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Entrevista con el filósofo Jacques Grinevald

«El decrecimiento es una cuestión de conciencia»

Fuentes: Es Fácil ser Verde

Los automóviles ‘verdes’ emanan de una lógica de progreso industrial y de crecimiento y no lograrán curar los males del planeta, sostiene el filósofo Jacques Grinevald. El profesor en el Instituto Universitario de Estudios del Desarrollo y pionero en el movimiento del decrecimiento responde a swissinfo al margen del abierto Salón del Automóvil de Ginebra. […]

Los automóviles ‘verdes’ emanan de una lógica de progreso industrial y de crecimiento y no lograrán curar los males del planeta, sostiene el filósofo Jacques Grinevald. El profesor en el Instituto Universitario de Estudios del Desarrollo y pionero en el movimiento del decrecimiento responde a swissinfo al margen del abierto Salón del Automóvil de Ginebra.

-P: Los fabricantes de automóviles aumentan cada vez más la oferta de coches ‘verdes’. ¿No es peor el remedio que la enfermedad?

-Jacques Grinevald: Su lógica está enfocada en las partes de mercado y en el crecimiento. Las grandes empresas ven posibilidades de abrirse nuevos mercados en los países emergentes. Piensan que se avecinan buenos tiempos, que estamos en el inicio de la era del automóvil.

Aseguran que el modelo X o Y es mucho más limpio, y de esta manera hacen todo lo necesario para evitar que el consumidor no establezca una relación con el cambio climático.

Tengo la sensación de que la industria automovilística hace caso omiso de los grandes problemas que se avecinan: la penuria de crudo -las cantidades son insuficientes para satisfacer la avidez del mundo- y sobre todo el cambio climático, que se acelera y ya nadie lo niega.

Los biocarburantes están al orden del día. Pero es ilusorio e irresponsable hacer creer que todo el mundo se habrá recuperado dentro de veinte o treinta años. Hay que alimentar a la población mundial antes de alimentar los coches y las lujosas necesidades de una minoría (los países ricos). Es una elección que nace de la ética, de la conciencia.

-P: Frente a esta lógica, usted respalda y ha sido uno de los artífices de la idea del decrecimiento. ¿Qué se entiende por decrecimiento?

-J.G.: El decrecimiento es físico. No se trata de una sociedad de decrecimiento, sino de hacer decrecer los flujos de materia y de energía.

Respecto al automóvil, necesitamos coches menos pesados, que consuman menos gasolina, que tengan menos aceleración y que vayan menos rápido (menos desgaste de los vehículos, menos accidentes). El problema es que esto no interesa desde la lógica del crecimiento.

-P: ¿Es realista y aplicable esta idea del decrecimiento?

-J.G.: Personalmente, intento ser coherente con mis ideas. Tengo que admitir que cuando tenía veinte años, me encantaban los coches. Yo soy de la generación del Mini Cooper. A veces sueño con conducir el modelo actual del Mini Cooper, pero me abstengo.

Y recibo no pocas invitaciones. Sin embargo, me niego, por ejemplo, a viajar a Buenos Aires para dar una conferencia de una hora, porque considero que es absurdo.

Algunos jóvenes y también algunos ancianos son conscientes de que nuestra sociedad no es desarrollada, sino excesivamente desarrollada. Es decir, que hemos sobrepasado las capacidades que puede soportar la biosfera.

Esta idea del decrecimiento implica un límite inferior -la miseria o la extrema pobreza– pero también un límite superior – la idea de que hay gente que vive por encima de sus posibilidades, en el sentido ecológico del término.

Se necesita una toma de conciencia, un poco de humildad. Nuestra sociedad occidental, que domina el planeta desde hace varios siglos, se ha convertido en terriblemente arrogante, antropocéntrica. Se trata, pues, de una cuestión de conciencia. Y del sentido que damos a nuestra existencia.

Yo soy docente. Para mí, hay que enfocarse esencialmente en la educación más que en las obligaciones. Hay que evitar caer en un nuevo bolchevismo.

-P: ¿En Suiza son contados los defensores del decrecimiento?

-J.G.: En primer lugar, la palabra decrecimiento no es un concepto. Es una cosa retórica que nos permite decir: ‘Fíjate, ¿y si saliéramos de la lógica del crecimiento?’

Se trata de un movimiento totalmente minoritario y marginal. Pero, a pesar de todo, es uno de los signos culturales que anuncian lo que va a pasar dentro de diez o veinte años.

En ese movimiento hay ayatolás y otra gente que no se da demasiada importancia. El sentido del humor es un factor esencial. ‘La gente seria tiene pocas ideas. La gente con ideas nunca es seria’, dijo Paul Valéry. Me atrevo a afirmar que esa lógica se aplica también al decrecimiento.

-P:  ¿Qué diferencia hace usted entre el decrecimiento y un concepto hoy tan omnipresente como es el desarrollo sostenible?

-J.G.: Muchas multinacionales han interpretado el desarrollo sostenible como un crecimiento sostenible, ‘ecológicamente bueno’. El problema reside en que el crecimiento económico implica una dimensión física.

En otras palabras: el desarrollo sostenible no cuestiona esta idea de que la riqueza de las naciones es fundamentalmente una riqueza material, en el sentido que la entiende la sociedad industrial.

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