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Somos los dueños del planeta

El Discurso Imperial

Fuentes: Rebelión

No hay guerra sin retórica. Antonio Machado. El pasado 8 de enero seis personas resultaron muertas y unas diez y seis heridas cuando un hombre sin motivo aparente, disparó contra estas en Tucson en el estado de Tejas en los Estados Unidos de América. Dentro de los heridos estaba Gabrielle Giffords, miembro de la Cámara de […]

No hay guerra sin retórica.

Antonio Machado.

El pasado 8 de enero seis personas resultaron muertas y unas diez y seis heridas cuando un hombre sin motivo aparente, disparó contra estas en Tucson en el estado de Tejas en los Estados Unidos de América. Dentro de los heridos estaba Gabrielle Giffords, miembro de la Cámara de Representantes. La consternación natural por la masacre fue bastante grande dadas las circunstancias de involucrar a una congresista federal.

Sin embargo, un hecho como este no es extraordinario en los tiempos recientes de Estados Unidos. En Columbine Colorado en 2001 ocurrió una matanza con similares características, en la cual doce estudiantes murieron; en Virginia en 2007 en hechos comparables, fueron muertas treinta y tres personas. Si miramos más atrás, en acontecimientos afines en Texas en 1966, hubo diez y seis víctimas [1] , y así un larguísimo etcétera.

Mucho es lo que se ha discutido sobre la ocurrencia periódica de estas matanzas al interior de la nación militarmente más poderosa del planeta, llegándose hasta realizar impactantes documentales cinematográficos sobre el tema [2] , intentando dar una explicación humanista.

No obstante lo anterior, un connotado ideólogo estadounidense afirmaba sin empacho una justificación de los actos de guerra dirigidos contra otros pueblos por parte del gobierno de Washington con argumentos del siguiente tenor:

«Su objetivo consiste en la expansión de las elecciones libres, el imperio de la ley y el autogobierno democrático a pueblos que sólo conocen el fratricidio [3] (El subrayado es nuestro)

Si hemos de referirnos concretamente al fratricidio en el mundo, EE.UU. se debería autoinvadir, pues allí es donde ocurren episodios constantes de homicidios, sin una causa explicable bajo los parámetros del conocimiento presente, siendo victimarios y víctimas miembros de pequeñas comunidades que se podrían estimar como parientes.

En este mismo contexto es difícil de aceptar que lo afirmado por el influyente periodista Robert D. Kaplan no se refiera a su propia nación, cuando habla de un futuro cercano en otros continentes:

«Será difícil que los estados y los gobiernos locales protejan físicamente a sus ciudadanos. Así en muchos casos acabarán por extinguirse« [4] .

Es una verdad de apuño que el gobierno federal y local son incapaces de salvaguardar con eficacia la existencia de los conciudadanos. ¿Kaplan hablará de la extinción de los Estados Unidos? Imposible.

También cuesta trabajo no pensar que el académico conservador canadiense Michael Ignatieff se está refiriendo a otro país y no a EE.UU., o que hace uso extremo del recurso de la ironía, cuando afirma sin sonrojarse:

«…no existen colonias americanas y que las compañías estadounidenses no necesitan que su gobierno conquiste territorios a la fuerza para que ellas puedan acceder a los mercados [5]

Lo percibido ostensiblemente por todo el mundo es bien diferente de esta afirmación, pues el gobierno pentagonal, especialmente luego de la Segunda Guerra Mundial, ha literalmente sembrado el planeta de toda clase de bases, las cuales constituyen sencillamente colonias militares defensoras directas de los intereses de las compañías gringas y de sus aliados capitalistas de Europa fundamentalmente [6] . Bástenos relatar que hacia septiembre de 2001 habían más de 250 mil militares estadounidenses desplegados en 153 países [7] , una cantidad que después de aquel mes creció geométricamente.

Tampoco el tema se reduce a ser las expresiones de algunos renombrados entusiastas del dominio irradiado desde Norteamérica; los documentos oficiales del gobierno al más alto nivel contienen esta clase de desatinos:

«Las democracias que respetan los derechos de su pueblo prosperan y son aliados firmes de América« [8] .

Realmente aliados como Arabia Saudita, tal vez el más preciado estado al que se le otorga esta categoría, distan mucho de poseer un gobierno que respete los derechos de sus habitantes y menos aún de ser tan siquiera formalmente una democracia. De igual forma el gobierno de Egipto, otro protegido especial, fue un ejemplo de lo que significaba el abuso de poder y la violación de los derechos humanos, tanto así que logró concitar un rechazo tal que generó una rebelión nunca antes vista en la región en febrero pasado.

