Traducido para Rebelión por LB.
A fines de 1941 los japoneses atacaron Pearl Harbor y declararon la guerra a los Estados Unidos. A continuación, su aliado nazi hizo lo propio, al igual que sus satélites.
Hay un chiste sobre el embajador húngaro en Washington que dice que entregó su declaración de guerra al Secretario de Estado Cordell Hull, quien decidió divertirse.
«Hungría, Hungría», preguntó Hull, «¿son ustedes una república?»
«Bueno», lo corrigió el embajador. «Somos una monarquía».
«¿Quién es su rey?»
«No tenemos un rey, sino un regente, el almirante Horthy».
«¿Un almirante? ¿Entonces tienen ustedes una gran armada?»
«No tenemos armada, porque no tenemos salida al océano».
«Extraño, un monarca sin rey, un almirante sin armada. ¿Tienen ustedes alguna reclamación contra los EE.UU.?»
«Bueno, tenemos reclamaciones contra Rumania».
«Entonces, ¿por qué no declaran ustedes la guerra a Rumania?»
«¡No podemos! ¡Rumania es nuestra aliada!»
Recuerdo esta broma cada vez que Benjamín Netanyahu profiere sus espeluznantes amenazas contra Irán. La lucha contra Irán encabeza su agenda. Netanyahu nos alerta contra la amenaza que supone el esfuerzo iraní para producir armas nucleares, al tiempo que amenaza implícitamente a Irán con usar en su contra nuestro arsenal nuclear «secreto».
¿Por qué?
Dios sabe. Busco desesperadamente una razón que explique el conflicto israelo-iraní, una lucha de vida o muerte, y no encuentro ninguna. Nada. Niente.
Las guerras entre Estados se basan en conflictos de intereses. ¿Hay algún conflicto de intereses entre Israel e Irán?
Ninguno en absoluto
Israel mantiene un conflicto con el mundo árabe, el cual se niega a reconocer y mantener relaciones normales con él mientras no haya paz entre Israel y el pueblo palestino. En estos momentos Israel está prácticamente en guerra con Siria y Hezbolá.
Irán quiere ser el poder musulmán hegemónico en la región. Por lo tanto, está prácticamente en guerra con Arabia Saudita (que quiere lo mismo) y sus satélites. Eso se asemeja a una comunidad de intereses entre Israel e Irán.
Y, de hecho, no hace mucho tiempo existió una sólida, aunque no oficial, alianza entre Irán e Israel. Ocurrió cuando el Sha gobernaba en Teherán. Los israelíes actuaban en Irán a placer. Irán fue la base de las intensas actividades militares y políticas de Israel en el Kurdistán iraquí. El Shabak, el servicio secreto israelí, entrenó al temido servicio secreto iraní, el Savak. Irán se convirtió en el aliado más estrecho de Israel después de los EEUU.
Entonces, ¿qué pasó? Cambio de régimen en Irán, por supuesto. El Sha fue expulsado y llegaron los ayatolás. Los ayatolás son líderes religiosos. En nombre del Islam chiíta, maldicen al «Estado judío».
Pero la ideología religiosa no reemplaza los intereses básicos de un Estado. Estos se basan en hechos objetivos, principalmente geográficos. Incluso las guerras religiosas del siglo XVII surgieron principalmente del interés nacional. En su mayoría, la religión era solo un pretexto.
Los intereses nacionales no cambian cuando ocurre un cambio de régimen.
El ejemplo más obvio es Rusia. Cuando la revolución bolchevique reemplazó a los zares, la política exterior no cambió. Cuando el régimen comunista se derrumbó y finalmente el poder llegó a manos de Vladimir Putin, la política exterior continúa más o menos como si nada hubiera sucedido.
Y, desde luego, cuando se trató de defender los intereses vitales de Irán, los ayatolás no despreciaron la ayuda israelí. Durante la guerra iraquí-iraní Israel proporcionó a los ayatolás armas. Eso sucedió casi abiertamente durante la llamada «crisis de los rehenes». Estados Unidos envió armas a Israel, Israel las envió a Irán, y a cambio Irán liberó a los rehenes estadounidenses. Mi amigo Amiram Nir, a la sazón funcionario de seguridad del gobierno [israelí], se desplazó a Teherán a entregarlas.
La idea de que Irán pueda atacar a una potencia nuclear como Israel y jugarse su propia aniquilación es ridícula.
Irán es heredera de una de las civilizaciones más antiguas del mundo, casi tan antigua como Egipto. A su lado, la civilización judía es una hermana menor. De hecho, muchos expertos creen que la religión judía es en gran medida tributaria de la civilización persa.
