¿Quien gano las elecciones realizadas en Israel el pasado 23 de marzo? Es muy dificil de dar una clara respuesta a esta simple pregunta. En principio las elecciones debían de celebrarse el 23 de mayo de 2023. Sin embargo, el gobierno de coalicion liderado por Benjamin Netanyahu cayó, sin pena ni gloria, después de pocos meses y asi se realizaron el mes pasado las cuartas elecciones en dos años.
También esta vez el gato Netanyahu cayó sobre sus patas (¿tendrá siete vidas politicas?) y su derechista partido Likud fue el partido más votado con 30 diputados, seguido del centrista Yesh Atid de Iair Lapid, con 17, que lidera el llamado «bloque del cambio», pero que no concentra el apoyo suficiente de sus heterogéneas formaciones para ser candidato a primer ministro.
Pero tampoco Netanyahu y sus socios consiguieron la mayoría y tiene solo 52 escaños asegurados, los de su partido, con 30 escaños -seis menos que en 2020- y con seguridad contaría con los asientos de tres partidos ultraortodoxos – 22 escaños- uno de los cuales, el Sionista Religioso, al decir de la diputada comunista Aida Touma-Sliman, «está integrado por tres fracciones: la racista, la xenófoba, y la homófoba, pero algo los une: son todos mesiánicos-fundamentalistas».
Netanyahu pidió públicamente en varias oportunidades a sus dos rivales de derecha, el líder del partido Yamina («Hacia la derecha»), Naftali Bennett, y el jefe del partido Tikva Jadasha («Nueva Esperanza»), Gideon Sa’ar, que incorporen sus partidos a una coalición liderada por su partido, Likud. El premier instó a los otros dos líderes de los partidos a «dejar atrás nuestra diferencia y volver a casa», o sea al bloque de derecha-ultraortodoxo que él lidera en el parlamento. Pero Sa’ar, ex-dirigente del Likud (e hijo de argentino) rechazó inmediatamente la oferta, manteniendo que no entraría en una coalición liderada por Netanyahu.
Asimismo, el hetereogeno bloque anti-Netanyahu tiene solo 57 bancas. Por otra parte, el partido derechista Yamina, con siete, y el partido islamista Raam (que se escindió de la Lista Conjunta), con cuatro, de momento no han comprometido su apoyo a ningún candidato. En otras palabras, nadie tiene la mayoria de 61 diputados, sobre las 120 bancas de la Knesset, para formar un gobierno.
En momentos de escribir estas lineas, el presidente Reuven Rivlin iniciaba las consultas con los partidos políticos y luego designará al candidato con más apoyos potenciales, que deberá explorar complicadas coaliciones ante la falta de mayorías parlamentarias para terminar con la crisis política del país.
«Todavía no he completado los siete años de mi mandato como presidente y, sin embargo, esta es la quinta vez que recibo los resultados de las elecciones, y la cuarta en menos de dos años», dijo Rivlin ásperamente en su discurso en la residencia presidencial en Jerusalén. Probablemente no volverá a estas tareas en las quintas (!!!) elecciones que se realizarán de acuerdo a lo previsto en el próximo mes de octubre, pues dejará la presidencia en pocos meses.
Del despacho de primer ministro al juzgado
Lo cierto es que Netanyahu, también conocido como Bibi, quiere mantener el cargo, con la frágil esperanza que le de inmunidad frente a los delitos de corrupción, malversación de fondos y abuso de poder que se le imputan. Paradoja: Netanyahu no pudo asistir a la reunion con Rivlin al comienzo de la deliberaciones para la eleccion del candidato a formar el nuevo gobierno porque a esa hora tuvo que participar en una sesión en el juzgado donde se entienden sus causas.
Con todo, Netanyahu, en lo político, sumó una nueva victoria. Toda la campaña electoral (como las anteriores) se centró en su persona, virtudes y pecados. Olvidados los mas de 6200 muertos por la COVID-19 (que a pesar de la exitosa campaña de vacunacion ubican a Israel como un pais con una tasa de mortalidad muy alta en relacion a su población, mayoritariamente joven). Olvidados mas de 600.000 desocupados (aproximadamente un 15% de la poblacion activa), olvidada la crisis económica y social, la mas grave en decenios y olvidados los millones de palestinos que viven bajo la ocupación israelí en Cisjordania o el bloqueo en la Franja de Gaza.
Ninguno de los politicos del establishment ni siquiera se refirió al déficit presupuestario acumulado de Israel durante los 12 meses de la pandemia de coronavirus (marzo de 2020-marzo de 2021) que alcanzará alrededor de 180.000 millones de shekels (aproximadamente 54.000 millones de dólares), lo que se traduce en el 12,6% del PIB del país, segun datos del Ministerio de Finanzas. De acuerdo con las estimaciones, se espera que el déficit presupuestario para el primer trimestre de 2021 alcance alrededor de 20.000 millones de shekels. El gasto del gobierno para el primer trimestre llegará a 140 mil millones de shekels, un aumento del 30% en comparación con el mismo período en 2020.
La verdadera victoria de Netanyahu es esta amnesia de los políticos que toman como suyos los proyectos neoliberales en la economía y la sociedad, la continuación de la cincuentenaria ocupación de los territorios palestinos y no ofrecen ninguna alternativa.
Solo 20 diputados pueden oponerse al neo-liberalismo «bibista» triunfante (el laborismo, la Lista Conjunta y Meretz) y solo 12 a la prolongada ocupación (la Lista Conjunta y Meretz). Son estos magros resultados electorales y malas perspectivas politicas.
Pero como diria Mercedes Sosa: «¿Quién dijo que todo está perdido?». El sábado que precedió a las elecciones por la noche en Jerusalen, decenas de miles de israelíes se manifestaron frente a la residencia del primer ministro. A días de las cuartas elecciones legislativas en el país, los protestantes pidieron por la dimisión del mandatario. Desde junio pasado, continuaron las protestas todas las semanas sin interrupción. Pasaron solo diez dias de las elecciones y las protestas contra Netanyahu volvieron. La consigna es la misma y la lucha continua.
Efraim Davidi es militante destacado del Partido Comunista de Israel