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Una nueva interpretación de la implantación del Estado de Israel en Palestina (El Informe Campbell-Bannerman)

El Estado de Israel es un Estado terrorista

Fuentes: Rebelión

Lo primero que debemos decir con total y absoluta seguridad es que los palestinos de Hamas, el gobierno legal de la Franja de Gaza, no tuvieron nada que ver y no fueron responsables de la muerte de los tres jóvenes israelíes, que fueron hallados muertos. Y reitero aquí algo que dije en un texto anterior: […]

Lo primero que debemos decir con total y absoluta seguridad es que los palestinos de Hamas, el gobierno legal de la Franja de Gaza, no tuvieron nada que ver y no fueron responsables de la muerte de los tres jóvenes israelíes, que fueron hallados muertos.

Y reitero aquí algo que dije en un texto anterior: debo recordar que el jefe del Mossad, lo anticipó varios días antes en una reunión del gabinete israelí, cuando predijo que en cualquier momento podían aparecer muertos tres jóvenes israelíes de 14 años. ¿Percepción extrasensorial o conocimiento fáctico?

Y también agregar que, como ha ocurrido en otras oportunidades, los terroristas encaramados en el gobierno del Estado de Israel, siempre buscan y engañan con excusas de muertes, con el fin de alcanzar objetivos elaborados con anterioridad, y que esas excusas son denunciadas como falsas luego de sus incursiones fatídicas, como ocurre actualmente en la Franja de Gaza. [1]

La pregunta que yo me formulo siempre en estos casos, que no es el primero, es: ¿quién o quiénes asesinaron a esos chicos israelíes, para desatar luego las masacres contra los palestinos?

Un ejemplo patético fue el argumento inventado y falso del asesinato del embajador israelí en Londres, para justificar la invasión al Líbano en 1982, hecho que había sido planificado con meses de anterioridad, como fue denunciado posteriormente, ya que el objetivo era expulsar a la OLP del Líbano.

Seguramente andan detrás del gas en la Franja de Gaza, como lo están confirmando ya varios expertos en el tema. Y, entonces, mi pregunta es: ¿Se animarán ahora, luego de los 3 chicos israelíes, a matar a todos los habitantes palestinos de Gaza, para tener acceso a ese recurso natural tan importante para su desarrollo?

Aunque, lo que sorprende de los interminables bombardeos del Estado de Israel sobre el pueblo palestino, no son los bombardeos mismos, llevan más de 60 años haciéndolo. Lo que sorprende es que haya aún hoy día, luego de tantos años de bombardeos recurriendo a mentiras, organizaciones judías en todo el mundo y personajes políticos que todavía pretenden defender a ese Estado terrorista, asegurando que lo que hace es responder los ataques de la OLP antes y ahora de Hamas o de un genérico ‘pueblo palestino’.

Y algo que sorprende aún más es que antes la OLP y ahora Hamas, sigan lanzando cañitas voladoras, de fabricación casera, fácilmente destruibles en el aire, antes de que lleguen al suelo y puedan causar algún daño.

Tamaña insensatez e infantilismo de sus dirigentes nos produce, a quienes difundimos la tragedia del pueblo palestino y afirmamos sus derechos nacionales, una profunda decepción que, siguiendo las mismas críticas que antes hiciera el gran pensador palestino, Edward W. Said, nos obliga a reiterarles que sólo afirmándose en la metodología de la no violencia, inaugurada políticamente por Mahatma Gandhi en la India, podrán realmente tener la solidaridad y el apoyo incondicional de todos los pueblos del mundo, para recuperar su patria usurpada.

Aunque comprendemos que su impotencia y su dolor ante las masacres cotidianas a que es sometido su pueblo, los hace actuar de esa manera, reitero, insensata e infantilmente.

Un conductor de pueblos debe saber, como lo hiciera Mahatma Gandhi, controlar sus sentimientos y sus pasiones, y no cometer actos que luego producen más daño a su propio pueblo, que el que supuestamente podría ocasionarle a su enemigo.

Pero ¿por qué digo su patria usurpada?

