ese rubro. La Habana calcula en más de 79 mil millones de dólares los daños y perjuicios ocasionados en su totalidad por esta práctica ilegal, condenada por la inmensa mayoría de los gobiernos del mundo. Pero esta cifra no es suficiente para expresar el monto de sufrimientos y privaciones cotidianas impuestos a millones de cubanos.
Sustancian esta afirmación miles de hechos en la vida diaria. Un hospital oncológico desprovisto de citostáticos que casi únicamente producen las transnacionales estadunidenses. Una cooperativa cuyos tractores no funcionan porque carecen de las refacciones necesarias. Un niño asmático que no dispone del nebulizador que lo sacaría de la crisis. Porque no es sólo que Cuba no pueda adquirir estos bienes en el mercado estadunidense; es que allí donde las autoridades de la isla intentan realizar cualquier operación comercial llega la larga mano de la CIA para impedirlo mediante las presiones o la amenaza de represalias al suministrador. Pero ninguna administración como la de Bush II ha hecho de esta actividad una obsesión enfermiza. Clara muestra de ello es la multa de cien mil dólares impuesta a un avión de Iberia en el aeropuerto de Miami porque en su despensa había unas decenas de los famosos puros cubanos.
Lo que hay detrás de todo esto es un plan de anexión de Cuba a Estados Unidos. Quien revise la historia encontrará que desde la segunda mitad del siglo XVIII los padres fundadores de la naciente república norteamericana trazaron una línea estratégica que consistía en apoderarse de la Isla por cualquier medio; fuera comprándola u ocupándola militarmente, como ocurrió en 1898. Si Cuba no llegó a ser nunca formalmente una colonia de Estados Unidos se debe única y exclusivamente a la resistencia del pueblo cubano. Esta fue lo suficientemente fuerte como para impedirlo incluso en las circunstancias en que el país fue ocupado militarmente por su poderoso vecino. El triunfo de la revolución en 1959 acrecentó los afanes anexionistas del norte. Washington no estaba dispuesto a tolerar en sus propias narices un foco de rebeldía capaz de multiplicarse del Bravo a la Patagonia. El fracaso de todos los intentos por doblegar a Cuba por vía militar llevó al agresor a ensayar las más disímiles tácticas, entre ellas el terrorismo, unido a una verdadera urdimbre legal en la que se sustenta el proyecto de asfixia económica. Con la ilegítima llegada de Bush a la Casa Blanca esta línea de acción se ha fortalecido como nunca antes hasta desembocar en la creación de la llamada Comisión para la Asistencia a una Cuba Libre. La Comisión dispuso la rápida destrucción del poder revolucionario mediante una «acelerada» transición a la democracia y al libre mercado, la misma receta neoliberal que está llevando la caldera latinoamericana a punto de explosiones de gran magnitud. En breve la Asamblea General de la ONU condenará una vez más el bloqueo con la sola oposición de Estados Unidos y algún que otro de sus regímenes clientes. Pero será principalmente la acción conjunta del pueblo cubano y de los millones de personas que en Estados Unidos se oponen al bloqueo lo que más temprano que tarde terminará con una guerra económica que ya dura cuatro décadas.