Traducido por Nadia Hasan y revisado por Caty R.
En Estados Unidos y Occidente somos capaces de debatir libremente acerca de Dios y su existencia, debatir acerca de Jesús, Moisés, Mahoma, debatir acerca de los éxitos y fracasos de Estados Unidos, debatir nuestra Constitución y su interpretación. Somos libres para debatir acerca de George Bush y su estupidez, sus crímenes contra Estados Unidos y el mundo y sus muchos fracasos. Somos libres para debatir cualquier cosa y acerca de todo, excepto sobre el sionismo, Israel y el judaísmo. En Palestina y en el mundo árabe se nos permite discutir sólo algunas cosas, pero una cosa de la que nadie se atreve a discutir es la OLP, su ilegitimidad y sus fracasos.
Israel ha cometido crímenes de guerra durante más de 20 días en Gaza, matando y asesinando a sangre fría a mujeres y niños, destruyendo hogares, escuelas, centros sociales, instalaciones de las Naciones Unidas, mezquitas y hospitales, sin embargo, nadie en EEUU y Occidente se atreve a hacer una crítica a Israel, sus prácticas racistas y criminales, como hemos visto en la rechazo de la BBC a transmitir el llamamiento para la ayuda a Gaza, y en el ataque a Paul Simon y CBC por su difusión del reciente especial de por qué ya no es posible una solución de dos Estados.
Mahmud Abbas, cuyo mandato presidencial expiró hace un par de semanas y que ha perdido toda su legitimidad como presidente de Palestina y de la Autoridad Palestina, se presentó ayer en El Cairo y declaró que en ningún caso habrá diálogo con quienes (Hamás) ponen en duda la legitimidad de la Organización para la Liberación de Palestina.
Estoy seguro de que todos los palestinos y el mundo árabe, con la excepción de los pocos palestinos que están en la nómina de la OLP, saben muy bien que la OLP ha perdido toda la legitimidad que tenía hace 20 años. Lo que queda ahora de la OLP no es más que tal vez un par de docenas de «parásitos» alrededor de Mahmud Abbas, beneficiarios directos de su generosidad financiera. Estoy seguro de que si los salarios desaparecieran, la OLP se arrugaría como una patata caliente.
Para empezar, la OLP nunca fue elegida o votada por el pueblo palestino, la OLP no fue elegida por la Liga Árabe, que en sí es de dudosa legitimidad con muchos líderes árabes que llegaron al poder por los tanques, pero no por los votos, y sin ninguna legitimidad. Así como en ningún momento el pueblo palestino, en un debate abierto o foros ha votado nunca por la OLP ni la ha elegido como «la única representante del pueblo palestino». Una organización como la Liga Árabe, de dudosa legitimidad, no puede votar o seleccionar a la OLP en nombre y por cuenta del pueblo palestino. La Liga Árabe no tiene un mandato para representar al pueblo de palestina, y qué decir de seleccionar a su representante, nunca.
Incluso en su apogeo, la OLP nunca fue legítima ya que sus funcionarios y miembros no fueron elegidos por el pueblo, sino a través de un proceso similar en muchos aspectos al antiguo Partido Comunista de la ex Unión Soviética, donde el partido, por su cuenta y sin consultar a la población, eligió a sus miembros generales y éstos eligieron a una lista de candidatos como dirigentes. Lo mismo cabe decir de la OLP. Arafat como líder de un partido organizó y financió sindicatos como el de los maestros, artistas, científicos sociales, ingenieros, estudiantes, etc. para formar parte del «partido» y presentar la lista de liderazgo para dirigir y representar a estos «sindicatos» y, a su vez, estos mismos dirigentes votasen por el mismo líder (Arafat) que los votó a ellos. Por lo tanto, el Consejo Nacional Palestino, que es el congreso «elegido» por el pueblo, nunca fue elegido a través de elección abierta: sino que más bien sus miembros fueron seleccionados por Arafat y su pandilla. Un proceso erróneo hasta la médula.
