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El conflicto en Palestina, reflejado en una casa

Fuentes: Alternative Information Centre

Lo que está ocurriendo en la casa de la familia Al-Kurd, en el barrio de Sheikh Jarrah de Jerusalén Este, entre sus paredes, en su pequeño jardín y en la acera de enfrente, parece una representación en miniatura de lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en la tierra que va desde el Mediterráneo hasta […]

Lo que está ocurriendo en la casa de la familia Al-Kurd, en el barrio de Sheikh Jarrah de Jerusalén Este, entre sus paredes, en su pequeño jardín y en la acera de enfrente, parece una representación en miniatura de lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en la tierra que va desde el Mediterráneo hasta el río Jordán. Su situación ilustra las claves del conflicto en la Palestina histórica.

La casa

A la izquierda, la sección de la casa Al-Kurd tomada por los colonos. A la derecha, la carpa utilizada como entrada a la sección trasera de la casa donde aun vive la familia. (foto tomada por ISM Palestine)

A mitades de febrero del 2009, un grupo de colonos judíos irrumpió en la casa y ocupó una parte de la misma. Los colonos alegan que la casa les pertenece. Poseen unos antiguos documentos otomanos que, supuestamente, muestran que en esta zona existían propiedades judías antes de 1948. Estos documentos, sin embargo, no aparecen registrados en los archivos otomanos investigados en Ankara, lo que hace dudar de su autenticidad. Los colonos, además, creen que la tumba de «Simón el Bondadoso» se encuentra en el barrio.

En 1948, cuando se declaró el estado de Israel en una tierra en la que aproximadamente el 70% de la población era árabe-palestina, los argumentos fueron similares. Combinaban historia y religión: los judíos habían estado viviendo allí hasta hacía 2000 años, en ella se hallaban sus lugares religiosos más importantes y era la tierra que Dios les había prometido.

La partición de Palestina y la expansión continua de Israel.

En ambos casos, un grupo de personas reclama el derecho a la propiedad de una tierra sin tener la más mínima relación de parentesco, incluso remoto, con los que anteriormente habitaban la zona, basándose únicamente en compartir la misma religión. En efecto, los actuales colonos en la casa Al-Kurd no tienen conexión alguna con los supuestos antiguos habitantes del barrio, más allá de que también eran judíos. Tampoco los inmigrantes venidos de las Américas, Europa, el Medio Oriente y África, que consolidaron el carácter exclusivamente judío del estado, pueden justificar parentesco alguno con los que vivían en los antiguos reinos de Israel y de Juda.

La partición de la casa Al-Kurd, dividida por un tabique, es una metáfora de la dolorosa partición de Palestina y replica las mismas dinámicas de violencia, dominación y expolio. Para empezar, la partición es solo la primera etapa en un proceso de expansión y expulsión. Los colonos están ocupando actualmente una parte de la casa que se considera una extensión «ilegal» del edificio original (la municipalidad de Jerusalén prácticamente no da permisos de construcción a sus habitantes árabes, lo que les obliga con frecuencia a construir «ilegalmente» para poder proveer espacio de vivienda a las nuevas generaciones). Además, han intentado tomar el resto de la casa en varias ocasiones, aunque de momento sin éxito gracias a la resistencia de la familia, los vecinos y la solidaridad de activistas. Sin embargo, están a la espera de que se resuelva el proceso judicial para poder ocupar el resto de la casa y expulsar a la familia definitivamente. De una forma similar, la partición original de Palestina fue el principio de un proceso de expansión del estado de Israel, que continua hasta hoy con la paulatina judaización de Jerusalén y la construcción imparable de asentamientos en Cisjordania.

La casa Al-Kurd y sus alrededores es un hervidero de tensión y de enfrentamientos. En una situación de ocupación, la convivencia entre vecinos es imposible. Los Al-Kurd y sus vecinos árabes son víctimas frecuentes de pedradas y agresiones físicas por parte de los colonos y las protestas que se organizan contra los desalojos son reprimidas violentamente por la policía y el ejército. El barrio está siempre fuertemente vigilado, los coches patrulla y las rondas de vigilancia aseguran que el status quo se mantenga a favor de los colonos. La «matriz de control» sobre la población palestina, un laberinto de leyes, ordenes miliares, burocracia kafkiana, obstáculos al libre movimiento y guerra de baja intensidad, especialmente visual en Cisjordania con un enorme muro y un sinfín de puestos de control, es la fórmula utilizada para imponer una situación injusta. El odio y sufrimiento generado en Sheikh Jarrah es un microcosmo de lo que ha generado el proyecto sionista y la ocupación de Palestina.

La familia

La tienda de campaña de la familia Al-Ghawi (foto tomada por ISM Palestine)

Los Al-Kurd son originarios de Haifa, de donde huyeron ante los avances del ejercito judío en 1948, refugiándose tras la línea de armisticio, en Jerusalén Este. Posteriormente se beneficiaron de un programa de la UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina) y el gobierno jordano, que les cedió terrenos en Sheikh Jarrah a ellos y a otras 27 familias para construir sus casas. Desde entonces, los Al-Kurd y el resto de las familias del vecindario rehicieron su vida en la ciudad . Ahora están a punto de quedarse nuevamente sin casa y de convertirse en refugiados por segunda vez.