En cuanto a la propagación de la democracia como forma ideal de gobierno a un pueblo bajo control estadounidense, el profesor Eric Hobsbaum hace la siguiente reflexión:

«Colombia es buen un ejemplo que contradice que el gobierno liberal democrático es preferible a lo no democrático, con la violencia de más de 50 años [9] «.

En el discurso oficial estadounidense, los papeles reales de la situación mundial se yuxtaponen absurdamente, pues quien ha contravenido el orden jurídico internacional y en los últimos sesenta y cinco años ha arrojado dos bombas atómicas a ciudades inermes, agredido decenas de países, destina ingentes recursos para la guerra, etc., acusa a otros de representar una amenaza:

«un puñado de estados pone en peligro la seguridad regional y global porque contraviene las normas internacionales« [10] .

Recordemos como el gobierno de Washington ha sido condenado por la Corte de la Haya, por violar gravemente el orden internacional al agredir a Nicaragua durante los años ochenta.

La intimidación por la amenaza del uso ilimitado del poder destructivo de sus armas es esgrimida sin eufemismos en los pomposos planes oficiales:

«Los EE.UU. deben reservarse el derecho de actuar unilateralmente si fuera preciso para defender a nuestra nación y nuestros intereses, y aún así intentar adherirse a los estándares que gobiernan el uso de la fuerza« [11] .

En ejercicio de esta retórica discordante se llega cínicamente a negar la historia pasada y presente:

«Estados Unidos no impondrá un sistema de gobierno a ningún país« [12] ; «El compromiso de América con la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho es la esencia de nuestra fortaleza e influencia en el mundo. Este compromiso debe cultivarse también mediante nuestro rechazo a acciones como la tortura que no están en línea con nuestros valores«. [13]

¿Qué dirán los habitantes de Irán, Vietnam, Puerto Rico, Nicaragua, Panamá, etc., etc., al respecto de la no imposición de gobernantes? ¿Y los de Cuba, que tiene una ley del congreso gringo especialmente destinada a derrocar su gobierno? (Ley Torricelli: dentro del derecho internacional nula). En el caso de los maltratos citaremos como bajo esta administración, el uso de la tortura se ha mantenido y se ha ampliado respecto a su predecesora [14] .

Para regresar al punto inicial del constante amago de aplastar a quienes se opongan a la realización de los planes de dominación, el residente actual de la Casa Blanca dice al respecto:

«Continuaremos reequilibrando nuestras capacidades militares para ser los más sobresalientes en contraterrorismo, contrainsurgencia, operaciones estabilizadoras y en enfrentar amenazas en materia de seguridad cada vez más sofisticadas, a la vez que aseguramos que estamos listos para afrontar todo tipo de operaciones militares« [15] .

Los enunciados sobre democracia, derechos humanos, progreso, obligaciones internacionales, cooperación parecen tener más el sentido de comodines de eufemismos suavizantes de coacciones a gobiernos estimados como hostiles, de advertencias para los ‘socios’ o ‘aliados’ a fin de no desfallecer en su compromiso de vasallaje, y de pretexto de toda clase de intervenciones ante los rebeldes.

Por ello la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de la cual extractamos las últimas citas, al contrastarla con la realidad constituye un entramado de abstracciones, vacíos históricos, valores repetidos sin sustento material, voluntarismo, egolatría, incentivo del miedo, megalomanía, y mucha arrogancia.

En el discurso del Estado de la Unión de este año, el cual es un desarrollo de la ESN, encontramos las mismas incoherencias un poco más detalladas, pues campesinos aún más empobrecidos alrededor del mundo no pueden sino denostar de los TLC, o millones de humanos sin el derecho a la asistencia médica luchar contra la privatización de los servicios de salud auspiciados por la fuerza o diversas intimidaciones directas o indirectas por parte de EE.UU., a pesar de lo cual Obama expresa que:

«Alrededor del mundo, estamos apoyando a quienes asumen responsabilidad (?), ayudando a agricultores a cultivar más alimentos; apoyando a médicos para que cuiden a los enfermos«. [16]

No pueden faltar los enunciados abstractos de deseos grandilocuentes para el consumo interno de los estadounidenses del tipo arenga, elaborados mediante sucesivos ditirambos autoafirmantes:

«el ejemplo moral de Estados Unidos debe brillar siempre para todos aquellos que anhelan la libertad, y la justicia y dignidad. Ya que hemos iniciado esta labor, esta noche podemos decir que el liderazgo de Estados Unidos se ha renovado y que la posición de Estados Unidos se ha restaurado« [17] .

Empero, en veces el lenguaje ha de tornarse áspero y desafiante. Por ejemplo el documento del Consejo de Seguridad Nacional (NCS) 68 de 1950, es un manual arquetipo de los postulados de belicosidad de gobiernos posteriores, con sus expresiones de «la necesidad de pelear si es necesario por la defensa de nuestra forma de vida« [18] , algo históricamente nunca disputado a los EE.UU.