Porque todos los que siguen escribiendo sobre lo que le ocurre al pueblo palestino, su tragedia, y las interminables víctimas que ese pueblo entrega a las sofisticadas armas del Estado terrorista, equivocan los argumentos cuando sostienen que la implantación del Estado de Israel, fue debida a la muy famosa Declaración Balfour, nota entregada por el gobierno británico al banquero Lionel Walter Rothschild, el 2 de noviembre de 1917, o a la también famosa Resolución 181/47 de las Naciones Unidas.

Ambas, la Declaración y la Resolución no fueron sino meras proposiciones sin ningún valor legal y mucho menos que hubieren legitimado la implantación.

La Declaración Balfour fue un mero deseo (wishfull thinking) de su majestad británica para que se constituyera un ‘hogar nacional judío’ en la Palestina histórica. Pero nada más que un deseo, por más que viniera del imperio más importante en ese momento.

Sin embargo, sigue siendo considerada «la más decisiva fuente de legitimidad» como lo señala correctamente Shlomo Sand:

«… después de la Biblia, la Declaración Balfour está considerada como la más decisiva fuente de legitimidad moral y política del derecho de los judíos a la ‘Tierra de Israel’.» [2]

La Resolución 181/47 tampoco fue más que una mera ‘recomendación’ de las Naciones Unidas, para dividir a Palestina en dos Estados, y no tenía valor alguno, ni legalizaba y tampoco legitimaba, la implantación posterior del Estado terrorista de Israel. [3]

Y tampoco al Estado Palestino que nunca llegó a constituirse.

Por eso cuando los ignorantes candidatos a presidentes de EE.UU. de América dicen que el pueblo palestino es un ‘invento’, se olvidan de ese detalle: la partición recomendada por las Naciones Unidas, lo fue de Palestina, no del inexistente ‘Israel’. Y sus habitantes se llamaban y se siguen llamando palestinas y palestinos, desde el siglo XII antes de la era común.

Y fueron el historiador griego Heródoto y el geógrafo Estrabón quienes también los nombraron y reconocieron su antigüedad en sus libros históricos.

Y los palestinos no se fueron ni emigraron, como los israelitas, que desaparecieron de Palestina, emigrando por su propia voluntad, y en la que estuvieron unos pocos siglos, lo que no los autoriza, ni moral ni legalmente, a seguir hablando de la ‘tierra de Israel’ o ‘la tierra prometida», y, porque si es por el tiempo que estuvieron, los griegos y los romanos estuvieron ahí más tiempo que ellos, y qué no decir de los otomanos y luego los árabes.

¿Tienen todos estos pueblos, cada uno de ellos, el derecho a reclamar esa tierra como propia?

Y qué no decir del invento de la «tierra prometida», porque debemos aclarar que lo fue, según sus escribas, ‘prometida’ por Jhwh, su propia deidad, la que ellos eligieron del panteón cananeo, quien era además, una deidad menor y sin ninguna importancia en el mismo. La que, algunos historiadores la consideraron como «el hijo de El», la divinidad mayor de ese panteón. [4]

Hecho, por otra parte, absolutamente incomprobable, dada la ficcionalidad de esas narraciones y, además, porque cualquiera puede decir o hacer decir a su ‘deidad’ (incluso si la llama ‘Jhwh’, ‘Dios’, ‘Allah’, ‘Shiva’, ‘Wirakocha’ o ‘Tupá’) lo que se le ocurra, escribiendo que ha recibido una ‘revelación’ o que ‘ha sido inspirado divinamente’, ya que nadie podrá comprobar semejante aseveración.

Además, los palestinos están reconocidos en los textos de la Torah, relatos en gran parte ficcionales, redactados por escribas a sueldo, quienes inventaron una falsa expulsión de los israelitas, ‘diáspora’, no de los judíos que en aquella época aún no existían, como lo ha demostrado el propio Shlomo Sand, en sus libros.

Y con respecto a los candidatos presidenciales de EE.UU. de América, estos son tan ignorantes como hipócritas, puesto que hacen como que olvidan que el gran historiador israelí, Shlomo Sand, quien acaba de renunciar a su condición de judío, escribió dos libros, uno de los cuales se titula La invención del pueblo judío, y el otro La invención de la tierra de Israel.