El programa de las Naciones Unidas y el gobierno jordano no les ha garantizado la seguridad jurídica sobre sus casas y se han quedado al margen del nefasto desenlace. El papel de la comunidad internacional y de las Naciones Unidas en el conflicto se ha caracterizado precisamente por las desastrosas consecuencias que ha tenido para los palestinos. Desde el plan de partición de la ONU en 1947, hasta la inactividad ante las constantes violaciones de los derechos humanos por parte del estado de Israel, su parte de responsabilidad en la creación y sostenimiento del conflicto es ineludible.

Más directa es la intervención de Estados Unidos, que proporciona cuantiosa ayuda económica y militar a Israel, y de la Unión Europa, que mantiene una relación de comercio preferencial con este país. La intervención de los regímenes árabes tampoco se ha caracterizado por un esfuerzo genuino para luchar por los derechos del pueblo palestino, sino que más bien se ha guiado interesadamente por razones geo-políticas.

En Sheikh Jarrah, 4 familias ya han sido expulsadas de sus casas y 24 familias más están en peligro de desalojo. Este proceso de limpieza étnica de la población palestina del barrio, es una continuación a pequeña escala del Naqba, el éxodo forzado de más de 750,000 palestinos de sus casas y tierras con el que se forjó el estado de Israel. La tienda de campaña situada en la acera de enfrente, que habita la familia vecina Al-Ghawi después de haber sido desalojada de su hogar en agosto, trae recuerdos de los campamentos de refugiados surgidos en 1948. Entonces la expulsión se realizó con ataques y avances militares. Hoy en día, en Jerusalén, se lleva a cabo mediante un entramado de políticas y de leyes discriminatorias y con los colonos como punta de lanza, reforzados por la policía y el ejército. A través de la historia personal de los Al-Kurd se pueden trazar las diversas modalidades del expansionismo sionista en Palestina. 

Un campamento de refugiados de 1948.

Los colonos

En 1972, las organizaciones colonas Comité Knesset Israel y el Comité de la Comunidad Sefardí lograron fraudulentamente que 28 casas del barrio se registrasen a su nombre. Las familias palestinas se han negado a reconocer este supuesto cambio de propiedad y a pagar alquiler. Las últimas décadas se han caracterizados por continuos procedimientos judiciales, investigaciones y apelaciones, que los tribunales israelíes han ido resolviendo a favor de las organizaciones colonas. Los desalojos de las familias palestinas se producen bajo la justificación de que los inquilinos no están pagando alquiler. Una empresa de construcción colona americana, Nahlat Shimon International, ha presentado ya un plan para cuando la zona se haya desalojado por completo: derruirá las viviendas actuales para dar paso a unos 200 apartamentos que se convertirán en un nuevo asentamiento judío.

Los colonos de la casa Al-Kurd son mayoritariamente jóvenes religiosos y ortodoxos nacionalistas radicales. Son voluntarios y viven el proceso con un entusiasmo ciego. Su profunda ideologización ha acabado deshumanizando su visión de los palestinos y les permite obviar el sufrimiento que han ocasionado a la familia.

Las organizaciones colonas cuentan con apoyo tanto público como privado. Sus fondos provienen de aportaciones de capital judío de Israel y del extranjero, y de discretas operaciones gubernamentales administradas por varios ministerios bajo nombres confusos. El estado además cubre frecuentemente los costes de su seguridad privada. Las estrechas conexiones entre estas organizaciones y el estado han desembocado en una relación simbiótica donde se fraguan las decisiones territoriales estratégicas de Israel. Como declara una organización colona, Ateret Cohanim, en su página web: «Determinación y colaboración con las autoridades han probado ser el viejo método del sionismo, es el asentamiento judío el que determina las fronteras del estado!». La política de hechos consumados expande de facto las fronteras de Israel, independientemente de que estén reconocidas internacionalmente o no.

En el caso de Jerusalén, la meta es crear las condiciones materiales para realizar el sueño sionista de una ciudad unificada y exclusivamente judía. El ayuntamiento ha presentado recientemente el Plan Maestro Jerusalén 2030, que va abiertamente encaminado en esa dirección y pone en peligro inminente a las poblaciones de los barrios palestinos céntricos de la ciudad.

El desenlace

A través de un análisis de los actores involucrados en la debacle de la casa Al-Kurd y de la observación de ciertos paralelismos históricos generales, surgen los componentes principales que avivan el conflicto: la esencia excluyente del proyecto sionista y el respaldo explícito e implícito del exterior articulado por entes privados, actores estatales y organizaciones internacionales. En la casa Al-Kurd están en juego todas las fuerzas del expansionismo colonial sionista, y todavía está por ver si el movimiento de protesta que recientemente ha surgido en la zona, y la renovada batalla judicial, podrán ponerle freno. En este caso, sería preferible no mirar atrás y luchar para que la historia no se vuelva a repetir.