Si hemos de analizar someramente las declaraciones del presidente de los Estados Unidos en sus visitas al exterior, hallamos así mismo una continuidad con la retorica anterior en cuanto a la arrogancia y la intención clara y cortante de no desear ser juzgados por ninguna instancia, aún por crímenes reconocidos en sus propios documentos oficiales; allí tenemos al actual presidente estadounidense visitando Chile y en vez de ofrecer disculpas por crímenes ya públicos, altaneramente afirma que ‘no nos podemos quedar en atrapados en la historia [19] . Una frase que no entendemos por qué no fue utilizada como argumento de defensa por parte de los acusados nazis y japoneses en los procesos de Núremberg y Tokio luego de la Segunda guerra Mundial.

Por su puesto, la labor doctrinaria no es fácil debido a que dar sentido racional a lo que es inhumano conlleva soportar permanentes paradojas. No obstante ante la opulencia de recursos no faltan los mercenarios de la diatriba y la exaltación haciendo sus aportes. A la sazón ahí tenemos al Proyecto Nuevo Siglo Americano (PNSA), esa famosa logia de pensamiento reaccionario; o a otros que trabajan por su cuenta con idénticos propósitos como Norman Podhoretz, Francis Fukuyama y Paul Wolfowitz (este último con cargo oficial en el gobierno de George W. Bush).

El discurso imperial es llevado a la mente de los destinatarios desde el pilar irrefutable de todo el discurso de los ideólogos estadounidenses, el cual es simple y llanamente:

«… que Estados Unidos posee el mundo« [20] .

Este dogma es la base sobre la cual reposa toda la estructura ideológica expresada. Sin este valor absoluto no se podrían sostener variadas justificaciones-explicaciones de la intromisión violenta o no en decenas de países de todos los continentes y su consecuente dominación y explotación.

La justificación-explicación contenida en la retórica de la política exterior de EE.UU. tiene unos tiempos muy bien definidos para su presencia y profundidad al interior de la nación. Esta guarda una íntima relación con las fricciones causadas por situaciones de conflicto abierto, cuando los espacios de libertad, preservados incluso constitucionalmente, son restringidos, y la población es más propensa a aceptar raciocinios maniqueos [21] , sin una elemental valoración. Ello naturalmente, es acompañado del control de los medios de comunicación ejecutando intensas fabricaciones de miedos, ansiedades y olvidos.

El trabajo de los medios amaestrados y omnipresentes, no sobra repetirlo, es muy significativo en la materia, puesto como decía David Hume, las cosas humanas se guían por la opinión y sin el apoyo a los intereses creados el poder real ‘no tardaría en desvanecerse’. [22]

En la práctica este tipo de ideología imperial expansiva ha penetrado el pensamiento de la mujer y hombre promedio estadounidense de una forma tal, que ha tomado por asalto su cultura y su imaginación más profundamente de lo que aquellos mismos pueden reconocer [23] . De hecho se ha convertido en el cimiento de las opiniones de aquellos.

Para el beneficio de un imperio (es decir conquista, dominio, omnipresencia) no se puede saber todo lo que ocurre, y si se llega a conocer, no se pueden permitir interpretaciones libres, por muchos llamamientos a la libertad de expresión que se efectúen y loas a pluralidad de puntos de vista sean realizadas. En consecuencia como parte de un orden natural y lógico dentro de las normas discursivas de los poderes dominantes al interior del discurso emergen las ‘mentiras nobles’, citadas por el pensador imperialista Leo Strauss; por ejemplo aquella de las armas de destrucción masiva en poder del gobierno de Iraq [24] . Al arribar a este tipo de principios de gobierno se sabe de sobra en la historia de la humanidad, que se está pisando el territorio del secretismo y la falacia como parte importante de la manera de mantener a raya al vulgo.

A la sombra de tales bases de pensamiento y acción, la apelación por parte de los consejeros, doctos, especialistas, asesores, etc. alrededor del poder ejecutivo gringo a reconocidas doctrinas de abierto semblante fascista, resulta como una muy poco explicada pero natural consecuencia de los postulados actuales de la toma del planeta.

Las leyes emanadas del Capitolio o la Casa Blanca determinantes del tipo de dominación estatuida, imponen un estado de emergencia intemporal expandido a todo el mundo, una supremacía del presidente de la nación, que le concede la virtual soberanía en materia jurídica, y el poder supremo como real legislador.