Y ahora un tercero, Comment j’ai cessé d’être juif, [5] fundamentando su decisión de dejar de ser judío con estas palabras:

«Soportando mal que las leyes israelíes me impongan la pertenencia a una etnia ficticia, y soportando aún más mal el aparecer ante el resto del mundo como miembro de un club de elegidos, yo deseo renunciar y cesar de considerarme como judío.»

Afirmando su decisión sobre la base de que:

«En el Estado de Israel, toda forma de definición de la judeidad es profundamente tramposa, impregnada de mala fe y de arrogancia.»

Nadie mejor que Shlomo Sand ha denunciado las mentiras de los sionistas y su pretendida ambición de ser poseedores de un título de propiedad sobre una porción del territorio de Canaán, ubicado en nuestra galaxia, y habitando el planeta Tierra, donde supuestamente los antiguos israelitas, que constituían tan sólo el 10% de los habitantes de esa región, devenidos luego en judíos, fueron elegidos por Jhwh, o ellos mismos eligieron a Jhwh como su deidad, de la cual recibieron en comodato y para siempre, también una parcela del 10% del territorio de Canaán.

Para ello inventaron que la inmobiliaria que poseía Jwhw, reitero, una deidad menor en el panteón cananeo, de un universo de miles de millones de galaxias, materia oscura, mundos paralelos, agujeros negros, antimateria, y otras particularidades de este universo, les había otorgado, según sus escribas a sueldo de reyezuelos con voluntad imperial, esa porción del territorio cananeo, del planeta Tierra, en comodato eterno.

Y para que no hubiere dudas al respecto, en sus migraciones hacia otros continentes, camuflaron a esa deidad, Jhwh, transformándola en ‘Dios’ para el mundo latino y en ‘God’ para el mundo anglosajón.

Así, con la complicidad ignorada de los traductores griegos y latinos por un lado y los teutones por otro, introdujeron sus mentiras con sus supuestos ‘libros sagrados’, el Tanaj y la Torah, travestidos como ‘Biblia’ en el mundo occidental, y que la ingenuidad de los pueblos de esta región del planeta Tierra aceptó sin percatarse de la gran falacia con la que lograban apoderarse de sus mentes.

Un gran pensador indio, R. S. Sugirtharajah, por no estar condicionado por el discurso ficticio de la ‘Biblia’, desenmascara la mentira y en un capítulo de su libro La Biblia y el imperio. Exploraciones poscoloniales, [6] nos ayuda en esta vocación de búsqueda de la verdad, que heredamos de Mahatma Gandhi y Edward W. Said, y subtitula uno de los capítulos: ‘El Antiguo Testamento como arma de destrucción masiva’, denunciando que los textos hebreos de esos libros incorporados como antecesores del mensaje de Jesús, fueron y siguen siendo utilizados por sus seguidores europeos y hoy estadounidenses, como fundamento de sus aventuras imperiales.

Y cuando digo ‘textos ficticios’, repitiendo lo mismo que Shlomo Sand, estoy basándome en el famoso libro de dos autores israelíes, me refiero a Israel Finkelstein y Neil Silberman, titulado La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígines de sus textos sagrados, [7] en el que estos dos investigadores, del Instituto de Arqueología del Estado de Israel, demuestran algunas de las ficcionalidades de la Torah, aunque, como la mayoría de los autores utilizan la palabra ‘Biblia’ erróneamente.

Sostienen ambos que los israelitas nunca estuvieron en Egipto, que tampoco hubo ningún éxodo desde ese país africano, que el tan famoso templo de Salomón nunca se encontró porque nunca se construyó, y que tanto David como su hijo Salomón, fueron nada más que dos simples caudillos de ignotas aldeas de Judá, y no fueron ‘reyes’ de un imperio poderoso y extendido.

Y siguiendo la línea de pensamiento de Shlomo Sand, sus denuncias de las mentiras de los sionistas nos permiten comprender mejor las verdaderas intenciones de esos aventureros ambiciosos de poder, a quienes delata en un texto que transcribo a continuación: [8]

«Para justificar la colonización de Palestina, el sionismo ha invocado la Biblia, presentada como un título de propiedad jurídica sobre la tierra. Y, enseguida, ha diseñado el pasado de múltiples comunidades judías, no como frescos de grupos convertidos al judaísmo en Asia, en Europa y en África, sino como la historia lineal de un pueblo-raza, pretendidamente exiliado por la fuerza de su tierra natal y que, durante dos mil años, ha aspirado volver.