Ciro el Grande fundó el imperio más grande del mundo (hasta entonces). Creó un sistema de tolerancia y progreso. En el marco de esa política, ordenó el regreso a Jerusalén de los judíos exiliados en Babilonia. A juicio de muchos expertos, el «Regreso a Sión» marcó el comienzo real del judaísmo.
Es cierto, eso sucedió hace mucho, mucho tiempo. Pero, como dije antes, los intereses objetivos tienen una vida muy larga.
Entonces, ¿por qué los iraníes nos maldicen ahora? ¿Por qué arrojan fuego y azufre sobre nuestras cabezas?
Muy simple. El odio a Israel es un instrumento para el logro de sus metas reales.
El verdadero objetivo de los iraníes es conseguir la hegemonía en todo el Oriente Medio musulmán. Lo están haciendo sistemáticamente, y con bastante éxito. El mundo musulmán odia a Israel. El Oriente Medio árabe odia a Israel. Por lo tanto, el odio a Israel puede ser un instrumento político eficaz.
Curiosamente, Benjamín Netanyahu ha adoptado la misma lógica, pero al revés. Donald Trump odia a los ayatolás. Mucha gente en el mundo occidental los teme. Netanyahu ha adoptado el odio a Irán como su principal instrumento político. Se está paseando por todo el mundo vendiéndolo a diestro y siniestro. Es el tema principal de sus exaltados discursos ante la ONU, el Congreso estadounidense y el AIPAC.
También es un buen remedio para sus problemas personales. En estos momentos Netanyahu está con el agua hasta el cuello a causa de varios asuntos de corrupción, incluidos grandes sobornos. Sus admiradores están dispuestos a ignorarlos porque es el único baluarte de Israel contra el terrible peligro de aniquilación por parte de ayatolás cabalgando a lomos de misiles nucleares.
Dado que el presidente Trump también tiene algo en contra de Irán y quiere retirarse del acuerdo internacional por el que Irán se comprometió a suspender gran parte de su programa nuclear a cambio de concesiones adecuadas, los desvaríos anti-iraníes de Netanyahu están cimentando las relaciones entre ambos mandatarios.
Recientemente los iraníes han establecido bases en Siria y Líbano, cerca de las fronteras de Israel. La aviación israelí las bombardea de vez en cuando y exhibe orgullosamente fotos aéreas que demuestran sus éxitos. Merced a estos ataques va creciendo, naturalmente, la credibilidad de Irán a los ojos de los árabes. Todo el mundo está satisfecho.
Sin embargo, se trata de una situación peligrosa. En su base está el conflicto árabe-israelí, que podría estallar en cualquier momento de varias maneras. Los «expertos militares» israelíes vaticinan para el futuro cercano una nueva guerra árabe-israelí, probablemente contra Siria y Hezbollah. Esta semana se han probado las sirenas antiaéreas en todo Israel.
La mejor manera de evitar la confrontación es hacer las paces con el mundo árabe, lo cual significa firmar la paz con los palestinos.
Netanyahu nos dice que ha logrado una victoria notable: la cooperación con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes, que se hallan envueltos en una guerra contra insurgentes yemeníes respaldados por Irán. Los sauditas están muy lejos de ganar esa guerra.
Esta cooperación israelo-saudí es estrictamente secreta. El príncipe heredero saudita, un dictador muy joven e inexperto, no puede admitirla, porque las masas árabes de todo el mundo, incluidas las de su propio reino, ven a Israel como su archienemigo.
Ningún país árabe puede firmar una verdadera paz con Israel mientras ésta siga ocupando toda Palestina y sometiendo a los palestinos a un régimen de ocupación cruel. El antiguo plan de paz sigue estando en algún lado, pero el gobierno israelí lo ignora por completo.
Es cierto que Israel ha firmado acuerdos de paz con Egipto y Jordania, pero no existe nada remotamente parecido a una paz total entre Israel y esos Estados. El entusiasmo inicial se evaporó hace mucho tiempo, y tanto el gobierno egipcio como el jordano mantienen las relaciones al mínimo, conscientes de que las masas de sus pueblos detestan a Israel.
Simplemente, no hay forma de esquivar la cuestión palestina.
Los verdaderos amigos de Israel deberían aconsejar a Netanyahu que haga las paces mientras Mahmoud Abbas (Abu-Mazen) aún esté presente. Dentro de dos semanas tendrá 83 años, y está enfermo. Es una persona profundamente comprometida con la paz. No tiene sucesor aparente, y su sustituto puede ser mucho, mucho menos moderado.
Pero a Netanyahu eso le trae sin cuidado. La paz es la última preocupación de su mente atribulada. Está mucho más comprometido con el eterno conflicto con los árabes y los iraníes.
Al fin y al cabo, ¿qué sería de la vida si no hubiera enemigos?
Fuente: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1521232845/