La analogía de tales preceptos jurídicos dominantes en Washington en la última década, con soportes de la ideología nacionalsocialista alemana salta a la vista. Doctrinas como ‘El Führer Garantiza el Derecho‘ o el ‘Principio del Führer‘, facilitantes del dominio totalitario sobre la población, de inspiración del ideólogo nazi Carl Schmitt, al entregar al poder de una persona atribuciones de juez supremo y legislador, guardan una precisa similitud con la preponderancia obtenida por el poder ejecutivo estadounidense luego del 11 de septiembre de 2001. Las políticas del Poder Ejecutivo Unitario’ (Unitary Executive: una teoría justificatoria de la supremacía presidencial y de sus delegados frente a los restantes órganos estatales) de la Casa Blanca no pueden interpretarse de otro modo [25] .

Al respecto afirma escuetamente Eric J. Hobsbawn:

«Imagínese un mundo gobernado sobre los parámetros de Schmitt. No es un proyecto muy tentador [26]

Cuesta mucho trabajo aceptar un mundo regido bajo estas máximas, un lugar donde no sea posible imaginar una mejora fundamental del orden presente y que por tanto la historia pueda haber llegado a su fin, como anunciaba uno de los flamantes filósofos políticos del clímax estadounidense de los años noventa. [27] Si no es posible el idear una sociedad con menos sufrimiento y opresión que la implantada en el marco del imperialismo de la era postindustrial y su guerra permanente, retomando las formas nazistas de control poblacional, entonces debemos concluir la ocurrencia de una catástrofe social y política planetaria conducente a un brusco retroceso, cuando esperábamos justamente haber superado padecimientos anteriores a la Ilustración.

A este paisaje retórico la evocación permanente la religión le añade un carácter metafísico a las justificaciones de agresiones ignominiosas. El estado más poderoso del presente, empleando los artilugios más sofisticados que la tecnología ha creado, como resultado del proceso de crecimiento del conocimiento humano en los recientes trescientos años, donde se ha establecido que la experimentación y los hechos comprobados son la base de la ciencia, constantemente utiliza en sus parlamentos invocaciones religiosas, para dar fuerza a sus aseveraciones sobre la motivación y pertinencia de sus violentos procederes.

Un antecedente del sustento imperialista en la religión podemos encontrarlo, en una especie de ‘alianza’ con el dios judeo-cristiano formulada hacia 1640 en Nueva Inglaterra en una asamblea política:

«Resoluciones:

1- La tierra es del señor, y toda su riqueza también. Aprobado

2- El señor puede dar la tierra, o una parte de ella, a su pueblo elegido. Aprobado

3- Somos el pueblo elegido. Aprobado . [28] »

Las consecuencias de tales razonamientos político-teológicos aplicados a los planes imperiales siglos después se observan en todo el mundo; la dominación y explotación de otras naciones, permite la ocurrencia de hechos de fanatismo religioso-patriotero como el protagonizado por el Teniente General William G. Boykin, Subsecretario de Estado para el espionaje, conocedor de las torturas en Iraq, quien como cristiano evangélico en su iglesia, y en uniforme militar, aparece diciendo que su dios era superior al de los musulmanes y que la guerra contra el terrorismo era una guerra contra Satán, y en consecuencia los EE.UU. habían sido atacados porque eran una nación cristiana [29] . Actuaciones de carácter semioficial como el relatado realzan otra incoherencia más de los dirigentes estadounidenses, la de acusar de fanatismo a sus opositores en el mundo musulmán.

En estos menesteres hayamos pronunciamientos maniqueistas como aquel que expresa que

«Una larga guerra tiene su origen en el mal mismo» (Collin Powell) [30] . Una explicación muy poco científica para describir una invasión en un territorio de ultramar rico en recursos.

Enunciados como este se acoplan bastante bien al pensamiento de millones de personas influenciadas enormemente en este campo, con base en la actuación dentro de los Estados Unidos de una gran variedad de iglesias protestantes, las cuales tienen una desmesurada presencia en la sociedad; existen doscientos canales de TV y alrededor de mil quinientas emisoras de radio que basan su programación en la biblia [31] .

En este contexto, la alusión repetida de ser EE.UU. la nación donde se asienta un pueblo elegido, proveniente de una especial interpretación de un pasaje del libro sagrado judeo-cristiano, reafirma las argumentaciones de la inevitabilidad de los planes y acciones de sometimiento de pueblos cercanos o lejanos, pero que de acuerdo a este planteamiento, no pueden oponerse al sojuzgamiento sin contrariar mandatos suprahumanos.

De allí al señalamiento de los rivales internacionales como entes maléficos aborrecibles, bastaba únicamente con enunciarlos. Tenemos entonces la creación en la era Reagan del ‘Imperio del Mal’ para describir a la Unión Soviética de entonces, como opositor con pinceladas malignas, o el más contemporáneo ‘Eje del Mal‘ (Axis of Evil) integrado en 2005 por Corea del Norte, Irán, Cuba, Myanmar (Brimania), Zimbabue, y Bielorusia. El cual es equivalente para los angloparlantes a una banda perversa de criminales, intrínsecamente pérfida, es decir un grupo de estados contrarios al bien representado por el dios cristiano, del cual es adalid la nación gobernada desde Washington. Empero, se puede constatar como ninguna de las naciones acusadas mediáticamente de variadas inmoralidades ha invadido o atacado otra en tiempos recientes.