El sionismo laico ha interiorizado profundamente el mito religioso de la descendencia de Abraham y la leyenda cristiana del pueblo maldito y errante, al que sus pecados han conducido al exilio.

A partir de estas dos matrices, ha logrado acomodar la imagen de una etnia, cuyo carácter manifiestamente ficticio (es suficiente para convencerse observar la diversidad de las apariencias de los israelíes) no ha restado de ningún modo eficacia a su objetivo.»

Sin embargo, todas estas argumentaciones son posteriores al verdadero motivo y objetivo que llevó a la implantación del Estado de Israel, y que fuera pergeñado y concretado posteriormente por el imperio británico y sostenido después por sus seguidores, sus primos y descendientes estadounidenses.

Esos objetivos aparecen claros en el Informe Campbell-Bannerman, elaborado en 1907, por el primer ministro británico del mismo nombre, quien convocó a los mejores pensadores de la misma Inglaterra, y además de Francia, Holanda, Bélgica, Italia, España y Portugal, con el objetivo de que diseñaran un proyecto que permitiera que las potencias europeas, en particular Gran Bretaña, pudieran sobrevivir para siempre y no terminaran su condición imperial, como había sido el caso de los imperios europeos anteriores, todos ellos desaparecidos, desintegrados por el viento de la historia.

En el año 2007, esto es, 100 años después, aparece en internet una descripción del proyecto pergeñado por los profesores convocados por el primer ministro británico Henry Campbell-Bannerman, del cual transcribo los párrafos más esclarecedores: [9]

«En 1907 el primer ministro Henry Campbell-Bannerman formó un comité con algunos profesores famosos de Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Holanda, Portugal, España e Italia –especializados en historia, geografía, economía, petróleo, agricultura y colonialismo– para estudiar maneras posibles de asegurar la continuidad de los intereses colonialistas europeos. Con estas directivas hechas a los miembros del comité dijo: ‘Los imperios crecen en su poder hasta cierto punto, se expanden, luego gradualmente se desintegran y colapsan.’ Les pidió que buscaran una manera de retrasar el destino del colonialismo europeo, que había llegado a su pico; en ese momento en el que el sol nunca se había puesto en el imperio británico.

«Hay pueblos (los árabes, nota del editor) que controlan grandes extensiones de territorios contando con evidentes recursos ocultos. Dominan las intersecciones de rutas del mundo. Sus tierras fueron la cuna de civilizaciones y religiones humanas. Esta gente tiene una sola fe, un lenguaje, una historia y las mismas aspiraciones. Ninguna barrera natural puede aislar a esta gente la una de la otra…si por casualidad, esta nación se unificara en un Estado, tomaría los destinos del mundo en sus manos y separaría a Europa del resto del mundo. Tomando estas consideraciones seriamente, un cuerpo extranjero debe ser plantado en el corazón de esta nación para prevenir la integración de sus alas de tal manera que desgaste sus poderes en guerras sin fin. También podría servir al Occidente como trampolín para obtener sus objetivos encubiertos.

Un especialista en el Ministerio británico de las Colonias, Side Potam, decidió que no había mejor elección que los judíos para llevar a cabo la tarea colonialista, porque los británicos no estaban preparados para llevar adelante la tarea como lo habían hecho antes en Canadá y Australia.»

El reconocimiento de este Informe, y el hecho de que Ben Gurion se instaló en Palestina desde 1906, y por lo tanto no padeció la guerra ni fue discriminado por los europeos, y el nazismo no entró en su vida, ya que la dedicó totalmente a la implantación del Estado de Israel, nos lleva a tener que rever la historia del Estado de Israel con una mirada totalmente distinta a la que utilizan la mayoría de los autores, occidentales, árabes en general y palestinos en particular, para justificar o comprender el por qué se implantó ese Estado terrorista, y por qué hoy sigue recibiendo el apoyo incondicional de las potencias europeas y, en especial del gobierno de EE. UU. de América, continuador del imperio británico.

