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El Estado judío ya no tiene espacio para los «buenos árabes»

Fuentes: Haaretz

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Alguna vez estuvieron los llamados árabes buenos, ahora ya no están. Israel acabó con la especie. Lo descubre Norman Issa, un hombre de teatro que se atrevió a boicotear a los colonos.

 El actor Norman Issa está padeciendo ahora la ira del nacionalismo israelí. (Foto Gali Eytan)

Norman Issa hizo casi todo lo posible para ser un buen árabe. Nació en una familia cristiana (no es musulmán, como todos los terroristas. Los israelíes aman a los árabes cristianos). Estudió en la Escuela Beit Zvi de Artes Escénicas, está casado con Gidona, judía. Cocinó una tarta y le agregó granadas en la reactualización del programa de TV «Master Chef VIP», actuó en el escenario en hebreo, hizo el rol de Amjad, un buen árabe, por supuesto, en la serie de TV «Trabajo árabe», que fue escrito por otro buen árabe, Sayed Kashua, a quien los israelíes aman verdaderamente.

Si sólo tuviéramos algunos más como Norman y Sayed, entonces sin duda habríamos tenido ya la paz. Así es como queremos a los árabes, cuando nos hacen reír en hebreo. Hummus, patatas fritas, ensalada y la serie de comedia en el Canal 2.

Hubo una vez buenos árabes y ya no existen. Israel acabó con ellos. Si hay un patriota israelí, Issa es el hombre. Si hubo un árabe que podría servir de modelo para convivir era él. Tratando de preservar su honor e identidad, mantener el equilibrio sobre una delgada línea. En las entrevistas me contó que ama la tierra y también a sus residentes, ¿qué más se puede pedir?

«No hay nada por lo que vale la pena ir a la guerra en lo que a mí respecta», dijo este hombre encantador en una entrevista a Haaretz Magazine hace dos años. Puede votar por Hadash, [el partido judío árabe unificado] pero nunca ha sido Mohammad Bakri. Tampoco Lucy Aharish, por supuesto. Una vez dijo que se siente «ni de aquí ni de allí». Cuando los soldados lo abrazaban en los puestos de control y querían tomarse fotos con él se sentía incómodo.

El séptimo concursante eliminado de «Master Chef» no dudó en decir esto. Issa nació con la ocupación, en junio de 1967, y trató de cerrar un ojo frente a ella. Su padre fue expulsado de la aldea de Galilea, Biram y no se le permitió regresar a pesar de todas las promesas. Issa intentó perdonar al país también por eso.

Ahora todo ha terminado. El camino de Norman ha sido bloqueado. El fin de los buenos árabes que no son totalmente colaboradores. Issa se atrevió a seguir su conciencia y pidió al teatro donde actúa ser excusado de actuar ante los colonos en el valle del Jordán, en una obra de teatro con el simbólico nombre de «Boomerang.» Y su petición se volvió en su contra, con toda seguridad como un «Boomerang». El nacionalista Israel lo derribó. En los espasmos de muerte del buen árabe, declaró el martes: «No se puede esperar que yo, como un árabe israelí, vaya en contra de mi conciencia y actúe en lugares que son objeto de disputa».

«Lugares que son objeto de disputa,» llamó Issa a la más clara expresión de apartheid y limpieza étnica en los territorios, el valle del Jordán, con sus colonos explotadores y abusadores enmascarados como inocentes miembros de kibutzim y moshavim. En el valle del Jordán expulsan a los pastores y destruyen sus pueblos, les niegan la electricidad y el agua y los encarcelan detrás de colinas de basura. Allí, en el valle del Jordán erigidos unos frente a los otros, los asentamientos verdes y los pueblos áridos. Allí el apartheid es puro, visible para todos. Ahí es donde Issa no quiso actuar. A estas personas, que viven en esta realidad y son en gran medida responsables de crearla, él no es capaz de divertir.

Issa es digno de alabanza por ello. No es su derecho, es su obligación. En un país que confiara en la justicia de su causa, el primer ministro le habría invitado y lo elogiaría por su conciencia cívica y moral.

Ahora los cosacos de la cultura están amenazando a la niña de los ojos de Issa: El Teatro Elmina en Jaffa. Un teatro multicultural para niños y jóvenes, que dirige con su esposa. La ministra ya está «examinando» la asignación, así es la vida de la mafia. El resto está claro: Issa está acabado. El hombre que dijo que no hay guerra por la cual vale la pena luchar se verá obligado a librar una batalla perdida.

No más «Master Chef», no más series en el Canal 2, no más actuaciones en el teatro árabe. El régimen y sus colaboradores ya han demostrado lo que significa boicotear a los colonos. Este es el final de una historia que se conoce de antemano: somos un Estado judío, no hay lugar aquí para Issa y ni para Kashua. Deberían haberlo sabido desde el principio.

Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.660585