En este orden de ideas no ha de faltar, la constante invocación a la más elevada abstracción de la ‘Divina Providencia’, o sea, la voluntad del mismísimo dios, que por mucho que nos esforcemos no se puede comprender, la cual posee tal fuerza presencial en la política gringa que se haya en los mismos documentos públicos o secretos que trazan la guerra [32] .

La exaltación del cristianismo protestante en lo político se refleja directamente en los aderezos ideológicos de la ‘guerra contra el terrorismo’, en la forma de «Una amplia gama de términos de índole moral e incluso teleológica, por medio de los cuales se destacaba la pureza, la entrega, el desprendimiento, la decencia y la honestidad del pueblo norteamericano, elegido por dios para la defensa de valores universales y encomendado con una misión estrictamente ética« [33] .

En otros términos, el discurso imperial, oficial o no, predica la calificación de que son los EE.UU. ‘la mayor fuerza del bien del mundo [34] ‘, lo cual es repetido cotidianamente al vapuleado ciudadano promedio estadounidense, el cual infiere necesariamente que quienes se oponen a los designios de la oligarquía gringa, son perversos, antinaturales agentes de enemigos malvados de la deidad judeocristiana. La conclusión no puede ser otra: somos los dueños del mundo por que nuestro dios lo afirma y además somos muy buenos. Es notoria la proximidad a la explicación europea un milenio atrás acerca de la conquista del mundo

Irracionales, preilustradas, manipulables, simplistas y no obstante podemos colegir finalmente que las sustentaciones metafísicas del discurso apologético gringo son fundamentales en la aceptación interna de sus ‘proezas’. «La religión tiene un contenido fuerte en el discurso que se construye alrededor del concepto explícito o implícito de nuevo imperio. [35] » El dogma religioso impregna la retórica de los panegiristas estadounidenses.

Reafirmando la belicosidad y lo metafísico, la situación imperial de los Estados Unidos es planteada históricamente por sus más fervientes apologistas como novedosa y no comparable con ninguna otra sociedad anterior, salvo el paralelo con la antigua Roma [36] ; de tal manera la argumentación actual podría haber sido expuesta por casi todos los imperios precedentes, con el lema común: ‘nuestros actos sean cuales sean, son por esencia bondadosos‘.

Si se aceptara la tesis de la defensa del bienestar del pueblo estadounidense como objetivo de las políticas de estado de parte de su gobierno, nos encontraríamos desde hace más de medio siglo con incoherencias reveladoras del nulo interés por parte del gobierno gringo en defender causas costosas a los beneficios económicos de la minoría dominante y menos aún del progreso mundial. Es el caso del Consejo de Relaciones Exteriores y el Departamento de Estado durante la Segunda Guerra Mundial, los cuales poseían un plan de apoderamiento del mundo, en compañía de una Alemania nazi victoriosa en la contienda [37] . La proclamada democracia bienhechora norteamericana, en el eventual triunfo en Europa del nazismo, hubiera sin reatos de conciencia compartido el poder mundial con los más oprobiosos ‘agentes del mal’. La religión aquí se releva nuevamente como mero pretexto ideológico.

La existencia de pruebas tangibles de los propósitos del gobierno de Washington como poder ejecutor de medidas favorecedoras de la oligarquía propia o asociada, no puede ser vista como algo excepcional, y mucho menos subterráneo; en la historia se conoce que el imperialismo no puede ser ocultado, es en la experiencia humana un acontecimiento público [38] , anunciado grandilocuentemente para reafirmarse y desanimar cualquier resistencia. La retórica cumple esa función.

El citado documento NSC-68 a pesar del recurrente lenguaje ambiguo y de referencias abstractas y metafísicas, advierte de unas aspiraciones concretas que se han prolongado en el tiempo:

«Innegociabilidad de nuestra determinación de luchar -si es necesario- por nuestro modo de vida, tal y como establece la declaración de independencia: y, con confianza inquebrantable en la protección de la divina providencia, defenderemos nuestras vidas, nuestro destino y nuestro honor sagrado

En consonancia, los enunciados de los pensadores del momento político estadounidense actual, hablan sin ambages sobre los procederes concretos del gobierno:

«Las tácticas para seguir una política de cambio de régimen pueden variar en función de las circunstancias. En algunos casos, la mejor política será apoyar grupos rebeldes conforme a los parámetros establecidos en la doctrina Reagan en Nicaragua (continuar con una conducta por la cual fueron condenados por la justicia internacional vigente) y en otras partes. En otros casos cabría apoyar a los disidentes, bien abiertamente o de forma encubierta y/o emplear sanciones económicas y el aislamiento diplomático.» [39]

No se entra en pormenores, más no se puede menos que pensar en el dolor y sufrimiento causados a miles o acaso millones de seres humanos, subyacentes en la aplicación de tan explícitos preceptos.