Y una aseveración de esta nueva interpretación nos la aporta lo que Berl Katznelson, asesor de Ben Gurion, afirmara taxativamente, y que aparece en el libro de Jay Gonen, Psychohistory of Zionism, [10] y este autor cita:

«Deberíamos decirles a los pueblos árabes: en nosotros, los judíos, ustedes ven un obstáculo en su camino hacia la independencia y la unificación. No lo negamos.»

Con esta afirmación, Berl Katznelson, desmistifica las interpretaciones que, incluso el propio Shlomo Sand, como señalo más arriba, considera las bases fundamentales de la implantación del Estado de Israel: la Declaración Balfour y la Biblia.

A las que yo agregaría que también desmiente las interpretaciones que se agregaron con posterioridad, esto es, las discriminaciones y persecuciones sufridas por las comunidades de judíos pobres en la Europa racista y colonialista, las masacres de europeos judíos producidas durante la segunda guerra mundial por los nazis, conocidas correctamente como la shoa, aunque Elie Wiesel, en EE. UU. de América popularizara como ‘el Holocausto’, nominación esta incorrecta y errónea, con la que se pretende silenciar cualquier crítica al Estado terrorista de Israel. [11]

Las verdaderas causas de la implantación del Estado de Israel debemos encontrarlas en ese proyecto imperial de Gran Bretaña, y no en las elucubraciones fantasiosas de Teodoro Herzl, que describiera en su libelo El Estado de los judíos, y tampoco en las que rabinos paranoicos pretenden encontrar en los textos ficcionales de la Torah y/o del Tanaj, travestidos como ‘la Biblia’, argumentaciones que fueron agregándose con el correr de los tiempos, para hacer de los miembros de la Organización Sionista Mundial, los supuestamente verdaderos artífices de esa implantación espuria en el corazón del Mundo árabe.

La prueba inconfundible de esta afirmación está confirmada en el permanente y continuado apoyo de las potencias imperiales de la Europa colonialista, a la que se ha agregado posteriormente EE.UU. de América, continuador del proyecto británico.

Sin esos apoyos incondicionales el Estado terrorista de Israel no habría existido, o habría durado muy poco tiempo y desaparecido de la escena internacional con lo que, seguramente, los pueblos árabes hubieran podido lograr su unidad, independencia y soberanía, con un potencial desarrollo social y económico que los habría convertido en motor del desarrollo de otros países del mundo, con sus enormes excedentes financieros volcados a esos fines y no a ser despilfarrados en las fabulosas compras de armamentos a esas mismas potencias occidentales, como ha ocurrido, para la supuesta defensa de sus pueblos.

Defensa ¿de quién? Justamente del Estado terrorista de Israel, implantado con ese objetivo, que fuera elaborado en 1907, y se describe en el Informe Campbell-Bannerman.

Y del otro 80% de los judíos instalados en el resto del mundo, las dirigencias de ínfimas organizaciones, no tendrían que asumir la hipócrita actitud de solidarizarse con el 20% de los sionistas que resolvieron, como lo señaló Ben Gurión, apropiarse del territorio palestino.

Hecho que aparece con total transparencia en el Acuerdo firmado entre el Estado de Israel y la Organización Sionista Mundial, que se logró luego de una ficticia «declaración de la independencia» de aquel, en la que se decía falsamente que esa implantación era consecuencia de la voluntad de todo el pueblo judío, lo que fue una hábil e ingeniosa maniobra inventada por el propio Ben Gurion para obligar, como él mismo lo escribiera, a todos los judíos del mundo a sostener el implantado Estado terrorista. [12]

Aunque en su discurso el propio Ben Gurion destacara que quizá nunca el 80% de los judíos dispersos por el mundo habrían de emigrar al Estado de Israel. Como realmente ocurrió.

Con lo que el 80% de los judíos del mundo, hoy divididos en pro sionistas y anti sionistas, así como muchos de los actuales habitantes del Estado de Israel, deben luchar para liberarse de esa lacra que pesa sobre sus espaldas, como un azote perturbador de sus existencias.