Por lo tanto, el Congreso Nacional Palestino no representa verdaderamente al pueblo, y Arafat y su banda nunca fueron votados por el pueblo palestino dentro y fuera de Palestina. Por eso nunca hubo nunca un debate serio y abierto sobre cuestiones de interés para el pueblo como la ocupación, la liberación, la creación de instituciones en representación del pueblo de la diáspora; por no hablar de las múltiples mortales y criminales decisiones adoptadas por Arafat y el liderazgo de la OLP. Nunca hubo un debate sobre lo que ocurrió en Jordania en 1970, nunca un debate sobre lo que sucedió en Líbano, nunca un debate sobre lo que ocurrió en Tel-Zaater y Sabra y Chatila, nunca un debate sobre lo que ocurrió para obligar al exilio a 350.000 palestinos de Kuwait, nunca un debate y mucho menos la presentación de cargos penales y civiles contra todos los que cometieron crímenes de guerra contra el pueblo palestino. Igualmente preocupante es la falta de convocatoria de debate o rendición de cuentas de las decenas de miles de millones del dinero del pueblo que simplemente desapareció durante la tenencia de Arafat, Abbas y Qurai. Decenas de miles de millones del dinero del pueblo robado por los mismos dirigentes que se supone que son fideicomisarios de su dinero y su futuro. Como tal, el Consejo Nacional Palestino no era más que un congreso que respondía «sí» al liderazgo de forma parecida al congreso de la Unión Soviética, un grupo de personas «sí» que sirven a la voluntad de sus amos, los dirigentes.
Fueron el último Arafat y sus socios, Abbas y Qurai, una vez firmado el acuerdo de Oslo por el que reconocían a Israel y la ocupación y se convirtieron en sus agentes y administradores, quienes simplemente descartaron a la OLP como entidad. El trío palestino de Arafat, Abbas y Qurai convirtieron a la OLP en una organización «cáscara» poniendo a una serie de cuadros leales en la nómina sólo para mantener a la OLP «oxigenada». La Autoridad Palestina se convirtió en el socio financiero y jurídico de la ocupación judía. Arafat y Abbas simplemente pusieron a la OLP en un congelador para usarla sólo cuando sea necesario y para servir al propósito de la ocupación judía.
En virtud de los acuerdos de Oslo, Israel reconoció a la OLP como «la representante del pueblo palestino» y la única autorizada para firmar y ejecutar un «acuerdo de paz» con Israel. De ahí la insistencia de Mahmud Abbas en la OLP y su papel en el «proceso de paz». Sin la OLP de Abbas, Israel no puede consolidar la ocupación, no puede resolver la cuestión de los refugiados, no puede mantener los asentamientos judíos y no podría tener un socio financiero y de seguridad. La insistencia de Abbas en la legitimidad de la OLP no tiene nada que ver con poner fin a la ocupación judía, no tiene nada que ver con el muro de apartheid, no tiene nada que ver con poner fin a los asentamientos judíos, no tiene nada que ver con el retorno de los refugiados, no tiene nada que ver con Jerusalén, no tiene nada que ver con los crímenes de guerra judíos, no tiene nada que ver con los 11.000 rehenes palestinos de Israel, ciertamente no tiene nada que ver con el asedio de Gaza, con la guerra en Gaza y los crímenes de guerra judíos cometidos en Gaza. Tiene todo que ver con sus obligaciones legales en la OLP en virtud de los acuerdos de Oslo para entregar Palestina y el pueblo palestino, bajo ocupación y en la diáspora, a Israel. Sin la OLP Israel no puede alcanzar un «acuerdo de paz» que hace de Israel un socio controlador de toda la Palestina ocupada en 1967, incluida Jerusalén.
En cuanto a Israel y la falta de debate, todos sabemos lo que le pasa a cualquiera que se atreva a decir algo o a hablar en público. Terminan en las calles de Washington, Berlín, París o Londres, políticamente acabados y arruinados. Una bala mortal espera a todos aquellos que se atreven a hablar. Lo mismo ocurre en Palestina y el mundo árabe.
Fuente:
http://palestinethinktank.com/2009/02/07/sami-jamil-jadallah-the-forbidden-debate/