Naturalmente las resistencias a las cuales se enfrenta el gobierno de Estados Unidos no son pocas y están conectadas con el instinto de supervivencia biológico y social, dados los niveles de omnipresencia y ferocidad de la desposesión del capitalismo actual dentro del cual se proyecta el imperio. Las revueltas constantes contra estas políticas deben ser expuestas ante el público doméstico mediante de parámetros asimilables. ¿Cómo explicar la reacción desesperada de los oprimidos por el poder imperial si se debe ocultar al interior la depredación ejecutada?

Por ello es presentado ante el público local aquello de las revueltas sociales o los actos criminales como atribuidos a ‘terroristas’ luchando contra Estados Unidos, motivados por un frívolo sentimiento de rencor causado por el modelo de vida estadounidense:

«La americanización globalización puede producir un profundo sentido de envidia y resentimiento hacia los EE.UU. Envidia por que los Estados Unidos montar(sic) mejor el tigre y resentimiento por que la americanización-globalización da la impresión de que los EE.UU. estuvieran obligando con un látigo a todo el mundo para que se apresure, se conecte a la red, se iguale a todos los demás y marche al compas de la música cultural estadounidense hacia el mundo veloz. [40] »

La superioridad expresamente mencionada de la forma de ser estadounidense en la cúpula del poder, se desvanece en la práctica cuando verbigracia, se ejecutan prácticas bochornosamente mercantiles que compran con dinero contante y sonante fidelidades internacionales para la expansión armada [41] .

Cuando esto se evidencia demasiado, se erige aquello siempre socorrido y fácilmente manipulable por lo abstracto de que los enemigos del poderío imperial son simple y llanamente «Enemigos de la libertad». La libertad de empresa, más justamente la libertad de saqueo.

De tal forma, ‘nuestra civilización‘ es la sitiada, no importa que ningún pueblo la agreda (y pobre de aquel si lo hace). De allí se desprende como la existencia social es palmariamente irrelevante en discurso imperial. Por ello estimar a unos campesinos pobres repeliendo una agresión como <>, con el fin de evadir convenciones de la guerra universalmente aceptadas, es meramente un rasgo más del profundo pensamiento imperialista [42] .

Aquí la retórica de los panegiristas inadvertidamente retorna a tiempos apreciados hasta no hace muchos como ya idos y sepultados; la no aplicabilidad de las normas internacionales sobre prisioneros contenidos en la Ley de Leyes que resulta ser la Convención de Ginebra, a manera de tendencia jurídica sustentada académicamente en EE.UU., se encuentra directamente relacionada con la tesis jurídico-nazi de que: «No existen normas que se puedan aplicar al caos [43] «. En medio de este no es posible dar cobijo al orden jurídico por muy elemental que parezca su aplicación. Frente al caos los seres humanos pueden ser objeto de cualquier acto por vil o abyecto que sea, ya sea lejos o cerca.

Una explicación como esta va permeando todo el ambiente social devolviéndose hacia el interior de las mismas instituciones castrenses ya de por sí autoritarias y poco reflexivas, de manera similar a como fue instaurado el lenguaje del III Reich en la Alemania de entonces [44] ; las consecuencias del discurso metafísico, voluntarista y ahistórico en la destrucción de la vida comunitaria y su resistencia a la opresión son hoy como ayer, devastadoras en vidas y cultura.

La retórica debe preparar, disponer, enfurecer, hacer natural, hacer indispensable, etc., toda acción de conquista, despojo, o coacción en cualquier lugar del planeta por remoto que parezca y por muy desconocido que resulte a los habitantes de EE.UU. Pero hoy como hace dos mil años todo se circunscribe a una simple formula venida del pasado: siempre ha de haber algún sitio en el mundo en el cual se encuentre un interés en peligro o es ya objeto de ataque; si los intereses no son estadounidenses, son de aliados, y si no hay aliados se los crea, pues la guerra siempre ha de poseer un halo, así sea absurdo, de legalidad. Al presente Estados Unidos eternamente es atacado por enemigos superlativamente infames [45] .

Retornando a aquellos inspirados hombres y mujeres sustentadores de las ideas de mantenimiento y expansión imperial, en algunos casos no son meros alentadores abstractos de las acciones del músculo militar, no son exclusivos espectadores vitoreando a los gladiadores en la arena enrojecida; también son expresos consejeros de ataques concretos contra enemigos bien definidos:

«Recomiendo encarecidamente a Bush que tome medidas contra las instalaciones nucleares iraníes, ya que no hay otra alternativa… Le hice ver las consecuencias de bombardear Irán y las de permitir que los iraníes consigan la bomba» [46] .