Desconocer ese Acuerdo y la función que le atribuyó Ben Gurion a las organizaciones sionistas, como la DAIA, la AMIA, la OSA en nuestro país, la Argentina, es, como ocurre, no entender cómo es posible que todas las organizaciones judías respondan al unísono a cualquier crítica, por ínfima que sea, en cualquier parte del mundo.

Esa fue y sigue siendo la tarea que se le infundió a las organizaciones judías constituidas como entes culturales nacionales en cada país. Su función, su tarea, su objetivo, establecido en aquel Acuerdo, es defender a ultranza todos los hechos que produzca el Estado terrorista de Israel, porque no son sino filiales de la Organización Sionista Mundial.

En 2009, se difundió y entregó a todas las organizaciones judías del mundo un documento actualizado, titulado The Israel Project’s 2009 Global Language Dictionary. [13] En el mismo, que consta de 116 páginas, se instruye a las filiales de la Organización Sionista Mundial, a la cual pertenecen todas las instituciones judías del mundo, con nombres camuflados, para aparecer como entidades nacionales de los países en que actúan, para ser más eficaces, y se les indica el lenguaje que deben utilizar para defender al Estado terrorista de Israel.

Ese Estado terrorista debe aparecer siempre como la víctima aunque es el victimario. Un párrafo del mismo sintetiza el objetivo del documento, y dice así:

«La televisión y los diarios muestran imágenes de muerte, violencia y destrucción de tal asombrosa desigualdad, que es imposible comprar el argumento de que Israel es la víctima o el desvalido.

La meta del Proyecto Israel es la de promover a Israel como la víctima justa y justificada, aún cuando las imágenes televisivas parezcan contradecir esto.»

Ese documento fue preparado especialmente para el pueblo estadounidense que, acepta ciegamente lo que la televisión le muestra con las observaciones y explicaciones que dan los comentaristas.

Así ocurre también en nuestro país, la Argentina, donde comentaristas como Víctor Hugo Morales, y tantos otros, ante las horribles imágenes que se muestran en lo que hoy ocurre en la Franja de Gaza, sólo invitan a hablar a argentinos judíos, quienes inmediatamente recurren al consabido argumento de la victimización de los judíos y las masacres que sufrieron las comunidades judías durante la expansión de la Alemania nazi, como si las guerras de la historia de la Humanidad se redujeran sólo a la llamada segunda guerra mundial.

Y, por supuesto la palabra ‘holocausto’ es la que más veces pronuncian, el invitado y el comentarista.

Como si en esa guerra, como toda guerra, inútil, inmoral e injusta, no hubieran muerto 70 millones de seres humanos, de los cuales 54 millones fueron civiles y 16 millones militares. Pero sólo se recuerdan a los muertos judíos como si no hubiera habido otros.

Siguiendo la línea del documento Israel Project, los invitados de los comentaristas, como en el caso de Víctor Hugo Morales, bien entrenados, no hacen sino encontrar la forma de justificar las masacres perpetradas por el Estado terrorista de Israel, por la agresión del pueblo palestino, quien es el que supuestamente ha iniciado las agresiones, aunque luego se demuestra que no fue así, como lo señalamos y siempre ha ocurrido.

Por ello, tal como lo indica el Israel Project: el Estado de Israel debe ser mostrado como la víctima, agredida por los «terroristas» palestinos.

Y para confirmar esto, el comentarista Victor Hugo Morales termina su programa recordando admirativamente al general Moshe Dayan, ignorando o no, que está refiriéndose a quien fuera uno de los mayores terroristas del implantado Estado de Israel ya que masacró y exterminó impunemente aldeas de campesinos palestinos para que el Estado de Israel pudiera apropiarse de sus tierras, y poder entregarlas a colonos judíos o no, venidos de cualquier parte del mundo, incluso de la Argentina, para servir en el Tzahal, hoy convertido en un ejército de mercenarios.