Con los confusos sucesos que ocurren en Libia, nuevamente se presencia la iniciativa de los apologistas imperiales reclamando el empleo de las armas por cualquier justificación [47] .

Con unos preconceptos sobre el tema generados en todas las culturas y relacionados con la justicia, hablar de democracia cuando existe una tiranía, y el pueblo no posee ni remotamente control sobre sus vidas, resulta en una exposición más de impudencia, y cuando la propia nación imperial no es democrática, hace que frases como la siguiente resulten ridículas y crueles a la vez:

«como imperio dirigido por las democracias occidentales, en particular Estados Unidos, su sostén moral es liberal y democrático.« [48] .

Basta citar cuan democrático puede ser Bahréin (la sede de la Quinta Flota) y su clan monárquico, o cuanta libertad de expresión y de acción política se ejerció en Latinoamérica en los años sesenta y setenta del siglo XX, o acaso cual era el trato dado a los opositores de gobiernos como el de Suharto en Indonesia, o el Egipto de Mubarak hasta hace unos días.

Las piruetas conceptuales realizadas por quienes ideologizan las actuaciones imperiales son bastante grotescas, debido a que deben apelar a la omisión de la historia, esbozando deseos como preceptos científicos, a tomar cifras incontrastadas como dogmas. La ‘democracia americana’ en este contexto puede ser una trapacera anécdota:

«La gasolinera estadounidense… es un lugar mucho más eficiente: el cliente es el rey. La gasolinera no tiene una función social y su único propósito es vender más combustible al precio más bajo. Si es posible hacerlo sin empleados, pues, mucho mejor. En un mercado laboral flexible ya encontrarán trabajo en otra parte. ¿Demasiado cruel? Quizá, pero, este listo o no el mundo, este es el modelo que se le pide que imite cada vez más [49]

A nivel interno, en general el debate sobre los principios de la política exterior estadounidense es muy bajo teniendo en cuenta los conocidos daños causados externamente. En los centros de pensamiento que resultan ser las universidades, las conclusiones impuestas por el establecimiento oligárquico no son cuestionadas, la opinión propia de los profesores y alumnos es desalentada insistentemente, en ejercicio pleno de una censura no oficial y por ello muy efectiva. De tal manera, con los clichés afincados en centros de pensamiento e investigación como las universidades no existe debate trascendente, no son generados elementos masivos e independientes de opinión, pues los poderes oligárquicos copan todos los espacios de opinión [50] .

Sin discusión abierta no es posible sino asentir y respaldar el ditirambo de los áulicos del gobierno y el de los miembros de este, los cuales forman un único aparato de propaganda, siempre dando cohesión a retórica explicativa y justificatoria de los crímenes imperiales. Es imposible evitar no recordar en este momento a Alexis de Tocqueville, cuando manifestaba la carencia de verdadera libertad de expresión y de crítica en los EE.UU. a inicios del siglo XIX. [51] Al parecer la situación se ha mantenido.

No obstante, en veces no se puede impedir bajo el aplastante peso de los hechos y la desfachatez, que la retórica oficial se desnude fugazmente y trasluzca la realidad de todas las muertes y formas opresivas extendidas por el extranjero o incluso internamente; entonces se manifiesta expresamente que es necesario para el devenir de los negocios la brutalidad sin límites. Es lo presentado como costos del poder imperial, naturalmente no pagados por este, como escuetamente lo afirmaba la entonces embajadora de EE.UU. ante las Naciones Unidas Madeleine Albright, al declarar que la muerte de quinientos mil niños en Irak a causa de las sanciones impuestas a este país durante la década de los años noventa, e impulsadas por su nación, ‘ciertamente es una decisión difícil, pero creemos que el precio vale la pena’ [52] .

A esta altura, cualquier retórica justificatoria sólo puede limitarse a la procacidad, al impudor de la deshumanización. El resto del mundo debe callar ante la desvergüenza. El discurso por fin coincide con la realidad.

Pero esto no es muy frecuente, debiendo escucharse en el presente para la situación en Libia y otras intromisiones similares, la recurrente retórica: debemos intervenir para ayudar a causa de la «continua violación de derechos humanos, el trato brutal a su pueblo y las atroces amenazas» [53] .

Poco o nada pueden esperar quienes sean objeto de algún discurso imperial de la ayuda sempiternamente invocada como motivación para acciones de guerra; aquella significa realmente otra cosa muy distinta en la vida cotidiana de los pueblos auxiliados.

Quienes vociferan este discurso se postulan a sí mismos como amos universales, y por ello con las palabras suelen contradecir los hechos, impunemente, por ahora.

Contacto: albertorojasandrade@hotmail.com



Notas

[1] http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=900884

[2] Bowling for Columbine. http://video.google.com/videoplay?docid=8230254550353635593#

[3] Michael Ignatieff. El Nuevo Imperio Americano. Ediciones Paidos Ibérica S.A. Barcelona 2003. Pag.100

[4] Robert D. Kaplan. La Anarquía que Viene. Ediciones B S.A. 2000. Pag. 65

[5] Ignatieff. Pag 11

[6] Ver por ejemplo a Chalmers Johnson. Amenazas del Imperio. Editorial Crítica 2005. Barcelona 2005. Especialmente en el Capítulo 6: ‘El Imperio de Las Bases’. Pag. 173 ss.

[7] Ibidem

[8] Casa Blanca. Estrategia de Seguridad Nacional 2010. http://www.whitehouse.gov/sites/default/files/rss_viewer/national_security_strategy.pdf

[9] Hobsbaum. Pag. 103

[10] Casa Blanca. Ibidem.

[11] Ibidem.

[12] Ibidem

[13] Ibidem

[14] Editorial de The Nation. http://www.thenation.com/article/159161/gitmo-heartland#node-159161

[15] The Nation. Ibidem.

[16] http://www.america.gov/st/usg-spanish/2011/January/20110125214102×0.9364239.html

[17] Ibidem.

[18] Propósitos Fundamentales de los EE.UU. II http://www.fas.org/irp/offdocs/nsc-hst/nsc-68-2.htm

[19] El País. España. http://www.elpais.com/articulo/internacional/Obama/ofrece/disculpas/apoyo/pais/golpe/Chile/elpepiint/20110322elpepiint_21/Tes

[20] Noam Chomsky. Lo Que Decimos se Hace. Ediciones Península. Barcelona 2008. Pag.172

[21] El ideario neoconservador en la política exterior de Estados Unidos. Presencia y permanencia. Luis Fernando Ayerbe. http://www.ieei-unesp.com.br/portal/wp-content/uploads/2010/07/Pensamiento-Propio-jul10-Luis-Fernando-Ayerbe.pdf

[22] Ensayos Políticos. Ediciones Orbis. Barcelona 1985. Pag.60,61.

[23] Martin Green. Dreams of Adventure Deeds of Empire. 1979. Cita de William Appleman Williams en Imperio Como Forma de Vida. Fondo de Cultura Económica. Méjico 1989. Pag.15.

[24] Jaime García Neumann. Neoconservadores y Choque de Civilizaciones. Editorial Comares. Granada 2008. Pag.124.

[25] García Neumann. Pag.115

[26] García Neumann. Pag.218

[27] El Fin de la Historia y el Último Hombre. Francis Fukuyama. Editorial Planeta. Bogotá 1992. Pag.89, 90.

[28] Citado en Garrett Mattingley. Renaissance Diplomacy. Chapelhill. North Carolina University Press , 1955. Pag.290. Ziauddin Sardar, Merryl Wyn Davies. ¿Porqué la Gente Odia a los Estados Unidos? Editorial Gedisa S.A. Barcelona 2003. Pag. 222

[29] José María Tortosa. Democracia Made in Usa: Un Modelo en Cuestión. Icaria Editorial S.A. Barcelona 2004. Pag. 59.

[30] W. Kistol. R. Kagan. Contra el Eje del Mal. Editorial Almuzara. Córdoba 2005. Pag.18

[31] Mariano Aguirre, Phillis Bannis. La Ideología Imperial: La Crisis del EE.UU. con Irak. Icaria Editorial. S.A. Barcelona 2003. Pag.23

[32] NCS 68. Propósitos de los EE.UU. II http://www.fas.org/irp/offdocs/nsc-hst/nsc-68-2.htm

[33] Contra el Eje del Mal: Programa Para la Pax Perpetua Americana. W. Kristol, R. Kagan. Editorial Almuzara. Córdoba 2005. Pag. 23

[34] Lo afirma G. W. Bush dukechronicle.com/article/bushs-hopeful-america . Y también John McCain. Why We Fight. http://www.youtube.com/watch?v=feQGyc9aYz0

[35] Aguirre, Bannis. Pag.12.

[36] Alberto Rojas Andrade. Los Imperios de Las Águilas. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=107817

[37] Chomsky. Pag.173

[38] Marc Ferro. Colonialismo: una Historia Global. Siglo XXI Editores. México 2000. Pag. 37

[39] W. Kristol R. Kagan. Peligros Presentes.. Editorial Almuzara. Códoba 2005. Pag. 64

[40] Tradición Versus Innovación. Thomas L. Friedman. Editorial Atlantida. Madrid 1999. Pag. 380.

[41]

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