Un caso patético es el de Evet Lvovich Liberman, nacido en la Unión Soviética, inmigrado en el Estado de Israel en 1978, quien al hebraizar su nombre devino en Avigdor Lieberman, y que llegó al cargo de ministro de RR. EE. porque lo votaron más de 1 millón de rusos, no todos ellos judíos, configurando lo que se está convirtiendo el Estado de Israel, en un país de merecenarios, quienes al llegar encuentran trabajo en el Tzahal, y su misión es matar niños palestinos para evitar el crecimiento demográfico del pueblo palestino. [14]

Asimismo, una pregunta que hoy puede hacerse es si el bombardeo a la iglesia del sacerdote argentino Jorge Hernández, párroco de la iglesia Sagrada Familia de la Franja de Gaza, no es sino una directa respuesta contundente al papa Francisco y a su aspiración de encontrar caminos para la paz en la región, luego del encuentro que promoviera entre las autoridades presidenciales israelí y palestina.

Notas

[1] Como era de esperar, en una noticia de último momento, un vocero del gobierno israelí ha dicho que el asesinato de los tres jóvenes israelíes, no fue perpetrado por Hamas, sino por un grupo anónimo, pero, por supuesto de palestinos. Hecho absolutamente incomprobable. Pero ¿cómo saben los servicios israelíes que fue un grupo anónimo de palestinos? Por ello, si no es cierto que fue el gobierno de Gaza, los bombardeos contra el pueblo palestino de Gaza, esa masacre es un crimen de lesa humanidad, imprescriptible, entonces ¿en qué quedan las balandronadas de los defensores del Estado de Israel, las de personajes nefastos, como el mercenario Marcos Aguinis y el rabino Sergio Szpolski, pavoneando su judaísmo, y tan proclives a escribir frases rimbombantes justificatorias de los asesinatos de miles de inocentes, como los que siguen siendo perpetrados en Gaza?

[2] Shlomo Sand. La invención de la Tierra de Israel. AKAL, Madrid, 2012, p. 21.

[3] Miguel Ibarlucía. Israel, Estado de conquista. Editorial Canaán, Buenos Aires, 2013.

[4] Ver Deuteronomio 32-8/9. René Dussaud. «Yahwé, fils de El», en Revue Syrie, XXXIV, 1957, pp. 232-242. Otto Eissfeldt. «El and Yahweh», Journal of Semitic Studies. Manchester University Press, 1956, pp. 25-37. Marvin H. Pope. El in the Ugaritic Texts, Leiden, E.J. Brill, 1955. Jesús Luis Cunchillos. Cuando los ángeles eran dioses. Salamanca. Universidad Pontificia. 1976. Saad Chedid y Nur Masalha (eds.) La Biblia leída con los ojos de los cananeos. Editorial Canaán. Buenos Aires, 2011.

[5] Shlomo Sand. La invención del pueblo judío. AKAL, Madrid, 2011; La invención de la Tierra de Israel. AKAL, Madrid, 2013; Comment j’ai cessé d’être juif, Flammarion, París, 2013, pp. 134 y 15.

[6] R. S. Sugirtharajah. La Biblia y el imperio. Exploraciones poscoloniales. AKAL, Madrid, 2009, p. 94-103. Sin embargo debo aclarar que, en realidad, el doctor Sugirtharajah, se refiere a los libros de la Torah y algunos del Tanaj, ya que no cita ninguno de los libros de los Evangelios, que relatan la vida de Jesús. Sí señala que el uso de esos textos lo fue y lo es por europeos y estadounidenses católicos, protestantes y evangelistas.

[7] Israel Finkelstein y Neil Silberman, titulado La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígines de sus textos sagrados. Siglo XXI, Madrid, 2005.

[8] Shlomo Sand. Comment j’ai cessé d’être juif, Flammarion, París, 2013, p. 73.

[9] http://www.tlaxcala.es/pp.asp?lg=en&reference=4652

[10] Jay Gonen. Psychohistory of Zionism. New York, 1975, p. 186.

[11] Gilbert Achcar. Les arabes et la shoah. Sindbad, París, 2010, p. 27.

[12] Saad Chedid. Palestina o Israel. Editorial Canaán, Buenos Aires, 2004, pp. 285-292. Se incluye en el Anexo 6. «Acuerdo entre el Estado de Israel y la Organización Sionista Mundial», firmado el 24 de noviembre de 1952.

[13] www.theisraelproject.org

[14] Israel Shahak. El Estado de Israel armó las dictaduras en América latina. Editorial Canaán, Buenos Aires, 2007. Ver «Carta a un soldado», pp. 153-159.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.